Cristo hace presente
el Reino
13.
Jesús de Nazaret lleva a cumplimiento el plan de Dios. Después de haber
recibido el Espíritu Santo en el bautismo, manifiesta su vocación mesiánica:
recorre Galilea proclamando « la Buena Nueva de Dios: "El tiempo se ha
cumplido y el Reino está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" » (Mc 1, 14-15; cf. Mt 4, 17; Lc 4, 43). La
proclamación y la instauración del Reino de Dios son el objeto de su misión: «
Porque a esto he sido enviado » (Lc 4,
43). Pero hay algo más: Jesús en persona es la « Buena Nueva », como él mismo
afirma al comienzo de su misión en la sinagoga de Nazaret, aplicándose las
palabras de Isaías relativas al Ungido, enviado por el Espíritu del Señor (cf. Lc. 4, 14-21). Al ser él la « Buena
Nueva », existe en Cristo plena identidad entre mensaje y mensajero, entre el
decir, el actuar y el ser. Su fuerza, el secreto de la eficacia de su acción
consiste en la identificación total con el mensaje que anuncia; proclama la «
Buena Nueva » no sólo con lo que dice o hace, sino también con lo que es.
El
ministerio de Jesús se describe en el contexto de los viajes por su tierra. La
perspectiva de la misión antes de la Pascua se centra en Israel; sin embargo,
Jesús nos ofrece un elemento nuevo de capital importancia. La realidad
escatológica no se aplaza hasta un fin remoto del mundo, sino que se hace
próxima y comienza a cumplirse. « El Reino de Dios está cerca » (Mc 1, 15); se ora para que venga (cf. Mt 6,
10); la fe lo ve ya presente en los signos, como los milagros (cf. Mt 11, 4-5), los exorcismos (cf. Mt 12, 25-28), la elección de los Doce
(cf. Mc 3, 13-19), el anuncio de la
Buena Nueva a los pobres (cf. Lc 4,
18). En los encuentros de Jesús con los paganos se ve con claridad que la
entrada en el Reino acaece mediante la fe y la conversión (cf. Mc 1, 15) Y no por la mera pertenencia
étnica.
El Reino
que inaugura Jesús es el Reino de Dios; él mismo nos revela quién es este Dios
al que llama con el término familiar « Abba », Padre (Mc 14, 36). El Dios revelado sobre todo en las parábolas (cf. Lc 15, 3-32; Mt 20, 1-16) es sensible a las necesidades, a los sufrimientos de
todo hombre; es un Padre amoroso y lleno de compasión, que perdona y concede
gratuitamente las gracias pedidas.
San Juan
nos dice que « Dios es Amor » (1 Jn
4, 8. 16). Todo hombre, por tanto, es invitado a « convertirse » y « creer » en
el amor misericordioso de Dios por él; el Reino crecerá en a medida en que cada
hombre aprenda a dirigirse a Dios como a un Padre en la intimidad de la oración
(cf. Lc 11, 2; Mt 23, 9), y se esfuerce en cumplir su voluntad (cf. Mt 7, 21).
|