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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • EL CONOCIMIENTO INTERIOR SOBRENATURAL
      • CAPITULO 21 - Cómo de lo dicho en los capítulos atrás se colige ser dificultoso conocer una vida extraordinaria, y algunas otras causas por qué Dios la scurece. Y cómo el hombre no se debe determinar sin particular sciencia y espíritu que para ello tenga a sentenciar las tales almas
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            CAPITULO 21 - Cómo de lo dicho en los capítulos atrás se colige ser dificultoso conocer una vida extraordinaria, y algunas otras causas por qué Dios la scurece. Y cómo el hombre noa se debe determinar sin particular sciencia y espíritu que para ello tenga a sentenciar las tales almas

 

            1.         Quien con atención leyere todos los capítulos pasados no será necesario decirle ahora de nuevo que es dificultoso juzgar la verdad de un spíritu y que es menester mucho para sentenciarlo y darlo por no bueno. Porque, si el conocimiento extraordinario y sobrenatural que tiene y posee en su perfección de vida por tantas partes es dificultoso -como queda dicho-, y esto en bien y provecho de la misma personab, de suerte que son millares de cosas las que lo vuelven y hacen inciertoc y causad de temer por una y otra parte a la misma persona que lo tiene, ¿cómo podrá juzgar de estos colores quien estuviere ciego en cosas tocantes a esta materia y lejos de esa propia vida?

 

            2.         Si el hombre, a quien Dios hizo esta merced de darle esta vida extraordinaria (porque así convino a su altíssima sabiduría), la tapó y encubrió como thesoro scondido y como rosa entre millares de espinas, ya tapándola y dissimulándola entre las faltas y defectos de la naturaleza, los cuales a la gente común hace disgregar pareciéndoles es Dios obligado a andar al uso del mundo, que sólo pone los ojos en los bien entallados, discretose, prudentes y bien nacidos, bien se debe temer el juzgar por esta parte. Si otras vecesf tapa Dios esta vida permitiendo algunas culpas -porque así conviene para más humillar a quien la posee-, cosas bien contrarias a la vida extraordinaria y poco conocido este modo de los scrupulosos y de los que poco saben de la infinita misericordia y sabiduría de Dios; si es verdad que otras veces se escurece la perfección


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de esta vida con otros defectos propios [64r] particulares, que Dios dejó en la persona por acabar de vencer por enemigos y zorrillas que la ejercitasen en la paciencia y tuviesen en vela para que no se descuidaseg, como son: muy flemático, algo colérico, poco sufrido, triste o melancólico, algo singular, los cuales defectos, aunque toscos y como de sayal, tapan y encubren el arca del testamento y perfección de vida, que Dios es poderoso de encubrir y poner debajo de esas mortificaciones, bien dificultosa de conocer a quien no sabe tirar la cortina con su discreción y ahondar las cosas; si el demonio por tantas vías y modos tapa, encubre, escurece, deslumbra esta perfección de vida, como en tantos capítulos queda dicho, paréceme debe tener mucho tiento el que hubiere de sentenciar y decir este es bueno o mal spíritu. Procurando [conocer] siempre o por la mayor parte que Dios, que es tan amigo de nuestro bien, sabe guiar las almas por caminos tan scondidos y extraordinarios que aun ellas muchas veces no saben dónde van a dar. Y todo esto es menester para dar marro y hurtar el cuerpo a tantos enemigos como el hombre tiene, pues sabemos que muchas veces es menester guardar el spíritu de la persona que lo tiene y posee, como suelen hacer los amos discretos con el mozo goloso cuando lo envían con algún presente, que no sepa qué es lo que lleva porque no lo menoscabe. Cierto, mis hermanos, que -según lo que hemos dicho- que yo no tendría por spíritu más subido y levantado al spíritu que nosotros llamamos claro y fácil de conocer, que ya sabemos que las cosas de Dios, mientras más remontadas a los juicios de los hombres, son más altas.

 

            3.         Así estos juicios, a quien no le competen de propio officio, no hay sino dejárselos a Dios, que es el que sabe y conoce los corazones de los hombres; y en caso de necesidad, a las personas a quien Dios dio sciencia, conocimiento y discreción de spíritus, o por lo menos a quien estudia de eso y sabe cuál es la piedra verdadera que llaman del toque, donde sin dar golpes ni martilladas se conoce el oro fino. No hay cosa en el mundo que no tenga su modo singular para se conocer su fineza: unas cosas se prueban en el fuego, otras en el aire, en la tierra o en el agua; y las que se prueban en el fuego, unas con un fuego y otras con otro; unas con [64v] una piedra y otras con otra, unas con un aire y otras con otro; y tantas diferencias como hay de aguas tantos crisoles hay para probar virtudes y propiedades de cosas, que seríe nunca acabar referirlas y traerlas en singular. Aunque pienso, para más confundir estos juicios humanos, que siendo unos bajos y de bajo conocimiento, quieren con ellos discernir todos los estados, todas las vidas que los siervos de Dios tienenh.

 

            [65r] Pues, si esto es así, que a cada piedra y a cada criatura le dio Dios virtud y propiedad distinta que descubre la que tienen las otras criaturas, ¿por qué, siendo el hombre uno, tosco y de tierra, y quizá sin ninguna virtud, ha de querer con su entendimiento tocar tantas diferencias de vidas, de spíritus, de grados de perfección como


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se hallan en los justos y en las almas que quiere Dios para sí muy a solas, y con solo su toque sentenciar y decir: éste no es buen spíritu y éste es buen spíritu? Bien sabemos que Dios dio a Adán plenitud de sciencia y celestial sabiduría para poner nombres a las cosas1, porque los nombres eran los que calificaban y descubrían el ser que cada uno tenía. Pues si para llamar al hombre hombre es necesario saber que fue hecho de tierra, y para llamar a la mujer mujer es necesario saber que es la que regala y acaricia al varón, y para llamar al león león, etc., es menester sciencia divina, penetración de conocimiento acerca de las cosas naturales -y esto nadie lo pudo hacer como Adán por haberle Dios dado la sciencia que para eso tuvo necesidad-, ¿cómo quiere el hombre conocer y saber con facilidad lo escondido de la vida sobrenatural en lo scondido del hombre, sin sciencia, sin prudencia ni discreción particular? ¡Oh qué bueno es no juzgar de vidas ajenas, dejarlas para Dios y para quien de eso sabe!

 

            4.         Y, si no, díganme por charidad, ¿cuántos males hay en el mundo y cuánta perdición en la Iglesia de Dios por haber dado spíritus malos por buenos y buenos por malos? ¿De dónde tanta perdición en tantos reinos estraños (que seríe nunca acabar contarlo ni tratar de ellos en singular) sino de haber dado crédito y sentenciado por buena vida y vida heroica y levantada la de un Mahoma, por buen spíritu el de Lutero, Calvino y otros mill herejes, que, [65v] no siguiendo el de Dios sino el de su carne, de su antojo y libertad, dieron y enseñaron al pueblo tantos errores, engaños y miserias que, siendo primero pueblo scogido de Dios, ya son quien persigue a los sanctos y a los que están llenos de spíritu divino, ya son quien puebla los infiernos, persigue a Dios y azota a su Iglesia católica?

 

            5.         ¡Oh mis hermanos, y qué gran cosa es rendirnos a los pies de Dios, humillarnos y pedirle nos enseñe como a humildes, y no pretender saber más de lo que nos conviene saber! No están mis hermanos a mi cuenta sino a la de Dios y a la de sus prelados. Sólo esta alma la puso Dios en mis manos para que de ella buena cuenta y en ella procure conservar buen spíritu y hacerla vaso scogido en que Dios ponga su divina gracia.

 

            6.         ¡Oh cómo me duelo de muchos religiosos y siervos de Dios (que así se llaman)!: que si les tratáis de Dios, os llamarán y ternán por charlatán; si os ven recogido, hipócrita; si os apartáis de las gentes, soberbio; si no habláis, singular; si coméis, glotón; si no coméis, estremado; si dormís, perezoso; si no dormís, loco; si pensativo, melancólico; si no pensáis, ocioso; si limpio, curioso; si puerco, desaliñado; si visitáis, comadrero; si no visitáis, desaprovechado. Deciros han, si estudiastes, por desprecio, el letrado; si no sabéis, el tonto; si juzgáis, el bachiller; si no juzgáis, el ignorante; si aconsejáis, el entremetido; si no aconsejáis, el imprudente; si dais limosna, el desperdiciado; si no la dais, el avariento.


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            ¡Oh buen Dios, y qué común es andar estos juicios entre los hombresi ! y ¡qué errados todos y qué lejos del blanco y de lo que Dios quiere y manda! ¡Cómo trueca y tuerce la malicia humana los medios que pueden ser propios y acommodados para con ellos ser uno sancto y alcanzar vida perfecta! Y, si no, mirémoslos cada uno de por sí, en que el hombre derramó su ponzoña y en ellos sentenciaba al hombre viciosoj y peccador. Pregunto yo, ¿no puede uno tratar de Dios sin ser charlatán? ¿Ser y estar recogido sin ser hipócrita? Pregunto yo, para ser perfecto ¿no ha menester estar uno apartado de las gentes, no hablar y no comer? Pues ¿por qué a estas tres maneras de gentes llamas soberbios, singulares, stremados? Y así podremos juzgar de los demás títulos y nombres que dan a los justos, bien contrarios a lo que ellos merecen y a lo que enseña la sabiduría divina, que enseña a callar o no sentenciar quien no sabe. Etc.

[66r]    Jhs.




a  sobre lín.



b sigue como tach.



c  ms. incieto



d corr. de causas



e  corr.



f  sigue los tach.



g  sigue los quales tach.



h  sigue espacio de medio f. en blanco, con la advertencia nada falta



1 Cf. Gén 2,19.



i   corr. de homques



j  corr. de ocioso






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