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CAPITULO 15
- De cuánto inporta el verdadero conocimiento de un spíritu extraordinario. Y de los provechos
que trai consigo esta certidumbre para la misma persona que le tiene y para
aquellos que con él tratan
1. Los provechos que consigo trai un buen
spíritu para sí y para los que con él tratan son innumerables, de que se
hallarán los libros
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llenos y, por mucho que digan, siempre se quedan
cortos. Digo de un spíritu bueno y conocido por bueno, porque en eso consiste
el bien que de ese spíritu participan los que con él tratan, y el consuelo y
ánimo que él propio recibe cuando tiene indicios muy probables o ciertos por
algunas mercedes singulares que Dios le haya hecho.
¡Oh
buen Dios mío, y quién pudiera decir las creces que un alma siente en sí cuando
por alguna vía extraordinaria queda enterada Dios gusta de estar con ella,
tratar, comunicar y asistir en su casa y morada! Cobra nueva estimación,
acompañada con una sancta humildad y conocimiento propio en quien halla bajeza
y grandeza: bajeza para el recibo de tanto bien, humildad en presencia de tan
gran Dios; grandeza, estimación para no tratar ya cosas bajas; presunción
sancta para abstenerse del trato ordinario y común. Nácele una alegría y contento celestial
con que alarga el paso en lo más dificultoso obrando con summo contento y de
buena voluntad. Quita de su parte los estorbos de tristeza y melancolía para
que pueda bañar toda su alma aquel soberano sol de justicia de luz y
resplandor. Desencójese todo el hombre interior: salen de sí todas
sus potencias. Como las mariposillas y pajarillos que en la noche estuvieron en
sus nidos recogidos y encerrados, no asientan ni paran en un lugar porque el
contento que reciben es inmenso de gozar del sol que es su padre y su madre,
que les da el pecho y descubre su comida, allí vuela el entendimiento por
aquella grandeza de Dios y, si una vez contempla su sabiduría, otra se pasa a
descubrir su misericordia, su poder y justicia. [41v] Todo lo quiere, todo lo busca; y como son sus fuerzas
limitadas, que todo junto no, no lo puede, en nada para. Siendo como un hombre
muy rico que jamás tiene el pensamiento consistente en una cosa: ya piensa en
sus dineros, ya en sus heredades, ya en sus rentas y mayorazgos. Como el otro
rico avariento que, hablando con su alma, le decíaa: Mira que tienes de
bienes y de riquezas, tómalos, gózate en ellos, que tuyos y para ti
son1. Esta codicia descubre el entendimiento cuando se le
entriega este bien de que vamos tratando con alguna certidumbre de que es Dios
el que con él trata: que, siendo sus bienes para el hombre, en ellos se
entrega, en ellos piensa y con ellos se recrea; y con la voluntad habla
diciendo: ea, ánima mía, muchos bienes tienes, veslos aquí, tuyos son, tómalos,
gózalos, tenlos y aprovéchate de ellos.
También
la voluntad se despliega y desencoge, se derrama y ensancha para más amar y
querer lo que conoce le está bien y le es de tanto provecho. Allí acuden todos
los sentidos interiores, como bocas de pulpo, a asirse y aferrarse en la
piedra, Cristo, que está scondida en aquel piélago de tanta grandeza.
2. Este hombre exterior también le cabe su
parte pues, siendo él y el interior dos compañeros y amigos tan conjuntos,
fuerza ha de ser,
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aunque no goce sino de las sobras, que le quepa buena
parte, que no hay caja ni funda que no reciba en sí algo del bien o mal que
dentro se encierra. Y siendo tantos y tan grandes los que en la ocasión
presente el alma goza, fuerza ha de ser que goce y tenga el cuerpo. Pues en
esta ocasión decía el sancto rey David: Benedic anima mea Dominum et omnia quae
intra me sunt2; todo lo que hay en mí -dice-, todo sin eceptarb
nada se levante y dispierte a alabar a tan gran Señor que todo lo enseña.
Es
este Dios nuestro, como en otro lugar dijo el propio propheta, sicut unguentum
in capitec, quod descendit in barbam, barbam Aron, quod descendit in
oram vestimenti eius; sicut ros Hermon, qui descendit in montem Sion. Quoniam
illic mandavit Dominus benediccionem3, etc. Ungüento derramado en la
cabeza del hombre que es el entendimiento verter se tenía a la voluntad y
descender al cuerpo y dejar nada de las vestiduras que no enllenara de
bendición. Bueno fuera que tuviérades lumbre en el seno y no se quemaran las
vestiduras, que lloviera sobre los montes y no se despeñaran las aguas a los
valles, que el sol alumbrara el aire y estuviera la tierra obscura, que fuera
el año fértil y los sembrados desmedrados, la mar llena y los ríos
vacíosd, buen tiempo y vos encogido, tiempo alegre y vos melancólico. No dice bien que esté
el alma llena [42r] de gozo, contenta, satisfecha, y vos en el exterior
descontento, marchito y encogido. No sabe Dios ser corto ni escaso cuando da: dice él propio que da
medida revertida y colmada4. Que es como el que en buen año mide trigo,
que no repara en que se vierta del colmo un puñado para las gallinas y jumentos
que andan por casa. Gusta Dios y quiere que de la medida que da al alma se
derramen algunos granillos para estos nuestros sentidos y cuerpo, que de ellos
se goce y aproveche de la mejor forma que puede.
3. Adviértase
aquí, por amor de Dios, que yo voy tratando de los bienes que un alma recibe
cuando por alguna vía queda certificada que Dios es el que con ella trata,
abstrayendo de cualquier causa de que le pueda venir esta certidumbre, sea por
revelación y particular conocimiento que Dios le haya dado, sea por conjeturas
e indicios que de ese bien tenga, sean las conjeturas más ciertas o menos
ciertas; que, según la verdad y claridad con que Dios le hiciere esa merced de
darle ese conocimiento, según eso sacará los provechos que vamos diciendo.
Pues digo que de este conocimiento
que el alma recibe de ver que la misericordia de Dios hizo que tanta majestad y
grandeza se humillase a tratar y estar con ella, a comunicarle su espíritu y
derramarle sus dones, son tantos los bienes tan sin medida que saca que ella a
sí propia no se conoce, porque siendo tan grande el bien llévase tras sí todas
las potencias y no deja lugar para que por grande rato piense quién es el que
lo recibe. Y no parezca esto falta de humildad, que
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así pienso
que es gusto de Dios. Consideremos que una pobrecita doncella la casase un rey
con un su hijo heredero, y que esta doncella, viéndose levantada a tanto bien,
ocupara muchos ratos en pensar en sus antiguos andrajos, su poquedad y bajeza,
que habíe de disgustar a su esposo. Bien era que, para que trate con humildad y
reverencia al rey y conozca el bien que se le hizo, que tenga eso muy en la
memoria, pero gusta el rey que esa memoria sea sin que pueda inpedir el gozar
el bien presente, porque tanto podía afligir el pensamiento de la bajeza
primera a esta desposada que estorbase el alegría presente.
¡Oh buen Dios eterno, que levantas a
un estado tan soberano el alma que para ti escoges, desposándola por gracia
contigo, que, a trueco que goce tanto bien, gustas de que olvide sus andrajos y
se pierda de vista porque sólo mire a ti, que eres su Dios, su Señor y todo su
bien! ¡Ojalá, Dios mío, por tan singular merced se volvieran todas [42v] las
criaturas del mundo spíritus soberanos que te alabaran y bendijeran! ¡Oh Señor,
y cuál andas por nuestro amor y aprovechamiento! Que, si alguna vez gustas de
que yo piense en mi bajeza en cualquier estado subido y levantado que tuviere o
bajo y abatido, sólo sea para que sea más humilde, para que con mayor
reverencia te trate y conozca que el bien que tengo y poseo es porque tú, Dios
mío, lo quieres dar y poner en una criatura tan baja y miserable; y pasada esa
ocasión, gustas que sólo haga el enpleo de todas mis potencias en ti, que eres
mi Dios y mi Señor, y que, olvidada de mí, mire cómo tú, Señor, gustas de
levantarmee a un ser divino y sobrenatural, a que yo esté contigo y tú
conmigo, a que tú seas mi bien y yo tu entretenimiento y regocijo. Sea mucho de
enhorabuena; hágase, Señor, lo que vos quisiéredes, que de eso gusto yo, pues
vuestro querer es mi mayor bien.
4. Y
para esto, Dios mío, quisistes que yo conociese con alguna certidumbre -la que
vos sois servido y con el modo que a vos os agrada- que os tengo presente y
estáis conmigo para que así más os ame, os quiera, os reverencie y estime, esté
más alegre y contenta y piense que, siendo sposa de quien soy, no tengo de dar
lugar a bajar los ojos, a mirar bajezas, miserias. Todo ha de ser ya grande y
poderoso: grande lo que amare y quisiere, poderoso con quien tratare; pues vos
fuistes servido soplase viento tan dichoso que, llevándose las nubes, dejase el
cielo tan sereno que goce yo de su claridad y hermosura, que es la que fecunda
esta vuestra alma para que así os pueda yo decir que bajéis a vuestro jardín y
cojáis dél lo que fueredes servido. Porque si tantos bienes vuestros son
míosf, razón es que nada sea mío que no sea vuestro, de suerte que, si
no me engaña el pensamiento, siempre diré yo: ya no soy yo, ya no soy mía, nada
hay en mí, nada quiero, nada tengo porque yo soy nada mío, pues toda yo soy
tuya. Dios mío y bien mío, seas mill veces glorificado y bendito, que no sé qué
decirte por tan singular mercedg como haces a quien tú quieres
descubrirte y tratarla sin rebozo mostrando que tú eres.
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5. Porque, como eres fiel amigo y poderoso
Señor, cuando el alma queda certificada que eres tú, también lo está y queda de
que nada le puede faltar ni suceder adverso, sino que contigo le vengan bienes
imaginables [sic]. Sea mucho de enhorabuena, hágase como vos queréis. Y quered muchas veces de esa manera, que,
como yo soy criatura flaca, de todo ese ánimo tiene necesidad mi miseria: que
esté certificada de tan buen arrimo para que [43r] no tema. Eliseo, que sabía
que estábades con él, ánimo tenía cuando lo cercó el rey [de Aram] pero su
criado, que no sabía, estabah lleno de congojas y aflicciones hasta que
vos, Señor, le abristes los ojos y mostrastes tantos millares de ángeles que lo
guardaban y cercaban5. Bien es, Señor, que el alma de en cuando en
cuando con los ojos del entendimiento os vea, en la forma que aquí puede, para
que esté consolada y tenga fuerte y valeroso ánimo para los contrastes que se
le ofrecieren. Bien sabéis vos, Señor, la cobardía del hombre y la
osadía que tiene cuando siente vuestra ayuda. Venga, Señor, ésa y haced sabidor
de ella, para que ninguna guerra tema, a todo acometa y en vos y con vos de
todo aguarde su victoria.
6. De este conocimiento que Dios es
servido de dar a un alma de que él está cerca, le nace una confianza
grandíssima, unos crecimientos en la esperanza que cada día espera y aguarda
cosas nuevas. Llano es que, si el rey entrase por vuestras puertas, quien de lejos
esperaba ya speraría de cerca y muy mayores cosas que antes imaginábades. Es certíssimo que esta tal alma que ya
siente a Dios nada puede imaginar que no espere porque, si se le dio el mismo
Dios, ¿qué se puede prometer que no se lo haga cierto el entriego del mayor
bien que posee? Así en este conocimiento todo se le irá en pensar y aguardar
cuándo ha de ver y gozar en la otra vida a este buen Dios, cuándo se ha de ver
en conpañía de los ángeles, cuándo con sus hermanos y compañeros los
bienaventurados, cuándo ha de romper esos aires, pasar esos cielos, cuándo ha
de pisar estrellas y verse con Dios. Por cierto, alma dichosa, bien piensas,
bien speras y bien aguardas, porque quien se dio a sí propio ¿no dará cuanto
tiene para que sea tuyo, y por tuyo lo aguardes y esperes? Y así tus esperanzas
en esta ocasión queden más vivas, más propias, más ciertas, pues son speranzas
de cosas que las consideras por propias, pues son bienes y hacienda del que
tienes y posees por propio y tuyo.
7. Aunque es verdad que la certidumbre
disminuye la fee -digo la que se tiene por vista y claridad respecto de ser la
fee de cosas no vistas-, pero, en la ocasión que vamos tratando, Dios es tan
sagaz y discreto tratante que hemos de entender hace la merced de suerte que,
aunque no es defecto en tal caso disminuirse la fee sino merced soberana que se
recibe, pero con todo eso, ya que acerca de alguna cosa particular se disminuya
por la vista y claridad con que Dios la muestra, [43v]
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pero para
todo lo demás la deja fortificada; y en ella esta alma se refocila, alegra y
entretiene. Y no descubriéndole Dios más que alguna cosa limitada acerca de su
presencia, ella estái en todo lo demás prometiéndose verdad y
certidumbre diciendo: ¡Oh qué bueno es creer! ¡Oh Señor mío, y qué
bueno es fiarse de ti! Ya me enpiezas aun en esta vida a mostrar o dar prendas
o conjeturas de las verdades que profeso y creo. ¡Oh qué contento tendrá ya mi entendimiento con estas prendas!
Cada día de hoy en adelante será más digno de reprehensión en sus dudas,
dificultades, temores o miedos, como lo fueron los dos discípulos que tú,
Señor, encontraste camino de Emaús, que habiendo visto en ti tantos milagros y
maravillas, estaban tardos para creer lo que no habíen visto como era tu
sanctíssima resurrección6. Porque, si tú les habías dado prendas de
tanta verdad en las cosas que con ellos habías tratado, razón era y obligados
estaban en ley de buena crianza a poner ellos algo de su parte para lo que
faltaba por obrarj de los misterios que les habíades dicho.
8. Así
pues, el alma a quien Dios con alguna vislumbre certificó y mostró algunos de
los misterios que cree, demás de las primeras obligaciones que tenía para
creer, se ve cercada de otras muchas que saca de las prendas que recibe en la
ocasión presente, quedando con un inmenso gozo por ver que hace a Dios aquel
servicio de darle su entendimiento hecho sclavo para que crea y tenga con
firmeza todo lo que le dijeren de parte de este gran Dios. Desea (esto sin
duda) haber tenido otros millares de años de vida para antes haber enpezado a
hacer aquel serviciok a su Dios. Quisiera vivir inmensos siglos para
siempre creer. Quisiera tener tantos entendimientos como Dios hizol
criaturas para con todos captivos sujetarlos a estos benditos pies. Quisiera
que cada uno de estos entendimientos tuvieran toda la grandeza, agudeza,
sutilidad y claridad de todos cuantos entendimientos ha habido en el mundo para
de muy buena gana entregarlos a estas divinas y soberanas tinieblas de la fee,
pues en ellas y con ellas ve cosas más altas y más grandes que todos los
entendimientos criados pueden imaginar ni entender, y son tinieblas que
prometen más certidumbre que mis ojos pueden ver y mis discursos pueden
inventar.
Consideremos que un hombre es sclavo
y pecherom de otro que jamás vido, a quien cada día paga [44r] tributos
y alcabadas, y que un día se le ofreció venir a la corte donde estaba su señor,
y dél recibió algún regalo o cortesía, en el cual sintió tanto favor y gusto
que de nuevo gusta y da por bien empleado todo lo que ha hecho, trabajado y
pagado; y ofrece de nuevo reconocer el primer vasallaje y los antiguos
tributos, y no le pesa porque son grandes sino que él es poco y su hacienda
menos para acudir como él quisiera. De esta misma suerte el
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entendimiento
paga a Dios su pecho y derechos siendo su tributario y esclavo, creyendo y
obedeciendo en todo aquello que le mandan creer. Si algún día entre muchos que
un alma acude a la oración, recibe el entendimiento algún favor de Dios en que
el mismo Dios se le descubre por manifestación de algunos dones que el alma
recibe, allí es donde el entendimiento da por bien enpleado lo que ha hecho y
pagado, la sujeción y obediencia que ha tenido; pésale porque no es entendimiento
más levantado, porque no tiene más fuerzas para con mayores veras rendirse, que
en fin quien más es más tiene qué dar. Quisiera tener toda la sciencia del
mundo para toda reputarla por ignorancia y sólo tener por sabiduría lo que Dios
a los humildes enseña. Y así digo que en esta merced, que en esta ocasión el
alma recibe, la fe queda fortificada, renovada y con nuevas raíces asida.
9. En esta certidumbre que Dios da a un
alma, o ella por revelación o indicios o conjeturas tiene, nácele otro bien,
que es una nueva codicia y deseo de ser mejor y trabajar más por ver qué
bienn se le logran sus trabajos, qué bien se enplea lo que hace.
Sucédele a un caminante ir por entre unos riscos y peñascos sin descubrir casi
tierra ni poblado. Acertó a subir a un monte de donde descubrió unos llanos
que, aunque largos y distantes, al fin de ellos ve el pueblo do camina.
Regucijóse y alegróse, avivó el paso y cobró nuevo brío viendo que su camino va
cierto y derecho.
Yo
confieso que, mientras vivimos, en tinieblas andamos metidos por entre riscos y
peñascos de mortificaciones y penitencias. Si algún día, por alguna singular
merced, Dios es servido que, subido a lo alto de la contemplación, descubra el
hombre aunque lejos algo de quién es Dios, viendo que sus caminos no van
torcidos sino derechos a aquello de que le han dado algunas vislumbres, [44v]
se alegra y regucija dando por bien enpleados los pasos y tierra que atrás
deja; y cobra nuevo brío para más alargar el paso, desea llegar a otro monte pensando
que dende allí ha de tornar a ver más cerca lo que antes de lejos le mostraron.
Lo propio tiene la
voluntad, que estando atendiendo a lo que el entendimiento le descubre, al paso
que él fuere descubriendo tierra a ese propio paso caminará ella. Y la memoria,
refrescada con un bien presente, dispiértanla para que se acuerde y traiga
delante los pasados. ¿Qué hombre hay tan olvidadizo que, si de nuevo recibís
una merced, esa propia no dispierte las demás? Porque, si es verdad que un mal
dispierta a otros y renueva los pasados, ¿por qué los beneficios presentes no
renovarán los que antes recebistes?; y aun quedarán calificados tiniendo nuevas
prendas de la grandeza del señor que os hizo la merced. Y así por todas partes
hallo mill bienes en un alma a quien Dios, por particular merced, quiere
regalar dándoleo algunas prendas de que camina bien y que su espíritu
no está engañado, sino que es Dios el que lo aficiona y lleva por aquellos
pasos y caminos.
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10. No
querría dejar nada dudoso. Digo que esta certidumbre la puede tener de muchas
maneras: una por revelación, como ya se ha visto muchas veces haber descubierto
Dios a algunas almas la pureza con que le sirven; otras veces por tercera
persona (y hemos de suponer en todas estas cosas verdad). Así se dice que la
gloriosa sancta Catherina conocía muchas personas que estaban en gracia de
Dios7. Y yo no dudo sino que, si esta sancta viniera a mí y me dijera
que bien iba en las ocupaciones que tenía, y que me alegrase que Dios se contentaba
con mis trabajos y melancolías, que me diera gran contento y me dispusiera a
hacer todo lo que dejo dicho del alma a quien Dios por alguna vía le certifica
el camino derecho que lleva. Otras veces esta certidumbre le puede venir de
alguno de los conocimientos sobrenaturales que en los capítulos pasados dejamos
dicho; otras veces de algunas conjeturas particulares y efectos del Espíritu
Sancto: de una paz interior, un sosiego y tranquilidad grandíssimo, de la
igualdad de ánimo, del perdonar injurias, del llevar y sufrir trabajos, de una
alegría de corazón y seguridad de la conciencia. [45r] Millares de conjeturas
hay que en el hombre causan unos sanctos y divinos pensamientos en entender que
Dios por su misericordia se debe de agradar de que le sirve y de que gusta que
vaya por aquel camino. Otros indicios puede tener de ver que en todo desea
acertar, que según sus fuerzas hace lo que le aconsejan y sus fuerzas alcanzan,
y que teme a Dios y no querría ofenderle por mill mundos.
Por
todas estas vías le puede a un alma nacer alguna certeza de que camina bien.
Aunque aquí yo no he tenido intento de tratar sino del spíritu singular y
extraordinario, a quien por alguna vía sobrenatural Dios le descubre la
certidumbre de su buen espíritu, en esta tal persona no hay dudar sino que esta
certidumbre engendrará en ella y producirá los bienes arriba dichos y otros
muchos más.
11. Y
adviértase esta palabra: certidumbre. Que nadie puede hacer cierta a un alma de que
está en gracia de Dios sino el mismo Dios8. Y tampoco ha sido mi
intento tratar de esa certidumbre, que aun es más dificultosa de tener y menos
veces la que Dios la descubre y revela. Y lo más ordinario es entender que
ap muy pocos lo revela Dios, dejándonos siempre en duda según lo que dice
el glorioso san Juan: Si dicxerimus quod peccatum non habemus, ipsi nos
seducimus, et veritas in nobis non est9.
De la
certidumbre más en común que he hablado es de la verdad del spíritu, y este
nombre de spíritu verdadero es nombre común y superior a los que están en
gracia y a los que no lo están, pues puede
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haber muchos que tengan spíritu verdadero de profecía y
de otros conocimientos y no lo estén; y el spíritu de declarar la Scritura, de
predicar, etc. Y puede uno
tener buen spíritu y asegurarle de él, y no asegurarle si está o no está en
gracia de Dios. Como le sucedió a sancta Angela de Fulgino, que sintiéndose un
día con un gozo particular, le descubrió Dios que él era el que aquello causaba
y hacía porque le estaba presente. Respondió ella: Luego, Señor, si vos estáis
aquí y me aconpañáis, en gracia vuestra estoy. Respondióle Cristo: Eso no te digo yo10. De donde saco cuán
pocas veces debe Dios de hacer esto. Y así digo que esta certidumbre de quien
hemos tratado se entiende de dos maneras: una del spíritu y otra de la gracia.
Y a quien Dios, por alguna singular merced, [45v] le descubre lo uno y lo otro,
será causa de que consiga los bienes dichos con grandes ventajas.
12. También
digo que, a quien Dios descubriere la verdad de su spíritu, se puede tener muy
por consolado de que, si no ha llegado, está cerca. Y para esto quiero que
notemos que la gracia se puede considerar de dos maneras: o en cuanto fin a
quien caminamos, o en cuanto medio. Que una gracia dispone para otra mayor
gracia; y así no hay gracia tan grande que sea fin, que no pueda ser medio para
otra mayor gracia, porque es certíssimo jamás puede el hombre llegar a tan alto
grado de perfección y amistad de Dios que no pueda pasar de allí; y así siempre
el hombre se está en el camino con nuevas pretensiones para más altos fines. Y
el no descubrir Dios a un alma algunas veces estar en gracia suya es porque no
entienda que ya llegó, que por mucha gracia que tenga, por mucho que haya
alcanzado, es más lo que le falta que lo que tiene, más lo que Dios le quiere
dar de lo que le ha dado, más lo que ha de hacer de lo que ha hecho.
Descubrirle Dios que camina bien, que su spíritu es verdadero, es singular
merced y indicios muy probables que está en gracia suya, porque la gracia
también es camino y medio y Cristo, que se llamó verdad y vida, se llamó
también vía11, camino y medio para esa vida. Y como en otro lugar dice:
"Nadie va al Padre sino por mí"12. Luego si Dios descubriese
a un alma que camina bien y que su espíritu es bueno y por otra parte le
encubriese que estaba en gracia suya, debía estar muy alegre por ver que estaba
en el camino para la gracia y sin gracia no puede estar en ese camino; y si es
para una gracia grande, ha de ser también con gracia grande.
13. ¡Oh
buen Dios mío, y cuánta es tu misericordia para con el hombre! que, enderezando
todas las cosas a su mayor bien, cuando de descubrirle la verdad de su camino
se le siguen provechos, lo haces ya por ti ya por terceras personas que, como
maestros y guías, tienes puesto en tu Iglesia, ya por conjeturas y indicios;
cuando por su mayor bien y aprovechamiento conviene encubrírselo, lo encubres. De donde debe
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estar siempre el hombre muy alegre en cualquier estado que
Dios lo tuviere puesto; y no afligirse demasiado si se viere lleno de tinieblas
e ignorancias cuando camina, que como los caminos no siempre se han de una
manera, unas veces entrará por [46r] espesuras que a sí no se vea, otras por
entresierras que nada divise, y otras descubrirá llanos en que vea pasó mucha
tierra. Y así, con
lo uno y con lo otro, debe estar contento. Si no supiera dónde está y dónde
anda, dase priesa, como el caminante que teme la noche y no sabe dónde se halla
y cuán lejos está de do camina. Si sabe su estado y que va bien, con gusto y
gana accelera el paso para llegar antes y alcanzar presto lo que pretende y
pasar de la raya y aventajarse en el premio.
14. Alégrese
el hombre, que si quiere abrir los ojos para caminar a Dios, en cualquier
estado que estuviereq se hallará en camino derecho para altíssimos
fines si él quiere enderezar su viaje. Pongamos un exemplo. Hállase un hombre en
esta corte; muchas puertas tiene y muchos caminos salen de ella. Puede un hombre salir y enderezar su
camino para cualquier parte del mundo: si quiere ir al Andalucía, a Castilla la
Vieja y a Francia y a Ingalaterra, en el mismo Madrid hallará puerta que allá
le lleve. Y así veremos que hay una puerta que se llama de Toledo, porque sale
para allá; y otra de Guadalajara y Segovia, porque nos lleva a esos pueblos. De
esa misma suerte, hermano mío, en cualquier parte que te hallares y en
cualquier estado que estuvieres, hallarás puerta y salida para donde te
determinares a caminar. Pongámoste en peccado mortal y enemistad de Dios, que
es el estado más desastrado que se puede imaginar; en ese propio peccado
hallarás una puerta ancha para el infierno y un camino para otra mayor
perdición; si quieres caminar al cielo y a la gracia, en ese propio peccado hallarás
otra puerta que Dios te está abriendo con su divina gracia preveniente y
suscitante, con que te dispierta y ofrece la mano para te ayudar y que salgas
de él13. Y así como en Madrid hay puerta que se llama de Toledo sin
estar en Toledo, de esa misma suerte en el peccado pone Dios un no sé qué que,
sin ser gracia, es puerta para la gracia, porque ¿qué otra cosa es aquella
tristeza, melancolía y desabrimientos que deja, aquellos remordimientos de la
conciencia, aquellos movimientos, etc.? No es la gracia habitual, pero es una
gracia que te dispierta y llama.
Luego bien concluyo
que, si quieres, si tienes deseo de Dios, de enmendar la vida pasada y
aprovechar [46v] la por venir, que, en cualquier estado que vieres en ti esta
gana, estés muy alegre porque estás ya en el camino. Si eres mercader y hombre
que has engañado a muchos, y te sintieres con inpulsos divinos y gana de
corresponder a esa gracia, está alegre, que aunque te consideres lejos de Dios,
por
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la puerta sales que camina para Dios. Si le ofendiste
en culpas graves y te pesa de le haber ofendido, ya estás en el camino,
consuélate que ese camino no es otra cosa sino la gracia del mismo Dios.
15. Según esto, no hay que afligirse nadie de
que no conoce su estado y camino, que es señal, si estos temores son
desordenados, debe de estar lejos. No quiero yo contradecir lo que ahora acabo
de scribir, sino digo que en realidad de verdad hay tiempos y caminos tan
arduos y dificultosos por donde Dios lleva a un alma, que lo extraordinario que
estas tales almas hallan en estos caminos eso propio las tiene con penas
inmensas y con cuidados inquietos que las perturban, porque, como en aquel
camino sienten que son llevadas, temen no sea de algún spíritu engañoso y
falso; y como las llevan más que de paso, temen no sea caballo brioso que las
derribe. Desean estar en este estado sentadas y puestas de suerte que no caigan
o den con ellas en algún despeñadero siendo guiadas de mal spíritu.
16. Estas almas de quien yo voy tratando son
unos spíritus en quien Dios parece tiene puesto su gusto de traerlas llenas de
tinieblas y obscuridad: por una parte, cargadas de deseos y de obras y, por
otras, de incertidumbre. Trato de unas almas débiles, flacas, que sus temores
las tienen aterradas, afligidas, melancólicas, tristes, que no se les levanta
el corazón por tenerle caído cada día con nuevos temores que en ellas crecen.
Estas tales almas son de las que yo digo que les inporta saber o entender -que
Dios les diga o los hombres les aconsejen- que caminan bien, que su espíritu es
bueno. Y han llegado algunas veces a tal estado que se consolarían en saber si
el spíritu que tienen les procede de indispusición o desorden en su cabeza o
persona, o que caminan mal, por sólo enmendar el avieso y tornar a echar por
otro camino. A estas tales almas es bien que el que de ellas supiere, les hable
con verdad y claridad por el gran provecho que en ellas con eso se hace. Etc.
[47r] Jhs. Mª
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