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CAPITULO 9 -
Del seguro que un alma tiene el rato que Dios la eleva a un alto grado de perfección;
y del peligro y temor que debe tener cuando, vuelta de aquel estado, se ocupa y
trata con las criaturas
1. Hete
descubierto, hija mía, muchos bienes y mejoros que en el segundo estado, en que
te puse mediante algunos trabajos, te tengo encubiertos y librados para otro
tiempo, porque así la mudanza del estado como la dilación de la paga convino
disponerlo mi alta sabiduría.
Quiérote ahora advertir un peligro
en este segundo estado, para que estés muy sobre aviso paraa hacer lo
que fuere en tib y yo te libre dél, y es que, como en este estado te
avecindaste exteriormente más a las criaturas, quedas con algún peligro no te
peguen alguna roña o algo de sus muchas inperfecciones. Y digo
"exteriormente" porque ya hemos convenido que en entramos estados yo
me estoy communicando al alma interiormente, aunque con diversos modos. Donde
hubo más diferencia fue en este hombre exterior porque, habiendo sido
arrebatado en el primer estado con la fuerza y vehemencia del [97r] hombre
interior, quedó muy fuera de sí, muy intratable e incommunicable con estas
criaturas esteriores, desasido de ellas de suerte que, por aquel tiempo que
este hombre así fue elevado, no tenía que tener miedo ni peligro de que se le
pegaríe la tizne y suciedad de estas cosas bajas. El lodo sólo se pega al que
lo pisa y lleva los pies por en medio de el suelo, pero a un pájaro que vuela
por el aire no le es de consideración. Aunque este cuerpo es pesado y
terrestre, en el primer estado voló con las alas que le prestó el alma y
movióse con ligereza al movimiento de su primer móvil que es el spíritu. Pero en el segundo
estado, en que ya dispertó, volvió en sí y se halló tratable de las criaturas y
le es fuerza caminar por partes lodosas, ha menester mirar dónde pone los
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pies, no se resbale y dé de hocicos entregándose a las
criaturas de veras y con daño y detrimento de su alma.
2. Cuando
en el primer estado tratabasc conmigo ad intra, en lo escondido de tu
alma, no padecías estos peligros, porque el obiecto y fin de tu obra interior
no era la criatura sino el criador, de quiend te vienee todo lo
bueno no sólo en el conocimiento del fin y obiecto, pero en los medios. Si de
parte tuya tienen alguna inperfección, quedan apurados y acrisolados, como
cuando el sol se comunica en el día: no sólo el mismo sol se comunica perfecto
como él es, pero los medios con que se nos comunica los vuelve claros,
resplandecientes y perfectos, que es el aire y estos lugares intermedios. De
suerte que ni de parte mía ni de parte de los medios padece el alma peligro,
porque cuando estos medios, con que yo me doy a conocer y a comunicar a un
alma, sean species criadas, no hay que temer de ellas porque, haciéndolas yo
medios proporcionados para mi conocimiento, son de mi condición y
chalidadf; cuánto más que, siendo summo bien a quien en aquel
conocimiento el alma es elevada, yo, cuando me parece, le sirvo de medio y fin,
no gustando que entre ambos haya tercero que nos junte ni criatura que demedie.
Porque bien tengo yo modosg con que a scondidas goce de mis amorosos
abrazos, desnudándola de todo lo natural. Lo cual, si bien entendiera mi sposa,
cuando a deshora llame a su puerta no me diera por escusa el tener sus pies
lavados y su túnica quitada1, pues el modo más alto con que en esta
vida me comunico es cuando del todo desnudo yo las potencias y las limpio de
las representaciones bajas que hacen las species criadas. [97v]
Entoncesh muy a deshora llamo yo a la puerta de un alma, la cual, si no
fuese incrédula sino que con particular confianza me abriese y entregase su
voluntad, vería obradas en sí grandes maravillas, porque a mí nada me es
inposiblei. Este modo de comunicación todo es limpio y puro, sin temor
o peligro que de parte del fin o de parte de los medios le puede resultar algún
daño. No trato ahora de parte de la criatura que recibe el bien, que tal puede
ser que, así como el buen vino se vuelve y enturbia por razón de la vasija en
que se puso, de esa manera pueden enturbiarse las mercedes que yo hago a un
alma porj razón de ella misma, sujeto que las recibe.
3. En
el segundo estado en que se trocó esta alma no hay los seguros sobredichos,
antes algunos peligros que nos deben causar algún miedo y recelo, así de parte
del fin como de parte de los medios con que tratamos: tratamos con criaturas
cuyos aprovechamientos deseamos y mediante cosas criadas, que las unas y las
otras, si usamos de ellas desordenadamente, nos pueden hacer daño. El seguro
más principal para evitar estos daños y peligrosk [es que] todas
vuestras obras han de tenerl por último fin al mismo Dios, de suerte
que lo que obraresm
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y hicieresn sea Dios el que a ello teo
mueve, no tiniendo otro fin último ni otro respectop sino que en esas
obras meq agrade yo r; y de mís debest aguardar
el premio y paga de lo que hicieresu y obraresv.
La
razón por qué el sol hace estos admirables efectos sin daño ni detrimento suyo
es porque, estando él subido en el cielo, obra en la tierra; que, si
élw estuviera acá abajo, en verdad que se habíe de tiznar las manos
obrando y tratando con tanta diversidad de criaturas, unas perfectas y otras
inperfectas. Quien en vosotros obra es la intención y el último fin en que
tenéisx puesto el corazón: si el corazón lo tenéisy puesto en
mí, las obras serán puras y limpias. Que es lo que yo digo por [san Lucas]: Si
oculus tuus sinplex fuerit, totum corpus tuum lucidum erit2.
4. Procura, hija mía, levantar los ojos de
tu intención a mí, y está muy cierta que lo material de la obra, que es el
cuerpo, será claro y perfecto. Y si el corazón, que es el que se daña y el que recibe
las alteraciones y mudanzas, se pone en las criaturas, es llano que de ellas
propias se ha de inficionar, como el agua que toma el sabor por donde pasa.
Llano es que un hombre que va en un navío ha de caminar y mudarse según el paso
y ligereza del navío; y poco inporta que [98r] el tal hombre esté quedo si el
navío en que camina anda y por momentos se muda. Eso hace mudable el corazón
del hombre: estar puesto y vestido de las criaturas; que, cuando él en ellas
esté quedo, le ha de ser fuerza mudarse y andar al paso de ellas. Cuando un hombre se está ahogando en un
río, el que lo entra a librar lo primero que hace es apartarse y ponerse donde
no lo pueda asir, y dende fuera hace sus diligencias para librarlo, porque si
se pegase y asiese con él, entramos se ahogarían. Qué de veces, hija mía, ha
habido hombres que, sin saber nadar, con celo desordenado se han arrojado en lo
profundo de la mar a querer librar a otros, para más presto perecer entramos; y
qué de ellos, sin suficiencia ni gracia, se han querido meter en medio de las
ocasiones para librar a otros, quedándose el uno y los otros en medio del fuego
consumidos.
Ha de tener este tal que aprehende
esta dificultad: lo primero suficiencia, no sea como el que enpezó a edificar y
no pudo acabar3, o como el que edificó sobre arena, a quien el propio
edificio y obras de sus manos le amenazaban ruina y muerte cayéndole encima y
cogiéndole debajo4; lo segundo, que no esté tan pegado a las propias
criaturas que ellas mismas, asidas y pegadas con él, lo ahoguen y lleven con su
peso al profundo de sus miserias, sino que dende afuera haga sus diligencias y
procure el bien y salvación de sus propios hermanos, porque escrito está que
"nada le aprovecha al hombre ganar el mundo si su alma recibe detrimento"5.
Muy ignorante fuera el hombre que, quiriendo
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librar a
otro de los cuernos del toro, fuera a favorecerlo puniéndose él en el mismo
peligro y en los propios cuernos. El buen toreador dende fuera silba al toro,
le echa la capa y lo divierte para que cese la furia que tiene contra la tal
persona. Bien es que los hombres libren a sus hermanos, que por desgracia en
medio del mundo están pereciendo en los cuernos de la gran bestia, pero no ha
de ser puniéndose ellos en los mismos peligros, librar al otro y perecer él.
Dende afuera dé el silbo y el grito y, si fuere necesario, échele la capa, que
es su hacienda, su honra y vida del cuerpo, que "no hay que temer los que
matan el cuerpo como no hieran al alma"6, la cual en todas
nuestras obras la hemos de tener desasida y despegada de las cosas de la
tierra.
5. Aquella
visión que tuvo san Pedro de la conversión de los peccadores en aquel lienzo
que vido bajar del cielo lleno de animales inmundosz le dio el modo que
habíe de tener en convertir peccadores y aprovecharlos. El quiso rehusar el
comera aquellos animales que allí venían por ser ponzoñosos y parecerle
habíe de reventar con ellos, pero yo mandéle los matase y comiese y que no
llamase inmundo lo que Dios tenía purificado7. No es bien que [98v] el
hombre, por mucha hambre que tenga de convertir almas, se quiera comer los
peccadores vivos, que esb tratar y comunicar con ellos, como dice san Pablo,
en sus obras malas8; halos de matar primero y procurar quitar la vida
del peccado, y esos tales, que ya Dios los tiene purificados, cómalos, trate y
converse con ellos, hágase todo para todos para que a todos los granjee y
gane9.
Ven acá, hija mía, pon los ojos en
tanta diversidad de animales ponzoñosos como viven sobre la haz de la tierra,
los cuales los he criado yo para que después de muertos sean saludable remedio
a las criaturas. Serpientes fueron las que a mi pueblo mordían y mataban, y con
una serpiente muerta y levantada en alto les daba vida y los sanaba10. Ratones vivos fueron
los que a los betsamitas destruían y asolaban sus tierras; ratones de oro me
ofrecieron, con que yo me aplaqué11. Mucha diferencia hay de peccadores
pertinaces que siempre están perseverando en su maldad, que éstos son los que
destruyen la tierra y a los que tratan con ellos; y hay otros peccadores
muertos, que por haber ya muerto en ellos el peccado y no reinado la maldad,
están vivos para míc. Estos son los que yo amo y quiero y tras quien se
me van los ojos, los que me aplacan y a quien yo entriego mis justos para que
procuren su conservación y sus mejoros. El exemplo destos tales sirve de
medicina y remedio al mundo tan depravado y perdido. Mill provechos y bienes
tengo yo en ellos encerrados, y así gusto que los justos comuniquen con ellos
en este estado para que, como boticarios, se sepan aprovechar de esa
atriaca12 para aplicarla a otros.
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6. Pues digo, hija mía, que el alma que de
veras me ha de agradar, no sólo se ha de abstener de la comunicación de los
peccadores en sus males y perdición, pero ha de procurar apartar cualquier
género de afecto y afición de esas propias criaturas con quien tratad.
Los afectos del alma son bocas por donde le entra o sale el mal. Estos afectos
asidos y pegados a las criaturas, en ellas vomita sus devociones y recogimiento
que por vías secretas le habíe entrado, y por ese mismo camino recibe el manjar
nuevo a que de nuevo son esos afectos aplicados. No pueden hacer buen estómago
las cosas de la tierra, que en fin son tierra y es necesario opilarse y
detenerse en el estómago; son frías y de calidad terrestre, y las fuerzas del
alma cortas para digerir cosas tan duras.
Los
médicos lo primero que hacen a su enfermo y convaleciente es mandar que le
guarden la boca, no se le desmande a cosas que le puedan dañar, que él tiene
cuenta con recetar lo que su enfermo [99r] ha de comer. ¡Ay, hija mía, y si los
hombres supiesen qué flacos son, qué enfermizos y qué poco calor tienen para
digerir estas cosas de acá, y qué cuenta tendrían con guardar los afectos, que
tantos como son tantas bocas tienen! Y si es dificultoso a un hombre antojadizo
guardarle una boca, mira el cuidado que un hombre debe tener consigo propio en
el trato de las criaturas, pues tantos quereres tiene y tantas son las
criaturas que con la hermosura de su ser están convidando a que las amen y las
quieran.
7. Yo tengo grande cuenta, que soy médico
y tutor de un alma que me ama, dee prepararle esos manjares de suerte
que no le hagan mal. Muchas cosas de suyo son malas que, mudadas a otras
tierras y trasplantadas a otros lugares, mudan la calidad; y también, mezcladas
con otras cosas, le quitan su malicia y truecan la propiedadf y se
vuelven sanas y son de sustento. Mucho dañan un alma las criaturas si de ellas
se aprovechan como ellas son, por las calidades frías y terrestres que en sí
tienen encerradas, pero, sacándolas de sí y trasplantándolas en mí,
mezclándolas con mi bondad, es llano perderán la malicia que tienen de sí y
tomarán la bondad de mí. Quiérote decir, hija mía, que siempre procures beber
el agua en su fuente, por el peligro que tiene, salida de ahí, de haberse
maleado o enponzoñado; que, si amares las criaturas, sea en mí y por mí, en
quien no puede haber malicia, sino eterna seguridad, y no las ames por ellas,
que, como son capaces de malicia y perdición fuera de mí, encierran en sí cosas
con que te pueden dañar y perder. Y así inpórtate acudir a su remedio,
apartándote de ellas todo lo posible; dales la mano y esconde el corazón, que
éste es el que de veras se debe guardar, porque en el puncto que llega a él la
malicia y veneno de algún amor desordenado mortífero, acaba con el hombre en la
vida que tiene de la gracia.
8. No hay persona que trueque y mude
estado que con particular atención no pregunte cómo se ha de haber en aquel
estado nuevo en
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que será fuerza tener nuevas obligaciones. Y pues tú,
hija mía, por mi voluntad has trocado vida y mudado estado, en el cual te es
fuerza tratar con las criaturas, has de procurar no dejar la oración, sino en
ella cada día acudir a preguntarme cómo te has de haber con ellas y qué debes
hacer en ese nuevo estado, que aparejado me hallarás cada momento para te dar
saludables [99v] y divinos consejos.
9. "La vida del hombre es continua
guerra sobre la tierra", así lo dice mi siervo Job13, y tantas
criaturas como hay tantas train guerra con él, porque todas velan y desvelan de
cómo le han de hurtar el corazón y robarle la voluntad, porque todas ellas
piden y desean ser amadas; y son ladrones tan sutiles y sagaces que, muy sin
pensar, se hallan en medio del corazón, sin saber por dónde entraron, apelidan
victoria levantando bandera de afición desordenada en el castillo y homenaje
más alto que hay en este mundo admirable del hombre, que es el
corazóng. Por esto son tantos los avisos que yo doy a los hombres que
velen, tantos los consejos que ofrecen las Scrituras sanctas y tantas las voces
que dan con sus admirables exemplos los justos. Que haya en medio del hombre un
consejo de guerra, en que cada momento se mire cuándo conviene acometer y
cuándo huir, que no es de menos consideración la huida que el acometimiento
cuando las fuerzas del que acomete son pocas y del contrario son grandes. Así lo prediqué yo, y está escrito por mi
evangelista: "¿Qué rey habráh que, si ha de acometer batalla,
primero no mira si podrá salir con la victoria con diez mill?"14,
etc. No siempre conviene tratar ni acometer a las criaturas, que son pegajosas,
halagüeñas y con sus voces y aficiones encantadoras, el hombre y todasi
de una condición y natural.
10. Más presto se mezclan las cosas que son
de una specie que las que son de diferente: el aceite con otro aceite antes que
con el agua, un colérico con otro colérico, y un flemático con otro flemático.
Y esto por el parentesco y conformidad que tienen, frisando la una con la otra
en alguna cosa en que se avecinden y conformen, según lo que dijoj ...:
Similis cum simili gaudet15. Esa es la razón por qué el hombre, a pocas
vistas y ratos de conversación que tengak con las criaturas, se alegra
y regocija con ellas y hace liga y amistad por el parentesco y vecindad que
tiene con ellas. Y así es necesario que, en el ejercicio de esas criaturas y en
su trato y communicación, que abra mill ojos no se le peguen, porque tienen
ellas mill bocas (como queda dichol de el pulpo) con que se asen y
pegan, y aun son peores que sanguiselas que, asidas al hombre, le chupan la
sangre y le quitan la virtud. Y, si no, dime tú, hija mía, ¿cuántos hombres has
visto apartados delm trato y conversación de estas criaturas, que han
hecho obras heroicasn? Y
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siendoo [100r] como el agua resvaladeras, el
hombre perfecto ha caminado sobre ellas acoceando sus olas (como otro Pedro, a
quien lo profundo del agua no le inpedía para venir a mí16); y después,
por descuido y cargarse de cuidados ajenos, haciéndose pesado, el que
antesp caminaba con alas de paloma se fue al profundo zabulléndose y
entrañándose con esas propias criaturas, de donde dan voces gimiendo. De quien
dice Job que gemunt gigantes sub aquis17; que, siendo de antes
unosq atlantes que sobre sus hombros con facilidad llevaban el peso de
los montes de Etna, ya no pueden sufrir sobre sí dos sorbos de agua. Sin falta
en el trato y oficio se debieran de consumir y hacer enanos, y los montes se
derritieron y se sorbieron las columnas que los sustentaban; y dan voces
nuestros gigantes que los saquen fuera, que se ahogan y no pueden sufrir
semejante sepultura. De quien con tantas veras pedía David lo librase,
diciendo: Non me demergat tempestas aquae, neque absorbeat me
profundum18; no me sorba, Señor, la muchedumbre de las aguas, ni me
trague o zabulla el profundo.
No hay
cosa más apacible y agradable que la vista de la mar dende afuera, ni hay cosa
más amarga ni penosa que la mar entrando dentro. Lo propio tiene este trato de
las criaturas dende afuera, que es agradable, apacible, deleita y aficiona; y
si os metéis con ellas, no hay mar más borrascosa, mudable, tempestuosa, amarga
y peligrosa que las propias criaturas, cuyas alteraciones y pesadumbres
r quitarán la vida a quien trata con ellas si no se afierras y
afirma muy bien en la paciencia.
11. El que pasa la mar procura pasarla en
buen navío y bajel, porque a nado no le será posible tanto bracear, que se
cansará; en fin, una tabla en medio defiende y libra. Este consejo doy yo, hija
mía, a los que por justas razones les es fuerza vadear este mundo y pasar y
tener trato con las criaturas: que no quieran mezclarse con ellas ni piensen
que a fuerza de brazos se han de defender de ellas, sino que procuren siempre
haya en medio algo que le divida y aparte el corazón de ellas, ora sea el
tiempo, el lugar, y cuando no pudieran más, sean sanctas y buenas
consideraciones. Quiero decir
que, siempre [100v] que pudiere tratar con ellas dende afuera y poner tierra en
medio, lo haga. Que le es de grande importancia: hacer bien a un hombre
ocasionado y que cada uno se esté en su casa; que procure el hombre, a cuyo
cargo está el acudir a estas cosas inferiores, estarse subido y levantado en su
trato y comunicación superior, y las criaturas se estén en su casa y lugar
inferiort.
Los discretos médicos
curan las enfermedades contagiosasu con cédulas, recetas e
informaciones, y a no poder más usan de pomas, olores y preservativos para que
no se les pegue el mal. Debe el alma que de veras me ama y pretende conservarse
con entera salud, acudir a estas
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cosas inferiores por vía de información, estándose ella, mientras
le fuere posible, con su conversación en los cielos, acudiendo a ellas con
escritos y receptas; y a más no poder, sino que ha de ser fuerza entrarse entre
los apestados, mi gracia es poderosa para preservar de ese mal pegajoso. Que
era lo que causaba asombro a los del mundo, como dice Pablo: Maledicimur, et
benedicimusv19, etc.; entre maldiciones andamos benditos, entre
los trabajosw y persecuciones tenemos sufrimiento, blasfeman de
nosotros y rogamos por ellos. Todo esto hace mi gracia: que en medio de la
enfermedad conserva la salud y entre los muertos da vida.
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