Fidelidad a Cristo y promoción de la libertad del hombre
39. Todas las formas de la actividad
misionera están marcadas por la conciencia de promover la libertad del hombre,
anunciándole a Jesucristo. La Iglesia debe ser fiel a Cristo, del cual es el
Cuerpo y continuadora de su misión. Es necesario que ella camine « por el mismo
sendero que Cristo; es decir, por el sendero de la pobreza, la obediencia, el
servicio y la inmolación propia hasta la muerte, de la que surgió victorioso
por su resurrección ».63 La Iglesia, pues, tiene el deber de hacer todo
lo posible para desarrollar su misión en el mundo y llegar a todos los pueblos;
tiene también el derecho que le ha dado Dios para realizar su plan. La libertad religiosa, a veces todavía
limitada o coartada, es la premisa y la garantía de todas las libertades que
aseguran el bien común de las personas y de los pueblos. Es de desear que la
auténtica libertad religiosa sea concedida a todos en todo lugar; ya con este
fin la Iglesia despliega su labor en los diferentes países, especialmente en
los de mayoría católica, donde tiene un mayor peso. No se trata de un problema
de religión de mayoría o de minoría, sino más bien de un derecho inalienable de
toda persona humana.
Por otra parte, la Iglesia se dirige al hombre en el pleno
respeto de su libertad.64 La misión no coarta la libertad, sino más
bien la favorece. La Iglesia propone, no
impone nada: respeta las personas y las culturas, y se detiene ante el
sagrario de la conciencia. A quienes se oponen con los pretextos más variados a
la actividad misionera de la Iglesia; ella va repitiendo: ¡Abrid las puertas a Cristo!
Me dirijo a todas
las Iglesias particulares, jóvenes y antiguas. El mundo va unificándose cada
vez más, el espíritu evangélico debe llevar a la superación de las barreras
culturales y nacionalísticas, evitando toda cerrazón. Benedicto XV ya
amonestaba a los misioneros de su tiempo a que, si acaso « se olvidaban de la
propia dignidad, pensasen en su patria terrestre más que en la del cielo
».65 La misma amonestación vale hoy para las Iglesias particulares:
¡Abrid las puertas a los misioneros!, ya que « una Iglesia particular que se
desgajara voluntariamente de la Iglesia universal perdería su referencia al
designio de Dios y se empobrecería en su dimensión eclesial ».66
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