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CAPITULO 2 - En que se prosigue la misma materia, y dan
otras razones por qué Dios desnuda a un alma de sus divinos consuelos y la
tiene tan suspensa
1. Advierte, más de lo dicho, cuando te
vieres sin estos divinos consuelos [81r] o entretenimientos de mi cruz, que
todo es hacienda mía y que sólo está hipotecada a mi palabra y misericordia:
por ella sola hago yo dignos de tanto bien a las almas. Y es menester que sepan
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que, mientras viven en este mundo, son bienes libres que
los puedo dar y quitar cuando a mí me agradare; y que sepa un alma es rica no
con bienes suyos, sino míos, y que por tales los reconozca volviéndolos a su
dueño a cierto tiempo. Y que así se humille, considerando que nada tiene que no
lo haya recebido y que todo lo bueno es de arriba. Es menester que los hombres
mientras viven no aleguen propiedad y posesión en los bienes que poseen, sino
que reconozcan a su dueño y señor legítimo. Que como yo soy "Padre de
piedad y Dios de todo consuelo"1 que sólo ese fin tengo, y ese
peligro sólo se ofrece de parte de los hombres, que son olvidadizos de los
enpréstitos que les hago, en dispertándoles la memoria y avisándoles del caso,
luego les vuelvo los propios gustos o cruces en que tenían su entretenimiento
todo muy mejorado, porque, en reconociéndolos yo por buenos pagadores, no me
duele poner en su poder las prendas de mi cruz, que vale cielo y gloria. Así
cuando tú, esposa mía, te vieres despojada de tanto bien como dices poseías en
tu vida primera, cuando trocaste gustos celestiales por mi cruz y luego la cruz
la tornaste a su dueño, disponte, que aparejado estoy para tornarte esos
propios gustos engastados en la misma cruz y otros mayores, porque son bienes
que sólo los tengo para con ellos hacer bien a los hombres.
2. Advierte también que, cuando te quejas
porque no tienes cruz, cruz tienes y cruz más viva y perfecta que otras veces.
La cruz que tienes es un dolor, sentimiento y amargura porque no tienes cruz,
una pena interior de verte sin la cruz ordinaria y conocida; y por eso es
mayor, porque es nueva y no se conoce, comoa la enfermedad vieja, que
ya se fue habituando en una persona, menos la siente que la indispusición
nueva. Y, si no,
dime, ¿qué más tiene llorar porque no lloras, o llorar porque lloras; estar
amarga y triste, o estar triste porque no estás triste y afligida por tu Dios?
Yo pienso que estas segundas son penas más perfectas, porque amas tanto la cruz
que la absencia de ella te trai crucificado. Y éste es [81v] un particular
seguro que yo de ti tengo, porque nadie así me asegura un alma como tenerla
asida y pegada a mi cruz. Y si por tiempo esta cruz faltare, que en fin a mis
siervos las penas no les han de ser perpetuas, es gran cosa que tú sepas hacer
otra cruz, remendar la que se rompió y tornar a atravesar los palos que se
igualaron y deshicieron; y que en ti no sólo haya la cruz que yo pongo, sino
que, si ésta alguna vez por mi gusto y porque tú descanses la deshago, estés tú
tan habituada y hecha y tan amiga de padecer por mi amor que ese deseo brote y
ponga en ti una cruz ascondida, la cual tú nob conoces porque, como es
hecha por tus manos y engendrada por tus deseos, no sabes cómo es. Sólo sabes y conoces
tus amarguras y trabajos, nacidos de que no tienes los trabajos que tú
quisieras.
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Quiérote decir cómo es esto. Mira: si a un
hombre lo crucificaran y enclavaran en un madero y, después de bien enclavado,
estirados sus miembros, secas y enjutas sus carnes y coyunturas, le quitaran la
cruz, éste es llano que quedara crucificado sin cruz y con más penas que cuando
estaba pegado a ella; porque, en fin, aquellos palos le ayudaban a sustentar el
peso del cuerpo, y ahora quedóse sin esa ayuda y báculo, y crucificado, porque
no puede encoger los nervios ni bajar los brazos. Si éste llorase por su cruz,
no le podíamos decir: no llores, que si cruz quieres cruz tienes, sino que está
enbebida y metida en ti propio. De esa misma manera te pasa a ti. Doyte una
cruz que te trai enclavada, asida, tirada, levantada y bien penada; cuando me
parece, quito el molde y la cruz donde se hizo ese crucificado, pero ya la
imagen queda hecha, y tú tan llena de penas que son mayores porque no tienes
las antiguas, pues ésas te ayudaban a sustentar el peso de otras penas; y
dejaron estas segundas penas solas, quedando como colgadas del aire, y a mí
afligida y sin reparo.
3. Y
si te pareciere, cuando así te vieres y no te entendieres ni supieres qué
estado es el que tienes y padeces, cuando te ves en calma sin gustos y sin
penas, considera que no has de entender tú todos mis juicios ni alcanzar todos
mis secretos ni apurar mi sabiduría; [82r] rinde tu entendimiento, déjate
llevar. Que el pasajero que pasa a las Indias no ha menester saber el modo que
tiene en regir y gobernar su navío, por qué unas veces lo para y detiene y
otras veces lo hace volar, unas veces camina con grande tiento y otras con
furia, unas veces le bajan las velas y otras las suben, estienden y levantan:
no es officio del pasajero aprender el por qué de tantas menudencias, esa es
ciencia de por sí. La suya es caminar y pasar su viaje sujeto al patrón y
marinero, que ellos, que llevan la aguja y carta de marear, conocen las
diferencias de los tiempos, prevén los altos y bajos de la mar; ellos darán cuenta
de mi persona y riquezas que llevo. De esa misma manera tú caminas a mi cuenta. No has menester
escudriñar las mudanzas que en tu persona vieres, por qué un día caminas a
spacio, por qué otro a priesa, por qué un día con temores y con tiento y por qué
otro vuelas, por qué un día a fuerza de brazos y remos y otro a velas tendidas:
eso no es de tu ciencia; yo soy a cuyo cargo está tu persona y bienes. Tú no
debes más que callar, rendirte y dejarte llevar, que el patrón del navío,
después de tantas mudanzas, te pondrá en puerto seguro.
Esta es la razón por qué la Scritura
en tantos lugares a mis siervos llama niños: unas veces niños del
pecho2, otras veces que están naciendo3 y, otras, que en el
vientre se están engendrando4. En ninguno de estos tres estados el niño hace
más ni sabe más de lo que le administran: si le dan de comer, come, y si no,
ayuna; si lo train en brazos, anda, y si le dejan, para. Vive y está siempre
con grande conformidad de
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quien lo rige. Así has tú de ser sujeta y rendida a mi
querer: cuando yo te diere a beber mis divinos consuelos, los has de recebir y
no desechar; cuando a comer, no has de ayunar; cuando te parece te olvido,
conviénete holgar; y si sintieres amarguras, no las deseches; que te conviene
purgar estando sujeta y rendida a todas estas diferencias de acciones y
pasiones, como niño pequeño que te estoy engendrando, pariendo y criándote, que
muy sin pensar te hallarás por estos caminos en estado perfecto, y me darás
mill gracias por la infinita sabiduría y altíssimos consejos con que te regí y
goberné.
Mira el
labrador en el trato de sus viñas y trigo que siembra: cómo unas veces abre sus
viñas, les aparta la tierra, otras las abriga y se la llega; unas veces [82v]
corta los sarmientos, otras les pone horquillas y endereza; unas veces levanta
los racimos del suelo no lleguen a la tierra, otras los arroja en el lagar y
los pisa. Lo propio
hace con el trigo: que, sembrándolo, parece que lo arroja y desperdicia, lo
sepulta y entierra; después lo cultiva, riega y escarda; un granito que le
lleva los pájaros, le lleva los ojos; y después lo corta, lo siega, lo trilla y
muele. Quien no supiera los fines y sucesos de estas diferencias y mudanzas de
tiempos y tratamientos, murmurara y se quejara de tal padre de familias, dijera
que no lo entendía y quisiera hacer contradición a la sabiduría con que
gobernaba sus viñas y sembrados. Pero el grano de trigo y la vid, que está
sujeta a su dueño, calla y disimula, deja que hagan con ellos lo que el amo
gustare y quisiere; y con esto, el dueño al cabo del año halla sus trojes
llenas de trigoc y sus cavas llenas de vino. Estas propias mudanzas
hallarás en ti según diferentes tiempos: unas veces dejo crecer tus deseos y
pensamientos, los ayudo y favorezco, como quien les pone horquillas y puntales
para que se sustenten; otras veces te hallarás seca, desnuda, monda, sin género
de pensamiento, que parecerá vino un aire cierzo sobre ti que heló las flores
de tus deseos y destroncó los pensamientosd; unas veces te levantaré
del suelo, que te parecerá no tocas a la tierra cone los pies de los
humanos afectos; otra vez te verás pisada y atropellada de cuidados de poca
consideración; y, finalmente, unas veces como trigo sepultado y desperdiciado,
y otras guardado, etc. A todas estas mudanzas y truecos te has de rendir y no
hacer contradición, que caminos son por donde guío para el cielo, enlleno mis
trojes y pueblo las sillas que yo tengo aparejadas para mis scogidos.
4. Mucho me ofende el alma que de mí
desconfía, duda o teme desordenadamente; y si estos temores y desconfianza
mef tuvieran por obiecto, fuera offensa gravíssima que moviera a
grandes enojos, porque, siendo yo infinitamente bueno, que sin necesidad mía
crié tantas almas para tener a quién communicarme y dar tantos y tan inmensos
bienes como yo en mí mismo tengo, no se habíe de presumir de mí que, quiriendo
el alma estos bienes, yo se los había de negar. No soy yo
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Dios que me mudo y arrepiento5. Para mí crié los
hombres, mis gustos tengo con ellos, darles tengo ausilios muy suficientes, de
los cuales si se aprovechan, estoy aparejado para otros mayores. [83r] Todo lo
que debo a mi amor, lo pago en buena moneda a los hombres de suerte que, sin
temor de que me alcancen en algo, les puedo decir: ¿qué debía hacer por ti que
no haya hecho? Si te consideras piedra preciosa perdida, estoy aparejado a
trastrocar mill mundos por hallarte; si oveja atrasada, pastor cuidadoso que te
busque y sobre sus hombrosg traiga. Yo me acommodo y tomo el officio de
que tienes más necesidad: si estás enfermo, soy médico; si tienes
hambreh, soy pan y labrador que tiene las trojes llenas; si flaco, soy
padre; si pobre, hermano; si culpado, perdón. Yo soy todas las
cosas para todos. Según esto, grande agravio me haría el alma que en cualquier
necesidad desconfiase de mí y no supiese aguardar un rato y sufrirse un
momento, que mis tardanzas no tardan pues en ellas tengo yo puesto su mayor
aprovechamiento. Bien veo yo que esta flaqueza, titubeación o duda que algunas
veces tiene de su bien y socorro el alma afligida, es nacida de su flaqueza y
miseria; ve su poca duración y mucha flaqueza, que es como la florecilla del
campo; ve lo poco que merece y los muchos defectos que hace. El rato que se tarda
en levantar los ojos de esa flaqueza y ponerlos en mí desconfía, como el que
pasa un río y pone los ojos en el agua que corre, túrbasele la cabeza y va en
peligro de ahogarse si con tiempo no mira la ribera y tierra firme. Bien es que
el alma se conozca y con atención mire sus miserias, pero advierta que es río
que pasa y vida que se acaba; levante los ojos a mí, afirme su entendimiento y
voluntad en mi bondad, que le digo de verdad que para siempre no se moverá, por
el cuidado que yo tengo de estar a su lado.
5. Por el contrario, el alma que en mí de
veras y en sus necesidades y trabajos confía, mucho me obliga, tras sí me
lleva; un momento no me aparto, porque sé no tiene ni quiere poner los ojos en
otra ninguna criatura. Yo
tengo dicho que al que me llamare lo oiré6; y como el que confía
siempre me llama, siempre tengo de estar donde lo oiga. ¡Oh querida mía, y si
supieses qué gusto me das con esta confianza! Y para que sepas cuál es la más
perfecta, advierte que hay dos maneras de confiar en mí: una, de que te tengo
de librar de los trabajos; y otra, que no librándote de ellos, en ellos propios
confías que estoy para darte en ellos propios lo que quieres y deseas. Esta fue la confianza que tuvo [83v] mi
siervo Job cuando decía que, si lo mataba, había de esperar en mí7. No
decía que esperaba que no lo matase, sino que, matándolo y en la misma muerte,
esperaba la vida. Esta también fue la confianza que tuvo mi siervo Abrahán, que
él no aguardaba que le dijese Dios que no sacrificase a su hijo, sino rindióse
y sujetóse al
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mandamiento de Dios y puso su confianza en míi y
en las cosas contrarias aguardó efectos diferentes8. Esta es la
confianza perfecta, la que yo deseo tengan las almas que me aman: que en su
confianza no pidan enmiendas de las obras que yo hago, que si tienen trabajos,
se los quite y dé consuelos, sino que en los propios trabajos y desconsuelos se
haga mi voluntad, que, sin torcer el camino, sabré yo dar al alma lo que desea.
Bien sé yo poner en los gustos cruz y, en la cruz, gustos; y en la soledad,
entretenimientos. Con esta
obediencia, rendimiento y confianza verdadera me doy por obligado a acudir con
una medida muy colmada de las cosas que más desea, a quererla, a amarla y
hacerla una misma cosa conmigo.
6. No
me espanto, hijaj mía, de tus quejas, de tus cuestiones y preguntas,
porque el natural flaco hace ese sentimiento no obstante que esté la voluntad
muy conforme con mi querer. Mira un niño con un pedazo de pan en la mano y el
bocado en la boca qué de veces llora sin saber de qué se llora; la naturaleza
flaca hace aquello: que jamás con cosa está contenta. De esa misma suerte
considero yo muchas veces a misk scogidas: por una parte contentas y en
la mano con lo que desean, y estánl quejándose y parece que les deben y
no les pagan.
7. También suele ser la causa que en este
mundo yo me doy tan encubierto y disimulado que jamás puede quedar el alma
satisfecha hasta que me vea y goce en la gloria. Y como sientem en sí
algunos vacíos cuando me tiene y posee en este modo encubierto, desea me tener
y poseer de otra manera. Asín como la desposada que, deseando siempre
dar gusto a su marido, un día quiere el vestido verde, otro día blanco y cada
día quiere traje diferente, y gastándole a su marido su hacienda no se le
gastan ni acaban los deseos de otros trajes, vestidos y libreas, desta misma
suerte el alma que me ama, si un día sale de verde y viste confianza, otro
quiere blanco [84r] y grande pureza, un día quiere gustos y otro, por mi amor,
quiere disgustos y trabajoso; y jamás queda satisfecha y contenta,
deseando cada día nuevo estado y librea, quedándosele siempre los deseos y
pensamientos en pie, porque eso no tiene remedio hasta que en la otra vida me
goce junto y de todas las maneras que me pueda un alma desear.
A los
hebreosp en el desierto les di un maná que sabía a todos los manjares y
correspondía al gusto y deseoq de cada uno9. Era retrato mío, figura y pintura de mi
gloria10. Y como nada en la tierra puede haber que al vivo represente
lo que yo soy y tengo aparejado para mis scogidos, no quedaron con aquel manjar
satisfechos, sino que después de lo haber comido quisieron otro, porque sus
deseos no se podían enllenar con el retrato y con la figura11. Desta
misma suerte me doy al alma que de veras amo en este mundo: guisado de mill
maneras,
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para corresponder a la muchedumbre de deseos que de mí
tiene. Pero, después de me haber poseído y alcanzado, no queda llena ni
satisfecha, siempre quiere más y me desea de otra suerte, porque más hay en mí
que desear y querer. Y como los hombres mientras viven son viandantes, no es
posible lleguen en esta vida al fin y paradero de donde no hay que pasar ni
plus ultra para ellos; y ésta es singular merced que les hago, que no paren
sino que siempre anden y merezcan, porque yo tengo r determinado que
cualquier tierra que sus pies pisaren sea suya y la posean. Llamo
"tierra" aquella donde los hombres viven, y "pies" a los
afectos y deseos que el hombre tiene de más agradarme.
8. También te quiero decir, hija mía, cómo
estos deseos y pensamientos que tú tienes en esta vida no pueden quedar satisfechos,
no sólo de parte mía que soy Dios infinito, que jamás en mí pueden hallar fin
las almas que me deseans, sino de parte suya. Porque, cuando yo bajo a
un alma, siempre descubro de aquella alma mayor grandeza que ella de sí
conocía: descúbrole nuevos senos y anchuras que en sí tiene de suerte que,
enllenándole los deseos que hasta allí tenía, descúbrole otras nuevas anchuras,
donde de nuevo me torna a desear para entrarme en aquellas nuevas longuras que
en sí conoció. Mira: como si tú vivieras en una casa muy grande, de la cual no
conocieras ni supieras tenía más que dos aposentos, estarías contenta con
tenerlos ocupados; pero, si viniese el [84v] artífice que la hizo y llevándote
de la mano te descubriera nuevas bóvedas, aposentos, cuevas, trojes, etc.,
¿quién duda que, viendo que tú eras dueñat de tales aposentosu
y anchuras de casa, no te holgaras de ser señora tan poderosa que tuvieras
gente y riquezas para ocuparla toda, que nada holgara ni estuviera vacía? De
aquí es que los que viven en el mundo están contentos, porque no saben ni
conocen la grandeza de su alma, sino, como si fuera choza de vinadero o cabaña
de pastores, así se satisfacen con las bajezas de acá. Pero yo que labré,
edifiquév y crié el alma y sé su grandeza, cuando entro en ella, como
soy luz que alumbro a todos los hombres que vienen al mundo12,
descúbrole su grande capacidad y anchuras que en sí tienen; y siempre que les
doy este nuevo conocimiento, se les dispiertan en ellos nuevos deseos, ansias y
pensamientos de tener con qué enllenar aquellos vacíos que les descubrieron,
deseando nuevas virtudes y riquezas. Y como todo lo de acá es nada para tan grande edificio y sumtuosa
casa, quieren y piden que sólo yo, que lo enlleno todo, enllene sus deseos. Y
como yo, cuando me doy y entriego a estas tales almas me poseen como la esposa
cuando dice que totus sum desiderabilis13, que todo soy deseos, luego
si todo soy deseos, después de me tenerw, tendrán un Dios que es deseos
y quedarán más llenos de deseos. De aquí es que, ni por su parte ni por la
mía, no puede un alma, mientras vive,
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estar
contenta y sin tener pendencias y debates conmigo sobre si tiene cuanto quiere
y yo le doy todo lo que le prometo.
9. Quiérote
advirtir, hija mía, que cuando un alma llega aquí, llega a un estado muy
perfecto, porque en sí siente nuevo brío y fortaleza para más caminar y en mí
conoce más que buscar. Algunas almasx algo flacas, en quien
recalcitrando sus deseos y parando en mí sus pensamientos, quedany
hechas almas detenidas y estorbadas [85r] en el bien y gloria que en mí hallan
para en ella descansar y parar del trabajo que han tenido en buscarme; a quien
los hombres llamáis spíritu estático, que está y para a tener y poseer aquel
bien que se le entriega, quedando en alguna manera en ese estado como cojo o
inposibilitado para hacer y obrar actos diferentes y extraordinarios de los que
aquel spíritu está obrando movido de la voluntad libre que tuvo antes que
entrase en aquel arrobo o enajenamiento. Procuraré, hija mía, declararte esto
que he dicho con algunos exemplos.
Llana cosa es que lleva más fuerza
la saeta que no para en uno y dos estorbos, que se le ofrecen en el camino para
do fue enviada, que la que se detiene en el primer estorbo; más fuerza lleva la
bala que pasó la barbacanaz y llegó a batir la muralla que la que se
quedó en este primer terrepleno. David llama a los varones perfectos saetas de
mano poderosa: Sicut sagitae in manu potentis, ita filii excusorum14;
los hijos de los sacudidos dice que son como las saetas en la mano fuerte y
poderosa. Estos son los religiosos y varonesa apostólicos, que se han
sacudido de todo lo de la tierra y vienen a mí como saetas despedidas de manos
poderosas, las cuales, aunque topan con algún conocimiento de mi bondad
inefableb y de otras perfecciones, no paran ahí, sino que la fuerza de
su spíritu y deseos les hace pasar adelante a querer más, conocer y amar más.
Otras almas hay que no llevan tanta fuerza ni salen de brazo tan fuerte, que,
en llegando a conocer algo de mis tesoros y riquezas, en ellos paran; y yo,
según su flaqueza, dispierto unos gustos y contentos que los entretienen,
porque no siento en ellos fuerzas para poder pasar adelante.
10. Darte
he, hija mía, otro exemplo, para que con ellos procures escoger lo mejor y
animarte a más trabajar. Considera que van dos hombres camino, y que el uno se
quedó atrás y el otro se fue adelante. Cuando dispierta y echa menos la compañía,
procura alargar el paso y, aunque sea con algún cansancio, alcanzarlo.
Cuandoc lo alcanzó y llegó do estaba, lleno de gusto por una parte y
por otro lleno de [85v] cansancio, sin poder resollar ni echar el anhélito, se
sienta y para con el compañero. Gran dicha es haber alcanzado al que deseaba,
gozarlo un rato a pie quedo, cobrar resuello del camino y fatiga pasada. Pero
mayor dicha fuera si, después de lo haber alcanzado, dijera: no vengo
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cansado, huélgome de haberos topado, no hay que parar,
estar ni descansar; alto, señor, adelanted, caminemos, que no es tiempo
de parar; la noche vendrá cuando no se pueda trabajar ni caminar, entonces
pararé y descansaré de mis trabajos y despacio os gozaré. Así, pues, hay muchas
almas que me buscan y andan tras mí porque yo las he dispertado y avisado cuán
atrás quedan y cuánta necesidad tienen de alargar el paso. Y así lo hacen,
fatigándose de noche y de día, castigando su cuerpo con disciplinas, ayunos y
cilicios, ocupándose en muchas y muy diferentes obras, que todos son pasos para
ir tras mí. Cuando después de ese trabajo me toparon y me les descubrí,
manifesté, si vienen fatigadas, cansadas y sin resuello, gusto que paren y se
entretengan en algunos divinos y celestiales consuelos, doyles unos bocadillos
cone que cobran un poco de aliento y ánimo; son spíritus que han
menester parar allí y hacer venta. Pero no hay dudar que fuera más perfección,
después de estos trabajos, cuando a mí me encontraran y toparan, no tener necesidad
de parar sino pasar adelante con nuevo brío, ánimo y deseo de hacer más y
atender al paso que tan gran señor y caminante quisiere guiar, dejando el
descanso y venta para la otra vida, que será cuando no es tiempo de caminar
sino de posar y gozar de la apacible compañía que conmigo han tenido. Por eso di yo un título de "varón de
deseos" a mi siervo y profeta Daniel15, porque siempre en él
estaba hoguera encendida dispertando a más, y yo dándole fuerza para que no
parasen tales deseos sino que siempre caminasen adelante. Por eso son tantas
veces reprehendidos en los púlpitos los del tribu de [Rubén y Gad], porque se
contentaron con la primera tierra florida de promisión, dándose por pagados en
ellaf y cansados para no poder pasar adelante16; y también san
Pedro que, por unos poquitos de pasos que dio en mi compañía, quiso parar en el
monte Tabor17 [86r] y no pasar a la muerte de cruz, en que yo tenía
puesto tanta gloria para él y para mí.
11. Según
esto, hija mía, no te aflijas cuando te veas descontenta, llena de deseos, que
jamás los puedes ver cumplidos en la tierrag, que ésa es señal que cada
día en mí vas descubriendo nuevas riquezas y tesoros dignos de ser
deseablesh; señal que en ti dispierto nuevo apetito pues jamás te
hartas, y que pongo nuevas fuerzas pues no te cansas. De suerte que más
gracias me debes dar porque te doy deseos de más obrar y trabajar que, si por
verte cansada, te diera nuevos bocados, alivios y entretenimientos de gustos
celestiales. Está contenta, porque descubres nueva tierra y dejas muchas cosas
atrás; y que será sin duda llegarse día en que se te paguen muy bien tus
jornadas y trabajos con gloria infinita, etc.
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Jhs.
Mª
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