Todos los laicos son misioneros en virtud del bautismo
71. Los Pontífices de la época más
reciente han insistido mucho sobre la importancia del papel de los laicos en la
actividad misionera.144 En la Exhortación Apostólica Christifideles laici, también yo me he
ocupado explícitamente de la « perenne misión de llevar el Evangelio a cuantos
—y son millones y millones de hombres y mujeres— no conocen todavía a Cristo
Redentor del hombre,145 y de la correspondiente responsabilidad de los
fieles laicos. La misión es de todo el pueblo de Dios: aunque la fundación de
una nueva Iglesia requiere la Eucaristía y, consiguientemente, el ministerio
sacerdotal, sin embargo la misión, que se desarrolla de diversas formas, es
tarea de todos los fieles.
La participación de los laicos en la expansión de la fe
aparece claramente, desde los primeros tiempos del cristianismo, por obra de
los fieles y familias, y también de toda la comunidad. Esto lo recordaba ya el
Papa Pío XII, refiriéndose a las vicisitudes de las misiones, en la primera
Encíclica misionera sobre la historia de las misiones laicales.146 En
los tiempos modernos no ha faltado la participación activa de los misioneros
laicos y de las misioneras laicas. ¿Cómo no recordar el importante papel
desempeñado por éstas, su trabajo en las familias, en las escuelas, en la vida
política, social y cultural y, en particular, su enseñanza de la doctrina
cristiana? Es más, hay que reconocer —y esto es un motivo de gloria— que
algunas Iglesias han tenido su origen, gracias a la actividad de los laicos y
de las laicas misioneros.
El Concilio Vaticano II ha confirmado esta tradición,
poniendo de relieve el carácter misionero de todo el Pueblo de Dios,
concretamente el apostolado de los laicos,147 y subrayando la
contribución específica que éstos están llamados a dar en la actividad
misionera.148 La necesidad de que todos los fieles compartan tal
responsabilidad no es sólo cuestión de eficacia apostólica, sino de un
deber-derecho basado en la dignidad bautismal, por la cual « los fieles laicos
participan, según el modo que les es propio, en el triple oficio —sacerdotal,
profético y real— de Jesucristo ».149 Ellos, por consiguiente, « tienen
la obligación general, y gozan del derecho, tanto personal como asociadamente,
de trabajar para que el mensaje divino de salvación sea conocido y recibido por
todos los hombres en todo el mundo; obligación que les apremia todavía más en
aquellas circunstancias en las que sólo a través de ellos pueden los hombres
oír el Evangelio y conocer a Jesucristo ».150 Además, dada su propia
índole secular, tienen la vocación específica de « buscar el Reino de Dios
tratando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios ».151
72.
Los sectores de presencia y de acción misionera de los laicos son muy amplios. «
El campo propio ... es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social,
de la economía ... »152 a nivel local, nacional e internacional. Dentro
de la Iglesia se presentan diversos tipos de servicios, funciones, ministerios
y formas de animación de la vida cristiana. Recuerdo, como novedad surgida
recientemente en no pocas Iglesias, el gran desarrollo de los « Movimientos
eclesiales », dotados de dinamismo misionero. Cuando se integran con humildad
en la vida de las Iglesias locales y son acogidos cordialmente por Obispos y
sacerdotes en las estructuras diocesanas y parroquiales, los Movimientos
representan un verdadero don de Dios para la nueva evangelización y para la
actividad misionera propiamente dicha. Por tanto, recomiendo difundirlos y
valerse de ellos para dar nuevo vigor, sobre todo entre los jóvenes, a la vida
cristiana y a la evangelización, con una visión pluralista de los modos de
asociarse y de expresarse.
En la actividad misionera hay que revalorar las varias
agrupaciones del laicado, respetando su índole y finalidades: asociaciones del
laicado misionero, organismos cristianos y hermandades de diverso tipo; que
todos se entreguen a la misión ad gentes y
la colaboración con las Iglesias locales. De este modo se favorecerá el
crecimiento de un laicado maduro y responsable, cuya « formación ... se
presenta en las jóvenes Iglesias como elemento esencial e irrenunciable de la plantatio Ecclesiae.153
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