Dirigir la atención hacia el
Sur y hacia el Oriente
40. La actividad misionera representa aún
hoy día el mayor desafío para la Iglesia. Mientras se aproxima el final del
segundo milenio de la Redención, es cada vez más evidente que las gentes que
todavía no han recibido el primer anuncio de Cristo son la mayoría de la
humanidad. EL balance de la
actividad misionera en los tiempos modernos es ciertamente positivo: la Iglesia
ha sido fundada en todos los Continentes; es más, hoy la mayoría de los fieles
y de las Iglesias particulares ya no están en la vieja Europa sino en los
Continentes que los misioneros han abierto a la fe.
Sin embargo, se
da el caso de que « los confines de la tierra », a los que debe llegar el
Evangelio, se alejan cada vez más, y la sentencia de Tertuliano, según la cual
« el Evangelio ha sido anunciado en toda la tierra y a todos los pueblos »
67 está muy lejos de su
realización concreta: la misión ad gentes
está todavía en los comienzos. Nuevos pueblos comparecen en la escena
mundial y también ellos tienen el derecho a recibir el anuncio de la salvación.
El crecimiento demográfico del Sur y de Oriente, en países no cristianos, hace
aumentar continuamente el número de personas que ignoran la redención de
Cristo.
Hay que dirigir,
pues, la atención misionera hacia aquellas áreas geográficas y aquellos
ambientes culturales que han quedado fuera del influjo evangélico. Todos los
creyentes en Cristo deben sentir como parte integrante de su fe la solicitud
apostólica de transmitir a otros su alegría y su luz. Esta solicitud
debe convertirse, por así decirlo, en hambre y sed de dar a conocer al Señor,
cuando se mira abiertamente hacia los inmensos horizontes del mundo no
cristiano.
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