4. El Mesías ungido
con el Espíritu Santo
15.
Se realiza así completamente la misión del Mesías, que recibió la plenitud del Espíritu
Santo para el Pueblo elegido de Dios y para toda la humanidad. « Mesías »
literalmente significa « Cristo », es decir « ungido »; y en la historia de la
salvación significa « ungido con el Espíritu Santo ». Esta era la tradición
profética del Antiguo Testamento. Siguiéndola, Simón Pedro dirá en casa de
Cornelio: « Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea ... después que Juan
predicó el bautismo; como Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu
Santo y con poder ».50
Desde estas
palabras de Pedro y otras muchas parecidas 51 conviene remontarse ante
todo a la profecía de Isaías, llamada
a veces « el quinto evangelio » o bien el « evangelio del Antiguo Testamento ».
Aludiendo a la venida de un personaje misterioso, que la revelación
neotestamentaria identificará con Jesús, Isaías relaciona la persona y su
misión con una acción especial del Espíritu de Dios, Espíritu del Señor. Dice
así el Profeta:
« Saldrá un
vástago del tronco de Jesé
y un retoño de sus raíces brotará.
Reposará sobre él el espíritu del Señor:
espíritu de sabiduría e inteligencia,
espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de ciencia y de temor del Señor.
Y le inspirará en el temor del Señor ».52
Este texto
es importante para toda la pneumatología del Antiguo Testamento, porque
constituye como un puente entre el antiguo concepto bíblico de « espíritu »,
entendido ante todo como « aliento carismático », y el « Espíritu » como persona y
como don, don para la persona. El Mesías de la estirpe de David (« del tronco
de Jesé ») es precisamente aquella persona sobre la que « se posará » el
Espíritu del Señor. Es obvio que en este caso todavía no se puede hablar de la
revelación del Paráclito; sin embargo, con aquella alusión velada a la figura
del futuro Mesías se abre, por decirlo de algún modo, la vía sobre la que se
prepara la plena revelación del Espíritu Santo en la unidad del misterio
trinitario, que se manifestará finalmente en la Nueva Alianza.
16.
El Mesías es precisamente esta vía. En la Antigua
Alianza la unción era un símbolo externo del don del Espíritu. El Mesías (mucho más que cualquier
otro personaje ungido en la Antigua Alianza) es el único gran Ungido por Dios mismo. Es el Ungido en
el sentido de que posee la plenitud del Espíritu de Dios. El mismo será también
el mediador al conceder este Espíritu a todo el Pueblo. En efecto, dice el
Profeta con estas palabras:
« El
Espíritu del Señor está sobre mí,
por cuanto que me ha ungido el Señor.
A anunciar la buena nueva a los pobres me ha a enviado,
a vendar los corazones rotos;
a pregonar a los cautivos la liberación,
y a los reclusos la libertad;
a pregonar año de gracia del Señor ».53
El Ungido
es también enviado « con el Espíritu del Señor ».
« Ahora el
Señor Dios me envía con su espíritu».54
Según el libro de Isaías, el Ungido y el Enviado
junto con el Espíritu del Señor es también el Siervo elegido del Señor, sobre el que se posa el Espíritu de Dios:
« He aquí a mi siervo a quien
sostengo,
mi elegido en quien se complace mi alma.
He puesto mi espíritu sobre él
».55
Se sabe que
el Siervo del Señor es presentado en el Libro
de Isaías como el verdadero varón de dolores: el Mesías doliente por los pecados del mundo.56 Y a la vez es
precisamente aquél cuya misión traerá
verdaderos frutos de salvación para toda la humanidad:
« Dictará
ley a las naciones ... »; 57 y será « alianza del pueblo y luz de las
gentes ... »; 58 « para que mi salvación alcance hasta los confines de
la tierra ».59
Ya que:
« Mi
espíritu que ha venido sobre ti
y mis palabras que he puesto en tus labios
no caerán de tu boca ni de la boca de tu descendencia
ni de la boca de la descendencia de tu descendencia,
dice el Señor, desde ahora y para siempre ».60
Los textos
proféticos expuestos aquí deben ser leídos por nosotros a la luz del Evangelio, como a su vez el Nuevo Testamento recibe
una particular clarificación por la admirable luz contenida en estos textos
veterotestamentarios. El profeta presenta al Mesías como aquél que viene por el Espíritu Santo, como aquél
que posee la plenitud de este Espíritu en
sí y, al mismo tiempo, para los
demás, para Israel, para todas las naciones y para toda la humanidad. La
plenitud del Espíritu de Dios está acompañada de múltiples dones, los de la
salvación, destinados de modo particular a los pobres y a los que sufren, a
todos los que abren su corazón a estos dones, a veces mediante las dolorosas
experiencias de su propia existencia, pero ante todo con aquella disponibilidad
interior que viene de la fe. Esto intuía el anciano Simeón, « hombre justo y
piadoso » ya que « estaba en él el Espíritu Santo », en el momento de la
presentación de Jesús en el Templo, cuando descubría en él la « salvación
preparada a la vista de todos los pueblos » a costa del gran sufrimiento —la
Cruz— que había de abrazar acompañado por su Madre.61 Esto intuía
todavía mejor la Virgen María, que « había concebido del Espíritu Santo
»,62 cuando meditaba en su corazón los « misterios » del Mesías al que
estaba asociada.63
17.
Conviene subrayar aquí claramente que el « Espíritu del Señor », que « se posa
» sobre el futuro Mesías, es ante todo un don
de Dios para la persona de aquel Siervo del Señor. Pero éste no es una
persona aislada e independiente, porque actúa por voluntad del Señor en virtud
de su decisión u opción. Aunque a la luz de los textos de Isaías la actuación
salvífica del Mesías, Siervo del Señor, encierra en sí la acción del Espíritu
que se manifiesta a través de él mismo, sin embargo en el contexto
veterotestamentario no está sugerida la distinción de los sujetos o de las
personas divinas, tal como subsisten en el misterio trinitario y son reveladas
luego en el Nuevo Testamento. Tanto en Isaías como en el resto del Antiguo
Testamento la personalidad del Espíritu
Santo está totalmente « escondida »: escondida en la revelación del único
Dios, así como también en el anuncio del futuro Mesías.
18.
Jesucristo se referirá a este anuncio,
contenido en las palabras de Isaías, al
comienzo de su actividad mesiánica. Esto acaecerá en Nazaret mismo donde había
transcurrido treinta años de su vida en la casa de José, el carpintero junto a
María, su Madre Virgen. Cuando se presentó la ocasión de tomar la palabra en la
Sinagoga, abriendo el libro de Isaías encontró
el pasaje en que estaba escrito: « EL Espíritu del Señor está sobre mí, por
cuanto que me ha ungido el Señor » y después de haber leído este fragmento dijo
a los presentes: « Esta Escritura que
acabáis de oír, se ha cumplido hoy ».64 De este modo confesó y proclamó
ser el que « fue ungido » por el Padre, ser el Mesías, es decir Cristo, en
quien mora el Espíritu Santo como don de Dios mismo, aquél que posee la
plenitud de este Espíritu, aquél que marca el « nuevo inicio » del don que Dios
hace a la humanidad con el Espíritu.
|