Estructuras locales de diálogo
31.
El diálogo ecuménico, tal y como se ha manifestado desde los días del Concilio,
lejos de ser una prerrogativa de la Sede Apostólica, atañe también a las
Iglesias locales o particulares. Las Conferencias episcopales y los Sínodos de
las Iglesias orientales católicas han instituido comisiones especiales para la
promoción del espíritu y de la acción ecuménicos. Oportunas estructuras
análogas trabajan a nivel diocesano. Estas iniciativas manifiestan el deber
concreto y general de la Iglesia católica de aplicar las orientaciones
conciliares sobre ecumenismo: este es un aspecto esencial del movimiento
ecuménico. 55 No sólo se ha emprendido el diálogo, sino que se ha convertido en una necesidad declarada,
una de las prioridades de la Iglesia; en consecuencia, se ha perfilado la «
técnica » para dialogar, favoreciendo al mismo tiempo el crecimiento del
espíritu de diálogo. En este contexto se quiere ante todo considerar el diálogo
entre cristianos de las diferentes Iglesias o Comunidades, « entablado entre
expertos adecuadamente formados, en el que cada uno explica con mayor
profundidad la doctrina de su Comunión y presenta con claridad sus
características ».56 Sin embargo, conviene que cada cristiano conozca
el método adecuado al diálogo.
32.
Como afirma la Declaración conciliar sobre la libertad religiosa, « la verdad
debe buscarse de un modo adecuado a la dignidad de la persona humana y a su naturaleza
social, es decir, mediante la investigación libre, con la ayuda del magisterio
o enseñanza, de la comunicación y del diálogo, en los que unos exponen a los
otros la verdad que han encontrado o piensan haber encontrado, para ayudarse
mutuamente en la búsqueda de la verdad; una vez conocida la verdad, hay que
adherirse a ella firmemente con el asentimiento personal ».57
El diálogo
ecuménico tiene una importancia esencial. « Pues, por medio de este diálogo,
todos adquieren un conocimiento más auténtico y una estima más justa de la doctrina y de la vida de cada Comunión;
además, también las Comuniones consiguen una
mayor colaboración en aquellas obligaciones en pro del bien común exigidas
por toda conciencia cristiana, y se reúnen, en cuanto es posible, en la oración
unánime. Finalmente, todos examinan su fidelidad a la voluntad de Cristo sobre
la Iglesia y emprenden valientemente, como conviene, la obra de renovación y de
reforma ».58
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