22. La persona
minusválida y el trabajo
Recientemente,
las comunidades nacionales y las organizaciones internacionales han dirigido su
atención a otro problema que va unido al mundo del trabajo y que está lleno de
incidencias: el de las personas minusválidas. Son ellas también sujetos
plenamente humanos, con sus correspondientes derechos innatos, sagrados e
inviolables, que, a pesar de las limitaciones y los sufrimientos grabados en
sus cuerpos y en sus facultades, ponen más de relieve la dignidad y grandeza
del hombre. Dado que la persona minusválida es un sujeto con todos los
derechos, debe facilitársele el participar en la vida de la sociedad en todas
las dimensiones y a todos los niveles que sean accesibles a sus posibilidades.
La persona minusválida es uno de nosotros y participa plenamente de nuestra misma
humanidad. Sería radicalmente indigno del hombre y negación de la común
humanidad admitir en la vida de la sociedad, y, por consiguiente, en el
trabajo, únicamente a los miembros plenamente funcionales porque, obrando así,
se caería en una grave forma de discriminación,
la de los fuertes y sanos contra los débiles y enfermos. El trabajo en
sentido objetivo debe estar subordinado, también en esta circunstancia, a la
dignidad del hombre, al sujeto del trabajo y no a las ventajas económicas.
Corresponde
por consiguiente a las diversas instancias implicadas en el mundo laboral, al
empresario directo como al indirecto, promover con medidas eficaces y
apropiadas el derecho de la persona minusválida a la preparación profesional y
al trabajo, de manera que ella pueda integrarse en una actividad productora
para la que sea idónea. Esto plantea muchos problemas de orden práctico, legal
y también económico; pero corresponde a la comunidad, o sea, a las autoridades
públicas, a las asociaciones y a los grupos intermedios, a las empresas y a los
mismos minusválidos aportar conjuntamente ideas y recursos para llegar a esta
finalidad irrenunciable: que se ofrezca
un trabajo a las personas minusválidas, según sus posibilidades, dado que
lo exige su dignidad de hombres y de sujetos del trabajo. Cada comunidad habrá
de darse las estructuras adecuadas con el fin de encontrar o crear puestos de
trabajo para tales personas tanto en las empresas públicas y en las privadas,
ofreciendo un puesto normal de trabajo o uno más apto, como en las empresas y
en los llamados ambientes «protegidos».
Deberá
prestarse gran atención, lo mismo que para los demás trabajadores, a las
condiciones físicas y psicológicas de los minusválidos, a la justa
remuneración, a las posibilidades de promoción, y a la eliminación de los
diversos obstáculos. Sin tener que ocultar que se trata de un compromiso
complejo y nada fácil, es de desear que una
recta concepción del trabajo en sentido subjetivo lleve a una situación que
dé a la persona minusválida la posibilidad de sentirse no al margen del mundo
del trabajo o en situación de dependencia de la sociedad, sino como un sujeto
de trabajo de pleno derecho, útil, respetado por su dignidad humana, llamado a
contribuir al progreso y al bien de su familia y de la comunidad según las
propias capacidades.
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