Congregación para la Evangelización de los Pueblos y otras estructuras
para la actividad misionera
75. Los responsables y los agentes de la
pastoral misionera deben sentirse unidos en la comunión que caracteriza al
Cuerpo místico. Por ello Cristo pidió en la última cena: « Como tú, Padre, en
mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea
que tú me has enviado » (Jn 17, 21).
En esta comunión está el fundamento de la fecundidad de la misión.
Pero la Iglesia es también una comunión visible y orgánica,
y por esto la misión requiere igualmente una unión externa y ordenada entre las
diversas responsabilidades y funciones, de manera que todos los miembros «
dediquen sus esfuerzos con unanimidad a la edificación de la Iglesia ».159
Corresponde al Dicasterio misional « dirigir y coordinar en
todo el mundo la obra de evangelización de los pueblos y la cooperación
misionera, salvo la competencia de la Congregación para las Iglesias Orientales
».160 Por ello es de su competencia el que « forme y distribuya a los
misioneros según las necesidades más urgentes de las regiones..., haga la
planificación, dicte normas, directrices y principios para la adecuada
evangelización y dé impulsos ».161 No puedo sino confirmar estas sabias
disposiciones: para impulsar la misión ad
gentes es necesario un centro de promoción, dirección y coordinación como
es la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Invito, pues, a las
Conferencias Episcopales y a sus organismos, a los Superiores Mayores de las
Ordenes, Congregaciones e Institutos, a los organismos laicales comprometidos
en la actividad misionera, a colaborar fielmente con dicha Congregación, que
tiene la autoridad necesaria para programar y dirigir la actividad y la cooperación
misionera a nivel universal.
La misma Congregación, que cuenta con una larga y gloriosa
experiencia está llamada a desempeñar un papel de primera importancia a nivel
de reflexión, de programas operativos, de los cuales tiene necesidad la Iglesia
para orientarse más decididamente hacia la misión en sus diversas formas. Para
conseguir este fin, la Congregación debe mantener una estrecha relación con los
otros Dicasterios de la Santa Sede, con las Iglesias particulares y con las
fuerzas misioneras. En una eclesiología de comunión, en la que la Iglesia es
toda ella misionera, pero al mismo tiempo se ven siempre como indispensables
las vocaciones e instituciones específicas para la labor ad gentes, sigue siendo muy importante el papel de guía y
coordinación del Dicasterio misional para afrontar conjuntamente las grandes
cuestiones de interés común, salvo las competencias propias de cada autoridad y
estructura.
76. Para la orientación y coordinación de
la actividad misionera a nivel nacional y regional, son de gran importancia las
Conferencias Episcopales y sus diversas agrupaciones. A ellas les pide el
Concilio que « traten ..., de común acuerdo, los asuntos más graves y los
problemas más urgentes, pero sin descuidar las diferencias locales
»,162 así como el problema de la inculturación. De hecho, existe ya una
amplia y continuada acción en este campo y los frutos son visibles. Es una
acción que debe ser intensificada y mejor concertada con la de otros organismos
de las mismas Conferencias, de manera que la solicitud misionera no quede
reducida a la dirección de un determinado sector u organismo, sino que sea
compartida por todos.
Que los mismos organismos e instituciones que se ocupan de
la actividad misionera aúnen oportunamente esfuerzos e iniciativas. Que las
Conferencias de los Superiores Mayores tengan también este mismo objetivo en su
ámbito, en contacto con las Conferencias Episcopales, según las indicaciones y
normas establecidas,163 recurriendo incluso a comisiones mixtas.164
De modo análogo, finalmente, hay que promover encuentros y formas de
colaboración entre las diferentes instituciones misioneras, ya sea para la
formación y el estudio,165 ya sea para la acción apostólica que hay que
desarrollar.
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