Animación y formación del Pueblo de Dios
83. La formación misionera del Pueblo de
Dios es obra de la Iglesia local con la ayuda de los misioneros y de sus
Institutos, así como de los miembros de las Iglesias jóvenes. Esta labor ha de
ser entendida no como algo marginal, sino central en la vida cristiana. Para la
misma « nueva evangelización » de los pueblos cristianos, el tema misionero
puede ser de gran ayuda: en efecto, el testimonio de los misioneros conserva su
atractivo incluso para los alejados y los no creyentes, y es transmisor de
valores cristianos. Las Iglesias locales, por consiguiente, han de incluir la
animación misionera como elemento primordial de su pastoral ordinaria en las
parroquias, asociaciones y grupos, especialmente los juveniles.
Para conseguir este fin, es valiosa ante todo la información
mediante la prensa misionera y los diversos medios audiovisuales. Su papel es
de gran importancia en cuanto ayudan a conocer la vida de la Iglesia universal,
las voces y la experiencia de los misioneros y de las Iglesias locales donde
ellos trabajan. Conviene que en las Iglesias más jóvenes, que no están aún en
condiciones de poseer una prensa y otros instrumentos, los Institutos
misioneros destinen personal y medios para estas iniciativas.
Para esta formación están llamados los sacerdotes y sus
colaboradores, los educadores y profesores, los teólogos, particularmente los
que enseñan en los seminarios y en los centros para laicos. La enseñanza
teológica no puede ni debe prescindir de la misión universal de la Iglesia, del
ecumenismo, del estudio de las grandes religiones y de la misionología.
Recomiendo que sobre todo en los Seminarios y en las Casas de formación para
religiosos y religiosas se lleven a cabo tales estudios, procurando que algunos
sacerdotes, o alumnos y alumnas, se especialicen en los diversos campos de las
ciencias misionológicas.
Las actividades de animación deben orientarse siempre hacia
sus fines específicos: informar y formar al Pueblo de Dios para la misión
universal de la Iglesia; promover vocaciones ad gentes; suscitar
cooperación para la evangelización. En efecto, no se puede dar una imagen
reductiva de la actividad misionera, como si fuera principalmente ayuda a los
pobres, contribución a la liberación de los oprimidos, promoción del
desarrollo, defensa de los derechos humanos. La Iglesia misionera está
comprometida también en estos frentes, pero su cometido primario es otro: los
pobres tienen hambre de Dios, y no sólo de pan y libertad; la actividad
misionera ante todo ha de testimoniar y anunciar la salvación en Cristo,
fundando las Iglesias locales que son luego instrumento de liberación en todos
los sentidos.
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