15. Argumento
«personalista»
Así pues el principio de la prioridad del
trabajo respecto al
capital es un postulado que pertenece al orden de la moral social. Este postulado
tiene importancia clave tanto en un sistema basado sobre el principio de la
propiedad privada de los medios de producción, como en el sistema en que se
haya limitado, incluso radicalmente, la propiedad privada de estos medios. El
trabajo, en cierto sentido, es inseparable del capital, y no acepta de ningún
modo aquella antinomia, es decir, la separación y contraposición con relación a
los medios de producción, que han gravado sobre la vida humana en los últimos
siglos, como fruto de premisas únicamente económicas. Cuando el hombre trabaja,
sirviéndose del conjunto de los medios de producción, desea a la vez que los
frutos de este trabajo estén a su servicio y al de los demás y que en el
proceso mismo del trabajo tenga la posibilidad de aparecer como corresponsable
y coartífice en el puesto de trabajo, al cual está dedicado.
Nacen de
ahí algunos derechos específicos de los trabajadores, que corresponden a la
obligación del trabajo. Se hablará de ellos más adelante. Pero hay que subrayar
ya aquí, en general, que el hombre que trabaja desea no sólo la debida remuneración
por su trabajo, sino también que sea tomada en consideración, en el proceso
mismo de producción, la posibilidad de que él, a la vez que trabaja incluso en
una propiedad común, sea consciente de
que está trabajando «en algo propio». Esta
conciencia se extingue en él dentro del sistema de una excesiva centralización
burocrática, donde el trabajador se siente engranaje de un mecanismo movido
desde arriba; se siente por una u otra razón un simple instrumento de
producción, más que un verdadero sujeto de trabajo dotado de iniciativa propia.
Las enseñanzas de la Iglesia han expresado siempre la convicción firme y
profunda de que el trabajo humano no mira únicamente a la economía, sino que
implica además y sobre todo, los valores personales. El mismo sistema económico
y el proceso de producción redundan en provecho propio, cuando estos valores
personales son plenamente respetados. Según el pensamiento de Santo Tomás de
Aquino,25 es primordialmente esta razón la que atestigua en favor de la
propiedad privada de los mismos medios de producción. Si admitimos que algunos
ponen fundados reparos al principio de la propiedad privada— y en nuestro
tiempo somos incluso testigos de la introducción del sistema de la propiedad
«socializada»— el argumento personalista
sin embargo no pierde su fuerza, ni a
nivel de principios ni a nivel práctico. Para
ser racional y fructuosa, toda socialización de los medios de producción debe
tomar en consideración este argumento. Hay que hacer todo lo posible para que
el hombre, incluso dentro de este sistema, pueda conservar la conciencia de
trabajar en «algo propio». En caso contrario, en todo el proceso económico
surgen necesariamente daños incalculables; daños no sólo económicos, sino ante
todo daños para el hombre.
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