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INTRODUCCION
1. Diálogos entre Dios y un alma afligida
-título original- es un texto ubicado en el tomo IV (ff.72r-166r)
inmediatamente después del tratado sobre el conocimiento interior sobrenatural.
Por su forma y contenido, constituye un bloque literario aparte. Abarca 49
capítulos, que el autor dejó sin enumerar. Falta el encabezamiento a varios de
ellos, y lo hemos tenido que inventar nosotros.
San Juan Bautista de la Concepción,
desinteresado como siempre de esquemas preestablecidos, inicialmente no ideó
más que un único diálogo -lo deja entrever el título en singular (f.72r)-; y se
vio obligado, por razones a nosotros desconocidas, a suspenderlo bruscamente
dejando el último periodo truncado (f.131r). Más tarde, abandonando casi un
folio entero en blanco, dio comienzo al diálogo segundo (f.132r); y no se
preocupó de concluir el otro ni de indicar que era el primero. También al
diálogo segundo, comenzado sin especificación de partes, adosó en un segundo
momento diez hojas cosidas, que intituló segunda parte del diálogo en que
Dios...; y dejó más de medio folio intermedio en blanco. Así, pues, el escrito
consta de dos diálogos.
2. Los
interlocutores de este diálogo místico son Cristo y el alma, convertida en su
esposa. Habiendo pactado con su divino Esposo el "dejar gustos y contentos
spirituales por abrazar su cruz" (título del diálogo 1º), el alma se pregunta
en qué medida se cumple ese pacto. El valor y los frutos de la cruz, sobre todo
la interior, frente a los consuelos espirituales; la libertad absoluta de Dios
en cambiar al hombre de un estado subido de contemplación infusa a otro de más
trato con las criaturas; los bienes encerrados en este segundo estado; las
dudas y zozobras del alma por la mutación que experimenta; la aflicción del
espíritu al no saber, ni tener con qué, agradecer a Dios los dones recibidos;
la completa y amorosa resignación a la voluntad divina cual mejor tributo del
hombre a su Señor; la necesidad de la cruz y la pedagogía de Dios al respecto;
la futilidad y transitoriedad de los gustos interiores; el natural apego del
hombre a los gustos espirituales y la dificultad consiguiente para
desembarazarse de ellos: son éstos los puntos más destacables que atraen la
atención del autor.
Una vez conocida la trayectoria
íntima del Santo en los comienzos de la reforma trinitaria1, es fácil
descubrir a través de estas páginas el tejido íntimo de su espíritu. Saben más
a un desahogo del corazón que a un montaje racional en vistas a la platea. El
alma afligida, que pide luz y fuerza a su Señor para cargar con todas las
consecuencias de la cruz abrazada, no es sino el santo reformador, quien,
después de encaminarse con paso decidido por el sendero del servicio a los
hermanos (la reforma), se ve ahora atravesado de indecibles padecimientos
corporales y espirituales, muy lejos de los consuelos de otro tiempo.
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Algunos
capítulos no alcanzan la claridad expositiva de otros escritos; tropezamos
incluso con ciertos pasajes oscuros de difícil interpretación. Puede que ello y la forma dialogal
utilizada obedezcan a una estrategia precisa tendente a ocultar la propia
identidad del místico autor. Es oportuno advertir que, cuando en los Diálogos
se habla de la obra, debe entenderse habitualmente la obra de la reforma, con
lo que se tiene la clave para comprender algunas afirmaciones.
3. Baldomero
Jiménez Duque, para quien el tomo IV "es de lo más interesante",
fijándose en los Diálogos, escribe que el autor "habla muchísimo y con
entrañable fervor sobre la cruz y los sufrimientos. Son páginas calientes de un
alma que vivió crucificada amorosamente con Cristo. Algunas pueden ser
antológicas"2. Añadimos que la obra sorprende por el tratamiento
singular de las cristopatías inherentes al estado de matrimonio espiritual
(coincidente con el "concierto" místico, de que habla el autor).
Notables sobremanera son las páginas consagradas a la increíble experiencia de
la "suspensión de la cruz interior", que marca, al parecer, el summum
de la identificación con Cristo paciente en este mundo. Difícilmente
encontraremos este tipo de descripciones en los clásicos de la literatura mística3.
El hecho de que nuestro escritor no cite a otros místicos, ni a teólogos ni a
santos Padres, es ya un indicio de novedad.
4. Las angustias interiores reflejadas en
el texto sincronizan con la época en que fue redactado. En la margen superior derecha del primer
folio hallamos la siguiente nota autógrafa: "Este tratado se escribió
mientras la visita del padre fray Andrés de Velasco del orden de S.
Francisco". La inspección del P. Velasco, tramada por los adversarios del
Santo con intención de acabar con su obra, se desarrolló durante los meses
marzo-agosto de 1608. Tal prueba, la más dolorosa para el Reformador4,
constituye el trasfondo histórico del escrito. Explica desahogos como el
siguiente:
"Esto, Señor,
parece que me incitaba a pedir muchos trabajos y mortificaciones por tu amor
para tener mucho que te ofrecer, pero confiésome por criatura tan débil y
flaca, que, con la gotilla que hoy has dado, queda mi cortedad tan llena, mis
fuerzas tan atajadas y mi alma tan revertida que no me atrevo a pedirte más por
ahora, sino que recibas estos trabajos que te los doy de buena gana no para que
los quites si no conviene, sino para que des fuerzas para llevarlos, ellos y
los que tras ellos vienen. Que sabiendo yo que tú gustas de ello, gustaré yo y
con mill gustos los abrazaré; y siendo hacecillo de mirra, en ellos te
consideraré yo a ti que eres mi esposo y amado y entenderé que, siendo muchos,
es sarta de perlas y esmalte de finos diamantes. Ea, Padre mío y Dios mío,
ofrézcote de hoy en adelante con grandíssimas veras amar a mis enemigos, y no
cualesquiera, sino aquellos que, de amigos, bienhechores y por quien me he
desentrañado, se han vuelto enemigos; ofrezco de hoy en adelante no darles
ocasión por mi gusto y parecer..." (I, c.22,2).
A falta de la más mínima referencia
geográfica útil en el texto, estimamos como probable que fue compuesto en
Madrid, donde el Santo vivió, en su mayor parte, el drama de la referida visita
canónica.
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5. Existe un compendio manuscrito de los
primeros 166 folios del tomo IV, es decir, de los dos tratados místicos que
publicamos en el presente volumen: El conocimiento interior sobrenatural y
Diálogos entre Dios y un alma afligida. Nos referimos al Directorio manual del
alma, recogido de las obras de N. V. P. Fr. Juan Bautista de la Concepción,
autógrafo de Manuel de Santa Bárbara (+ 1744): Roma, ASC, ms.188, 182 ff. de 20
x 13,4 cm., en letra menuda5.
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