La fe en Cristo es una propuesta a la libertad del hombre
7.
La urgencia de la actividad misionera brota de la radical novedad de vida, traída por Cristo y vivida por sus
discípulos. Esta nueva vida es un don de Dios, y al hombre se le pide que lo
acoja y desarrolle, si quiere realizarse según su vocación integral, en
conformidad con Cristo. El Nuevo Testamento es un himno a la vida nueva
para quien cree en Cristo y vive en su Iglesia. La salvación en Cristo, atestiguada y anunciada
por la Iglesia, es autocomunicación de Dios: « Es el amor, que no sólo crea el
bien, sino que hace participar en la misma vida de Dios: Padre, Hijo y Espíritu
Santo. En efecto, el que ama desea darse a sí mismo ».9
Dios ofrece
al hombre esta vida nueva: ¿Se puede rechazar a Cristo y todo lo que él ha
traído a la historia del hombre? Ciertamente es posible. El hombre es libre. El
hombre puede decir no a Dios. El hombre puede decir no a Cristo. Pero sigue en
pie la pregunta fundamental. ¿Es licito hacer esto? ¿Con qué fundamento es
licito? ».10
8.
En el mundo moderno hay tendencia a reducir el hombre a una mera dimensión
horizontal. Pero ¿en qué se convierte el hombre sin apertura al Absoluto? La
respuesta se halla no sólo en la experiencia de cada hombre, sino también en la
historia de la humanidad con la sangre derramada en nombre de ideologías y de
regímenes políticos que han querido construir una « nueva humanidad » sin
Dios.11
Por lo
demás, a cuantos están preocupados por salvar la libertad de conciencia, dice
el Concilio Vaticano II: « La persona humana tiene derecho a la libertad
religiosa ... todos los hombres han de estar inmunes de coacción por parte de
personas particulares, como de grupos sociales y de cualquier potestad humana,
y esto de tal manera que en materia religiosa ni se obligue a nadie a obrar
contra su conciencia ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en
público, solo o asociado con otros dentro de los limites debidos ».12
El anuncio
y el testimonio de Cristo, cuando se llevan a cabo respetando las conciencias,
no violan la libertad. La fe exige la libre adhesión del hombre, pero debe ser
propuesta, pues « las multitudes tienen derecho a conocer la riqueza del
misterio de Cristo, dentro del cual creemos que toda la humanidad puede
encontrar, con insospechada plenitud , todo lo que busca a tientas acerca de
Dios, del hombre y de su destino, de la vida y de la muerte, de la verdad. Por
eso, la Iglesia mantiene vivo su empuje misionero e incluso desea
intensificarlo en un momento histórico como el nuestro ».13 Hay que
decir también con palabras del Concilio que: « Todos los hombres, conforme a su
dignidad, por ser personas, es decir, dotados de razón y de voluntad libre y,
por tanto, enaltecidos con una responsabilidad personal, tienen la obligación
moral de buscar la verdad, sobre todo la que se refiere a la religión. Están
obligados, asimismo, a adherirse a la verdad conocida y a ordenar toda su vida
según las exigencias de la verdad ».14
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