En el Resucitado,
llega a su cumplimiento y es proclamado el Reino de Dios
16.
Al resucitar Jesús de entre los muertos Dios ha vencido la muerte y en él ha
inaugurado definitivamente su Reino. Durante su vida terrena Jesús es el
profeta del Reino y, después de su pasión, resurrección y ascensión al cielo,
participa del poder de Dios y de su dominio sobre el mundo (cf. Mt 28, 18; Act 2, 36; Ef 1, 18-31). La
resurrección confiere un alcance universal al mensaje de Cristo, a su acción y
a toda su misión. Los
discípulos se percatan de que el Reino ya está presente en la persona de Jesús
y se va instaurando paulatinamente en el hombre y en el mundo a través de un
vínculo misterioso con él.
En efecto,
después de la resurrección ellos predicaban el Reino, anunciando a Jesús muerto
y resucitado. Felipe anunciaba en Samaría « la Buena Nueva del Reino de Dios y
el nombre de Jesucristo » (Act 8,
12). Pablo predicaba en Roma el Reino de Dios y enseñaba lo referente al Señor
Jesucristo (cf. Act 28, 31).
También los
primeros cristianos anunciaban « el Reino de Cristo y de Dios » (Ef 5, 5; cf. Ap 11, 15; 12, 10) o bien « el Reino eterno de nuestro Señor
Jesucristo » (2 Pe 1, 11). Es en el
anuncio de Jesucristo, con el que el Reino se identifica, donde se centra la
predicación de la Iglesia primitiva. Al igual que entonces, hoy también es
necesario unir el anuncio del Reino de
Dios (el contenido del « kerigma
» de Jesús) y la proclamación del evento
de Jesucristo (que es el « kerigma » de los Apóstoles). Los dos anuncios se
completan y se iluminan mutuamente.
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