Sacerdotes diocesanos para la misión universal
67. Colaboradores del Obispo, los
presbíteros, en virtud del sacramento del Orden, están llamados a compartir la
solicitud por la misión: « El don espiritual que los presbíteros recibieron en
la ordenación no los prepara a una misión limitada y restringida, sino a la misión universal y amplísima de salvación
"hasta los confines de la tierra", pues cualquier ministerio
sacerdotal participa de la misma amplitud universal de la misión confiada por
Cristo a los Apóstoles ».134 Por esto, la misma formación de los
candidatos al sacerdocio debe tender a darles « un espíritu genuinamente católico que les habitúe a mirar más allá
de los limites de la propia diócesis, nación, rito y lanzarse en ayuda de las
necesidades de toda la Iglesia con ánimo dispuesto para predicar el Evangelio
en todas partes ».135 Todos los sacerdotes deben de tener corazón y
mentalidad misioneros, estar abiertos a las necesidades de la Iglesia y del
mundo, atentos a los más alejados y, sobre todo, a los grupos no cristianos del
propio ambiente. Que en la oración y, particularmente, en el sacrificio
eucarístico sientan la solicitud de toda la Iglesia por la humanidad entera.
Especialmente los sacerdotes que se encuentran en áreas de
minoría cristiana deben sentirse movidos por un celo especial y el compromiso
misionero. El Señor les confía no sólo el cuidado pastoral de la comunidad
cristiana, sino también y sobre todo la evangelización de sus compatriotas que
no forman parte de su grey. Los sacerdotes « no dejarán además de estar
concretamente disponibles al Espíritu Santo y al Obispo, para ser enviados a
predicar el Evangelio más allá de los confines del propio país. Esto exigirá en
ellos no sólo madurez en la vocación, sino también una capacidad no común de
desprendimiento de la propia patria, grupo étnico y familia, y una particular
idoneidad para insertarse en otras culturas, con inteligencia y respeto ».
136
68 En la Encíclica Fidei donum, Pío XII con intuición profética, alentó a los Obispos
a ofrecer algunos de sus sacerdotes para un servicio temporal a las Iglesias de
África, aprobando las iniciativas ya existentes al respecto. A veinticinco años
de distancia, quise subrayar la gran novedad de aquel Documento, que ha hecho
superar « la dimensión territorial del servicio sacerdotal para ponerlo a
disposición de toda la Iglesia ».137 Hoy se ven confirmadas la validez
y los frutos de esta experiencia; en efecto, los presbíteros llamados Fidei donum ponen en evidencia
de manera singular el vínculo de comunión entre las Iglesias, ofrecen una aportación
valiosa al crecimiento de comunidades eclesiales necesitadas, mientras
encuentran en ellas frescor y vitalidad de fe. Es necesario, ciertamente, que
el servicio misionero del sacerdote diocesano responda a algunos criterios y
condiciones. Se deben enviar sacerdotes escogidos entre los mejores, idóneos y
debidamente preparados para el trabajo peculiar que les espera.138
Deberán insertarse en el nuevo ambiente de la Iglesia que los recibe con ánimo
abierto y fraterno, y constituirán un único presbiterio con los sacerdotes del
lugar, bajo la autoridad del Obispo.139 Mi deseo es que el espíritu de
servicio aumente en el presbiterio de las Iglesias antiguas y que sea promovido
en el presbiterio de las Iglesias más jóvenes.
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