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CAPITULO 3 - Cómo el alma se confunde en los
desengaños que Dios le da, y de ellos saca nuevas penas y aflicciones
conociendo que las pasadas le han nacido de poca fee y rendimiento
1. ¡Oh Dios mío y gloria mía, seas tú mill
veces glorificado y bendito! Todas las criaturas pregonen y publiquen tu
bondad. ¿Quién soy yo, Señor mío, que quiera yo contender contigo? Y ¿quién
eres tú, que te quieras humanar y allanar mis dudas y satisfacer mis
dificultadesa? Cuandob estoy enterado, en ellas echo de ver son
nacidas de mi flaqueza y poco rendimiento, y que me valiera más callar y
dejarme llenar de tu infinita sabiduríac. No cabe en ti engañar a
nadie; ni en mis caminos buscas tus mejoros, pues todas las criaturas, y otros
mill mundos que hubiera, nada podían añedir a tu bondad: sólo pretendes mis
aprovechamientos. Y si yo, Señor mío, tuviese la fee que debo, debo callar y
cerrar los ojos y aguardar que en mí se cumpla tu sancta y divina voluntad.
2. [86v] ¡Oh Señor mío, y quién te amase
por tantas perfecciones como en ti, Señor mío, cada día se descubren! Todas
estas flaquezas que en mí, Señor, has descubierto, descubren en ti infinita
bondad, piedad, mansedumbre y amor que tienes a las criaturas, pues así te
allanas a tratar con ellas y te compadeces de su miseria. En fin, eres infinita
sabiduría, y no quieres que el alma que te desea agradar, padezca en obscuridad
y tinieblas, sino gustas y quieres darle luz con que vea la gran fidelidad con
que tratas con los hombres. Y con esa luz yo, Señor, veo en mí gran falta de
obediencia en el entendimiento, pues siendo tú mi fidelíssimo prelado,
quierod saber y escudriñar las causas de mise caminos y de tus
mandamientosf. Pero como eres tan sabio, Señor mío, por ninguna parte
dejas defraudado mi mérito ni apocadas mis penas, porque, como satisfaces mis
cuestiones y dudas y en ellas descubres mis faltas y poco rendimiento, no puede
dejarg de causar en mí nueva pena con el nuevo conocimiento de mis
faltas. Y así, Señor, debo yo afligirme y avergonzarme de parecer ante vos,
infinita bondadh, que os apiadáis de mí y allanáis a mii
poquedad; la cual conocida, yo no puedo dejar de decir una y mill veces: ¿quién
me metió en cuestiones y dificultades? Si troqué gustos por cruz y la cruz no hallo, contento estoy,
Señor, porque tú lo haces, todo es hacienda tuya, lo que yo di y lo que tú me
entregaste.
Ante tu presencia,
Señor mío, aquellos venerables viejos que san Juan vido en el Apocalipsi,
quitaron las coronas de sus cabezas y se
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postraron por tierra1, en señal de que todos los
reinos y monarchías se te deben rendir y humillar ante tu presencia y reconocer
que nada se puede tener y poseer contra tu voluntad. Según esto, Señor, para
gozar yo de tu presencia, mi corona, si es de flores y gustos o de trabajos y
espinas, debo rendirla, y humillarmej, estando contento con sólo lo que
tú gustares, y no querer más ser del quek tú gustares y quisieres. Que,
mientras menos ser en mí hubiere dejando yo de ser por ti, tendré más alto ser
en ti. Por esto nos desnudas y adelgazas, porque no paremos ni nos detengamos
en nosotros ni en lo que tú depositas en mí, sino que así vacíos busquemos a
ti, ser de infinita perfección, en quien yo y mis cosas tendremos grande
seguridad y perpetuidad.
3. Si
vale más no ser por ser en ti, muy contento debo estar cuando tú me apocares,
que quiriendo yo algo por verme sin [87r] nada, irlo he a buscar a ti, en quien
todas las cosas están summamente perfectas. El agua apartada de
sus fuentes y manantiales ni está tan dulce ni tan clara, porque toma el sabor
de la tierra por donde pasa y de la vasija donde se echa. Y así los gustos,
Señor, que de vos nacen, porl estar en mí se pueden volver amargos, y
la cruz que vos me entregáis se puede volver palo de malhechor. Y así es bien
que esto se torne a vos para que en vos, como en su propia fuente, se busque y
halle con la claridad y dulcedumbre que conviene. Luego, según esto, muy errada
he andado yo en afligirme, unas veces porque me veo sin gustos, otras porque me
veo sin cruz, otras porque me veo sola, pues veo que, después de estas
aflicciones, lo que saco y apriendo de la luz que vos me dais es confusión,
flaqueza y engaño mío, poca fee y menos rendimiento.
4. También, Señor, saco de aquí un inmenso
bien (quieras tú que yo me sepa aprovechar de tantas ocasiones en que me pones
para más merecer). El bien, Señor, que saco de estas divinas respuestas es una
mortificación grandíssima para el entendimiento orgulloso: que no quiera saber
más de lo que le conviene saber. El enfermo basta saber que está enfermo; no ha menester saber qué
enfermedad, de dónde le vino y cómo se ha de curar: eso pertenece al médico. Si
tú, Señor, me pones en estado de aflicción, basta saber que estoy afligida y
llevar la tal enfermedad con paciencia. El saber por qué y de qué proviene esta
aflicción y cómo se ha de curar, a ti sólo pertenece.
5. Tanbién
queda la voluntad mortificada. La cual, deseando padecer, puesto caso que no se
le volvía la cruz que ella amaba y deseaba, de poco le pudo servir el desengaño
del entendimiento cuando para él no hubiera sido mortificación alcanzar lo que
deseaba; porque ya se sabe que elm manjar del entendimiento son razones
y el de la voluntad son obras, porque obras son amores, que no buenas razones.
Y así con
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la misma
hambre se queda la voluntad, quedándose sin lo que pretendía y deseaba, que era
padecer por quien de veras ama. Antes estos desengaños que se dan al
entendimiento de "así te conviene", encienden más la voluntad y la
dispiertan a hacer nuevos enpleos de deseos; y creciendo el deseo de cruz,
crece la cruz, porque se desea y no se tiene; y cuan grandes, largos y
dilatados son los deseos tan grande es la cruz. Y como tú, Dios mío, das tu cruz guisada de suerte que, sin
parecer palo, se parece un hombre crucificado, cocido y abrasado en deseos, con
nueva mortificación busca la cruz que tiene; y como no la halla en la materia
que él la busca, todo él queda afligido, pensando que cruz y crucificado se han
absentado [87v] donde, por cerca que estén, se le hace al alma ansiosa que
están lejos. Porque su bien consiste en una unión perfectíssima que, como cada
día puede crecer y ser mayor, cada día de nuevo busca este bien, para meterlo
más adentro y que la mezcla se haga de suerte que ninguna de las partes se
conozca por sí, sino la una en la otra.
6. Concluyamos,
Señor, que yo saco de todo lo pasado que mi vida, para ser cual conviene, ha de
ser muerte, y muerte en quien no se conozca vida, sino la que vos dais al que
de veras por vuestro amor muere.
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