18. El problema del
empleo
Considerando
los derechos de los hombres del trabajo, precisamente en relación con este
«empresario indirecto», es decir, con el conjunto de las instancias a escala
nacional e internacional responsables de todo el ordenamiento de la política
laboral, se debe prestar atención en primer lugar a un problema fundamental. Se trata del problema de conseguir trabajo,
en otras palabras, del problema de encontrar un empleo adecuado para todos los sujetos capaces de él. Lo contrario
de una situación justa y correcta en este sector es el desempleo, es decir, la
falta de puestos de trabajo para los sujetos capacitados. Puede ser que se
trate de falta de empleo en general, o también en determinados sectores de
trabajo. El cometido de estas instancias, comprendidas aquí bajo el nombre de
empresario indirecto, es el de actuar
contra el desempleo, el cual es en todo caso un mal y que, cuando asume ciertas
dimensiones, puede convertirse en una verdadera calamidad social. Se convierte
en problema particularmente doloroso, cuando los afectados son principalmente
los jóvenes, quienes, después de haberse preparado mediante una adecuada
formación cultural, técnica y profesional, no logran encontrar un puesto de
trabajo y ven así frustradas con pena su sincera voluntad de trabajar y su
disponibilidad a asumir la propia responsabilidad para el desarrollo económico
y social de la comunidad. La obligación de prestar subsidio a favor de los
desocupados, es decir, el deber de otorgar las convenientes subvenciones
indispensables para la subsistencia de los trabajadores desocupados y de sus
familias es una obligación que brota del principio fundamental del orden moral
en este campo, esto es, del principio del uso común de los bienes o, para
hablar de manera aún más sencilla, del derecho a la vida y a la subsistencia.
Para salir
al paso del peligro del desempleo, para asegurar empleo a todos, las instancias
que han sido definidas aquí como «empresario indirecto» deben proveer a una planificación global, con referencia a
esa disponibilidad de trabajo diferenciado, donde se forma la vida no solo
económica sino también cultural de una determinada sociedad; deben prestar atención
además a la organización correcta y racional de tal disponibilidad de trabajo.
Esta solicitud global carga en definitiva sobre las espaldas del Estado, pero
no puede significar una centralización llevada a cabo unilateralmente por los
poderes públicos. Se trata en cambio de una
coordinación, justa y racional, en cuyo marco debe ser garantizada la iniciativa de las personas, de los grupos libres, de
los centros y complejos locales de trabajo, teniendo en cuenta lo que se ha
dicho anteriormente acerca del carácter subjetivo del trabajo humano.
El hecho de
la recíproca dependencia de las sociedades y Estados, y la necesidad de
colaborar en diversos sectores requieren que, manteniendo los derechos
soberanos de todos y cada uno en el campo de la planificación y de la
organización del trabajo dentro de la propia sociedad, se actúe al mismo tiempo
en este sector importante, en el marco de la colaboración internacional mediante los necesarios tratados y
acuerdos. También en esto es necesario que el criterio a seguir en estos pactos
y acuerdos sea cada vez más el trabajo humano, entendido como un derecho
fundamental de todos los hombres, el trabajo que da análogos derechos a todos
los que trabajan, de manera que el nivel de vida de los trabajadores en las sociedades
presente cada vez menos esas irritantes
diferencias que son injustas y aptas para provocar incluso violentas
reacciones. Las Organizaciones Internacionales tienen un gran cometido a
desarrollar en este campo. Es necesario que se dejen guiar por un diagnóstico
exacto de las complejas situaciones y de los condicionamientos naturales,
históricos, civiles, etc.; es necesario además que tengan, en relación con los
planes de acción establecidos conjuntamente, mayor operatividad, es decir,
eficacia en cuanto a la realización.
En este
sentido se puede realizar el plan de un progreso universal y proporcionado para
todos, siguiendo el hilo conductor de la Encíclica de Pablo VI Populorum Progressio. Es necesario
subrayar que el elemento constitutivo y a su vez la verificación más adecuada de este progreso en el espíritu de
justicia y paz, que la Iglesia proclama y por el que no cesa de orar al Padre
de todos los hombres y de todos los pueblos, es precisamente la continua revalorización del trabajo humano, tanto
bajo el aspecto de su finalidad objetiva, como bajo el aspecto de la dignidad
del sujeto de todo trabajo, que es el hombre. El progreso en cuestión debe
llevarse a cabo mediante el hombre y por el hombre y debe producir frutos en el
hombre. Una verificación del progreso será el reconocimiento cada vez más
maduro de la finalidad del trabajo y el respeto cada vez más universal de los
derechos inherentes a él en conformidad con la dignidad del hombre, sujeto del
trabajo.
Una
planificación razonable y una organización adecuada del trabajo humano, a
medida de las sociedades y de los Estados, deberían facilitar a su vez el
descubrimiento de las justas proporciones entre los diversos tipos de empleo:
el trabajo de la tierra, de la industria, en sus múltiples servicios, el
trabajo de planificación y también el científico o artístico, según las
capacidades de los individuos y con vistas al bien común de toda sociedad y de
la humanidad entera. A la organización de la vida humana según las múltiples
posibilidades laborales debería corresponder un adecuado sistema de instrucción y educación que tenga como
principal finalidad el desarrollo de una humanidad madura y una preparación
específica para ocupar con provecho un puesto adecuado en el grande y
socialmente diferenciado mundo del trabajo.
Echando una
mirada sobre la familia humana entera, esparcida por la tierra, no se puede
menos de quedar impresionados ante un hecho
desconcertante de grandes proporciones, es decir, el hecho de que, mientras
por una parte siguen sin utilizarse conspicuos recursos de la naturaleza,
existen por otra grupos enteros de desocupados o subocupados y un sinfín de
multitudes hambrientas: un hecho que atestigua sin duda el que, dentro de las
comunidades políticas como en las relaciones existentes entre ellas a nivel
continental y mundial —en lo concerniente a la organización del trabajo y del
empleo— hay algo que no funciona y concretamente en los puntos más críticos y
de mayor relieve social.
|