II. FRUTOS DEL
DIALOGO
La fraternidad reencontrada
41.
Cuanto he dicho anteriormente en relación al diálogo ecuménico desde la
clausura del Concilio en adelante, lleva a dar gracias al Espíritu de la verdad
prometido por Cristo Señor a los Apóstoles y a la Iglesia (cf. Jn 14, 26). Es la primera vez en la
historia que la acción en favor de la unidad de los cristianos ha adquirido
proporciones tan grandes y se ha extendido a un ámbito tan amplio. Esto es ya
un don inmenso que Dios ha concedido y que merece toda nuestra gratitud. De la
plenitud de Cristo recibimos « gracia por gracia » (Jn 1, 16). Reconocer lo que Dios ya ha concedido es condición que
nos predispone a recibir aquellos dones aún indispensables para llevar a
término la obra ecuménica de la unidad.
Una visión
de conjunto de los últimos treinta años ayuda a comprender mejor muchos de los
frutos de esta conversión común al Evangelio de la que el Espíritu de Dios ha
hecho instrumento al movimiento ecuménico.
42.
Sucede por ejemplo que —en el mismo espíritu del Sermón de la Montaña— los
cristianos pertenecientes a una confesión ya no consideran a los demás
cristianos como enemigos o extranjeros, sino que ven en ellos a hermanos y
hermanas. Por otra parte, hoy se tiende a sustituir incluso el uso de la
expresión hermanos separados por
términos más adecuados para evocar la profundidad de la comunión —ligada al
carácter bautismal— que el Espíritu alimenta a pesar de las roturas históricas
y canónicas. Se habla de « otros cristianos », de « otros bautizados », de «
cristianos de otras Comunidades ». El Directorio
para la aplicación de los principios y de las normas acerca del ecumenismo
llama a las Comunidades a las que pertenecen estos cristianos como « Iglesias o
Comunidades eclesiales que no están en plena comunión con la Iglesia católica
».69 Esta ampliación de la terminología traduce una notable evolución
de la mentalidad. La conciencia de la común pertenencia a Cristo se profundiza.
Lo he podido constatar personalmente muchas veces, durante las celebraciones
ecuménicas que constituyen uno de los eventos importantes de mis viajes
apostólicos por las diversas partes del mundo, o en los encuentros y
celebraciones ecuménicas realizados en Roma. La « fraternidad universal » de
los cristianos se ha convertido en una firme convicción ecuménica. Relegando al
olvido las excomuniones del pasado, las Comunidades que en un tiempo fueron
rivales hoy en muchos casos se ayudan mutuamente; a veces se prestan los
edificios de culto, se ofrecen becas de estudio para la formación de los
ministros de las Comunidades carentes de medios, se interviene ante las
autoridades civiles para defender a otros cristianos injustamente acusados, se
demuestra la falta de fundamento de las calumnias que padecen ciertos grupos.
En una
palabra, los cristianos se han convertido a una caridad fraterna que abarca a
todos los discípulos de Cristo. Si sucede que, como consecuencia de agitaciones
políticas violentas, surge en situaciones concretas una cierta agresividad o un
espíritu de revancha, las autoridades de las partes en conflicto se afanan
generalmente por hacer prevalecer la « Ley nueva » del espíritu de caridad.
Desgraciadamente, este espíritu no ha podido transformar todas las situaciones
de conflicto cruento. El compromiso ecuménico en estas circunstancias exige no
raramente de quien lo vive opciones de auténtico heroísmo.
Es preciso
afirmar a este respecto que el reconocimiento de la fraternidad no es la
consecuencia de un filantropismo liberal o de un vago espíritu de familia. Tiene
su raíz en el reconocimiento del único Bautismo y en la consiguiente exigencia
de que Dios sea glorificado en su obra. El Directorio
para la aplicación de los principios y de las normas acerca del ecumenismo
alienta a un reconocimiento recíproco y oficial de los Bautismos. 70
Esto es mucho más que un mero acto de cortesía ecuménica, y constituye una
afirmación eclesiológica importante.
Es oportuno
recordar que el carácter fundamental del Bautismo en la obra de la edificación
de la Iglesia se ha puesto de relieve claramente también gracias al diálogo
multilateral. 71
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