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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • EL CONOCIMIENTO INTERIOR SOBRENATURAL
      • CAPITULO 15 - De cuánto inporta el verdadero conocimiento de un spíritu extraordinario. Y de los provechos que trai consigo esta certidumbre para la misma persona que le tiene y para aquellos que con él tratan
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CAPITULO 15 - De cuánto inporta el verdadero conocimiento de un spíritu extraordinario. Y de los provechos que trai consigo esta certidumbre para la misma persona que le tiene y para aquellos que con él tratan

 

            1.         Los provechos que consigo trai un buen spíritu para sí y para los que con él tratan son innumerables, de que se hallarán los libros


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llenos y, por mucho que digan, siempre se quedan cortos. Digo de un spíritu bueno y conocido por bueno, porque en eso consiste el bien que de ese spíritu participan los que con él tratan, y el consuelo y ánimo que él propio recibe cuando tiene indicios muy probables o ciertos por algunas mercedes singulares que Dios le haya hecho.

 

            ¡Oh buen Dios mío, y quién pudiera decir las creces que un alma siente en sí cuando por alguna vía extraordinaria queda enterada Dios gusta de estar con ella, tratar, comunicar y asistir en su casa y morada! Cobra nueva estimación, acompañada con una sancta humildad y conocimiento propio en quien halla bajeza y grandeza: bajeza para el recibo de tanto bien, humildad en presencia de tan gran Dios; grandeza, estimación para no tratar ya cosas bajas; presunción sancta para abstenerse del trato ordinario y común. Nácele una alegría y contento celestial con que alarga el paso en lo más dificultoso obrando con summo contento y de buena voluntad. Quita de su parte los estorbos de tristeza y melancolía para que pueda bañar toda su alma aquel soberano sol de justicia de luz y resplandor. Desencójese todo el hombre interior: salen de sí todas sus potencias. Como las mariposillas y pajarillos que en la noche estuvieron en sus nidos recogidos y encerrados, no asientan ni paran en un lugar porque el contento que reciben es inmenso de gozar del sol que es su padre y su madre, que les da el pecho y descubre su comida, allí vuela el entendimiento por aquella grandeza de Dios y, si una vez contempla su sabiduría, otra se pasa a descubrir su misericordia, su poder y justicia. [41v] Todo lo quiere, todo lo busca; y como son sus fuerzas limitadas, que todo junto no, no lo puede, en nada para. Siendo como un hombre muy rico que jamás tiene el pensamiento consistente en una cosa: ya piensa en sus dineros, ya en sus heredades, ya en sus rentas y mayorazgos. Como el otro rico avariento que, hablando con su alma, le decíaa: Mira que tienes de bienes y de riquezas, tómalos, gózate en ellos, que tuyos y para ti son1. Esta codicia descubre el entendimiento cuando se le entriega este bien de que vamos tratando con alguna certidumbre de que es Dios el que con él trata: que, siendo sus bienes para el hombre, en ellos se entrega, en ellos piensa y con ellos se recrea; y con la voluntad habla diciendo: ea, ánima mía, muchos bienes tienes, veslos aquí, tuyos son, tómalos, gózalos, tenlos y aprovéchate de ellos.

 

            También la voluntad se despliega y desencoge, se derrama y ensancha para más amar y querer lo que conoce le está bien y le es de tanto provecho. Allí acuden todos los sentidos interiores, como bocas de pulpo, a asirse y aferrarse en la piedra, Cristo, que está scondida en aquel piélago de tanta grandeza.

 

            2.         Este hombre exterior también le cabe su parte pues, siendo él y el interior dos compañeros y amigos tan conjuntos, fuerza ha de ser,


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aunque no goce sino de las sobras, que le quepa buena parte, que no hay caja ni funda que no reciba en sí algo del bien o mal que dentro se encierra. Y siendo tantos y tan grandes los que en la ocasión presente el alma goza, fuerza ha de ser que goce y tenga el cuerpo. Pues en esta ocasión decía el sancto rey David: Benedic anima mea Dominum et omnia quae intra me sunt2; todo lo que hay en mí -dice-, todo sin eceptarb nada se levante y dispierte a alabar a tan gran Señor que todo lo enseña.

 

            Es este Dios nuestro, como en otro lugar dijo el propio propheta, sicut unguentum in capitec, quod descendit in barbam, barbam Aron, quod descendit in oram vestimenti eius; sicut ros Hermon, qui descendit in montem Sion. Quoniam illic mandavit Dominus benediccionem3, etc. Ungüento derramado en la cabeza del hombre que es el entendimiento verter se tenía a la voluntad y descender al cuerpo y dejar nada de las vestiduras que no enllenara de bendición. Bueno fuera que tuviérades lumbre en el seno y no se quemaran las vestiduras, que lloviera sobre los montes y no se despeñaran las aguas a los valles, que el sol alumbrara el aire y estuviera la tierra obscura, que fuera el año fértil y los sembrados desmedrados, la mar llena y los ríos vacíosd, buen tiempo y vos encogido, tiempo alegre y vos melancólico. No dice bien que esté el alma llena [42r] de gozo, contenta, satisfecha, y vos en el exterior descontento, marchito y encogido. No sabe Dios ser corto ni escaso cuando da: dice él propio que da medida revertida y colmada4. Que es como el que en buen año mide trigo, que no repara en que se vierta del colmo un puñado para las gallinas y jumentos que andan por casa. Gusta Dios y quiere que de la medida que da al alma se derramen algunos granillos para estos nuestros sentidos y cuerpo, que de ellos se goce y aproveche de la mejor forma que puede.

 

            3.         Adviértase aquí, por amor de Dios, que yo voy tratando de los bienes que un alma recibe cuando por alguna vía queda certificada que Dios es el que con ella trata, abstrayendo de cualquier causa de que le pueda venir esta certidumbre, sea por revelación y particular conocimiento que Dios le haya dado, sea por conjeturas e indicios que de ese bien tenga, sean las conjeturas más ciertas o menos ciertas; que, según la verdad y claridad con que Dios le hiciere esa merced de darle ese conocimiento, según eso sacará los provechos que vamos diciendo.

 

            Pues digo que de este conocimiento que el alma recibe de ver que la misericordia de Dios hizo que tanta majestad y grandeza se humillase a tratar y estar con ella, a comunicarle su espíritu y derramarle sus dones, son tantos los bienes tan sin medida que saca que ella a sí propia no se conoce, porque siendo tan grande el bien llévase tras sí todas las potencias y no deja lugar para que por grande rato piense quién es el que lo recibe. Y no parezca esto falta de humildad, que


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así pienso que es gusto de Dios. Consideremos que una pobrecita doncella la casase un rey con un su hijo heredero, y que esta doncella, viéndose levantada a tanto bien, ocupara muchos ratos en pensar en sus antiguos andrajos, su poquedad y bajeza, que habíe de disgustar a su esposo. Bien era que, para que trate con humildad y reverencia al rey y conozca el bien que se le hizo, que tenga eso muy en la memoria, pero gusta el rey que esa memoria sea sin que pueda inpedir el gozar el bien presente, porque tanto podía afligir el pensamiento de la bajeza primera a esta desposada que estorbase el alegría presente.

 

            ¡Oh buen Dios eterno, que levantas a un estado tan soberano el alma que para ti escoges, desposándola por gracia contigo, que, a trueco que goce tanto bien, gustas de que olvide sus andrajos y se pierda de vista porque sólo mire a ti, que eres su Dios, su Señor y todo su bien! ¡Ojalá, Dios mío, por tan singular merced se volvieran todas [42v] las criaturas del mundo spíritus soberanos que te alabaran y bendijeran! ¡Oh Señor, y cuál andas por nuestro amor y aprovechamiento! Que, si alguna vez gustas de que yo piense en mi bajeza en cualquier estado subido y levantado que tuviere o bajo y abatido, sólo sea para que sea más humilde, para que con mayor reverencia te trate y conozca que el bien que tengo y poseo es porque tú, Dios mío, lo quieres dar y poner en una criatura tan baja y miserable; y pasada esa ocasión, gustas que sólo haga el enpleo de todas mis potencias en ti, que eres mi Dios y mi Señor, y que, olvidada de mí, mire cómo tú, Señor, gustas de levantarmee a un ser divino y sobrenatural, a que yo esté contigo y tú conmigo, a que tú seas mi bien y yo tu entretenimiento y regocijo. Sea mucho de enhorabuena; hágase, Señor, lo que vos quisiéredes, que de eso gusto yo, pues vuestro querer es mi mayor bien.

 

            4.         Y para esto, Dios mío, quisistes que yo conociese con alguna certidumbre -la que vos sois servido y con el modo que a vos os agrada- que os tengo presente y estáis conmigo para que así más os ame, os quiera, os reverencie y estime, esté más alegre y contenta y piense que, siendo sposa de quien soy, no tengo de dar lugar a bajar los ojos, a mirar bajezas, miserias. Todo ha de ser ya grande y poderoso: grande lo que amare y quisiere, poderoso con quien tratare; pues vos fuistes servido soplase viento tan dichoso que, llevándose las nubes, dejase el cielo tan sereno que goce yo de su claridad y hermosura, que es la que fecunda esta vuestra alma para que así os pueda yo decir que bajéis a vuestro jardín y cojáis dél lo que fueredes servido. Porque si tantos bienes vuestros son míosf, razón es que nada sea mío que no sea vuestro, de suerte que, si no me engaña el pensamiento, siempre diré yo: ya no soy yo, ya no soy mía, nada hay en mí, nada quiero, nada tengo porque yo soy nada mío, pues toda yo soy tuya. Dios mío y bien mío, seas mill veces glorificado y bendito, que no qué decirte por tan singular mercedg como haces a quien tú quieres descubrirte y tratarla sin rebozo mostrando que tú eres.


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            5.         Porque, como eres fiel amigo y poderoso Señor, cuando el alma queda certificada que eres tú, también lo está y queda de que nada le puede faltar ni suceder adverso, sino que contigo le vengan bienes imaginables [sic]. Sea mucho de enhorabuena, hágase como vos queréis. Y quered muchas veces de esa manera, que, como yo soy criatura flaca, de todo ese ánimo tiene necesidad mi miseria: que esté certificada de tan buen arrimo para que [43r] no tema. Eliseo, que sabía que estábades con él, ánimo tenía cuando lo cercó el rey [de Aram] pero su criado, que no sabía, estabah lleno de congojas y aflicciones hasta que vos, Señor, le abristes los ojos y mostrastes tantos millares de ángeles que lo guardaban y cercaban5. Bien es, Señor, que el alma de en cuando en cuando con los ojos del entendimiento os vea, en la forma que aquí puede, para que esté consolada y tenga fuerte y valeroso ánimo para los contrastes que se le ofrecieren. Bien sabéis vos, Señor, la cobardía del hombre y la osadía que tiene cuando siente vuestra ayuda. Venga, Señor, ésa y haced sabidor de ella, para que ninguna guerra tema, a todo acometa y en vos y con vos de todo aguarde su victoria.

 

            6.         De este conocimiento que Dios es servido de dar a un alma de que él está cerca, le nace una confianza grandíssima, unos crecimientos en la esperanza que cada día espera y aguarda cosas nuevas. Llano es que, si el rey entrase por vuestras puertas, quien de lejos esperaba ya speraría de cerca y muy mayores cosas que antes imaginábades. Es certíssimo que esta tal alma que ya siente a Dios nada puede imaginar que no espere porque, si se le dio el mismo Dios, ¿qué se puede prometer que no se lo haga cierto el entriego del mayor bien que posee? Así en este conocimiento todo se le irá en pensar y aguardar cuándo ha de ver y gozar en la otra vida a este buen Dios, cuándo se ha de ver en conpañía de los ángeles, cuándo con sus hermanos y compañeros los bienaventurados, cuándo ha de romper esos aires, pasar esos cielos, cuándo ha de pisar estrellas y verse con Dios. Por cierto, alma dichosa, bien piensas, bien speras y bien aguardas, porque quien se dio a sí propio ¿no dará cuanto tiene para que sea tuyo, y por tuyo lo aguardes y esperes? Y así tus esperanzas en esta ocasión queden más vivas, más propias, más ciertas, pues son speranzas de cosas que las consideras por propias, pues son bienes y hacienda del que tienes y posees por propio y tuyo.

 

            7.         Aunque es verdad que la certidumbre disminuye la fee -digo la que se tiene por vista y claridad respecto de ser la fee de cosas no vistas-, pero, en la ocasión que vamos tratando, Dios es tan sagaz y discreto tratante que hemos de entender hace la merced de suerte que, aunque no es defecto en tal caso disminuirse la fee sino merced soberana que se recibe, pero con todo eso, ya que acerca de alguna cosa particular se disminuya por la vista y claridad con que Dios la muestra, [43v]


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pero para todo lo demás la deja fortificada; y en ella esta alma se refocila, alegra y entretiene. Y no descubriéndole Dios más que alguna cosa limitada acerca de su presencia, ella estái en todo lo demás prometiéndose verdad y certidumbre diciendo: ¡Oh qué bueno es creer! ¡Oh Señor mío, y qué bueno es fiarse de ti! Ya me enpiezas aun en esta vida a mostrar o dar prendas o conjeturas de las verdades que profeso y creo. ¡Oh qué contento tendrá ya mi entendimiento con estas prendas! Cada día de hoy en adelante será más digno de reprehensión en sus dudas, dificultades, temores o miedos, como lo fueron los dos discípulos que tú, Señor, encontraste camino de Emaús, que habiendo visto en ti tantos milagros y maravillas, estaban tardos para creer lo que no habíen visto como era tu sanctíssima resurrección6. Porque, si tú les habías dado prendas de tanta verdad en las cosas que con ellos habías tratado, razón era y obligados estaban en ley de buena crianza a poner ellos algo de su parte para lo que faltaba por obrarj de los misterios que les habíades dicho.

 

            8.         Así pues, el alma a quien Dios con alguna vislumbre certificó y mostró algunos de los misterios que cree, demás de las primeras obligaciones que tenía para creer, se ve cercada de otras muchas que saca de las prendas que recibe en la ocasión presente, quedando con un inmenso gozo por ver que hace a Dios aquel servicio de darle su entendimiento hecho sclavo para que crea y tenga con firmeza todo lo que le dijeren de parte de este gran Dios. Desea (esto sin duda) haber tenido otros millares de años de vida para antes haber enpezado a hacer aquel serviciok a su Dios. Quisiera vivir inmensos siglos para siempre creer. Quisiera tener tantos entendimientos como Dios hizol criaturas para con todos captivos sujetarlos a estos benditos pies. Quisiera que cada uno de estos entendimientos tuvieran toda la grandeza, agudeza, sutilidad y claridad de todos cuantos entendimientos ha habido en el mundo para de muy buena gana entregarlos a estas divinas y soberanas tinieblas de la fee, pues en ellas y con ellas ve cosas más altas y más grandes que todos los entendimientos criados pueden imaginar ni entender, y son tinieblas que prometen más certidumbre que mis ojos pueden ver y mis discursos pueden inventar.

 

            Consideremos que un hombre es sclavo y pecherom de otro que jamás vido, a quien cada día paga [44r] tributos y alcabadas, y que un día se le ofreció venir a la corte donde estaba su señor, y dél recibió algún regalo o cortesía, en el cual sintió tanto favor y gusto que de nuevo gusta y da por bien empleado todo lo que ha hecho, trabajado y pagado; y ofrece de nuevo reconocer el primer vasallaje y los antiguos tributos, y no le pesa porque son grandes sino que él es poco y su hacienda menos para acudir como él quisiera. De esta misma suerte el


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entendimiento paga a Dios su pecho y derechos siendo su tributario y esclavo, creyendo y obedeciendo en todo aquello que le mandan creer. Si algún día entre muchos que un alma acude a la oración, recibe el entendimiento algún favor de Dios en que el mismo Dios se le descubre por manifestación de algunos dones que el alma recibe, allí es donde el entendimiento da por bien enpleado lo que ha hecho y pagado, la sujeción y obediencia que ha tenido; pésale porque no es entendimiento más levantado, porque no tiene más fuerzas para con mayores veras rendirse, que en fin quien más es más tiene qué dar. Quisiera tener toda la sciencia del mundo para toda reputarla por ignorancia y sólo tener por sabiduría lo que Dios a los humildes enseña. Y así digo que en esta merced, que en esta ocasión el alma recibe, la fe queda fortificada, renovada y con nuevas raíces asida.

 

            9.         En esta certidumbre que Dios da a un alma, o ella por revelación o indicios o conjeturas tiene, nácele otro bien, que es una nueva codicia y deseo de ser mejor y trabajar más por ver qué bienn se le logran sus trabajos, qué bien se enplea lo que hace. Sucédele a un caminante ir por entre unos riscos y peñascos sin descubrir casi tierra ni poblado. Acertó a subir a un monte de donde descubrió unos llanos que, aunque largos y distantes, al fin de ellos ve el pueblo do camina. Regucijóse y alegróse, avivó el paso y cobró nuevo brío viendo que su camino va cierto y derecho.

 

            Yo confieso que, mientras vivimos, en tinieblas andamos metidos por entre riscos y peñascos de mortificaciones y penitencias. Si algún día, por alguna singular merced, Dios es servido que, subido a lo alto de la contemplación, descubra el hombre aunque lejos algo de quién es Dios, viendo que sus caminos no van torcidos sino derechos a aquello de que le han dado algunas vislumbres, [44v] se alegra y regucija dando por bien enpleados los pasos y tierra que atrás deja; y cobra nuevo brío para más alargar el paso, desea llegar a otro monte pensando que dende allí ha de tornar a ver más cerca lo que antes de lejos le mostraron. Lo propio tiene la voluntad, que estando atendiendo a lo que el entendimiento le descubre, al paso que él fuere descubriendo tierra a ese propio paso caminará ella. Y la memoria, refrescada con un bien presente, dispiértanla para que se acuerde y traiga delante los pasados. ¿Qué hombre hay tan olvidadizo que, si de nuevo recibís una merced, esa propia no dispierte las demás? Porque, si es verdad que un mal dispierta a otros y renueva los pasados, ¿por qué los beneficios presentes no renovarán los que antes recebistes?; y aun quedarán calificados tiniendo nuevas prendas de la grandeza del señor que os hizo la merced. Y así por todas partes hallo mill bienes en un alma a quien Dios, por particular merced, quiere regalar dándoleo algunas prendas de que camina bien y que su espíritu no está engañado, sino que es Dios el que lo aficiona y lleva por aquellos pasos y caminos.


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            10.       No querría dejar nada dudoso. Digo que esta certidumbre la puede tener de muchas maneras: una por revelación, como ya se ha visto muchas veces haber descubierto Dios a algunas almas la pureza con que le sirven; otras veces por tercera persona (y hemos de suponer en todas estas cosas verdad). Así se dice que la gloriosa sancta Catherina conocía muchas personas que estaban en gracia de Dios7. Y yo no dudo sino que, si esta sancta viniera a mí y me dijera que bien iba en las ocupaciones que tenía, y que me alegrase que Dios se contentaba con mis trabajos y melancolías, que me diera gran contento y me dispusiera a hacer todo lo que dejo dicho del alma a quien Dios por alguna vía le certifica el camino derecho que lleva. Otras veces esta certidumbre le puede venir de alguno de los conocimientos sobrenaturales que en los capítulos pasados dejamos dicho; otras veces de algunas conjeturas particulares y efectos del Espíritu Sancto: de una paz interior, un sosiego y tranquilidad grandíssimo, de la igualdad de ánimo, del perdonar injurias, del llevar y sufrir trabajos, de una alegría de corazón y seguridad de la conciencia. [45r] Millares de conjeturas hay que en el hombre causan unos sanctos y divinos pensamientos en entender que Dios por su misericordia se debe de agradar de que le sirve y de que gusta que vaya por aquel camino. Otros indicios puede tener de ver que en todo desea acertar, que según sus fuerzas hace lo que le aconsejan y sus fuerzas alcanzan, y que teme a Dios y no querría ofenderle por mill mundos.

 

            Por todas estas vías le puede a un alma nacer alguna certeza de que camina bien. Aunque aquí yo no he tenido intento de tratar sino del spíritu singular y extraordinario, a quien por alguna vía sobrenatural Dios le descubre la certidumbre de su buen espíritu, en esta tal persona no hay dudar sino que esta certidumbre engendrará en ella y producirá los bienes arriba dichos y otros muchos más.

 

            11.       Y adviértase esta palabra: certidumbre. Que nadie puede hacer cierta a un alma de que está en gracia de Dios sino el mismo Dios8. Y tampoco ha sido mi intento tratar de esa certidumbre, que aun es más dificultosa de tener y menos veces la que Dios la descubre y revela. Y lo más ordinario es entender que ap muy pocos lo revela Dios, dejándonos siempre en duda según lo que dice el glorioso san Juan: Si dicxerimus quod peccatum non habemus, ipsi nos seducimus, et veritas in nobis non est9.

 

            De la certidumbre más en común que he hablado es de la verdad del spíritu, y este nombre de spíritu verdadero es nombre común y superior a los que están en gracia y a los que no lo están, pues puede


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haber muchos que tengan spíritu verdadero de profecía y de otros conocimientos y no lo estén; y el spíritu de declarar la Scritura, de predicar, etc. Y puede uno tener buen spíritu y asegurarle de él, y no asegurarle si está o no está en gracia de Dios. Como le sucedió a sancta Angela de Fulgino, que sintiéndose un día con un gozo particular, le descubrió Dios que él era el que aquello causaba y hacía porque le estaba presente. Respondió ella: Luego, Señor, si vos estáis aquí y me aconpañáis, en gracia vuestra estoy. Respondióle Cristo: Eso no te digo yo10. De donde saco cuán pocas veces debe Dios de hacer esto. Y así digo que esta certidumbre de quien hemos tratado se entiende de dos maneras: una del spíritu y otra de la gracia. Y a quien Dios, por alguna singular merced, [45v] le descubre lo uno y lo otro, será causa de que consiga los bienes dichos con grandes ventajas.

 

            12.       También digo que, a quien Dios descubriere la verdad de su spíritu, se puede tener muy por consolado de que, si no ha llegado, está cerca. Y para esto quiero que notemos que la gracia se puede considerar de dos maneras: o en cuanto fin a quien caminamos, o en cuanto medio. Que una gracia dispone para otra mayor gracia; y así no hay gracia tan grande que sea fin, que no pueda ser medio para otra mayor gracia, porque es certíssimo jamás puede el hombre llegar a tan alto grado de perfección y amistad de Dios que no pueda pasar de allí; y así siempre el hombre se está en el camino con nuevas pretensiones para más altos fines. Y el no descubrir Dios a un alma algunas veces estar en gracia suya es porque no entienda que ya llegó, que por mucha gracia que tenga, por mucho que haya alcanzado, es más lo que le falta que lo que tiene, más lo que Dios le quiere dar de lo que le ha dado, más lo que ha de hacer de lo que ha hecho. Descubrirle Dios que camina bien, que su spíritu es verdadero, es singular merced y indicios muy probables que está en gracia suya, porque la gracia también es camino y medio y Cristo, que se llamó verdad y vida, se llamó también vía11, camino y medio para esa vida. Y como en otro lugar dice: "Nadie va al Padre sino por mí"12. Luego si Dios descubriese a un alma que camina bien y que su espíritu es bueno y por otra parte le encubriese que estaba en gracia suya, debía estar muy alegre por ver que estaba en el camino para la gracia y sin gracia no puede estar en ese camino; y si es para una gracia grande, ha de ser también con gracia grande.

 

            13.       ¡Oh buen Dios mío, y cuánta es tu misericordia para con el hombre! que, enderezando todas las cosas a su mayor bien, cuando de descubrirle la verdad de su camino se le siguen provechos, lo haces ya por ti ya por terceras personas que, como maestros y guías, tienes puesto en tu Iglesia, ya por conjeturas y indicios; cuando por su mayor bien y aprovechamiento conviene encubrírselo, lo encubres. De donde debe


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estar siempre el hombre muy alegre en cualquier estado que Dios lo tuviere puesto; y no afligirse demasiado si se viere lleno de tinieblas e ignorancias cuando camina, que como los caminos no siempre se han de una manera, unas veces entrará por [46r] espesuras que a sí no se vea, otras por entresierras que nada divise, y otras descubrirá llanos en que vea pasó mucha tierra. Y así, con lo uno y con lo otro, debe estar contento. Si no supiera dónde está y dónde anda, dase priesa, como el caminante que teme la noche y no sabe dónde se halla y cuán lejos está de do camina. Si sabe su estado y que va bien, con gusto y gana accelera el paso para llegar antes y alcanzar presto lo que pretende y pasar de la raya y aventajarse en el premio.

 

            14.       Alégrese el hombre, que si quiere abrir los ojos para caminar a Dios, en cualquier estado que estuviereq se hallará en camino derecho para altíssimos fines si él quiere enderezar su viaje. Pongamos un exemplo. Hállase un hombre en esta corte; muchas puertas tiene y muchos caminos salen de ella. Puede un hombre salir y enderezar su camino para cualquier parte del mundo: si quiere ir al Andalucía, a Castilla la Vieja y a Francia y a Ingalaterra, en el mismo Madrid hallará puerta que allá le lleve. Y así veremos que hay una puerta que se llama de Toledo, porque sale para allá; y otra de Guadalajara y Segovia, porque nos lleva a esos pueblos. De esa misma suerte, hermano mío, en cualquier parte que te hallares y en cualquier estado que estuvieres, hallarás puerta y salida para donde te determinares a caminar. Pongámoste en peccado mortal y enemistad de Dios, que es el estado más desastrado que se puede imaginar; en ese propio peccado hallarás una puerta ancha para el infierno y un camino para otra mayor perdición; si quieres caminar al cielo y a la gracia, en ese propio peccado hallarás otra puerta que Dios te está abriendo con su divina gracia preveniente y suscitante, con que te dispierta y ofrece la mano para te ayudar y que salgas de él13. Y así como en Madrid hay puerta que se llama de Toledo sin estar en Toledo, de esa misma suerte en el peccado pone Dios un no qué que, sin ser gracia, es puerta para la gracia, porque ¿qué otra cosa es aquella tristeza, melancolía y desabrimientos que deja, aquellos remordimientos de la conciencia, aquellos movimientos, etc.? No es la gracia habitual, pero es una gracia que te dispierta y llama.

 

            Luego bien concluyo que, si quieres, si tienes deseo de Dios, de enmendar la vida pasada y aprovechar [46v] la por venir, que, en cualquier estado que vieres en ti esta gana, estés muy alegre porque estás ya en el camino. Si eres mercader y hombre que has engañado a muchos, y te sintieres con inpulsos divinos y gana de corresponder a esa gracia, está alegre, que aunque te consideres lejos de Dios, por


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la puerta sales que camina para Dios. Si le ofendiste en culpas graves y te pesa de le haber ofendido, ya estás en el camino, consuélate que ese camino no es otra cosa sino la gracia del mismo Dios.

 

            15.       Según esto, no hay que afligirse nadie de que no conoce su estado y camino, que es señal, si estos temores son desordenados, debe de estar lejos. No quiero yo contradecir lo que ahora acabo de scribir, sino digo que en realidad de verdad hay tiempos y caminos tan arduos y dificultosos por donde Dios lleva a un alma, que lo extraordinario que estas tales almas hallan en estos caminos eso propio las tiene con penas inmensas y con cuidados inquietos que las perturban, porque, como en aquel camino sienten que son llevadas, temen no sea de algún spíritu engañoso y falso; y como las llevan más que de paso, temen no sea caballo brioso que las derribe. Desean estar en este estado sentadas y puestas de suerte que no caigan o den con ellas en algún despeñadero siendo guiadas de mal spíritu.

 

            16.       Estas almas de quien yo voy tratando son unos spíritus en quien Dios parece tiene puesto su gusto de traerlas llenas de tinieblas y obscuridad: por una parte, cargadas de deseos y de obras y, por otras, de incertidumbre. Trato de unas almas débiles, flacas, que sus temores las tienen aterradas, afligidas, melancólicas, tristes, que no se les levanta el corazón por tenerle caído cada día con nuevos temores que en ellas crecen. Estas tales almas son de las que yo digo que les inporta saber o entender -que Dios les diga o los hombres les aconsejen- que caminan bien, que su espíritu es bueno. Y han llegado algunas veces a tal estado que se consolarían en saber si el spíritu que tienen les procede de indispusición o desorden en su cabeza o persona, o que caminan mal, por sólo enmendar el avieso y tornar a echar por otro camino. A estas tales almas es bien que el que de ellas supiere, les hable con verdad y claridad por el gran provecho que en ellas con eso se hace. Etc.

[47r]    Jhs.




a  sigue espacio de casi una línea en blanco



1 Cf. Lc 12,19.



2 Sal 102,1.



b por eceptuar



c  in capite sobre lín.



3 Sal 132,2-3.



d sobre lín., en lín. desmedrados tach.



4 Cf. Lc 6,38.



e  sigue pr tach.



f  sigue nad tach.



g  sigue que tach.



h  ms. esta



5 Cf. 2 Re 6,15-17.



i   sigue diciendo tach.



6 Cf. Lc 24,13-15.



j  corr. de obras



k corr. de servidio



l   sobre lín., en lín. creó tach.



m corr.



n  sigue bien tach.



o ms. dandándole



7 Cf. RAIMUNDO DE CAPUA, Vida de Sta. Catalina de Siena, parte II, c.III, nn.150-151.

8 Concilio Tridentino, s.VI (De justificatione), c.9: "...nullus scire valeat certitudine fidei, cui non potest subesse falsum, se gratiam Dei esse consecutum". STO. TOMÁS, In I lib. Sent., d.17 q.1 a.4 c: "Nemo certitudinaliter scire potest se esse in caritate; sed potest ex aliquibus signis probabiliter conjicere".



p sobre lín.



9 1 Jn 1,8.



10           Angela de Foligno había pedido una gracia al Señor para su compañera. Cuando ésta oyó que el Señor decía a Angela: "No te alejarás nunca de mí", exclamó: "Oh, no pecaré mortalmente". Pero él le dijo: "No lo he dicho a ti". Cf. El Libro de la Beata Angela de Foligno, Memorial, c.III.



11           Jn 14,6.



12           Jn 14,6.



q sobre lín., en lín. se hallare tach.



13           Sto. Tomás, entre otras divisiones de la gracia, distingue la gratia praeveniens, que sana el alma, la gratia subsequens, que empuja a desear el bien, y la gratia operans, que mueve a obrar el bien deseado. Cf. Sum. Th., 1-2 q.111 a.2 y 3.






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