La misión « ad gentes
» conserva su valor
33.
Las diferencias en cuanto a la actividad dentro de esta misión de la Iglesia, nacen no de razones intrínsecas a la misión
misma, sino de las diversas circunstancias en las que ésta se
desarrolla.51 Mirando al mundo actual, desde el punto de vista de la
evangelización, se pueden distinguir tres
situaciones.
En primer
lugar, aquella a la cual se dirige la actividad misionera de la Iglesia:
pueblos, grupos humanos, contextos socioculturales donde Cristo y su Evangelio
no son conocidos, o donde faltan comunidades cristianas suficientemente maduras
como para poder encarnar la fe en el propio ambiente y anunciarla a otros
grupos. Esta es propiamente la misión ad
gentes.52
Hay también
comunidades cristianas con estructuras eclesiales adecuadas y sólidas; tienen
un gran fervor de fe y de vida; irradian el testimonio del Evangelio en su
ambiente y sienten el compromiso de la misión universal. En ellas se desarrolla
la actividad o atención pastoral de la Iglesia.
Se da, por
último, una situación intermedia, especialmente en los países de antigua
cristiandad, pero a veces también en las Iglesias más jóvenes, donde grupos
enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se
reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de
Cristo y de su Evangelio. En este caso es necesaria una « nueva evangelización
» o « reevangelización ».
34.
La actividad misionera específica, o misión ad
gentes, tiene como destinatarios « a los pueblos o grupos humanos que
todavía no creen en Cristo », « a los que están alejados de Cristo », entre los
cuales la Iglesia « no ha arraigado todavía »,53 y cuya cultura no ha
sido influenciada aún por el Evangelio.54 Esta actividad se distingue
de las demás actividades eclesiales, porque se dirige a grupos y ambientes no
cristianos, debido a la ausencia o insuficiencia del anuncio evangélico y de la
presencia eclesial. Por tanto, se caracteriza como tarea de anunciar a Cristo y
a su Evangelio, de edificación de la Iglesia local, de promoción de los valores
del Reino. La peculiaridad de esta misión ad
gentes está en el hecho de que se dirige a los « no cristianos ». Por
tanto, hay que evitar que esta « responsabilidad más específicamente misionera
que Jesús ha confiado y diariamente vuelve a confiar a su Iglesia »,55
se vuelva una flaca realidad dentro de la misión global del Pueblo de Dios y,
consiguientemente, descuidada u olvidada.
Por lo
demás, no es fácil definir los confines entre atención pastoral a los fieles, nueva evangelización y actividad misionera específica, y no es
pensable crear entre ellos barreras o recintos estancados. No obstante, es
necesario mantener viva la solicitud por el anuncio y por la fundación de
nuevas Iglesias en los pueblos y grupos humanos donde no existen, porque ésta
es la tarea primordial de la Iglesia, que ha sido enviada a todos los pueblos,
hasta los confines dela tierra. Sin la misión ad gentes, la misma dimensión misionera de la Iglesia estaría
privada de su significado fundamental y de su actuación ejemplar.
Hay que
subrayar, además, una real y creciente interdependencia
entre las diversas actividades salvíficas de la Iglesia: cada una influye
en la otra, la estimula y la ayuda. El dinamismo misionero crea intercambio
entre las Iglesias y las orienta hacia el mundo exterior, influyendo
positivamente en todos los sentidos. Las Iglesias de antigua cristiandad, por
ejemplo, ante la dramática tarea de la nueva evangelización, comprenden mejor
que no pueden ser misioneras respecto a los no cristianos de otros países o
continentes, si antes no se preocupan seriamente de los no cristianos en su
propia casa. La misión ad intra es
signo creíble y estímulo para la misión ad
extra, y viceversa.
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