Diálogo para resolver las divergencias
36.
El diálogo es también un instrumento natural para confrontar diversos puntos de
vista y sobre todo examinar las divergencias que obstaculizan la plena comunión
de los cristianos entre sí. El Decreto sobre el ecumenismo describe, en primer
lugar, las disposiciones morales con las que se deben afrontar las conversaciones
doctrinales: « Los teólogos católicos, afianzados en la doctrina de la Iglesia,
deben seguir adelante en el diálogo ecuménico con amor a la verdad, caridad y
humildad, investigando juntamente con los hermanos separados sobre los
misterios divinos ».61
El amor a
la verdad es la dimensión más profunda de una auténtica búsqueda de la plena
comunión entre los cristianos. Sin este amor sería imposible afrontar las
objetivas dificultades teológicas, culturales, psicológicas y sociales que se
encuentran al examinar las divergencias. A esta dimensión interior y personal
está inseparablemente unido el espíritu de caridad y humildad. Caridad hacia el
interlocutor, humildad hacia la verdad que se descubre y que podría exigir
revisiones de afirmaciones y actitudes.
En relación
al estudio de las divergencias, el Concilio pide que se presente toda la
doctrina con claridad. Al mismo tiempo, exige que el modo y el método de
enunciar la fe católica no sea un obstáculo para el diálogo con los hermanos.
62 Ciertamente es posible testimoniar la propia fe y explicar la
doctrina de un modo correcto, leal y comprensible, y tener presente
contemporáneamente tanto las categorías mentales como la experiencia histórica
concreta del otro.
Obviamente,
la plena comunión deberá realizarse en la aceptación de toda la verdad, en la
que el Espíritu Santo introduce a los discípulos de Cristo. Por tanto debe
evitarse absolutamente toda forma de reduccionismo o de fácil « estar de
acuerdo ». Las cuestiones serias deben resolverse, porque de lo contrario
resurgirían en otros momentos, con idéntica configuración o bajo otro aspecto.
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El Decreto Unitatis redintegratio
señala también un criterio a seguir cuando los católicos tienen que presentar o
confrontar las doctrinas: « Han de recordar que existe un orden o 'jerarquía'
de las verdades de la doctrina católica, puesto que es diversa su conexión con
el fundamento de la fe cristiana. Así se preparará el camino por el cual todos,
por esta emulación fraterna, se estimularán a un conocimiento más profundo y a
una exposición más clara de las riquezas insondables de Cristo ».63
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En el diálogo nos encontramos inevitablemente con el problema de las diferentes
formulaciones con las que se expresa la doctrina en las distintas Iglesias y
Comunidades eclesiales, lo cual tiene más de una consecuencia para la actividad
ecuménica.
En primer
lugar, ante formulaciones doctrinales que se diferencian de las habituales de
la comunidad a la que se pertenece, conviene ante todo aclarar si las palabras
no sobrentienden un contenido idéntico, como, por ejemplo, se ha constatado en
recientes declaraciones comunes firmadas por mis Predecesores y por mí junto
con los Patriarcas de Iglesias con las que desde siglos existía un contencioso
cristológico. En relación a la formulación de las verdades reveladas, la
Declaración Mysterium Ecclesiae
afirma: « Si bien las verdades que la Iglesia quiere enseñar de manera efectiva
con sus fórmulas dogmáticas se distinguen del pensamiento mutable de una época
y pueden expresarse al margen de estos pensamientos, sin embargo, puede darse
el caso de que tales verdades pueden ser enunciadas por el sagrado Magisterio
con palabras que sean evocación del mismo pensamiento. Teniendo todo esto
presente hay que decir que las fórmulas
dogmáticas del Magisterio de la Iglesia han sido aptas desde el principio para
comunicar la verdad revelada y que, permaneciendo las mismas, lo serán siempre
para quienes las interpretan rectamente ».64 A este respecto, el
diálogo ecuménico, que anima a las partes implicadas a interrogarse,
comprenderse y explicarse recíprocamente, permite descubrimientos inesperados.
Las polémicas y controversias intolerantes han transformado en afirmaciones
incompatibles lo que de hecho era el resultado de dos intentos de escrutar la
misma realidad, aunque desde dos perspectivas diversas. Es necesario hoy
encontrar la fórmula que, expresando la realidad en su integridad, permita
superar lecturas parciales y eliminar falsas interpretaciones.
Una de las
ventajas del ecumenismo es que ayuda a las Comunidades cristianas a descubrir
la insondable riqueza de la verdad. También en este contexto, todo lo que el
Espíritu realiza en los « otros » puede contribuir a la edificación de cada
comunidad 65 y en cierto modo a instruirla sobre el misterio de Cristo.
El ecumenismo auténtico es una gracia de cara a la verdad.
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Finalmente, el diálogo pone a los interlocutores frente a las verdaderas y
propias divergencias que afectan a la fe. Estas divergencias deben sobre todo
ser afrontadas con espíritu sincero de caridad fraterna, de respeto de las
exigencias de la propia conciencia y la del prójimo, con profunda humildad y
amor a la verdad. La confrontación en esta materia tiene dos puntos de
referencia esenciales: la Sagrada Escritura y la gran Tradición de la Iglesia.
Para los católicos es una ayuda el Magisterio siempre vivo de la Iglesia.
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