CAPÍTULO II - EL REINO DE DIOS
12.
« Dios rico en misericordia es el que Jesucristo nos ha revelado como Padre;
cabalmente su Hijo, en sí mismo, nos lo ha manifestado y nos lo ha hecho
conocer ».21 Escribía esto al comienzo de la Encíclica Dives in Misericordia, mostrando cómo
Cristo es la revelación y la encarnación de la misericordia del Padre. La
salvación consiste en creer y acoger el misterio del Padre y de su amor, que se
manifiesta y se da en Jesús mediante el Espíritu. Así se cumple el Reino de
Dios, preparado ya por la Antigua Alianza, llevado a cabo por Cristo y en
Cristo, y anunciado a todas las gentes por la Iglesia, que se esfuerza y ora
para que llegue a su plenitud de modo perfecto y definitivo.
El Antiguo
Testamento atestigua que Dios ha escogido y formado un pueblo para revelar y
llevar a cabo su designio de amor. Pero, al mismo tiempo, Dios es Creador y
Padre de todos los hombres se cuida de todos, a todos extiende su bendición
(cf. Gén 12, 3) y con todos hace una
alianza -Gén 9, 1-17). Israel tiene
experiencia de un Dios personal y salvador (cf. Dt 4, 37; 7, 6-8; Is 43,
1-7), del cual se convierte en testigo y portavoz en medio de las naciones. A
lo largo de la propia historia, Israel adquiere conciencia de que su elección
tiene un significado universal (cf. por ejemplo Is 2, 2-5; 6-8; 60, 1-6; Jer
3, 17; 16, 19.
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