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CAPITULO 1 -
Cuán grande aflicción es para un alma enseñada a padecer verse sin la cruz que
de veras ama. El sentimiento que hace acordándose de los bienes que en
ella tenía
1. ¡Oh buen Dios mío y Señor mío, bien y
consuelo de los hombres y alegría de los ángeles, infinitamente digno de ser
amado! Descúbreme tú, Señor, en qué más te podré amar y servir. ¡Oh qué
ignorantes somos los hombres! ¡Oh qué pocas veces acertamos a agradarte en las
cosas y cómo te debemos agradar! Rigeb tú, Señor, esta alma que quiere
y no sabe; dale luz y muéstrale los caminos ciertos, verdaderos y de más
provecho. No quiero, Señor, cielo, gustos ni sentimientos; sólo, Señor, sepa yo
hacer tu voluntad y conozca en qué está tu más y mayor agrado. ¡Oh Padre de
misericordias, y qué guerra tan fuerte y qué pleito tan reñido veo en mí cuando
te descubres de dos maneras: con regalos los brazos abiertos y con trabajos el
rostro abscondido! Deseoso de nuestro bien, bien te descubres en esa ocasión
cuál es tu mayor voluntad, que es nuestro mayor provecho; y como a la mira de
esas dos cosas sólo se pone el amor verdadero, jamás se engaña el alma en el
scoger, quiriéndote, Señor, más en cruz padeciendo e imitándote que no en la
mesa comiendo y banqueteándose. ¡Oh fineza de amor el que pone a un alma casi a
la mira de Dios! y que, siendo summo e infinito bien lleno de inmensos gozos y
entretenimientos, baje los ojos, quiera privarse destas bodas y amorosos
abrazos por ir acompañando a Cristo por la calle del amargura con la cruz a cuestas,
donde todos lo injurian y sola la fe obscura me enseña que allí están
encerrados los thesoros que yo dejé con sus creces y mejoros.
2. No
está la guerra en el scoger. Fácil es: Dios abre los ojos, el amor lo enseña.
El deseo de más aprovechamiento hace el envite con el resto presente para ganar
un solo tanto; [72v] que no hay otro tanto que tanto monte sino sólo Dios. Mill
millares de veces seas glorificado, Dios mío, que jugando al fiado y sobre tu
palabra, atravesando el hombre en el juego unos pocos de gustos al contando, de
que gusta de privarse por tu gusto y voluntad, pones tú el tanto de tu cruz,
que
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con ser un
palo, ignominia y afrenta, le haces valer tanto que el que te gana la mano,
gana tu gloria, pues es tanto que tanto vale.
Tienes, Señor mío,
palabra de rey poderoso y verdadero, y sobre trabajos pagas lo que prometes. Y así ninguna duda halla un alma en este
soberano juego, donde de la una parte el alma atraviesa gustos de
Diosc, de que gusta de privarse por Dios, y Dios atraviesa su cruz por
gusto que tiene de ver con nuevas ganancias al alma que amorosamente trata.
3. No
está ahí la guerra, no está ahí la batalla. Después del trueco es, después de
hecho el cambio, cuando se vido sin el trato tierno, amoroso y gusto de
lad presencia de Dios y se halló a solas con su cruz pesada. Que, en fin, el bien
no es conocido hasta que es perdido. Y aunque este bien no se perdió sino se abscondió y trocó, pero
siente lo que no se puede decir cuánto: paladar que estaba hecho a dulce, sólo
gustar y beber amargo. Y mirad en qué tiempo se lo dan a beber: cuando está
dando voces y diciendo: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
desamparaste?"1. Que, en fin, en presencia y con gusto de un Dios
tan gustoso, lo amargo le sabe dulce; pero cuando él se esconde, se aleja y no
parece, lo dulce es amargo.
Aquí son las penas, aquí las
aflicciones, aquí las tristezas y melancolías, aquí los pleitos y riñas, aquí
las cuitas y suspiros, aquí las quejas y hablas. No es la menor ayuda de costa,
en tal ocasión o privación de bienes y gustos, hallarse un alma abrazada con la
cruz de Cristo. Con ella se entretiene, con ella se divierte; y los dolores y
tormentos la recogen a casa, para que no ande perdida fuera de sí a buscar la
persona con quien cambió para reñir con ella y a decir algunas palabras
pesadas, como si otro fuera el que la había engañado, siendo ella la que hizo y
quiso el concierto.
4. No está ahí el mayor trabajo. El
sentimiento es cuando, viéndose sin la pieza que dio y entregó, algún rato
pierde el tanto que le entregaron y se ve sine la cruz que le
entretenía. Entonces son
las porfías y cuestiones consigo propia, cuando el rato que Dios le dio para
descanso ella le tiene para mayor tormento, porque da lugar a la imaginación y
al entendimiento que discurran. Allí es donde la lengua habla y el
entendimiento conoce [73r] lo pasado, el alma se aflige y todo el hombre está
metido en una muerte o mortificación inmensa. Busca lo pasado y no lo halla;
quiere lo presente y no lo tiene; andar no sabe por dónde, parar no puede,
hablar no sabe, pensar teme. Es cierto en esta ocasión cai en el suelo (no de
desesperación, que no la dejan, porque Dios, aunque en esta ocasión es
riguroso, no es infiel)f y da riendas a todas sus potencias y sentidos
para que cada uno de por sí riña sus pendencias.
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5. La
primera pendencia que riñe es consigo propia. Entra incitandog y
provocando a la batalla con palabras que, a no ser nacidas de un alma pura y
afligida, no sé si rigurosas o desordenadash. Con las primeras palabras
quiere reconocer la persona con quien riñe. Y llámase por su
nombre y dice: "¿Soy yo fulano? Sí; ¡ay! que no, porque si lo soy, soy, soy loco, desatinado, sin
juicio. ¿Qué heciste, N.? ¿Dónde está tu Dios? ¿Dónde los antiguos gustos y
entretenimientos, cuando el llorar te era alegría, gozo y contento; cuando los
pesares pesaban risa y entretenimiento; cuando la mar en leche, soplando viento
en popa, se caminaba con fiestas y placeres? No es posible que sea yo, pues tan
trocado me veo, pues no hay rissa que no esté llena de pesares y mis males
pesan tanto que no hay hombros que los pesen. Qué sé yo en qué pararán estos
trabajos, esta soledad y continua tristeza. Bien fuera que pensaras cuando
dejaste y escogiste tu trabajo y pocas fuerzas, tu ignorancia y poco saber. Sin
falta fue soberbia mía, pues scogí trabajo tan desabrido y acedo que no lo
puedo acabar de tragar. Bien fuera caminar con los flacos y no parar y
gemiri con los atrevidos".
Considérase
como un rico avariento que, siendo rico cuando gozaba de los gustos y
sentimientos de Dios, por ser más rico y codiciar más bienes, le parece que se
ve en un infierno de penas esteriores privativas y positivas; acuérdase de los
tragos de la divina consolación que cada día bajaban a refrescarle sus entrañas
y apagar el fuego, que más el fuego divino encendían. Viéndose en el estado presente tan pobre y
con tanto fuego y tan poco refrigerio que ya no quiere a Cristo rico, cargado
de bienes, consuelos y riquezas, con Cristo pobre y puesto en una cruz se
contenta para que, como otro Lázaro, le pidiera un dedo mojado2 con la
saliva que dio vista al ciego, aunque sea mezclada y amasada con
tierra3. Que por entretenimiento dichoso tendrá chupar tierra que tal
jugo da, que, como es tierra divina por la mezcla y masa que se hizo, júzgala
como pecho de madre amorosa que vuelve la sangre en leche para que se sustente
el niño [73v] cuando llora.
¡Ay, alma! qué dichosa fueras si yo
te viera al pie de la cruz traspasada con mill guchillos; muriera mill muertes,
que, en fin, acabara de una vez y, no viviendo ahora mill vidas, se me
multiplicaran mil muertes sin tener speranzas de acabar. ¿Qué es esto? ¿Soy
yo? No, porque sin falta debo de star loco y desatinado, y mis culpas me han
alejado del bien que buscaba y deseaba.
6. Después destas palabras y que le parece
no está de sí vengado por la culpa que le parece tiene de verse solo y lejos de
Dios, viene a las manos y le parece no se ve vengado con cuantas disciplinas se
pueden imaginar, cilicios, penitencias y mortificaciones. Después que ya le
parece que tiene un enemigo en el suelo, pone los ojos en Dios y no le pasa por
la imaginación pensar que lo es suyo. Pero habla con
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él palabras,
que son necesario deslindarlas y obligan a responderlas: ¿Qué es esto, Dios de
mi vida y de mi alma, consuelo mío? Amigos solíamos ser. ¿Quién me ha hecho vuestro contrario? ¿Qué tengo yo de
hacer sin vos? ¿Quién habrá que no se me atreva? Si yo a mí propio, por no
estar ocupado en vos, me soy tormento y azote y no me puedo sufrir, ¿cómo
sufriré a las otras criaturas que, por verme y conocerme pobre, todas se me
atreverán y darán del pie? ¡Ay, entendimiento! y qué de mal se te hace
enplearte en cosas no conocidas y tratadas. ¿Dónde está aquella luz con que
conocías las prendas de tu bien, para con soberanos gustos poseerlas? ¿Dónde
las tinieblas amorosasj en cuyos scondridijos hallabas a Dios? ¿Dónde
tantas verdades que sin mascar y deleídask te las daban? ¡Ay,
entendimiento!, parte tan principal del alma, que no sabes estar ocioso, ¿cómo
darás lugar a conocer cosas bajas, y a pedir manjar enprestado a los sentidos
quien no hacíe caso de los mendrugos bordoneros que esa gente baja pedía de
puerta en puerta en casa de las criaturas de acá abajo? ¿Cómo vivirá potencia tan noble revolcada
en el stiércol, quien vestía holanda fina? ¡Ojalá -dicen los hebreosl en
el desierto y en la soledad4- muriéramos en Egipto comiendo cebollas y
pepinos, antes que nos viéramos aquí padecer tanta hambre! ¿Quién nos sacó de
nuestro captiveriom y esclavonía de hacer adobes? Que, en fin,
"digno es el mercenario de su jornal"5, y así le teníamos,
aunque en cosas bajas.
Estas
palabras y otras semejantes dice el entendimiento cuando se ve solo y en
soledad y que le falta el mantenimiento y ración ordinaria, no sólo de las
cosas muy levantadas, sino del entretenimiento que tenía cuando pensaba y
consideraba a Cristo desnudo en una cruz; que, aunque pensamientos tristes y de
dolor, con roer ese güeso se contentaba. Pero faltándole lo uno y lo otro,
vuelve sobre sí y dice: ¡Ojalá muriera yo en Egipto [74r] comiendo cebollas y
pepinos, antes que morir aquí de hambre, digo en el conocimiento de las
criaturas; que, en fin, con eso me entretenía! Pero ¿qué será de mí ahora y a
solas sin quien remedie tanta hambre como yo padezco de deseo de conocer a mi
Dios?
7. ¡Ay,
voluntad! que siempre amabas al que con tanta perfección conocías, ¿qué harás
ahora que, estando el entendimiento ocioso, tú no puedes ejercitar tu officio?
Y si el entendimiento (como dicen) non amasa, mal cocerás y comerás tu
hogaza. ¡Ay, Señor mío y bien mío!, y cómo me temo no sea éste libelo de
repudio. Yo te conocía y tenía por muy celoso; y siendo largo en las licencias
que dabas a la gente de tu casa para que diesen limosna de sus bienes, eras
escaso en el amor que los hombres tienen; que éste lo reservas y quieres para
ti pidiéndolo de todo corazón y voluntad, y así a quien amas y quieres,
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captivas y atas para que este amor no lo derrame, sino
que todo él vaya enderezado a quien por tantas razones se debe. Pues ¿qué es esto, voluntad? ¿Quién te dio
libertad para hacer tu antojo? No debe de ser buena, pues más vale ser captiva
en casa del príncipe que horrao en la casa del mundo.
8. ¡Ay, memoria!, y cómo más valiera que
estuviérades sola, pues sólo sirve el acordaros de la absencia de vuestros
bienes que aumentan el dolor y crezcan vuestras cuitas. ¿Qué es esto, Dios mío,
bien mío y consuelo mío? ¿Tú no me criaste a tu imagen y semejanza? ¿Dónde
están los dibujos y originales, las muestras y dechados de donde se sacaron
estas criaturas, para por ellos ver y mirar quién soy yo? Porque en mí y por mí no conozco sino una
criatura cuyo ser no sé qué sea, pues en mí todo lo hallo obscuro y lleno de
tinieblas. Ni sé si soy o qué soy, pues nada en mí hallo ni conozco. Sólo hallo
privación de bienes con que me atormento.
9. ¡Ay,
Señor mío! que, aunque los hombres somos la scoria y basurap del mundo,
tú eres un fino cristalq y piedra lucida, en quien las cosas más bajas
tienen una grande soberanía y hermosura. Bien veo, Señor, que mientras un alma está
más cerca de ti y conoce más de tu grandeza, más conoce de su bajeza. Pero no
sé qué se tiene aquel conocimiento que, siendo perfecto y de mis miserias, es
conocimiento que causa alegría y contento en la criatura, y engendra una
humildad levantada, de suerte que, viendo en sí su poco valor, no se trocara
por todo lo que valen los príncipes y monarcas del mundo. Pero en esta soledad,
donde sólo me veo yo sin estos soberanos rayos que de tu presencia reverberan
en mi bajeza, hallo bajeza digna de ser desestimada r y tierra que
paras nada vale. ¡Ay, Señor!, cómo cuando estás cerca [74v], aunque las
criaturas sean tierra, debes de comunicarles algún ser sobre todo ser; debes de
hacer alguna mezcla que, aunque no conocida, sentida y estimada, no sé qué se
es, Señor, que no te dejas ver de un alma, y cuando estás cerca, dejas conocer
el trueco que hizo en tan breve y lo que tanto más vale.
10. Ea, Señor mío y bien mío, ya hecimos el
trueco. Yo gusto de dejar los gustos, y vos de darme vuestra cruz, donde está
lo uno y lo otro. No os arrepintáis, Señor, que yo contenta estoy con la suerte
que me cupo y la cruz que me distes. Si vos no os habéis arrepentido, tornádmela, que sola no me hallo.
Si en materia de gustos sois scaso, en trato de cruz y trabajos sois siempre
manirroto con los vuestros. Con esto conoceré que me amáis y no me habéis
desechado: en mandarme barrer y limpiar la basura de vuestra casa y traer a
cuestas todas las ignominias de la tierra. A vuestros hijos regaláis cuando
sois servido y a los de vuestra casa castigáis. Ya sabéis, Señor, que yo escogí
esto segundo y vos me lo distes de buena gana. Mirad, Señor, que no valgo para
ociosa, que me dará mucha pena ver tierra que, por tenerla vos bendita, daba
fructo de bendición, que ahora lleve spinas y abrojos. Yo
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gustaré tener esas spinas por de fuera que puncen y
atormenten este hombre exterior, y quet dentro haya suavidad de spíritu
donde vos tengáis vuestro nido para reposar. Pero no dirá bien que yo por de
fuera huelgue y por de dentro mi alma lleve con la ociosidad pensamientos que a
vos, bien mío, puncen y perturben.
11. Yo
tengo por cosa muy cierta que se siente más la llaga que hace la cruz cuando no
se tiene la cruz que cuando se posee, porque la propia cruz es medicina de su
propia llaga. Como cuando un clavo saca otro clavo; o como cuando se pone una
medicina picante, que aquella mordedura que hace el tal ungüento o polvos
aduerme el dolor deu la llaga que antes dolía. O como, dando a un
hombre una puñalada y dejándose el puñal en la herida, no se atreven los
zurujanos a sacarlo porque no se les muera el enfermo, que, en fin, ocupa por
entonces el vacío para que no se enllene la herida de mala y dañada sangre o le
dé viento o por allí respire; así, hasta que los zurujanos tienen a mano todas
las cosas blandas y necesarias para curar la herida, déjanse el guchillo dentro
sin se atrever a sacarlov. Desta misma suertew se considera
esta alma, y le dice a Dios: [75r] Vos, Señor, me heristes con vuestra cruz;
veo que ahora me habéis dejado con llaga y sin cruz; mucho debo temer no se
cancere llaga que hace tanto bien. Veo que no es tiempo que la curéis con
aquellos ungüentosx amorosos y suaves tras cuyo olor corre la esposa y
sus compañeras6, porque el gozarlos y ungir con ellos es en la otra
vida. En el entretanto dejad, Señor, dentro la spada y guchillo que atraviesa
el alma porque, si quitáis vuestra cruz, podría entrar viento o salir resuello
y tener descanso, que es por donde se desagüe el spíritu. Más quiero, Señor,
que apretéis mis carnes y con esa apretura traigáis mi spíritu, que son dos
cosas que la una me dará a temer vuestros juicios y la otra a desear vuestros
preceptos. En fin, Señor, por este camino las spinas y abrojos me harán caminar
y tener cuidado de siempre echar el paso adelante. Porque las unas spinas, no
dejando ni dando lugar para reposo, hacen que se eche el pie adelante; y como
es camino -como dice Dios por Jeremías7- lleno de spinas, pónese el pie
en otras nuevas para de nuevo punzar y avivar el pasoy. Y así, Señor,
vos que sois y os llamáis labrador8 y queréis que yo lo sea, entramos a
dos labraremos mi alma, de suerte que parezca delante de vos labrada a dos
haces, de vuestra mano la interior y de la mía la exterior; y, si no,
cualquiera de las dos partes labrada de entramas manos, pues la mía, aunque de
poca consideración, [es] necesaria para dar el consentimiento; siendo como los
que cosen o labran en alguna cosa dura o dificultosa, que por un lado entra uno
la aguja y, por el otro lado, la saca el tercero para que la torne a entrar el
primero. ¡Oh soberanos conciertos de Dios en un alma!, que
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la hiere
Dios y entra el guchillo y la aguja hasta lo más secreto; y el alma, como se ve
herida y aunque de amor y con regalo, pero como le duele, tira del aguja; y
como no se halla sin la tal cruz, tórnasela a dar a su esposo, para que la
torne a hincar; y así sea un proceso infinito, si infinita fuese la vida,
porque siempre está deseando padecer y más padecerz.
12. Preguntoa
yo: si tuviera juicio un paño bordado con oro, perlas y diamantes, ¿qué dijera
si le preguntáramos si le pesaba de aquellos agujeros y picaduras que le daba
la aguja que entraba y salía? Es llano que dijera quisiera tornar a ser
punzado, [75v] pues aquel atravieso del aguja le dejaba la hebra de seda y de
oro entretejida y metida en las entrañas. Esto haces, soberana cruz de mi
redentor Jesucristo, cuando entras por un alma, porque como por hebra llevas a
Cristo crucificado, dejas al mismo Cristo entretejido, asido y
atravesadob en la misma alma. Y si tanto bien me haces cuando tú, Señor, me
hieres, hiere otra vez a trueco de que yo goce de tales bordados.
13. Cuando a uno hieren en la plaza o le dan
guchillada, al delincuente le sentencian en las medicinas y en tantos mill
ducados, particularmente si la herida fue tal que lo dejó imposibilitado para
trabajar, que se le han de dar alimentos para toda la vida y recompensar lo que
él pudiera ganar. Gran cosa es, Señor, que tú hieras, porque siendo vos el
matador, habráse de hacer la cura a vuestra costa y dar un tanto por la herida.
Y si la herida es tal que inposibilita a estas obras exteriores porque enferma
el alma y cai herida, habráse de apreciar todas estas cosas, curarla a vuestra
costa y en esas penas interiores recompensar las obras exteriores a que quedó
así inposibilitada el alma herida.
Lo cual se vido claro en los amores de la
sposa. Que cuando tenía ella fuerzas para las cosas de trabajo, nada se le
ponía delante, ella velaba y trasnochaba y con el resistero del solc
busca a su esposod y pregunta dónde está apacentando su ganado al
mediodía9. Pero cuando se sintió herida y llagada, que ya no podía
echar el paso adelante, dice a sus compañeras: Dicite dilecto meo quia amore
langueo10. Decidle a mi amado -como si dijera- que, pues él me hirió y
me enfermó de suerte que ya yo me veo sin fuerzas para andar de cabaña en
cabaña buscándolo, que venga él y me busque a mí; que si dichosa culpa se
pudiera llamar el cesar yo de estos actos exteriores, obras y trabajos de
manos, él la tiene, y así a su costa se ha de curar la enfermedad interior y
gratificar los menoscabos, o por mejor decir, cesación de obras exteriores,
recompensándolo en bienes interiores.
Muchas personas hay
que se dejan afrentar de un hombre rico y poderoso y aun herir, porque saben
que la paga y gratificación de
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aquellos daños ha de ser con grande mejoro y bien
suyo; pues al que ganaba la comida con el trabajo de sus manos, ya le dan la
renta por haberlo [76r] dejado imposibilitado para el trabajo, de suerte que
podrá éste decir: dichosas afrentas y dichosa llaga y guchillada, pues ahora
con descanso gozo lo que en otro tiempo comía con tanto afán y trabajo
corporal. Lo propio dice el alma de que vamos tratando: dichosas afrentas tan
bien pagadas, dichosa enfermedad y llaga, pues me dan ene oro y en
moneda apuradaf en la vida interior y contemplativa lo que antes ganaba
en la vida activa con tanto sudor y trabajo. Y pues trabajos y heridas
interiores son de tanto provecho y ganancia, hiere, Dios mío, otra vez, pues
con tanto provecho curas; mata, pues con tanta gloria vivificas. Yo, Señor mío
y bien mío, no puedo dejar de starte codiciando a ti y a tus bienes; y como es
el camino derechog [para] tenerlos yh poseerlos el afligir tú,
herir, enfermar y matar, mata y hiere mill veces para que otras tantas sea yo
premiada con presencia de tan divino zurujano y beatificada con olor de tales
ungüentos; que, por ser eficaces, si la enfermedad derriba, ellos avivan y
aligeran los pies, pues quien de veras los güele, correi, como dice la
esposaj: In odorem unguentorum tuorum cucurrimus, dum adolescentulae
dilecxerunt te nimisk11; cuando te aman están heridas, porque
el amor las enferma, y cuando güelen los premios y gajes de tal enfermedad,
corren a que otra vez las hieras y mates.
14. Según esto, mucha razón tengo, Dios mío y
bien mío, de quejarme y decir: ¿dónde está mi cruz y mi consuelo? ¿Dónde el guchillo que atraviesa el alma,
mata el cuerpo y vivifica el spíritu? Por vos, Señor mío, os dejé a vos; por
hallaros en cruz, dejéosl en gloria, porque, tanto bien y a mí tan
descubierto, tuve celos de mí propia, temí no se mal lograse por mi culpa tan
gran tesoro; troquélo y cambiélo por otro bien más seguro, que fue por vos
mismo puesto en una cruz, cédula de cambio al seguro que tanto monta. Véome
ahora, gloria mía, sin la cruz, prendas de mi thesoro. El tesoro no lo quiero,
que bien está abscondido. Véome sin la cruz que me asegura. Bien fío de vuestra
palabra, pero no fío de mi descanso. Y así, para mi consuelo, debémonos volver
al trato antiguo, que quien está hecha a trabajos [76v] no es posible hallarse
bien en el descanso. Bien os acordáis, Señor, que vuestra divina pastora, a
quien le era lícito el reposar un rato a mediodía, temió el reposo; y para
ocupar bien esa hora, os dice que le digáis dónde apacentáis vuestro ganado y
os recostáis al mediodía, porque no ande vagueando12. Como quien dice:
cuando los hombres se dan a la ociosidad y descanso es al mediodía, a la mitad
de su vida; entonces es cuando con obras y pensamientos se hacen vagamundos. En esa mitad de la
vida es cuando vos, Señor mío y bien mío, estáis recostado en una cruz,
apacentando en ese monte Calvario a las almas que bien
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os aman y se han dado por ganado y ovejas vuestras. Pues
esos ratos que los hombres los escogen para reposar y holgar en su mocedad y
mitad de su vida, la esposa los quiere para acompañaros en esa cruz y comer con
vos a vuestra propia mesa y enllenar el estómagom y senos de su alma de
tantos, tan divinos y soberanos trabajos, injurias y afrentas. Según esto, no
será razón, Señor mío y bien mío, que yo descanse ni huelgue, que andará
vagueando el pensamiento, entrará por descuido alguna vez en lo vedado, que es
sutil, cogerlo ha quien lo prenda y haga no mío para que yo del todo no sea
vuestra. Así, Señor, mejor me será que este rato, que me veo sin
trabajosn, repose con vos en la cruz. ¡Oh Señor, y qué grande cosa es padecer, qué gran cosa es
imitaros! Cada día me hallaba otra, el corazón más dilatado, el alma más
anchurosa, el spíritu más dispuesto y yo con más obligaciones, más satisfecha y
cono menos temores.
15. Dios,
que es fiel amigo y es rato breve el que suspende, si no da lo que pide,
satisface del camino seguro que un alma lleva por aquel desierto y soledad con
unas inspiraciones secretas apenas entendidas y asentidas, porque las envía
Dios disimuladas. Quiere que en todo merezca, y así, por una parte, satisface
y, por otra, deja dudas. Porque este gran Dios siempre es amigo de quejas,
porque sabe nacen de amor; y porque no cese lo que ama, persuade lo que quiere,
dejando [77r] siempre abierta la puerta a nuevas quejas y querellas.
16. Conoce
lo que quiere en Dios que se lo enseña, y por entonces no conoce a Dios, porque
así le conviene. Gusta Dios de que busque lo que tiene. Halla en sí unas
respuestas soberanas y secretas, respuestas que satisfacen su duda, pero no
enllenan sus deseos, que sólo son de padecer; halla con que entretiene el
entendimiento y con que más se enciende la voluntad porque, como conoce estar
más cerca lo que buscaba, más se accelera y apresura como no lo topa. ¡Oh summo
y eterno bien!, visto y no conocido, conocido y no visto (en la forma que acá
se puede), ¿qué entenderes son los tuyos en semejante ocasión? Y ¿qué quereres los del alma tan sin
entender? Quiere a Dios, anda tras Dios y, aunque lo topa, no está contenta,
porque jamás le parece lo topa como lo quiere. Si lo topa en hablas
o inspiraciones secretas, son soplos que avivan los deseos, y los deseos jamás
train cumplimiento de gustos hasta que se tiene lo que se desea. Si lo tiene en
gustos, quiere cruz y, si cruz, quiere regalos en la misma cruz.
¡Ay,
alma!, que, en fin, eres desposada y tienes por esposo quien por mucho que
quiera puede querer infinitamente y dar cada día bienes nuevos; y así haces
bien de no contentarte con nada. Paréceme eres como la desposada, que cuando está en presencia del
marido, de nada se acuerda sino de gozar del bien presente; pero, en quedando
tantico sola, todo se le va en pensar e inventar nuevos tratos, trajes y
peticiones que pedir por carta al que, tiniéndole presentep, siembra y
derrama olvido de todas las cosas. Pues esta alma tiene la misma condición; y
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aunque es verdad que, cuando siente en casa el dueño
de ella, se suspende y olvida sus peticiones y nuevos quereres, pero como
quiere este gran Dios que siempre queramos y pidamos, de tal manera se muestra
o enseña que deje lugar a otros nuevos deseos. Y esto durará hasta
que le veamos y gocemos como él es.
17. ¡Oh Señor mío, bien mío y gloria mía!,
gran cosa es tenerte; y sea en el disfraz y manera que tú quisieres, como
quiera que sea, sabes a Dios y eres Dios y te das y communicas como Dios. ¡Oh
derretimientos soberanos los de un alma que en sí siente algo deste gran Dios!
Bien lo mostró la sposa cuando dijo: [77v] Dum dilectus meus loquitur michi,
liquefacta est anima mea13. Causa unos divinos derretimientosq
de suerte que el alma, que antes estaba en sí, ya se derritió y unió con el
mismo Dios. Siente en sí
unos ardores que no queman; antes, siendo como el sacrificio de
Elías14, por de fuera enfrían como si echaran agua y por de dentro no
dan pena, antes la misma pena es pena porque no pena más.
18. ¡Ay,
cómo nos hemos vuelto a lo primero y podremos decir: sueña el ciego que veía, y
sueña lo que quería! Buscamos cruz, y tornamos a las penas que de la propia
cruz se distilan. Lo que aquí tratamos es cómo Dios por vías muy secretas
comunica a aquel alma, que tanto desea su cruz y pena, algunas respuestas donde
se le trasluce qué bueno es Dios, que no está lejos, y que aquello es un
"así me conviene". Y esta inspiración suele ser tan fuerte que, si
Dios no habla, hace hablar por lo menos interiormente a la misma alma palabras
que le sirven de desengaño. Dícele Dios: Ven acá; ¿tú no estás persuadida a que
te amo y te quiero, que eres mi paloma, mi única, mi hermosa y agraciada, en
quien yo tengo mis deleites? Pues considera que a mí me va tenerte por mi
scogida, porque mi trato es de almas y la que hallo, y ella quiere, jamás la
desecho, antes tanto la amparo que nadie la quitará de mi mano. Mira que te soy amigo
fiel, que jamás de veras falto a quien no me hace faltas. Si me aparto, es por
el gusto que recibo de los visos que haces cuando un poquito apartada de mí
(porque así conviene) campeas de suerte que, como si de nuevo te mirara con
particular atención, no es sufrible el contento que recibo; y así te confieso
por tota pulcra cuando no hay mancha en ti. Mira el pinctor y el que dibuja:
que, si un rato da pinceladas, otro rato se desvía para que en aquellos desvíos
se acerquen los lejos que en la propia pintura hizo. Muy agradables me son tus
cercas, esposa mía, no me desagradan tus lejos, antes cuando parece que estoy
lejos, se me acercan tus desvíos. Ya sabes que es traza de oficiales r,
que quieren que les alaben la obra por el gusto que reciben de oír decir bien
de lo que hacen, que se apartan y esconden donde no [78r] impidan el dar cada
uno su parecer.
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Cuando yo de ti, querida mía, parece me absento, en ti
dejo inpresa mi imagen y semejanza, la cual gusto que tus compañeras las reinas
te alaben. Que es lo que yo tengo dicho: que la mujer temerosa ella propia es
alabada15; cuando está con aquellos temores de ¿qué me hice? y ¿dónde
estoy?, entonces hay lugar para la alabanza, porques gusto yo que mis
amigos sean de todos muy honrados.
19. Mucho gusto tuve yo cuando vi sentada a
mi querida a la sombra de quien ella deseaba, pero también recebía particular
contento cuando, un poco apartado, le decía: Revertere, revertere, ut intuamur
te16; levantaos, señora que a mis regazos y sombra habéis reposado, dad
unas vueltas, unas idas y venidas buscándome, que aunque os parezca estoy
lejos, a la mira me quedo de vuestras mudanzas, idas y venidas. Ya sabes, mi
paloma, que es necesario que el desposado haga algunas absencias de casa, para
que dé lugar a la desposada haga sus haciendas y acuda a los cuidados de casa,
que quien dice desposada, dice casa y familia; y es menester cumplir con todos,
gozar de los altos de la contemplación y bajar a lo activo donde está el acudir
a nuestros hermanos.
Y si
tus quejas son muy justificadas porque lo que pides es cruz, y que sin ella no
te hallas, gusto de que en su absencia se conozca su valor pareciendo ser bien
perdido, porque cuando la tengas, por desabrida que sea, la estimes y guardes,
pues tanta falta hace su absencia; y si tú confiesas que fue aguja que hirió y
atravesó el alma para dejar entretejido el oro y hebra que en sí llevaba,
advierte que de eso sólo sirve la cruz y, hecha la costura, no hay por entonces
de qué sirva el aguja hasta que con ella sea necesario hacer nuevos bordados. Tiempo hay de matar y
tiempo de vivificar, tiempo de abrazar y tiempo de apartarse de esos abrazos,
tiempo de herir y tiempo de curar17. Y si te parece que, faltándote la
cruz, te falta juntamente el crucificado con quien tenías tus ayudas de costa,
advierte que en casa de un boticario hay compuestos, mezclas y simples porque
todo es necesario para hacer diferentes curas; así en ti sentirás tu alma unas
veces conpuesta y mezclada con mi cruz, otras veces unidat conmigo y
otras veces [78v] mirarás estas cosas como simples y de por sí, a mí me
considerarás apartado y la cruz despedida y tú en un campo sola, porque de
todas estas maneras es necesario haya remedios, todos enderezados a tu mayor
bien.
20. Sólo
has de gustar que en ti se haga mi voluntad. Ya sabes que la desposada siempre
sale del traje que más gusta su esposo, porque si ella de veras ama, ama sólo
lo que él quiere; y así, si él gusta que se vista de verde, de ese color sale y
se precia; si de blanco, amarillo o negro y aun si alguna vez pone su afición
en verla y gozarla arrevuelta
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y sin los adornos ordinarios, de eso gusta, pues el no
ponérselos y parecer con ellos no es porque no los tiene, sino porque los
guarda para otro tiempo. Desta manera gusto yo verte: unas veces vestida de
verde, con mill speranzas; otras, de blanco, con mill alegrías y contentos;
otras, de negro y amarillo, con mill sinsabores y tristezas; otras, adornada
con innumerables dones celestiales; y otras, gusto de verte arrevuelta y
desnuda, no porque te falte el adornou, sino porque gusto de poner los
ojos en sólo lo natural y que se vea que en ti todo es bueno pues la gracia ha
hecho las enmiendas de lo que en sí pudo tener torcido. Y a ti no es de poca
consideración que te miresv sola y te consideres sin adornos, para que
por todas partes conozcas quién es tu celestial esposo: cuando presente, pues
enllena de gozo; cuando absente, pues todo es tristeza, ansias y fatigas;
cuando nos da adorno y viste, su grandeza y poder; cuando nos desnuda, nos
muestra nuestra pobreza, principio de verdadera humildad en nuestra exaltación.
21. Cuando un pintor muestra una imagen muy
acabada y están hartos de alabarla, luego la vuelve por detrás y dice:
"Pues adviertan que es pinctura en un trapo viejo"; que no es pequeña
alabanza de la imagen pinctada y del que la pinctó. Gusto tengo yo -dice Dios-, alma mía,
cuando alaban en ti mi pinctura, mis obras, dibujos y tanta diferencia de
adorno y virtudes que en ti pongo. Pero mucho estimo que tú y los demás hombres
que esto alaben, miren que esta pintura, la grandeza de esta imagen, estos
visos altos y dibujos, etc., todo está pinctado en un trapo viejo, en una
naturaleza que, para hacerla entera y sana, es necesario echarle mill
remiendos, hacerle mill adobos y darle manos de yeso y muy al olio, para que se
reparen tantas quiebras y roturas como en esa naturaleza quedaron cuando por el
peccado quedó caída. [79r] De donde verás que en mis manos nada hay que no
tenga inmenso valor, pues siendo nada lo que en sí parece, por estar en mis
manos y haberla yo labrado, son tantos sus relieves que en sí estima sobre todo
precio, injurias y afrentas, cruz y trabajos.
22. No
puedo yo, esposa mía, darte a entender los inmensos bienes que para ti tengo
aparejados en casa de mi Padre si no es buscando modos e invinciones. Y no es
pequeña el echar tú tanto menos mi cruz cuando te falta, porque si lo que en el
mundo es ignominia y afrenta tiene para ti tanto jugo que sin ella estás como
tierra seca y sin agua18 y con ella llena de celestiales gozos, mira
qué será tener y poseer al que por tu amor se puso en ella, no llagado y
lastimado, que de esa manera te hace su semejante en los dolores, sino glorioso
y sentado a la diestra de su Padrew, donde está su sposa y reina
conx vestido de oro fino, cercada y rodeada de variedad de dotes de
gloria19. Porque, si tanto echas menos lo
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que en su casa atormenta, ¿qué será poseer lo que en
su casa alegra y regocija? Si tanta falta te hacen los azotes y dolores, ¿qué desdicha
será carecer del que en cosas tan bajas puso tantos gustos?
23. También hago esta invinción porque con
nuevos modos más merezcas y más ganes: estas ganancias las tengo puestas en
nuevos sinsabores que por mí cada día padeces. Ya tenías puesto tu gusto en
sufrir y padecer con paciencia; quítote esos trabajos sabrosos y doyte otros
desabridos, que son el carecer de los primeros y verte deshacer porque no
trabajas y te empleas. Y aunque te parece estás ociosa, empleada te tengo, pues
así gusto estés colgada y detenida para que toda entera hagas el enpleo que yo
gustare. Has de saber que yo soy como los poderosos reyes, que tienen unos
soldados en la guerra en medio de los golpes y sangre que se derrama y otros de
repuesto, que llaman caballeros cuantiosos, que stándose en su casa, tiran
sueldo para cuando los haya menester. Este es mi poder: que, tiniendo unas
almas entregadas y metidas en la guerra, donde cada día reciben golpes y salen
con heridas y dolores, otras tengo de repuesto, que si no padecen, ganan,
porque están sujetas a mi querer y voluntad; hacen sus reseñas y paseos,
impónensey para cuando toquen a rebato. Muy bien parece el ejército
cuando [79v] marcha y sale a vistas, que en fin, en él veo tengo gente
aprestada para el tiempo de la necesidad.
24. Otro
fin tengo que tú no sabes cuando suspendo la cruz interior que tienes y
padeces. Has de saber que para ser del todo hermosa has de ser labrada a dos haces,
en el alma y en el cuerpo. Y estas labores hácense con los mayores o menores
sentimientos que tú tienes; y cuando interiormente estás ocupada adentro con mi
cruz, entretenida con tus llagas, no sientes acá fuera las cosas que se te
ofrecen, que siendo afrentas y deshonras, si con atención las pesas, pesan
mucho cielo y gloria. Dos vidas tienes. La una es interior, y ésta se llama
muerte cuando, atravesada y clavada en mi cruz, duermes a las cosas de acá
fuera, y como se pasan en sueño, no las sientes. Y así uso de esta traza: que
te desenclavo de mi cruz para que dispiertes y vivas otra vida que tienes acá
fuera, tan sensible que de lo que otras veces no hacías caso ya te pone en
aprieto, ya te ahoga y acaba; viendo que tanto sientes cosas tan bajas, no
considerando que es sentimiento de la parte más flaca, sientes porque sientes,
parécete que estás trocada, que estás deshecha, pues las cruces menores tanto
más te pesan. Sábete que mi cruz la doy de dos maneras: doyla desleída, como
agua del palo que acá llamamos, que se bebe y penetra los interiores; doyla en
palo, clavos y espinas, que se ase a los exteriores, porque es mi gusto que te
coja de pies a cabeza y nada haya en ti que no se ajuste en mí.
25. Has de saber que tu quietud interior y
reposoz que tienes en mi cruz cuando te huelgas de padecer
interiormente por mi amor, proviene de tener mortificadas las pasiones y
sentidos esteriores. Estos naturalmente reviven de en cuando en cuando, de
suerte que sus voces
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y necesidades te sacan afuera, y yo doy lugar para que
vuelvas sobre ellos; y yo te ayudo en trocarte la cruz suave interior, en darte
otra exterior amarga y desabrida, que influye sobre estas pasiones que sin
pensar revivieron para que, otra vez muertas, puedas tú volver con seguro a tu
vida quieta y secreta. Y advierte que esto no lo hicieras si yo no te desasiera
de la cruz interior de que tú tanto te preciabas.
26. También hago esta suspensión de dolores y
sentimientos interiores de mi cruz para darte lugar a los reparos del cuerpo,
que, en fin, es tu compañero y te ayuda. Al enfermo no le dan a comer mientras [80r] le dura la terciana;
aguardan que se le quite la calentura. La razón es porque el calor, que habíe
de estar en el estómago haciendo la digestión, está derramado por el cuerpo y
acá fuera desordenado; y así no le puede entrar en provecho. Yo, alma mía, que
tea enfermob con esta enfermedad celestial de amor, que tú
llamas cruz, sano el cuerpo y quiero tenga salud y fuerzas para que más dure tu
padecer y merecer. Y el modo que tengo de acudirle es el propio que tengo dicho
de estos enfermos corporales: cuando tú estás allá dentro recogida padeciendo,
recogióse allá el calor para vivificar el alma que de amor muerec;
acude a la parte más necesitada, deja el cuerpo muy solo y no dispuesto; para
socorrerle en sus necesidades, es necesario cese la terciana y vuelva el calor
a su lugar y coma el enfermo, que ha menester fuerzas para cuando le torne la
terciana y Dios le hiera otra vez. Y sid cuando estás en este estado
acudiendo a las necesidades del cuerpo estás desabrida y desconsolada porque te
ocupas en obras menos perfectas por ser tan exteriores, advierte: mi propia
gracia tienes, la cual si te sube a contemplar y padecer de buena gana, también
se extiende a muchas menudencias exteriores por pequeñas que sean. Un scudo de
oro es oro, metal subido, y trocado en reales o en cuartos, vale lo que vale en
oroe; truécase porf ser necesario para comprar cosas pocas y
menudencias. Quien de esto no sabe, afligirse ha viendo su escudo de oro hecho
cuartos y ochavillos. De esa misma suerte, cuando tú estás allá dentro
recogida, mi gracia tiénesla en oro por quien se te dag, y compras mi
cruz llevandoh con paciencia y igualdad de ánimo los dolores y trabajos
que se te ofrecen; pero, como tienes necesidad de otras menudencias exteriores,
comer, beber y acudir a los cuidados de tu officio, esta gracia truécotela en
moneda más baja. Pero no has de mirar lo que parece, sino lo que vale, que es
el propio valor del oro, pues se es la misma gracia la que adentro obra y
levanta el entendimiento a contemplar y la voluntad a amar a Dios desnudamente,
y la que acude a las necesidades del pobre.
27. También
te quiero desengañar de una cosa, para que estés consolada con la mezcla que yo
hago juntando mis divinos consuelos con estos actos y movimientos exteriores
con que acudes a tus necesidades y de tus hermanos: que, así como los plateros
y peritos officiales,
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para bien labrar el oro, lo mezclan y echan liga y,
siendo la liga de menos precio y valor que el oroi, [80v] lo suele
hacer subir de tal manera que, respecto de las muchas labores que en él se
sculpieron por razón de que se volvió tratable con la mezcla y liga, suele
valer mucho más; de esa misma suerte tu vida interiorj contemplativa
mucho más vale que la exterior y activa, pero por sí sola la contemplativa
tiene valor de oro fino y es como el metal más subido, pero esa vida sola tiene
el valor que tiene la contemplación; pero cuando se mezcla con la activa, no
obstante que es liga de menos valor, hace subir a la contemplativa respecto de
las muchas labores y engastes que se ingieren en la misma vida contemplativa; y
quien era intratable con los hombres por razón de la vida contemplativa, ya se
hizo conversable y se puede hacer dél lo que se quiere después que yo hice esta
mezcla y junta. Y así tú debes estar muy consolada cuando yo te sacare acá
fuera y juntare con cosas de menos valor, pues esa es traza para que tú tengas
mayor mérito respecto de los nuevos engastes que haces en el oro fino de tu
vida contemplativa.
28. No repares en lo material de las obras
cuando en actos exteriores te ocupares, porque eso causa desabrimiento a quien
procuró tenerk una vida muy spiritual. Sólo has de mirar la
causa y principio de donde nacen esas obras y el fin y paradero por quien se
hacen, que todo es Dios. Yo soyl el que muevo y yom a quien se
camina: por eso me llamé Principio y Fin20, que es de donde los actos
quedan calificados y toman su valor. Bien puedes tú ocuparte en barrer o guisar
de comer para tus hermanos, o labrar una güerta, pero no has de considerar
aquella basura, scoba o riego que haces en aquella güerta, sino que men
deseas agradar summamente y que soy el que te incito a las tales obras. Esta
consideración te consolará, pero mejor te será obrar según mi querer y voluntad
sin andar buscando salsas y sainetes que te saboreen lo amargo de estos actos
exteriores, tiniendo ya tan hecho el paladar a lo dulce y amargo que nada tenga
que reprobar.
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