Dejarse guiar por el Espíritu
Esta espiritualidad se expresa, ante todo , viviendo con
plena docilidad al Espíritu; ella compromete a dejarse plasmar interiormente
por él, para hacerse cada vez más semejantes a Cristo. No se puede dar
testimonio de Cristo sin reflejar su imagen, la cual se hace viva en nosotros
por la gracia y por obra del Espíritu. La docilidad al Espíritu compromete
además a acoger los dones de fortaleza y discernimiento, que son rasgos
esenciales de la espiritualidad misionera.
Es emblemático el caso de los Apóstoles , quienes durante la
vida pública del Maestro, no obstante su amor por él y la generosidad de la
respuesta a su llamada, se mostraron incapaces de comprender sus palabras y
fueron reacios a seguirle en el camino del sufrimiento y de la humillación. El
Espíritu los transformará en testigos valientes de Cristo y preclaros
anunciadores de su palabra: será el Espíritu quien los conducirá por los
caminos arduos y nuevos de la misión, siguiendo sus decisiones.
También la misión sigue siendo difícil y compleja como en el
pasado y exige igualmente la valentía y la luz del Espíritu. Vivimos
frecuentemente el drama de la primera comunidad cristiana, que veía cómo
fuerzas incrédulas y hostiles se aliaban « contra el Señor y contra su Ungido »
(Act 4, 26). Como entonces, hoy
conviene orar para que Dios nos conceda la libertad de proclamar el Evangelio;
conviene escrutar las vías misteriosas del Espíritu y dejarse guiar por él
hasta la verdad completa (cf. Jn 16,
13) .
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