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Ioannes Paulus PP. II Slavorum apostoli IntraText CT - Texto |
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VII. SIGNIFICADO E IRRADIACIÓN DEL MILENIO CRISTIANO EN EL MUNDO ESLAVO
Esta actividad alcanzó, de diversa manera, a cada uno de los territorios, concentrándose principalmente en los de la Gran Moravia de entonces. Ante todo, abarcó las regiones de la metrópoli, cuyo pastor era Metodio, esto es, Moravia, Eslovaquia y Panonia, en suma, una parte de la actual Hungría. En el marco del influjo más vasto ejercido por esta actividad apostólica —en especial por parte de los misioneros preparados por Metodio— se encontraron los otros grupos de eslavos occidentales, sobre todo, los de Bohemia. El primer príncipe histórico de Bohemia, de la dinastía de los Premyslidi, Bozyvoj (Borivoj), fue bautizado probablemente según el rito eslavo. Más tarde este influjo llegó hasta las tribus serviolusacianas, así como a los territorios de la Polonia meridional. Sin embargo, desde el momento de la caída de la Gran Moravia (905-906 aproximadamente), a este rito le sustituyó el rito latino y Bohemia fue puesta eclesiásticamente bajo la jurisdicción del Obispo de Ratisbona y la metrópoli de Salzburgo. Mas, es digno de atención el hecho de que aún a mediados del siglo X, en tiempos de san Wenceslao, existía una compenetración recíproca de elementos de ambos ritos con una avanzada simbiosis de las dos lenguas usadas en la liturgia: la lengua eslava y la lengua latina. Por lo demás, no era posible la cristianización del pueblo sin servirse de la lengua nativa. Solamente sobre esta base pudo desarrollarse la terminología cristiana en Bohemia y de aquí, sucesivamente, desarrollarse y consolidarse la terminología eclesiástica en Polonia. La referencia sobre el príncipe de los Vislanos en la Vida de Metodio es la alusión histórica más antigua relativa a una de las tribus polacas.41 Faltan datos suficientes para poder relacionar con esta noticia la institución de una organización eclesiástica de rito eslavo en las tierras polacas.
Principalmente a través de los discípulos, expulsados del primer terreno de actividad, la misión cirilo-metodiana se consolidó y desarrolló maravillosamente en Bulgaria. Aquí, gracias a san Clemente de Ojrid, surgieron centros dinámicos de vida monástica, y aquí tuvo un desarrollo particular el alfabeto cirílico. Desde aquí el cristianismo pasó también a otros territorios hasta llegar, a través de la vecina Rumania, a la antigua Rus' de Kiev y extenderse luego desde Moscú hacia el Oriente. Dentro de algunos años —precisamente en el 1988— se cumplirá el milenario del bautismo de san Vladimiro el Grande, príncipe de Kiev.
Su obra constituye una contribución eminente para la formación de las comunes raíces cristianas de Europa; raíces que, por su solidez y vitalidad, constituyen uno de los más firmes puntos de referencia del que no puede prescindir todo intento serio por recomponer de modo nuevo y actual la unidad del continente. Después de once siglos de cristianismo entre los eslavos, constatamos que el legado de los hermanos de Salónica es y sigue siendo para dichos pueblos más profundo y serio que cualquier división. Ambas tradiciones cristianas —la oriental que viene de Constantinopla y la occidental que viene de Roma— surgieron en el seno de la única Iglesia, aunque sobre el entramado de culturas diversas y con una óptica distinta respecto a los mismos problemas. Tal diversidad, cuando sea bien comprendido su origen y convenientemente ponderados su valor y significado, no hará sino enriquecer tanto la cultura de Europa como su tradición religiosa, y convertirse, de esta manera, en una base adecuada para su deseada renovación espiritual.
Pero es en el terreno específico de la actividad misionera donde destaca todavía más el ejemplo de Cirilo y Metodio. En efecto, dicha actividad es tarea esencial de la Iglesia y es en nuestros días urgente en la forma ya mencionada de la « inculturación ». Los dos hermanos no sólo desarrollaron su misión respetando plenamente la cultura existente entre los pueblos eslavos, sino que, junto con la religión, la promovieron y acrecentaron de forma eminente e incesante De modo análogo, en nuestros días, las Iglesias de antigua fundación pueden y deben ayudar a las Iglesia y a los pueblos jóvenes a madurar en su propia identidad y a progresar en ella.42
27. Cirilo y Metodio son como los eslabones de unión, o como un puente espiritual, entre la tradición oriental y la occidental, que confluyen en la única gran tradición de la Iglesia universal. Para nosotros son paladines y a la vez patronos en el esfuerzo ecuménico de las Iglesias hermanas de Oriente y Occidente para volver a encontrar, mediante el diálogo y la oración, la unidad visible en la comunión perfecta y total; « unión que —como dije durante mi visita a Bari— no es absorción ni tampoco fusión ».43 La unidad es el encuentro en la verdad y en el amor que nos han sido dados por el Espíritu. Cirilo y Metodio, en su personalidad y en su obra, son figuras que despiertan en todos los cristianos una gran « nostalgia por la unión » y por la unidad entre las dos Iglesias hermanas de Oriente y Occidente.44 Para la plena catolicidad, cada nación y cada cultura tienen un papel propio que desarrollar en el plan universal de salvación. Cada tradición particular, cada Iglesia local, debe permanecer abierta y atenta a las otras Iglesias y tradiciones y, al mismo tiempo, a la comunión universal y católica; si permaneciese cerrada en sí misma, correría el peligro de empobrecerse también ella. En la actuación del propio carisma, Cirilo y Metodio dieron una contribución decisiva a la construcción de Europa, no sólo en la comunión religiosa cristiana, sino también con miras a su unión civil y cultural. Ni aún hoy existe otra vía para superar las tensiones y reparar las rupturas y antagonismos existentes, tanto en Europa como en el mundo, los cuales amenazan con provocar una espantosa destrucción de vida y de valores. Ser cristiano en nuestro tiempo significa ser artífice de comunión en la Iglesia y en la sociedad. A tal fin ayudan un espíritu abierto hacia los hermanos, la mutua comprensión y la prontitud en la cooperación mediante un generoso intercambio de los bienes culturales y espirituales. En efecto, una de las aspiraciones fundamentales de la humanidad actual es la de volver a encontrar la unidad y la comunión para una vida verdaderamente digna del hombre a nivel mundial. La Iglesia, consciente de ser signo y sacramento universal de salvación y de unidad del género humano, está dispuesta a desempeñar este deber suyo, « que las condiciones de nuestra época hacen más urgente », para que « todos los hombres, que hoy están más íntimamente unidos por múltiples vínculos sociales, técnicos y culturales, consigan también la unidad completa en Cristo ».45
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41 Cf. Vita Methodii XI, 2-3: ed. cit., p. 231. 42 Cf. Conc. Ecum. Vatic. II, Decreto Ad gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia, 38. 43 Juan Pablo II, Discurso en el encuentro ecuménico en la basílica de San Nicolás de Bari (26 de febrero de 1984), 2: L'Osservatore Romano, edic. en lengua española 11 de marzo de 1984, p. 19. 44 Ibid., p. 19. 45 Conc. Ecum. Vatic. II, Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, 1. |
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