La Iglesia al servicio del Reino
20. La Iglesia está efectiva y
concretamente al servicio del Reino. Lo está, ante todo, mediante el anuncio
que llama a la conversión; éste es el primer y fundamental servicio a la venida
del Reino en las personas y en la sociedad humana. La salvación escatológica empieza, ya desde
ahora, con la novedad de vida en Cristo: « A todos los que la recibieron les
dio el poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre » (Jn 1, 12).
La Iglesia,
pues, sirve al Reino, fundando comunidades e instituyendo Iglesias
particulares, llevándolas a la madurez de la fe y de la caridad, mediante la
apertura a los demás, con el servicio a la persona y a la sociedad, por la
comprensión y estima de las instituciones humanas.
La Iglesia,
además, sirve al Reino difundiendo en el mundo los « valores evangélicos », que
son expresión de ese Reino y ayudan a los hombres a acoger el designio de Dios.
Es verdad, pues, que la realidad incipiente del Reino puede hallarse también
fuera de los confines de la Iglesia, en la humanidad entera, siempre que ésta
viva los « valores evangélicos » y esté abierta a la acción del Espíritu que.
sopla donde y como quiere (cf. Jn 3,
8); pero además hay que decir que esta dimensión temporal del Reino es
incompleta, si no está en coordinación con el Reino de Cristo, presente en la
Iglesia y en tensión hacia la plenitud escatológica.28
Las
múltiples perspectivas del Reino de Dios 29 no debilitan los
fundamentos y las finalidades de la actividad misionera, sino que los refuerzan
y propagan. La Iglesia, es sacramento de salvación para toda la humanidad y su
acción no se limita a los que aceptan su mensaje. Es fuerza dinámica en el camino
de la humanidad hacia el Reino escatológico; es signo y a la vez promotora de
los valores evangélicos entre los hombres.30 La Iglesia contribuye a
este itinerario de conversión al proyecto de Dios, con su testimonio y su
actividad, como son el diálogo, la promoción humana, el compromiso por la
justicia y la paz, la educación, el cuidado de los enfermos, la asistencia a
los pobres y a los pequeños, salvaguardando siempre la prioridad de las
realidades trascendentes y espirituales, que son premisas de la salvación
escatológica.
La Iglesia,
finalmente, sirve también al Reino con su intercesión, al ser éste por su
naturaleza don y obra de Dios, como recuerdan las parábolas del Evangelio y la
misma oración enseñada por Jesús. Nosotros debemos pedirlo, acogerlo, hacerlo
crecer dentro de nosotros; pero también debemos cooperar para que el Reino sea
acogido y crezca entre los hombres, hasta que Cristo « entregue a Dios Padre el
Reino » y « Dios sea todo en todo » (1
Cor 15, 24.28).
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