Los primeros responsables de
la actividad misionera
63. Así como el Señor resucitado confirió
al Colegio apostólico encabezado por Pedro el mandato de la misión universal,
así esta responsabilidad incumbe al Colegio episcopal encabezado por el Sucesor
de Pedro.119 Consciente de esta responsabilidad, en los encuentros con
los Obispos siento el deber de compartirla, con miras tanto a la nueva
evangelización como a la misión universal. Me he puesto en marcha por los
caminos del mundo « para anunciar el Evangelio, para "confirmar a los
hermanos" en la, fe, para consolar a la Iglesia, para encontrar al hombre.
Son viajes de fe... Son otras tantas
ocasiones de catequesis itinerante, de anuncio evangélico para la prolongación,
en todas las latitudes, del Evangelio y del Magisterio apostólico dilatado a
las actuales esferas planetarias ».120
Mis hermanos
Obispos son directamente responsables conmigo de la evangelización del mundo,
ya sea como miembros del Colegio episcopal, ya sea como pastores de las
Iglesias particulares. El Concilio Vaticano II dice al respecto: « El
cuidado de anunciar el Evangelio en todo el mundo pertenece al Cuerpo de los
Pastores, ya que a todos ellos, en común, dio Cristo el mandato ».121
El Concilio afirma también que los Obispos « han sido consagrados no sólo para
la salvación de todo el mundo ».122 Esta responsabilidad colegial tiene
consecuencias prácticas. Asimismo, « el Sínodo de los Obispos, ... entre los
asuntos de importancia general, había de considerar especialmente la actividad
misionera, deber supremo y santísimo de la Iglesia ».123 La misma
responsabilidad se refleja, en diversa medida, en las Conferencias Episcopales
y en sus organismos a nivel continental, que por ello tienen que ofrecer su
propia contribución a la causa misionera. 124
Amplio es también el deber misionero de cada Obispo, como
pastor de una Iglesia particular. Compete a él, « como rector y centro de la
unidad en el apostolado diocesano, promover; dirigir y coordinar la actividad
misionera... Procure, además, que la actividad apostólica no se limite sólo a
los convertidos, sino que se destine una parte conveniente de operarios y de
recursos a la evangelización de los no cristianos ».125
64. Toda Iglesia particular debe abrirse
generosamente a las necesidades de las demás. La colaboración entre las
Iglesias, por medio de una reciprocidad real que las prepare a dar y a recibir,
es también fuente de enriquecimiento para todas y abarca varios sectores de la
vida eclesial. A este respecto, es ejemplar la declaración de los Obispos en
Puebla: « Finalmente, ha llegado para América Latina la hora ... de proyectarse
más allá de sus propias fronteras, ad
gentes. Es verdad que nosotros mismos necesitamos misioneros. Pero debemos
dar desde nuestra pobreza ».126
Con este espíritu invito a los Obispos y a las Conferencias
Episcopales a poner generosamente en práctica todo lo que ha sido previsto en
las Normas directivas, que la
Congregación para el Clero emanó para la colaboración entre las Iglesias
particulares y, especialmente, para la mejor distribución del clero en el
mundo.127
La misión de la Iglesia es más vasta que la « comunión entre
las Iglesias »: ésta, además de la ayuda para la nueva evangelización, debe
tener sobre todo una orientación con miras a la especifica índole misionera.
Hago una llamada a todas las Iglesias, jóvenes y antiguas, para que compartan
esta preocupación conmigo, favoreciendo el incremento de las vocaciones
misioneras y tratando de superar las diversas dificultades.
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