Relaciones con las antiguas Iglesias de Oriente
62.
Después del Concilio Vaticano II la Iglesia católica, con modalidades y ritmos
diversos, ha reanudado también las relaciones fraternas con aquellas antiguas
Iglesias de Oriente que contestaron las fórmulas dogmáticas de los Concilios de
Efeso y Calcedonia. Todas estas Iglesias enviaron observadores delegados al
Concilio Vaticano II; sus Patriarcas nos han honrado con sus visitas y con
ellos el Obispo de Roma ha podido hablar como con unos hermanos que, después de
mucho tiempo, se reencuentran con alegría.
La
reanudación de las relaciones fraternas con las antiguas Iglesias de Oriente,
testigos de la fe cristiana en situaciones con frecuencia hostiles y trágicas, es
un signo concreto de cómo Cristo nos une a pesar de las barreras históricas,
políticas, sociales y culturales. Precisamente en relación al tema
cristológico, hemos podido declarar junto con los Patriarcas de algunas de
estas Iglesias nuestra fe común en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero
hombre. El Papa Pablo VI de venerable memoria firmó unas declaraciones en este
sentido con Su Santidad Shenouda III, Papa de Alejandría y Patriarca copto
ortodoxo, 103 con el Patriarca siro ortodoxo de Antioquía, Su Santidad
Jacoub III. 104 Yo mismo he podido ratificar este acuerdo cristológico
y extraer consecuencias: para el desarrollo del diálogo con el Papa Shenouda
105 y para la colaboración pastoral con el Patriarca siro de Antioquía
Mar Ignacio Zakka I Iwas. 106
Con el
venerable Patriarca de la Iglesia de Etiopía, Abuna Paulos, que me visitó en
Roma el 11 de junio de 1993, hemos puesto de relieve la profunda comunión
existente entre nuestras dos Iglesias: « Compartimos la fe transmitida por los
Apóstoles, así como los mismos sacramentos y el mismo ministerio, que se
remontan a la sucesión apostólica 2. Hoy, además, podemos afirmar que
profesamos la misma fe en Cristo, a pesar de que durante mucho tiempo esto fue
causa de división entre nosotros ».107
Más
recientemente, el Señor me ha concedido la gracia de firmar una declaración
común cristológica con el Patriarca asirio de Oriente, Su Santidad Mar Dinkha
IV, que por este motivo me visitó en Roma en el mes de noviembre de 1994.
Teniendo en cuenta las formulaciones teológicas diferentes, hemos podido así
profesar juntos la verdadera fe en Cristo. 108 Quiero manifestar mi
alegría por todo esto con las palabras de la Virgen: « Proclama mi alma la
grandeza del Señor » (Lc 1, 46).
63.
En las controversias tradicionales sobre la cristología, los contactos
ecuménicos han hecho pues posible clarificaciones esenciales, que nos han
permitido confesar juntos aquella fe que tenemos en común. Una vez más se debe
constatar que este importante logro es seguramente fruto de la profundización
teológica y del diálogo fraterno. Y no sólo esto. Ello nos estimula: en efecto,
nos muestra que el camino recorrido es justo y que es razonable esperar
encontrar juntos la solución para las demás cuestiones controvertidas.
|