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CAPITULO
18a - De otros enredos y marañas con que el demonio suele scurecer la
vida del justo para que su exemplo y virtud no aproveche
1. Cuando
Dios quiere hacer a un alma templo escogido para habitar en ella y, como en
sagrario, depositar una vida más angélica que humana, es certíssimo que, como
los dones son extraordinarios y sobrenaturales, es necesario que la disposición
y labor sea sobrenatural y extraordinaria. En esto tengo que ir algo atentando,
y temo no errar. Será Dios servido por quien él es me dé luz para que pueda
decir este modo de disposición con que Dios ordena a una persona para los fines
que él es servido. ¡Oh Señor!, seas muchas veces bendito por tu altíssima
sabiduría con que, usando de varios y diferentes modos, dispiertas y facilitas
a un alma para mayores bienes.
2. Y
para esto que ahora quiero decir, hemos de notar que para esta vida
extraordinaria y sobrenatural, en que más de cerca trata Dios con un alma,
dispierta y dispone el cuerpo y el alma, el hombre interior y el hombre
exterior1. Y cada una de estas dos partes la dispone o conpone con dos
maneras de disposiciones: unas secretas y interiores, otras públicas y
exteriores, a quien pienso los artistas llaman prócximas o propincuas y
remotas, las [54v] cuales anteceden a la introducción de la forma. Como para
introducir el fuego en el leño, veremos que hay muchos modos de disposiciones:
una es partir la leña y despedazarla,
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ponerla donde esté enjuta, y esto se suele hacer por
manos de un hombre; otras disposiciones hay ya más prócximas, que son las que
el fuego trai consigo cuando, la leña ya aplicada, el mismo fuego va expeliendo
y echando fuera la humedad y intruduciendo la sequedad, y con esta última va el
fuego uniéndose y encorporándose con el mismo leño. Y aunque es verdadb
que dije que en el hombre habíe dos partes que disponer para levantarlo a vida
más perfecta, que era el cuerpo y el alma, y que cada una destas partes se
disponía con dos maneras de disposiciones -unas interiores y otras exteriores, unas
prócximas y otras remotas-, pero hablando generalmente podremos en este
propósito hablar de una manera del alma y del cuerpo, y decir que a entramos a
dos los trata de una manera en este caso que vamos diciendo, no obstante que
losc medios con que dispone el alma sean más subidos y levantados y que
sean más blandos y de otro jaez según la grandeza o nobleza de esa parte.
3. Pues digo que, para levantar Dios a un
hombre a vida muy perfecta y sobrenatural, lo dispierta y dispone con dos
maneras de medios (abstraigo ahora de llamar a estas disposiciones y medios
gracia): unos son exteriores y remotos, otros son muy prócximos. Digamos de estos prócximos primero, porque
no es mi intento ni hace a nuestro propósito hablar de ésos.
4. Estas
disposiciones prócximas pienso las trai Dios consigo y el mismo Dios cuando
viene a un alma en un grado o estado levantado y sobrenatural: el mismo Dios es
el que eleva y levanta el entendimiento para que de veras esté cual conviene
para conocerlo, y dispierta la voluntad expeliendo y apartando de ella la
frialdad y tibieza enjugándolad del amor de las criaturas ye
calentándola y encendiéndola de suerte que en amor queme y abrase y sea un Dios
encendido en fuego y en charidad; y a la memoria la aviva y recoge a que traiga
presentes todas sus obligaciones. No sé yo ni podré decir cuáles son las
últimas disposiciones blandas, suaves, amorosas que Dios trai consigo cuando
viene a un alma, las cuales no entran [55r] hasta que entra Dios en aquel grado
que él se quiere communicar.
Con este exemplo se verá. Están
aguardando a su majestad en una ciudad. Está todo aparejado para que entre, que
no falta nada al parecer. Y después de todo esto compuesto, entra el rey.
Veréis que con su entrada y venida todas las cosas, que estaban acommodadas
para su entrada, subieron de punto y que ya parecen otra cosa las danzas,
fiestas y colgaduras de lo que antes parecían; pues eso faltaba a esas
disposiciones y aparato: ese último complemento, que nadie se lo pudíe dar sino
la entrada del mismo rey. Es lo que dice la esposa en los Cantares: Dum esset
rex in acubitu suo, nardus mea dedit odorem suum2; cuando estaba mi
esposo y rey en su lecho, el nardo dio su olor. Ahora, esposa
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sancta,
¿este nardo no era una hierba? Sí. Pues ¿qué le hace la presencia del sposo
para oler o no oler? Sí hace, que su presencia dispierta todas las cosas que se
ordenan para su servicio, las realzan y levantan de punto. La esposa aguardaba
a su esposo con hierbas y flores derramadas por la casa, y no habíe reparado en
el olor que tenían hasta que el sposo entró dentro de casa. De esa manera digo
que en el cuerpo y en el alma, por muchas disposiciones que haya Dios puesto
enderezadas a alguna perfeción de vida particular, jamás tienen el ser y punto
que deben tener, ni han llegado las últimas hasta que llega la posesión de
aquel bien para que es levantada la tal alma. Y como estas disposiciones
últimas vienen con el mismo Dios y son tan unas con su presencia, no sabremos
decir de qué manera son.
5. Y
lo propio digo de las últimas disposiciones del cuerpo con que lo ordena y
endereza al bien que ha de tener y poseer el alma, que éstas también vienen con
la misma presencia del don que ha de recebir el alma. Estas disposiciones son
una inadvertencia a todas las cosas de la tierra, un olvido a las cosas de
honra y de propio interés, una atención a las cosas de adentro, un rendimiento
y sujeción particular al hombre interior. Estas dispusiciones, por muy
adquiridas que estén, tanpoco tienen su punto hasta que el bien y don
sobrenatural se recibef en el grado en que Dios pretende mejorar un
alma.
6. De
las segundas disposiciones o, por mejor decir, de las primeras hemos de tratar,
de que tenemos necesidad para nuestro propósito, que son las remotas y menos
propincuas, las [55v] cuales envía Dios dende afuera y antes de llegar. Las
cuales obra Dios y hace por manos ajenas, ya de hombres ya de demonios: de
hombres persiguiendo, afligiendo, afrentando, injuriando, maltratando y mortificando;
por manos de los demonios atormentando y molestando y como ahogando, estrujando
o exprimiendo el cuerpo y alma de la persona para quien trai licencia. Esto es
como denantes decíamos del que acommoda la leña: la parte y despedaza para que
mejor se pueda aplicar al fuego. Así Dios, por manos de los hombres y de los
demonios, despedaza, cansa y aflige a un hombre y lo pone como más conviene
para conseguir sus intentos; pues, dando Dios licencia en esta ocasión para que
el demonio ayude a esta obra, que esto hemos de presuponer como un principio
cierto y verdadero -que pienso entre siervos de Dios y gente que trata de estas
cosas no tiene necesidad de probación-, porque se ha visto y por conjeturas muy
ciertas experimentado que el mismo demonio llega a poner manos y atormentar las
personas que están cerca de algún bien singular. Y yo he visto alguna o algunas
personas en dolores corporales, interiores y exteriores, tan vecxadas,
oprimidas, doloridas y maltratadas que pienso era inposible dejar de ser el
demonio, y provocarlas a hacer cosas y dar gritos que era inposible un hombre
en su vida natural y ordinaria hiciera aquello, de donde se entiende certíssimo
es el demonio, a quien Dios dio licencia quebrase y aparejase la leña para
aplicarla y
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ponerla
cerca del mismo Dios, que era el que en ella se habíe de introducir como fuego
divino.
7. Pues,
supuestog que estas disposiciones primeras, que Dios obrah en
estas tales personas para levantarlas a vida extraordinaria, las obra por medio
de los hombres y de los demonios, al propósito que vamos tratando de los
engaños y trampantojos que pretende hacer obscureciendo esta vida sobrenatural,
tiene más lugar en esta ocasión. De suerte que, siendo las tales personas
perseguidas, mortificadas y atormentadas para estos altíssimos fines, procura
con particular astucia y sagacidad obrar estas cosas, de suerte que en ellas
los tales pacientes parezcan malhechores, peccadores y gente perdida y desaprovechada.
Y, si no, díganme, ¿quién de la
gente ordinaria, que destas cosas no sabe, juzgaría bien si viesen a un hombre
hacer visajes [56r] o dar gritos, y le dijesen que el demonio era el que
aquello causaba? Yo vi en Roma una mujer, gran sierva de Dios, de quien me
dijeron que seis años habían estado apoderados de ella seis demonios con tal
furia y desorden que era necesario tenerla atada porque sei mordía los
brazos y hacía cosas particulares. ¿Quién habíe de juzgar de esto bien y
entender que Dios tenía encerrado en estos trabajos gran perfección de vida
para esta persona? Pues después de estos seis años de tormentos la vi con tal
perfección de vida que, espantado cómo mujer flaca pudiese haber alcanzado tal
fortalezaj -porque lo más del día lo pasaba de rodillas en grandíssima
oración y hacía penitencias muy extraordinarias-, me dijeron lo había adquirido
y se había dispuestok a ello con aquellos tormentos y penas que le
habían causado los demonios. Pues en estas ocasiones es donde ellos procuran
cegar, no sean otros fines más de los presentes en estas tales personas, para
que con esta disgregación no se repare en los mejoros de vida que después
tuvieren.
Consideremos
que un grande envía a un mayordomo suyo a que lo aposente en unl
camino. Llegado a la casa donde ha de aposentar a su amo, es tal la gritería
que mete, el ruido que hace, el señorío que muestra que piensan los de la
vecindad que el grande que viene y quien se ha de aposentar es él, de suerte
que con el ruido primero no se advierte ni repara en el bien postrero que se
tiene en la venida del señor verdadero. Los demonios tiénelos Dios por criados
y de ellos se sirve para lo que él es servido. Muchas veces los envía delante a
aparejar casa y lugar dispuniendo en la forma que queda dicho. Y ellos, como
malos e inicos criados e infieles mayordomos, es tanta la gritería que meten
atormentando y afligiendo a la persona que con esos medios pretende Dios
disponer, que los que miran entienden el dueño principal de aquella obra es el
mismo demonio, y él es el que se aposenta y el que viene a vivir; de suerte que
con este mal crédito pretende escurecer el que, después de esas tormentas, se
ha de granjear con el mejoro de vida que las tales personas han de tener.
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8. Quiero que se note otro peligro que
puede haber particular [56v] causado de los engaños y astucias de este demonio
para escurecer la perfección de la vida de estas tales personas. Y por un
exemplo que primero quiero poner se verá bien claro. Suelen los señores cuando
van camino llevar consigo un alguacil para que los hospede, como ahora decíamos
de este mal mayordomo. El cual alguacil, después de haber hospedado a la tal
persona, se queda él también en casa, digo allá en el zaguán o caballerizasm:
que esté allí para lo que se ofreciere no por dueño ni principal sino por
criado, que podría ser alguienn de la gente de casa deshora levantarse,
inquietarse o perturbar el sueño y la quietud al que ya queda hospedado; y para
estas tales ocasiones es bien se quede el alguacil a la puerta de casa para
castigar a quien se desmandare. Este alguacil, siendo bajo y de baja suerte,
ahí donde está procura en lo que es de su parte, no obstante que lo tienen allí
puesto para buenos fines, procurar hacer cohechos, inducir a malos tratos: esto
sin orden del señor de casa, que sólo lo tiene allí para bien del dueño de la
casa y del que está hospedado en ella. Los que poco saben, si viesen el mal
trato del alguacil que está a la puerta, los cohechos que hace o pretende
hacer, es certíssimo juzgaríen mal del señor que en la casa estaba hospedado; y
seríen causa los desacatoso del alguacil para pensar y juzgar mal.
¡Oh buen
Dios, mill veces seas glorificado!, y cómo muchas veces en la vida espiritual
pasa esto. Que tú, Señor, cuando vienes a un alma, trais contigo un alguacil,
que es alguno de estos demonios de que vamos tratando, que en la forma dicha
disponga y acommode la casa. Después de tú, Señor, dentro en ella y hospedado y
levantado a quien tú quieres a vida más perfecta, sueles muchas veces dejar ese
alguacil cerca de casa, ese demonio, que pene, aflija, mortifique y vele no
haya algún ruido o desacato de alguna de nuestras pasiones que perturben el
sueño de este gran Señor sinp que haya alguacil que castigue cerca de
casa. Y así veremos que muchas personas muy siervas de Dios apenas han hecho la
falta cuando ya parece tienen un demonio que las esté castigando y
atormentando. Algo desto significaba aquel demonio que le dejó Dios a san
Pablo, que le [57r] abofetease, como él propio confiesa: Ne magnitudo
revelacionum extolat me, datus est michi estimulus carnisq meae,
angelus satanae, qui me colaficet3; porque con la consideración de las
revelaciones altíssimas no me levante, me dejó Dios un alguacil y ángel de
satanás, que me humille, que me rinda y tenga con sus golpes y bofetones
sujeto, de suerte que no me pueda levantar a mayores contra la persona
principal que en mi alma está hospedada, que es de nuestro gran Dios.
Ahora
pues, siendo esto así, que es muy ordinario a los que Dios levanta a vida
perfectíssima dejarles cerca el alguacil que en casos de necesidad prienda y
sujete, como quiera que estos alguaciles son demonios,
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gente vil e infame, no pueden dondequiera que están
dejar de hacer de las suyas r. Y tiniéndolos allí Dios para este fin
particular, ellos, como malos alguaciles, que fueron [a] hacer (digamos)
ejecución justa por mandado de la justicia, pretendieron hacer cohechos y
hurtos, de suerte que por ahí se venga a infamar la justicia que los envió.
Estando, pues, estos demonios cerca de estas personas justas para estos altos y
particulares fines, ahí procuran inducir y provocar a mal de suerte que,
viéndose la persona algo apretada con la tal sugestión o tentación, se viene a
deslumbrar de la grandeza, justicia y rectitud de la persona que vive en casa y
puso el alguacil a la puerta, y a desconocer su propia vida, a desconsolarse y
afligirse, a caminar con miedos y temores entendiendo no es cierto y verdadero
el camino que lleva.
9. Hablemos más claro. ¡Cuántas veces a
una de estas almas que vamos tratando las pone en tan grandes aprietos con
sugestiones, alteraciones, pensamientos e imaginaciones que, tiniéndolos Dios
en vida solitaria y apartada, los ha hecho titubear para dejarla y volver
atrás! Debe de haber un año que, habiendo tomado nuestro sancto hábito un
mancebo, a cabo de unos pocos días vino a mí y me dijo que le diese sus
vestidos, que él no podía llevar aquesta vida. Y preguntándole la causa, dijo
que, después que habíe tomado el hábito, no se podía valer de tentaciones de
carne. Respondíle yo: pues, hermano, si en la religión con tres disciplinas
cada semana, mal comer y mal dormir no os podéis valer, etc., ¿cómo os habéis
[57v] de poder valer en el siglo, donde viviréis con regalo y libertad? Bien se deja entender lo tenía el demonio
ciego y que aquellas tentaciones no eran para dejarle caer Dios en ellas, sino
las procuraba el demonio para obscurecerle la verdad y certidumbre del camino
que llevaba, y darle a entender no era Dios el que dentro estaba pues fuera
consentía o permitía tanta violencia. Aunque si él considerara que, si él no
quería, por mucho que apretasen los cordeles no quebraríe la soga por parte de
Dios, y que todo aquello era gritería y alboroto del alguacil que Dios trai
consigo para que pruebe, mortifique y pene y desta maneras el hombre,
que por de fuera es vecxado, por de dentro esté más dispuesto para las mercedes
que Dios le pretende hacer en el alma.
10. No
hay dudar, mis hermanos (para que con esto dejemos acabado nuestro capítulo),
que estas penas exteriores o interiores causadas de los demonios son de grande
consideración para grandes bienes nuestros, que seríe nunca acabar el decirlos.
Pues, después de esos tormentos y trabajos, queda un alma más fácil y ágil en
las cosas levantadas, habiéndose Dios con ella en esto como el cazador que
tiene atado con pigüelas al gavilán y halcón para que después a su tiempo
camine y vuele tras la caza con mayor ligereza. Y de los que danzan
delante de los reyes me dicen, para que en aquel tiempo estén más ligeros, que
algunos días antes echan y ponen plomo en los zapatos; y después, cuando lo
quitan, saltan, bailan yt danzan con particular ligereza. Cierta
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persona
devota me contó que una temporada bien larga anduvo tan pesado y atormentado
que le parece traía sobre sí una torre, y que le parece no era peso de esto
material, sino un peso que pesabau con mayor gravedad sin comparación
que estas cosas de acá; y que por muchos días anduvo afligidíssimo sin saber ni
entender qué podía ser, porque él no tenía cosa que le diese pena ni
pensamiento que le afligiese. Dice que una noche, echándose en su cama con
algún recogimiento, vido que le quitaban y desnudaban una camisa que, aunque le
parecía de plomo, pesaba sin comparación más que el plomo; y que, cuando [58r]
se la quitaban, quedaba tan liviano y descansado que le parecía era tan fácil
levantarse en alto que un solo soplov le levantara del suelo. Y que
luego se la tornaron a vestir y poner, entendiendo que aquellas eran trazas de
Dios para disponer lo material del cuerpo para las cosas spirituales y que su
gravedad de allí adelante no fuese estorbo al alma, sino que, si fuese
necesario, el cuerpo estuviese dispuesto con aquellos medios para acompañar al
spíritu en cualquier oración o elevación que se le ofreciese. Porque, si es
verdad -como dice el sabio- que "el cuerpo que se corrompe agrava y apesa
el alma"4, si Dios por particular misericordia, dejándolo sujeto a
corrupción, le quitase gran parte de esta gravedad y peso, gran bien sería para
el alma.
11. Pues
digo que estos pesos y pesadumbres, cargas y gravedades con que Dios agrava a
este hombre exterior para másw facilitarlo, es muy ordinario hacerlo
Dios por los demonios, los cuales -como tengo dicho- ya que no de golpe de
recudida, en lo que es de su parte procuran escurecer estos altos fines que con
ellos pretende en un alma, para que con esa obscuridad y tinieblas ella misma y
la que de ella juzgarex, no juzgando bien, no se aprovechen de su vida
pura y buen exemplo.
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