Fecundidad misionera de la consagración
69. En la inagotable y multiforme riqueza
del Espíritu se sitúan las vocaciones de los Institutos de vida consagrada, cuyos miembros, « dado que por su
misma consagración se dedican al servicio de la Iglesia ... están obligados a
contribuir de modo especial a la tarea misional, según el modo propio de su
Instituto ».140 La historia da testimonio de los grandes méritos de las
Familias religiosas en la propagación de la fe y en la formación de nuevas
Iglesias: desde las antiguas Instituciones monásticas, las Ordenes medievales y
hasta las Congregaciones modernas.
a) Siguiendo el
Concilio, invito a los Institutos de vida
contemplativa a establecer comunidades en las jóvenes Iglesias, para dar «
preclaro testimonio entre los no cristianos de la majestad y de la caridad de
Dios, así como de unión en Cristo ».141 Esta presencia es beneficiosa
por doquiera en el mundo no cristiano, especial mente en aquellas regiones
donde las religiones tienen en gran estima la vida contemplativa por medio de
la ascesis y la búsqueda del Absoluto.
b) A los Institutos de vida activa indico los
inmensos espacios para la caridad, el anuncio evangélico, la educación
cristiana, la cultura y la solidaridad con los pobres , los discriminados, los
marginados y oprimidos. Estos Institutos, persigan o no un fin estrictamente
misionero, se deben plantear la posibilidad y disponibilidad a extender su
propia actividad para la expansión del Reino de Dios. Esta petición ha sido
acogida en tiempos más recientes por no pocos Institutos, pero quisiera que se
considerase mejor y se actuase con vistas a un auténtico servicio. La Iglesia
debe dar a conocer los grandes valores evangélicos de que es portadora; y nadie
los atestigua más eficazmente que quienes hacen profesión de vida consagrada en
la castidad, pobreza y obediencia, con una donación total a Dios y con plena
disponibilidad a servir al hombre y a la sociedad, siguiendo el ejemplo de
Cristo.142
70. Quiero dirigir unas palabras de
especial gratitud a las religiosas misioneras, en quienes la virginidad por el
Reino se traduce en múltiples frutos de maternidad según el espíritu.
Precisamente la misión ad gentes les
ofrece un campo vastísimo para « entregarse por amor de un modo total e
indiviso ».143 El ejemplo y la laboriosidad de la mujer virgen,
consagrada a la caridad hacia Dios y el prójimo, especialmente el más pobre,
son indispensables como signo evangélico entre aquellos pueblos y culturas en
que la mujer debe realizar todavía un largo camino en orden a su promoción
humana y a su liberación. Es de desear que muchas jóvenes mujeres cristianas
sientan el atractivo de entregarse a Cristo con generosidad, encontrando en su
consagración la fuerza y la alegría para dar testimonio de él entre los pueblos
que aún no lo conocen.
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