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CAPITULO 10
- Cómo Dios procura poner su gracia en los hombres con resguardos de seguridad.
Y el sentimiento y cruz que padece un alma desasiéndose del trato puro interior
y trocándolo en el de las criaturas, a que por voluntad de Dios queda obligado
1. ¡Oh buen Dios y Señor mío, consuelo de
los hombres y alegría de los ángeles! Tú, Señor, eres el que siempre deseas
nuestro mayor bien y aprovechamiento y nos lo procuras con particular seguro
porque, como eres padre amoroso y nos conocesa hijos flacos que nos
dejamos llevar de todo viento, confieso, Señor, que en lo que es de tu parte
las mercedes que nos haces procuras se reciban de suerte que no con facilidad
[101r] se pierdan. Trátasnosb como a niños a quien dan el dinero
enc bolsa o metido en el seno porque no se les caiga; como a menores de
edad, a quien por el seguro de las cosasd que poseen les dan tutores, celas
y velas los bienes que tenemos y poseemos, para que no nos los hurten. Conozco
en ti esta misericordia y providencia para con lose hombres, de que los
guardas y conservas. Bien es así, Señor, porque ¿de qué le podía al hombre
servir la primera gracia recebida si no acudieras con la segunda con que le
guardas y conservas en el bien recebido? ¿Qué le sirve al hombre ganar si tanto ha de perder? Pero, con
tales ojos que nos miran, con tales atalayas que nos velan, seguro estará el
campo, y más si es campo apartado y seguro como lo es el que, alejándose de
todas las criaturas, se acercó más a tif.
2. Supuesto,
Señor mío, que en tig confieso esta misericordia y conozco esta
altíssima providencia, confuso me pone lo que en estas últimas palabras y
amonestaciones me hash descubierto. Dijísteme, Señor, las ganancias
grandes que habíe eni hacer vuestra sancta y divina voluntad,
sujetándome a todo vuestro querer, dejándome llevar de la mano acertada vuestra
que me ministraba, que báculo seguro érades que me
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sustentaríadesj en los malos pasos, luz y guía
que me llevaríe a puerto seguro. Pedíades de mi parte fee y confianza, diciendo era imposible
cupiese en una infinita bondad como la vuestra engaño o poco seguro a las almas
que con fidelidad tratan con vos. Así lo confieso, así lo creo, así lo confío y
espero.
Con esta fe y consentimiento
sacástesme de un estado (que ya me avergüenzo de tomarlo en la boca, no se
encuentre el cielo pasado con la tierra presente), un estado donde pocas veces
se oye la gritería de las criaturas ni llega la confusión de los hombres, donde
el alma parece que estaba y permanecía conociendo en ella pocas mudanzas.
Pusístesme en otro que, si del todo no he tomado posesión, ya enpiezo a oír la
herrería y perturbación que en él se enpieza a gozar. Descubrístesme en
este estado algunos peligros, causa que debía en mí dispertar grandes temores,
miedos y recelos. Y yo a ojos vistas me parece que me los estoy mirando y
oteando, que no faltarán criaturas que en este estado me maltraten y aun quien
sepa robar y quitar el manto a la que, deseando ser esposa vuestra, por no os
[101v] gozar en el retrete y escondido, buscándoos por las cabañask y
majadas de los pastores, ha de ser fuerza topar con muchos que rondan las
calles y viven de hacer mal1. Ya veo, Señor mío, los charquillos de
Egipto, donde se coge el agua turbia2. Ya estoy mirando los leoncillos
que puso Salamón en las gradas del templo por donde se subía al propiciatorio3.
Ya pesol la
carga y me parece pesada. Ya tanteo mis fuerzas y me parecen cortas. Ya
me parece me acuerdo de las ollas de Egipto4 que, aunque pobres, como
vos las dábades el sabor, más las preciaba haciendo adobes preso y captivo en
vuestro poder que banqueteando en compañía de las gentes con manjar que
corresponde a todo sabor, pues en medio de esos banquetes ya me parece estoy
enfadado pidiendo otros manjares de los ya pasados. ¡Ay, Señor! y qué de veces me considero en
este camino otra Agar, que con la larga jornada tiene sed y no le falta sino
morir5; otro Elías que, si profeta vuestro favorecido, afligido de una
reina, echado a la sombra de un junípero pidiendo a su vida se
acabasem6.
3. ¡Ay,
Señor mío y bien mío! que me decís hay peligros y poca seguridad, no permita tu
infinita bondad sea el de Adán cuando, dejándose llevar del ruego de su mujer,
comió de la fructa vedada, causa bastante por donde lo echaste del paraíso y
sujetaste a mill miserias7. No sea como el peligro de David cuando miró
a Bersabé8. ¡Ay! pobre de mí y mill veces miserable, si por no ser
fuerte y obediente me viese yo privado de tu amistad y gloria, si por dejarme
llevar de las criaturas viese yo la sentencia del propheta Natán sobre
mí9. ¡Oh Señor, y qué
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materia ésta, qué conversación tan agria!: sólo
tratarlo hace erizar los cabellos, temblar la barba y estremecer los güesos.
4. Si vida trocada en otra que, si no de
tanto gusto, de más provecho porque así tú lo ordenas mezclando en ella y
encubriendo los bienes de la pasada -por sólo que en esta vida segunda tú,
Señor mío, quedas tapado y encubierto dando lo que es oro en lo que oro vale-
tanto siente un alma por apartarse de estos primeros besos y abrazos en que con
sus labios cogía la gracia que de los tuyos divinos se vertía, y se acercó a
las criaturas, en quien tú, Señor, pusiste tu querer y voluntad para que a ti
torne esta [102r] propia alma con nuevas ganancias, como abeja cargada de
flores, para que de nuevo torne a ser recebida a mayores gustos y
entretenimientos, ¿qué fuera, Señor, si de ti se apartara para no volver y
tornar a la mano del que la envía? Si soñar una mujer que su marido se le muere
sabiendo que fue sueño -que a su lado lo tiene- llora, gime y se amortece, ¿qué
fuera si fuera muerte de veras y ella se viera viuda, pobre, sin defensa y
entregada al rigor de la justicia que le ejecuta por las deudas y obligaciones
pasadas? Ahí fuera el desconsuelo y la aflicción de un alma: verse apartar de
Dios y entregarse a las criaturas, más crueles que tigres y osos para quien
está dejado de esta poderosa mano de Dios, pues de ellas está scrito que se
aperciben y arman contra los necios, que, no conociendo el bien primero que en
Dios tenían, lo trocaron porn el que pensaron hallar en las bajezas del
mundo10. Armanse para pelear y luchar contra él, dando Dios
licencia a las propias criaturas para que, siendo parte del bien que a los
tales hombres hicieron cuando estaban en amistad de Dios, sean jueces que
sentencien y ejecuten y les quiten los bienes que les enprestaron para parecer
con todo adorno y cercados de toda variedad de hermosura anteo tu
divino acatamiento.
Y aun
quizá por eso los llama la sagrada Scritura "insensatos"11,
no dándoles nombre de cosa criada porque todas ellas se afrentan de que los
tales tengan algo en que communiquen con ellas. Los ángeles piden el
entendimiento con que a ellos se asemejan, las piedras el ser, los árbores el
crecer, y el sentir los animales; y así el que pecca y se aparta de tip
queda insensato, sin entendimiento como el caballo y el mulo, sin sentido como
los árbores, sin crecer como las piedras, y el ser que tiene en ser miserable y
desastrado. Esta, Señor,
es viudez de un alma, verse sola, afligida, desconsolada, sin amparo y expuesta
a toda miseria. Esta es muerte, cuya gravedad se deja muy bien considerar por
el sueño y pintura que en la representación presente se percibe y conoce, en el
trueco de estados que hacéis con quien gustáis, no para privar a un alma del
que gusta, sino para mejorarle en él por la
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obediencia y
rendimiento que tiene abrazando [102v] con amor y voluntad lo que no gusta. Si
siente una dama a par de muerte el estar arrevuelta y descompuesta sabiendo que
no consiste en los brocados y sedas el agrado de su esposo, sino en las gracias
y hermosura de su persona, ¿qué fuera si se viera no sólo sin ese adorno, sino
afeada, denegrida y abominable, aborrecida y desamparada de su esposo? Es
cierto que no consiste el amor que tú, Señorq, tienes a un alma en que
el alma guste y se entretenga, esté recogida u elevada; sólo consiste en la
gracia interior que tú, Señor, le tienes dada. Y con todo eso, por verse sin ese
adorno arrevuelta entre los cuidados de las criaturas, se aflige y desconsuela.
¿Qué fuera, Señor mío, verse sin esta gracia interior que es la que r
tiene en casa? ¿Qué fuera si, por estar sin ella, se viera fea, abominable y
aborrecible?
5. Bien
podríamos aún pasar adelante y considerar otro mayor mal; que, aunque ése es
grande, remedio le queda en tu infinita misericordia, a quien tienen recurso y
apelan todos los peccadores y por contrición verdadera se vuelven a ti, que en
todo tiempo los aguardas los brazos abiertos. Pero ¿qué fuera si fuera trueco
eterno, apartamiento sin fin -sin spera de regreso a la tal piedad y
misericordia y conversión- a fuego, a demonios atormentadores que sin cansarse
para siempre atormentan y, atormentándose ellos con los tormentos propios y
ajenos, se deleitan en atormentar porque sus deleites en tormentos los tienen
libradoss?
No sé yo a qué o de qué se puede
hacer comparación. Porque, aunque es verdad que el estar en peccado mortal se
llama infierno de acá fuera y es un retrato de la muerte eterna, pero no sé si
diga que tiene infinita distancia, porque en este infierno inferior que está en
el peccadot tú, Dios mío piadoso, echas una capa y hácesle sombra para
que la grandeza y daños de sus males no acaben súbitamente de una vez al
peccador, sino que con el disimulo de sus males y daños viva y llegue otro
tiempo en que se convierta y viva. Así como el que, yendo y pasando por encima
una viga que está tendida en el suelo, pasa sin temor y con alguna siguridad de
que no se le vayan los pies ni caiga; perou, si debajo de esta viga se
viera el profundo, [103r] ¿quién se atreviera a pasar por ella ni venir de un
estremo a otro sin prometerse mill caídas? Debajo de un peccado mortal está la
profundidad del infierno con todos sus daños y males, pero, considerada nuestra
flaqueza y que no caigamos de muerte temporal a muerte eterna, cuando el hombre
pecca cubres tú, Señor nuestro, nuestros males y daños que nos podían causar
desesperación, tápasnos el infierno de donde no hay redención, para que el
peccador tenga ánimo a pasar del stremo del peccado al de la gracia y amistad
tuya.
6. Hay otras muchas diferencias entre
estos dos infiernos, el que tienen y poseen acá los peccadores que actualmentev
están en peccado
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mortal al que tienen y poseen los condenados: que
éstos apártanse del summo bien, que creen y no ven, y conviértense a las
criaturas con quien se deleitan, pero en el segundo infierno apártanse de Dios,
a quien conocen para mayor tormento suyo, y conviértense a los demonios, que
los afligen y caldean en vivas llamas. El primer infierno el edificio está en pie, aunque sobre falso; en
el segundo cogiólo debajo. En el primero spera, pues no hay hombre tan malo que
con verdadera o falsa esperanza no aguarde y espere su remedio; en el segundo
desespera sin remedio. En el primero queda condenado con poder se rescatar con
la preciosa sangre del Cordero; enw el segundo, condenado sin libertad.
En el primero está ciego, adormido y sin consideración de tantos males como
le amenazan; en el segundo los males que tiene y le abrazan lo dispiertan y
avivan para que vea y conozca los males que sobre sí tiene.
No es mi intento tratar aquí del infierno
ni aun de su retrato aunque al vivo que es el peccado mortal. Allá se lo hayan,
Dios los ayude. Basta saber que cualquiera de las dos miserias fuera bastante a
consumir y acabar mill vidas que fueran mortales; sólo una pequeña consideración
viva de tanto mal.
7. Lo
que aquí, Señor mío y Dios mío, se ha ofrecido a tratar son los dejos que tú
dejas en los labios y paladar del alma, que puesta a tus pechos ha escuchado tu
doctrina y por tu querer se ha divertido al trato amargo y desabrido de las
criaturas, donde no sólo no halla leche dulce ni cruz sabrosa, sino más amarga
que mill hieles, pues los propios gustos [103v] que en los labios le quedaron
se los hacen más desabridos. Y porque nunca falte ese sinsabor, ella
propia jamás sabe apartarse de la primera dulcedumbre que, aunque bien
abstraída, bien considerada.
8. ¡Oh Dios eterno, y qué de cosas hallo
aquí envueltas en estas mudanzas y truecos! Que, aunque dentro de tu casa son
todas hechas, pero de la una a la otra se desconoce el hombre más considerado.
Y para entender que es el propio en el segundo estado, en que trata con las
criaturas, ha menester guardar algo que le sirva de señas que es el propio. Este algo, que en alguna manera le es
fuerza el guardarlo, querría saber declarar. Sólo de uno quiero decir.
Y para esto quiero que notemos que
el alma, asida, pegada y unida con Dios en el primer estado, tiene muchas
maneras de afectosx con que abraza y se pega al bien que posee: unos
son puríssimos, secretos, interiores del alma pura, que por ser tan spirituales
apenas ella propia los conoce si no es con particular dispensación de Dios;
otros hay mezclados, que siendo spirituales ya se dejan sentir y conocer,
aunque tanto menos cuanto son más spirituales; otros hay tan sensibles que
parece conoce el que los tiene dónde están y de qué manera son, aunque no lo
sabe decir. Estos, aunque parece que son del todo corporales, son muy
perfectos por la conformidad que tienen con el hombre interior; que, viendo que
todo se va tras Dios y se une con él, el cuerpo
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quiere tanbién ofrecer su cornado y irse tras el alma
y dar susy tiernos y amorosos abrazos, gustando de que todo el hombre
interior y exterior haga enpleo de todo cuanto en él hay, y todo el hombre a una
quede pegado y unido con Dios.
9. Esto presupuesto, cuando esta Divina
Majestad ordena que el alma, que así le sirve en esta quietud y reposo, repose
en los trabajos y desasosiegos de otros ejercicios en que este Señor es
agradado y servido, la razón, que es la que manda en la casa de este justo,
luego se determina a que en todo y por todo se haga la voluntad de este gran
Señor, y así manda esta razón a toda la gente de casa que vaya a trabajar a la
obra nueva por Dios ordenada. El
entendimiento luego se aplicó y fue a considerar y pensar con qué medios mejor
se podría conseguirz, procurando en esa obra, medios y fines, poner y
tener la propia presencia del mismo Dios. [104r] También los
afectos interiores y puros del alma, como ésos no son tan conocidos, déjase
entender también se mudan en la forma que pueden, y van tras el entendimiento.
Los segundos afectos, como son ya mezclados y tienen algo corporal, son más
tardos en moverse y apartarse del primer lugar y asiento que tenían en el
primer estado; y así, aunque todo el hombre se ocupe en estas obras segundas,
aquellos afectos movidos siempre o por mucho tiempo se quedan inclinados a lo
que primero amaban, que era a Dios en su interior y secreto. Como algunos hombres que, de cargarse
mucho sobre un pie, se hacen cojos, y cuando quieren no lo pueden remediar; y
otros que, por mirar con continuidad hacia arriba, se hacen bizcos. Como se
inclinaron los afectos y miraron adentro, cuando los queremos sacar a afuera y
que se inclinen en estas cosas y obras exteriores, siempre quedan cojos y
torcidos a la parte de adentro, lo cual no es de poca pena y trabajo para las
almas que quieren servir y agradar a Dios en aquello que hacen no sólo con
efecto sino con afecto y sentimiento. Lo cual, aunque para estas tales personas
sea más penoso, es más meritorio, porque hacen con mayor trabajo y tormento lo
que han de obrar, y con menos gusto sensible y mezclado, que es el que yo digo
se quedó pegado adentro; cuyaa absencia en nada nos estorba, pues el merecer
no está sino en hacer con voluntad lo que Dios ordena, aunque sea con mil
desabrimientos del cuerpo.
Pues digo que este hombre trocado
acá fuerab, para no se desconocer de que él es el que de antes vivía
allá dentro, le es fuerza guardar algo que le sirva de señas y prendas que a sí
propio se lo den a conocer. Digo que este algo que guarda son estos afectos así
movidos que siempre están palpitando allá dentro donde primero miraban y tenía
su manida. Y digo que le es fuerza. Así como el hogar donde hubo
lumbre, aunque toda ella se haya vuelto en llama, no le es fácil al suelo donde
estuvo perder el calor que se le habíe pegado; pues digo que estos ardores que
del fuego interior le habíen quedado, no obstante que el fuego divino, que es
Dios, se haya dissimulado [104v] y tapado
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en las criaturas, cenizas muertas y frías, están
dispertando a este hombre trocado y diciéndole: tú eres. Que aún se hay algo de
lo pasado, no cosa que te estorbe de lo que haces y tienes entre manos, sino
cosa que te sirva de cruz y dé más a padecer; como lo sería al hombre que,
acabando de comer dulce y aún tiniéndoselo entre los dientes, toma otro manjar
contrario, como es agrio o amargo.
Para
estas nuevas penas y así disimuladas digo yo, Dios mío, que es menester nueva
gracia, nueva fortaleza y nuevos dones. En fin, es purga mezclada en ella dulce
y amargo: lo dulce, a que estaba enseñada el alma y aún se tiene el sabor en
los labios; y lo amargo que trata en tratar con los hombres. Esto es trabajar
con el querer puro, libre y sin mezcla de gusto ni interés, trabajar con las
fuerzas en lo que Dios manda, quedándose el alma con sus afectos asido en lo
primero de que gustaba. Quedósele
asido el corazón en lo que amaba, bajó con la intención a lo que le mandaban,
deseando con lo uno acudir a lo que es voluntad de Dios y, con lo otro, a los
provechos que en sí sentía. Podría ser que con esto ganase esta tal alma por
dos partes trabajando con dos manos: con la de los afectos adentro y con la de
las obras afuera. Rico eresc, Dios, que todo lo puedes premiar y pagar.
No hay sino dejarnos en tus poderosas manos, de quien todos los que en
ellas se ponen salen bien librados con gracia y gloriad.
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