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CAPITULO 5 - En que se pone la causa
de la mudanza del primer estado, de que se va hablando, al segundo estado, y
cómo Dios es causa
1. ¡Oh Dios mío y bien mío, Padre de
misericordias grandes! No es pequeña la que usas con un alma cuando te das y entriegas,
de suerte que [te] tenga, posea y goce dentro de sí en la forma que en esta
vida puede. Cuando de esta manera, Señor, te communicas, en cualquier estado
que el alma tiene te goza de una manera, porque las cosas exteriores no son
bastantes para trocar y mudar este admirable trato y compañía que tienes con un
alma, si no es que, por las causas que a ti te parece, te tapas y encubres de
suerte que no siempre te goce de una manera. Causa por qué el alma parece de muchas maneras, como la piedra
preciosa a los rayos del sol o a lo oscuro, o como la imagen que de diferentes
partes hace diferentes visos siendo siempre la misma. Así, siendo una, el
almaa a diferentes visos pareceb diferente. Pero lo ordinario
es cuando ella, Señor, te cogió y entró en la casa de su madre, que es en lo
más secreto y retirado de sí propia, te goce de una manera, sin que sean
poderosos mudanzas de tiempos, alteraciones de honras, nuevos sentimientos de
trabajos, porque, como eres buen compañero, donde el alma mira allí te pones
por blanco suyo para que no se disgregue o pierda la atención atendiendo a
cosas variables. Y si tú, Señor, has de estar con el alma en todas sus
mudanzas, ¿qué se me da a mí, tiniéndote a ti, volar por el aire si en él llevo
alas de paloma, andar por el suelo si en él tengo pies ligeros? El que lleva la
alforja bien hecha, eso se le da ir por tierra cara que por tierra barata; y el
que camina en pies ajenos, poco le importa el polvo o el lodo.
[90r] Gran cosa es, Señor, esta
unión y junta en mí, no mirando quién yo soy sino quién tú, inmensa bondad,
eres. Con ella sufro mis males, gozo mis bienes y paso sin commoverme por mill
diferencias de lugares, sin que de ellos perciba o sienta alteración o mudanza.
2. Pero
hallo, Dios y Señor mío, que tienes otro modo de comunicarte al alma que a ti
te agrada: que, puniendo en ella tal don y gracia, la sacas de sí y la levantas
sobre ella y llevas a ti, de suerte que, si por alguna ocasión se deshace este
ñudo y atadura y el alma vuelve en sí, aunque en su casa halle mill bienes de
repuesto, no se ve contenta, sino siempre con mill desabrimientos y disgustos.
3. Ahora,
Señor, hemos menester buscar la causa de este descendimiento y mudanza de
estado, en el cual me parece sois vos sólo el que mandáis. Y ése es lugar y
parte donde el alma, si quiere, es cosas altas y quiere no dejarlas y no
atiende a cosas bajas, no admite ruegos ni hace caso de imperios que le puedan
obligar a salir de esa quietud y rondar las calles del arrabal y bajeza del
cuerpo. Según esto, Señor mío, id aparejando en la mudanza de mi vidac
nuevos aprovechamientos,
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que me voy sospechando que la sentencia ha de ser contra
vos. Confuso me veo, Dios mío, buscando otras causas que sean bastantes para
despertar el alma dormida y arrebatada en este sueño que causa la charidad, que
bebió en las bodegas donde vos la metistes y levantastesd a este ser
más divino que humano. Porque, si digo que ella quiso, no tiene querer el que
de veras duerme, y más si es sueño de muerte a lo divino en quien, quedando el
alma endiosada, el cuerpo queda vestido de la sombra de la muerte, yerto y
helado, sin hacer lo que quiere, porque quien gobierna su máchina se absentó y
trocó en una atencióne que la dejó fuera de sí; si digo que los
trabajos exteriores y cuidados forzosos son golpes que danf en el
cuerpo, [es] parte muerta en esta ocasión: si siente, es con el sentido commún
con que nos asemejamos a los brutos, porque el particular, que es el que da la
atención del alma y la aplicación de la imaginación, ésas faltan porque todas
esas partes acudieron a acompañar el alma, que de tanto bien gozaba fuera de
sí. De suerte que, aunque yo en mí considero mi flaqueza y los recios golpes de
los trabajos exteriores, no me parecen bastantes para desatar y deshacer el
ñudo que vos tenéis dado, mediante el cual el alma está levantada a este
altíssimo ser.
4. Hecístesos vos, Señor, dueño de la
casa, cogistes las puertas, sois vos sólo el que mandáis en ella. Veamos, Señor, qué causa tenéis para que
yo descienda y baje al trato común y ordinario. Si es porque no merezco
perpetua continuidad, tampoco merecí el sacarme [90v] de mi casa en lo
principal de la obra, que bondad y misericordia vuestra fue llevarme por camino
tan extraordinario. Cuando Marta deseó y quiso que su hermana María la ayudase
a las cosas que eran de vuestro servicio, cuando estaba a vuestros sanctos pies
en este soberano sueño, a vos os pidió licencia y os suplicó le mandásedes
fuese a la ayudar1; y, como cosa ociosa, no quiso decírselo a ella, por
el poco lugar que le daba el enajenamiento de tener otro querer tan diferente
como de lo bueno a lo mejor. Y si entoncesg no distes licencia, veamos
la causa de concederla en la ocasión presente y de gustar estos truecos, que
sólo por venir por vuestra benditíssima mano, que jamás se puede engañar en la
disposición de las cosas, puede el alma estar ni quedar contenta hasta que su
poco a poco vaya haciendo el cuero a las armas y olvide (si olvido puede caer)
aquellos estrechos abrazos y coloquios divinos. El niño en el vientre de su
madre, metido en aquellas tinieblas, pegado y asido por todas partes con las
entrañas de su madre, contento está, no llora, bien pasa, porque, si no ve y
está en tinieblas, ve muy bien quién lo rige y guarda de todo mal; come, bebe y
vive sin trabajo ni molestia porque, siendo criatura engendrada, más está en
quien la engendró para gobernarse por el querer ajeno que por el propio suyo,
que no es aquel estado ni tiempo de poder querer a su libre albedrío. Este
niño, cuando
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nace, nace a
nuevo mundo, a nueva luz, a nueva vida y a diferente ser. La cual mudanza, por
traer mill diferencias de la primera, lo siente el chiquillo; y así gime y
llora y hace tantos sentimientos que es maravilla no deshacerse, si Dios no
proveyera el primer engaño natural de que proveyó la naturalezah
puniéndole la tetai y pecho en la boca.
Hablemos un poquito
con este niño y consideremos estas dos diferencias de estados y veamos por qué
llora: en el primero, tinieblas, aprietos y estrechuras en el vientre de su
madre; en el segundo, luz y anchura de este mundo. En el primero no ejercita sus sentidos, y
en el segundo sí. En el primero no tiene querer; en el segundo luego lo muestra,
pues cuando quiere mama y, cuando no, desecha. Pues veamos ahora,
niño que lloras, ¿por qué te cuitas? Podrá responder que en el primer estado
tiene todo lo que en el segundo sin las molestias ni inperfecciones con que se
alcanzan en el segundo. En el segundo estado, que goza después de nacido, está
abrigado a costa de pañales y mantillas, y en el primero, estando en el vientre
de su madre, sin ellas. En el
primero ve sin luz, y en el segundo ha menester medios dispuestos. En el
primero se sustenta sin comer y muda sitios sin andar, y en el segundo le ha de
costar su trabajo. En el primero, sin querer, tiene todo lo bueno, y en el
segundo peligra su querer o no querer por estar más sujeto a engaños el querer
del niño que no el eligir de la madre. Y así, aunque es verdad que la segunda
vida le es más natural a este niño, por ser más penosa y laboriosa no puede
dejar de sentirlo con lágrimas y sollozos.
5. Paréceme,
Dios de mi alma, que he hallado una comparación que debe escusar mi sentimiento
y obligar [91r] vuestros favores al reparo de mi mudanza de vida, pues no es
menor que la que hemos dicho. Cuando vos, Señor, levantáis un alma y la unís
conj vos en la forma que vamos diciendo, por todas partes se ve asida y
ligada, pues cuando tuviera más bocask que bocasl un pulpo,
todas hallaran firmeza en que asirse. En este estado goza de todas las cosas en
el ser perfecto, por la participación del ser divino que en vos tiene,
desnudándolas del modom inperfecto con que se alcanzan y poseen, porque
aquí el alma ve en tinieblas y conoce sin especies, levantándola vos, Señor, a
otros altíssimos modos de conocer. Aquí siente abrigo el alman, y sin
ropao, estando el cuerpo desnudo, sirviéndole la nieve de lanap2.
Y el alma, desembarazada de species y fantasíasq, muda sitios y tiene
ligereza sin r cansancio, porque con vuelo de alas ajenas se trasmonta
y aleja. Sujeta a vuestro querer, no teme yerros, por gozar de un tiempo y
estado que le es fuerza nos gobernarse por el suyo, que es variable y
sujeto a mudanzas. Cuando de este estado se desase y nace el segundo de que
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hablamos,
verdad es que goza de otra luz, mediante la cual al entendimiento le cuesta su
trabajo conocer por ser con discursos, pasos penosos. Goza de abrigo, pero ha
de ser costoso: el cuerpo con paño, el alma con representaciones. Goza de un
querer con mill mudanzas, sujeto a menoscabos. Y aunque esta vida al hombre le
es más natural, pero como le es más penosa, no puede dejar de sentirlo, gemir y
llorart y obligaros que, como a otro niño que salió a mundo diferente
del que gozaba en el vientre de su madre, le pongáis algo en la boca, le deis
vuestro sancto y divino pecho, con que no le será tan molesto pagar tantos
pechos como queda obligado en este segundo estado y nuevo nacimiento.
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