CAPÍTULO I -
JESUCRISTO ÚNICO SALVADOR
4.
El cometido fundamental de la Iglesia en todas las épocas y particularmente en
la nuestra —como recordaba en mi primera Encíclica programática— es « dirigir
la mirada del hombre, orientar la conciencia y la experiencia de toda la
humanidad hacia el misterio de Cristo ».4
La misión
universal de la Iglesia nace de la fe en Jesucristo, tal como se expresa en la
profesión de fe trinitaria: « Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de
Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos... Por nosotros, los hombres,
y por nuestra salvación bajó del cielo y, por obra del Espíritu Santo, se
encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre ».5 En el hecho de la
Redención está la salvación de todos, « porque cada uno ha sido comprendido en
el misterio de la Redención y con cada uno Cristo se ha unido, para siempre,
por medio de este misterio ».6 Sólo en la fe se comprende y se
fundamenta la misión.
No
obstante, debido también a los cambios modernos y a la difusión de nuevas
concepciones teológicas, algunos se preguntan: ¿Es válida aún la misión entre
los no cristianos? ¿No ha sido sustituida quizás por el diálogo interreligioso?
¿No es un objetivo suficiente la promoción humana? El respeto de la conciencia
y de la libertad ¿no excluye toda propuesta de conversión? ¿No puede uno
salvarse en cualquier religión? ¿Para
qué, entonces, la misión?
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