Colaboraciones realizadas
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« No todo el que me diga: 'Señor, Señor', entrará en el Reino de los Cielos,
sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial » (Mt 7, 21). La coherencia y honestidad de las intenciones y
afirmaciones de principio se verifican aplicándolas en la vida concreta. El
Decreto conciliar sobre el ecumenismo nota cómo en los otros cristianos « la fe
con la que se cree en Cristo produce frutos de alabanza y acción de gracias por
los beneficios recibidos de Dios; se añade, además, un vivo sentido de la
justicia y una sincera caridad para con el prójimo ».125
Esto último
es un terreno fértil no sólo para el diálogo, sino también para una
colaboración dinámica: la « fe activa ha producido también no pocas
instituciones para aliviar la miseria espiritual y corporal, para cultivar la
educación de la juventud, para humanizar las condiciones sociales de vida, para
consolidar la paz en el mundo ».126
La vida
social y cultural ofrece amplios espacios de colaboración ecuménica. Cada vez
con más frecuencia los cristianos se unen para defender la dignidad humana,
para promover el bien de la paz, la aplicación social del Evangelio, para hacer
presente el espíritu cristiano en las ciencias y en las artes. Se unen cada vez
más para hacer frente a las miserias de nuestro tiempo: el hambre, las
calamidades y la injusticia social.
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Esta cooperación, que se inspira en el Evangelio mismo, nunca es para los
cristianos una mera acción humanitaria. Tiene su razón de ser en la palabra del Señor: « Tuve hambre, y me disteis
de comer » (Mt 25, 35). Como ya he señalado, la cooperación
de todos los cristianos manifiesta claramente aquel grado de comunión que ya
existe entre ellos. 127
De cara al
mundo, la acción conjunta de los cristianos en la sociedad tiene entonces el
valor trasparente de un testimonio dado en común al nombre del Señor. Asume
también las dimensiones de un anuncio, ya que revela el rostro de Cristo.
Las
divergencias doctrinales que permanecen ejercen un influjo negativo y ponen
límites incluso a la colaboración. Sin embargo, la comunión de fe ya existente
entre los cristianos ofrece una base sólida no sólo para su acción conjunta en
el campo social, sino también en el ámbito religioso.
Esta
cooperación facilitará la búsqueda de la unidad. El Decreto sobre el ecumenismo
señala que con ella « los que creen en Cristo aprenderán fácilmente cómo pueden
conocerse mejor los unos a los otros, apreciarse más y allanar el camino de la
unidad de los cristianos ».128
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¿Cómo no recordar, en este contexto, el interés ecuménico por la paz que se
manifiesta en la oración y en la acción con una participación creciente de los
cristianos y con una motivación teológica cada vez más profunda? No podría ser
de otro modo. ¿Acaso no creemos en Jesucristo, Príncipe de la paz? Los cristianos
están cada vez más unidos en el rechazo de la violencia, de todo tipo de
violencia, desde la guerra a la injusticia social.
Estamos
llamados a un esfuerzo cada vez más activo, para que se vea aún más claramente
que los motivos religiosos no son la causa verdadera de los conflictos
actuales, aunque, lamentablemente, no haya desaparecido el riesgo de
instrumentalizaciones con fines políticos y polémicos.
En 1986, en
Asís, durante la Jornada Mundial de
oración por la paz, los cristianos de las diversas Iglesias y Comunidades
eclesiales invocaron con una sola voz al Señor de la historia por la paz del
mundo. Aquel día, de modo distinto pero paralelo, rezaron por la paz también
los Hebreos y los Representantes de las religiones no cristianas, en una sintonía
de sentimientos que hicieron vibrar las dimensiones más profundas del espíritu
humano.
No quisiera
olvidar la Jornada de oración por la paz
en Europa, especialmente en los Balcanes, que me llevó como peregrino a la ciudad
de san Francisco el 9 y 10 de enero de 1993, y la Misa por la paz en los Balcanes, y en particular en Bosnia-Herzegovina,
que presidí el 23 de enero de 1994 en la Basílica de san Pedro en el marco de
la Semana de oración por la unidad de los
cristianos.
Cuando
nuestra mirada recorre el mundo, la alegría invade nuestro ánimo. En efecto,
constatamos cómo los cristianos se sienten cada vez más interpelados por el
problema de la paz. Lo consideran relacionado íntimamente con el anuncio del
Evangelio y con la venida del Reino de Dios.
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