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CAPITULO 13 - Cómoa un alma desea tener con qué
agradecer a Dios las mercedes que le hace; y cómo se deshace y se congoja en
sus propios deseos. Y cuánto desea juntar su poquedad con la grandeza de Dios
para que así tenga más que ofrecer
1. ¡Oh Señor mío y bien mío, por mill
partes mío! ¿Qué digo? Infinitamente mío, porque si fuera posible que por
infinitos modos te communicaras a la poquedad de esta criatura, y en cada modo
infinitamente
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así lo hicieras, porque todo lo que veo en ti, Señor,
es infinita bondad, infinito amor, infinita misericordia que cada día inventa
nuevas trazas para más me honrar, más me mejorar y llevarme a tib. No
sé yo qué es esto, Señor, que viéndote siempre largo en el dar y que a mí me
alargas y ensanchas para que pueda recebir, siempre me veo corta y apocadac
para el agradecer.
¡Qué
hiciera yo para ser inventora de otras tantas trazas para agradecerd
comoe tú, Dios mío, tienes para me hacer bienf! Mucho siento,
Señor, que, bajando de esos cielos caudalosos ríos de misericordias que se
vierten sobre mi cabeza y en mi alma, buscando aberturas por donde se entrar y
se enpapar en los senos y vacíos de la mismag alma, como si fuera
sponja, no puedan volver agua arriba para que con ellos, como con hacienda
propia ya que no la tengo mía, pudiera yo decir: ya te vuelvo en agradecimiento
y por gracias lo que me diste, Señor; recíbelo, que tuyo es y tu bondad por
sólo tu querer lo hizo mío. Pobre soy yo y triste gusanillo; ojalá, Señor mío,
me dieras tú que, como otro gusano de seda, me deshicierah [113v] y
hilara mis entrañas tan delgadas que con ellas tejiera un vestido muy grande de
infinitas alabanzas que te diera.
2. ¡Oh Señor, y qué envidia he a todas las
criaturas angélicas e irracionales!: a las unas porque sin cesar te alaban, y a
las otras porque sin contradición de sí propias te bendicen. ¡Qué hiciera yo,
Dios mío, para tener un continuo querer sin género de repugnancia ni cosa que
en mí estorbara ni detuviera todo lo que en mí hay para que se vertiera y derritiera
en ti! ¡Oh Señor, y qué envidia he a los inciensos y holocaustos cuando veo que
se deshacen en tu servicio! Gran
cosa fuera si yo fuera una criatura tan spiritual que nada en mí viera que no
estuviera en ti. ¡Oh cuerpo, y qué basta criatura eres, qué bajo te quedas
y cómo no eres de chalidad que en ti se pueda Diosi otra vez humanar!
Pero si tú dieses en la cuenta, puedes te endiosar, pero ha de ser como decimos
hace el incienso, que se quema, se abrasa y hacej una varita ex aromatibus
mirrae et turis1. Procura espiritualizarte y por todas partes dar buen
olor de ti, que por ese camino, aunque eres tierra, se puede en ti coger fructo
de provecho y primicias de alabanzas para Dios, y hacerte cielo.
Trazas y
modos busco, Dios mío, para te engrandecer por las singulares mercedes y
beneficios que de ti recibo, y no hallo por la cortedad de mi saber y poder. Y cuando supiera entregar todo lo que
puedo, no puedo nada, porque nada valgo. ¿Qué ha de añedir una gotilla
dek agua a la mar? Nada. Pues menos añade todo mi ser a tu bondad y
grandeza, y no digo yo el mío, sino el ser y poder de todas las criaturas
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juntas, porque todas ellas son como si no fuesen y tú,
Señor, eres un Dios inmenso que todo lo enllenas y de nada tienes necesidad. Pues si las criaturas
en tu comparación son nada y tú eres un Dios lleno, infinito y inmenso, ¿adónde
hemos de pegar esta nada que supla de algo?
3. Ea, Señor mío, que pobre te heciste y
menesterosol; desnudo naciste para que esta nada que el hombre es fuese
algo para quien tan pobre era y que siquiera sirviese de un trapo viejo con que
vestir y remendar lam nuevan desnudez que vos traíades al
mundo. Así lo dice
san Pablo: "Que el que era rico se hizo pobre, para con su pobreza
enriquecer nuestra miseria"2. Según esto, ya no será, Señor mío,
atrevimiento ofrecerte mi nada, mi corazón, mi vida, mis palabras y
pensamientos.
Nada desechan los
enamorados de las cosas que [114r] aman. Y pues amores os trujeron del cielo a
la tierra, como enamorado bien recebiréis aunque sean unas florecillas y
hierbezuelas; que aunque es verdad son en sí tan flacas que a la mañana nacen y
a la noche se envejecen, este día en vos, Dios mío, es día eterno que no tiene
tarde ni mañana porque vos, Señor, sois luz imarcesibleo; y así lo que
en mí es nada porque así se marchita, fenece y acaba, puesto en vuestras manos,
será continuo, perpetuo y durable y de valor inmenso3. Y así no hay que reparar en ofreceros
cualquier cosa, sea lo que fuere. Que ya vemos acá por experiencia que cosas de
poco valor o nacidas en una tierra, traspuestas en otra son de estima y
provecho. Pues si las cosas trocadas de una tierra a otra tierra, que no se
diferencian entre sí más que tierra y tierra, hacen tal mudanza, ¿cuál será,
Señor, la mudanza y trueco que mis cosas harán quitadas de mí y puestas en ti?
Que si yo soy hombre y vos, Señor mío, sois hombre, mirad lo que va de Pedro a
Pedro, de hombre a hombre, de tierra a tierra. San Pablo lo dijo: Primus homo
de terra, terrenus; secundus de celo, celestis4. El primer hombre fue
hecho de tierra terreno, y de ahí desciendo yo y de allí tomé yo los resabios y
sabores; pero el segundo hombre, que fuiste vos, sois del cielo, celestial, y
aunque hombre verdadero vestido de nuestra naturaleza en las entrañas de la
Virgen, sois Dios verdadero y hombre divino y celestial. Según esto,
traspuniendo las miserias y poquedades del hombre en tierra tan divina y
celestial, hacerse ha un injerto cuya fructa sea de inmenso valor.
4. Así, Dios mío y bien mío, pues soy
pobre y menesteroso, de mis poquedades dadme, Señor, licencia para que con mis
andrajos vista vuestra desnudez y en vos, Señor mío, ponga y ingiera mi
voluntad para que ahí dure en un ser de bondad y suba en precio y valor. Porque
en mí mucho más presto se marchita el querer lo bueno que la flor que digo nace
en el campo, porque, como yo estoy sujeto a las
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mudanzas y declinaciones de los tiempos, con ellos me
trueco y me mudo, y lo que en mí ahora florece, de aquí un rato se marchita.
Pero puesto en vos, apud quem non est transmutacio necp vicisitudinis
obumbracio5, siempre tendrá un ser en virtud y en bondad; y por la
poquedad que de mí tiene, [tiene] necesidad de crecer, lo cual le communicará
vuestra bondadq y misericordia, que de su cosecha tiene el aumentar y
crecer las cosas que toma por suyas. [114v] Así lo dice el glorioso Pablo: Ego plantavi, Apolo rigavit,
Deus autem incrementum dedit6. Que fue decirme que tenga yo cuidado de
athesorar en vos y plantar en vos mi querer y voluntad, que vos tendréis
cuidado de regar y hacer que crezca en r cosas grandes. ¡Oh! si los
hombres acabásemos ya, Señor mío, de saber algo y entender esta sabiduría que
ahora tú enseñas: que dándome yo y entregándome de veras a ti, en la forma
dicha te engrandezco y, en lo que mis cortas fuerzas alcanzan, agradezco lo que
de ti recibo; y yo a mí propio me hago bien porque me trueco en otro que,
siendo yo mismo, me diferencio de lo que en mí antes era cuanto va de lo que es
a lo que no es, pues en mí lo que es, en ese propio punto que es enpieza a no
ser y, en Dios, lo que en mí no es enpieza a ser un ser divino, celestial y
angélico.
Ahí,
Señor, plantado y puesto, tendré más fuerzas y saber para te engrandecer y dar
gracias. Porque, si es verdad que el pajarillo, sentado y puesto en la rama
verde del árbor frescos y copado, le convida aquella frescura y verdor
a cantar, chirlar, volar y hacer mill meneos con alas y pico, ¿cuánto será,
Señor, lo que ocasionará el estar yo en ti con todas mis potencias y sentidos
ocupado? Si los gusanillos del campo, grillos, cigarras y otras sabandijuelas,
cuando viene la primavera, sólo porque sienten un poco de calor del sol, se
desencogen y con continuidad dan voces alabando a quien las desentumeció, ¿qué
es lo que debe hacer en sí un hombre que es criado a tu imagen y semejanza, y
en ti, que eres infinito Dios que abrasas y enciendes los carbones más helados?
Bien se infiere que el que de suyo no es nada, en ti será mucho para conseguir
cualquier cosa que pretenda.
5. Estando en ti, Señor, el hombre no ha
de querer nada que sea contra lo que tú tienes dispuesto y ordenado; y así será
fuerza que, siendo el querer del hombre una propia cosa con el tuyo, cuando el
hombre quisiere algo, ayudarás su querer y favorecerás sus intentos y cumplirás
sus deseos. Vemos acá que, si por estar una cosa en un vaso o vasija que güele,
cuando sale de allí saca aquella fragancia, suavidad y olor; el hombre que
está, Señor mío, en ti, cuando de ti saliere a hacer sus tareas, olor sacará de
Dios. Así lo dice
san Pablo, que tiniendo su vivir en Cristo, güele a Cristo: Bonus Christi odor
sumus7. Pues llevando uno tan buen olor, bien negociará lo que
quisiere.
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Así
lo vemos [115r] en Jacob: que estándole dando de comer a su padre Isac, el olor
y fragancia de las vestiduras que llevaba, que olían a campo lleno de flores,
le hizo apresurar y dar con grande afecto su bendición8. En este olor, campo y
vestiduras figuran y entienden como en dibujo los sanctos el olor de Cristo y
de sus obras maravillosas llenas de gracia, como el campo lleno de flores, que
para todos se communican. Así digo yo que el quet quisiere bendiciones,
buenos fines y cumplimiento de sus deseos, que esté en Cristo para que, cuando
de ahí salga, güela a Cristo y por Cristo le den lo que pide y desea. Y tiniendo cumplimiento de sus deseos,
tanbién tenga cumplimiento de la voluntad divina, con que en algo agradece y
paga alguna pequeña parte de lo mucho que debeu.
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