Misioneros e Institutos « ad gentes »
65. Entre los agentes de la pastoral
misionera, ocupan aún hoy, como en el pasado, un puesto de fundamental
importancia aquellas personas e instituciones a las que el Decreto Ad gentes dedica el capítulo del título:
« Los misioneros ».128 A este
respecto, se impone ante todo, una profunda reflexión, para los misioneros
mismos, que debido a los cambios de la misión pueden sentirse inclinados a no
comprender ya el sentido de su vocación, a no saber ya qué espera precisamente
hoy de ellos la Iglesia.
Punto de referencia son estas palabras del Concilio: «
Aunque a todo discípulo de Cristo incumbe la tarea de propagar la fe según su
condición, Cristo Señor, de entre los discípulos, llama siempre a los que
quiere, para que lo acompañen y para enviarlos a predicar a las gentes. Por lo
cual, por medio del Espíritu Santo, que distribuye los carismas según quiere
para común utilidad, inspira la vocación misionera en el corazón de cada uno y
suscita al mismo tiempo en la Iglesia institutos que asuman como misión propia
el deber de la evangelización, que pertenece a toda la Iglesia ».129
Se trata, pues, de una « vocación especial », que tiene como
modelo la de los Apóstoles: se manifiesta en el compromiso total al servicio de
la evangelización; se trata de una entrega que abarca a toda la persona y toda
la vida del misionero, exigiendo de él una donación sin límites de fuerzas y de
tiempo. Quienes están dotados de tal vocación, « enviados por la autoridad
legítima, se dirigen por la fe y obediencia a los que están alejados de Cristo,
segregados para la obra a que han sido llamados, como ministros del Evangelio
».130 Los misioneros deben meditar siempre sobre la correspondencia que
requiere el don recibido por ellos y ponerse al día en lo relativo a su
formación doctrinal y apostólica.
66. Los Institutos misioneros, pues, deben
emplear todos los recursos necesarios, poniendo a disposición su experiencia y
creatividad con fidelidad al carisma originario, para preparar adecuadamente a
los candidatos y asegurar el relevo de las energías espirituales, morales y físicas
de sus miembros.131 Que éstos se sientan parte activa de la comunidad
eclesial y que actúen en comunión con la misma. De hecho, « todos los
Institutos religiosos han nacido por la Iglesia y para ella; obligación de los
mismos es enriquecerla con sus propias características en conformidad con su
espíritu peculiar y su misión específica » y los mismos Obispos son custodios
de esta fidelidad al carisma originarlo.132
Los Institutos misioneros generalmente han nacido en las
Iglesias de antigua cristiandad e históricamente han sido instrumentos de la
Congregación de Propaganda Fide para
la difusión de la fe y la fundación de nuevas Iglesias. Ellos acogen hoy de
manera creciente candidatos provenientes de las jóvenes Iglesias que han
fundado, mientras nuevos Institutos han surgido precisamente en los países que
antes recibían solamente misioneros y que hoy los envían. Es de alabar esta
doble tendencia que demuestra la validez y la actualidad de la vocación
misionera específica de estos Institutos, que todavía « continúan siendo muy
necesarios »,133 no sólo para la actividad misionera ad gentes, como es su tradición, sino
también para la animación misionera tanto en las Iglesias de antigua
cristiandad, como en las más jóvenes.
La vocación especial de los misioneros ad vitam conserva toda su validez: representa el paradigma del
compromiso misionero de la Iglesia, que siempre necesita donaciones radicales y
totales, impulsos nuevos y valientes Que los misioneros y misioneras, que han
con sagrado toda la vida para dar testimonio del Resucitado entre las gentes,
no se dejen atemorizar por dudas, incomprensiones, rechazos, persecuciones.
Aviven la gracia de su carisma especifico y emprendan de nuevo con valentía su
camino, prefiriendo —con espíritu de fe obediencia y comunión con los propios
Pastores— los lugares más humildes y difíciles.
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