- 440 -
CAPITULO 14
- De cómo el alma inventa una nueva traza para agradecer a su Señor los
beneficios recibidos: recibirlo todo de buena gana y con regocijo
1. Buscando
ando, Señor, trazas según mis grandes obligaciones para te agradecer. Y ya que
al hombre le diste corto poder, dístele grandeza de pensamientos, y éstos no
pueden dejar de andar vacilando y de una parte a otra hasta topar con algo con
que te pueda dar gracias. Y como en mí nada hallo que no sea tuyo y todo lo que
en mí veo es recibo; y aun cuando yo a ti, Señor mío, algo te diera, era
recibir yo porque más haces tú, Señor, conmigo cuando de mí quieres recebir que
yo en darlo, porque dando yo quedo engrandecido y recibiendo tú en nada quedas
mejorado, y así cuando tú, Señor, me ayudas para que yo te dé gracias en
cualquier forma que sea, hallo en eso nuevos recibos, nuevas misericordias y
nuevas mercedes que me haces. Y el enviar yo a ti todo cuanto tengo es como la
nieblecilla del suelo, que se levanta en humo y vuelve en agua, y recibe lo que
de suyo era nada en cosa que la fertiliza. Y así como los cielos son unas
continuas alquitaras que distilan y esponjas que gotean millares de influencias
buenas ena favor de la tierra, de esa misma suerte tú, Señor, estás
sembrando y lloviendo en mi ánima inmensos bienes que en ti están encerrados,
fuente de agua viva; y la poquedad de mis palabras y pensamientos apenas han
subido, cuando han tornado hechos copiosas lluvias que fertilizan mi ánima. Según esto, por donde
quiera que yo eche para te servir y agradecer, hallo en mí que recibo.
2. Luego, si en mí es todo recebir y por
parte ninguna hay, Señor, alcanzarte de cuenta sino que tú [115v] por muchas
nos alcanzas y
- 441 -
dejas obligados; y por el propio caso que yo me
pretendo desobligar, quedo más obligado, pues en esa obra y efecto recebí nueva
gracia con que pretendí desobligarme dándote gracias. Digo, pues, Señor, que,
según esto, que la imaginación y pensamiento del hombre ha inventado otro nuevo
modo de agradecerte y que se continúe de parte de la criatura al criador este
dar y recebir de una parte a otra, y es que el hombre tenga grande cuenta con
que siempre que recibiere reciba de buena gana lo que le dieres, regucijándose
y alegrándose porque eres tan infinitamente bueno, misericordioso, largo y
dadivoso.
Siendo,
pues, tú, Señor mío, inmensamente bueno, es fuerzab que te comuniques y
busques a quien darte y quien reciba tus bienes de buena gana. Que aunque dando y comunicando tu grandeza
no te apocas, ni en ti se puede hallar algún nuevo reposo o descanso que
primero no tuvieses, pero recibes particular gusto. Y si en ti pudiéramos
considerar alteraciones, en esta ocasión las halláramos de particular contento
de que tú, Señor, hallabas quien de buena gana recebía las mercedes y
beneficios que les haces. Cual le recibe la madre cuando tiene de sus pechos
colgados los dos chiquillos que nacieron de un vientre, que están mamando y
chupando lo que la madre tiene para ellos; y que, no siendo aquella leche para
la madre aumento o dimunición de su ser cuando la tiene en los pechosc,
en la boca de los niños lo es de grande precio, valor y gustod, pues
con ella viven, crecen y se conservan.
Así son
todos los hombrese hechuras de tus manos y criaturas nacidas de tu
infinito poder y providencia cuando de una palabra que se te cayó de la boca,
diciendo "hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza"1,
le heciste criatura tan bella y hermosa que "tus gustos pusiste en tratar
y estar entre los hijos de los hombres"2. Estos, Señor, de tal
manera los formaste y heciste que todos ellos estén necesitados de ti para su
ser, su conservación y aumento, porque sin ti no somos y "en ti vivimos y
nos movemos y somos"3. Todos estamos colgados de tu palabra para
que nos des sustento necesario en el tiempo oportuno, como dice tu siervo
David4. Así, Señor, que como criaturas tuyas nacidas de tu poder y
formadas de tus manos, necesitadas de tu providencia, nos pusistef a
tus pechos, para que de ti recibamos lo que en ti no aumenta ni disminuye y, en
nosotros, nos es [116r] vida, conservación y ser. Recibiendo, pues, Señor,
estos dones, esta leche, de buena gana, no puedes dejar de recebir particular
gusto en ello, porque nosotros somos tus criaturas y esos bienes, que tu bondad
communica, para nosotros los tienes.
3. No deja de causar admiración que el
Spíritu Sancto comparase vuestros pechos a dos cabritillos hermanos y hijos de
la cabra montés5,
- 442 -
pues parece haber bien poca proporción entre estas dos
cosas; pero, bien considerado, hallo particulares misterios aquí encerrados al
propósito que voy diciendo. El uno es que vuestros pechos son cabritos
que maman, que es decir que, así como la madre tiene particular gusto en tener
pechos llenos y preñados de sustento para la criatura, vuestro gusto no está
tanto en eso cuanto en que de ellos estén los hombres colgados y recibiendo lo
que en vos no puede dejar de ser. Acullá la madre, como puede dejar de tener
leche y habiendo parido no puede dejar de tener hijo, el gusto le pone en tener
qué darle en sus pechos. Pero vos, Señor, que sois Dios inmenso, infinito y
lleno, que no podéis dejar de tener la plenitud que en vos hay, y podéis dejar
de tener hombres que os amen y sean vuestros hijos por gracia, porque ellos os
niegan y se os remontan, el gusto ponéislo en ver que son vuestros, en ver que
se allegan y cuelgan de vuestros pechos a recebir lo que siempre estáis
aparejado para les dar.
Dice
más, que estos cabritillos son hermanos y hijos de la cabra montés, porque a
esos pechos no llega si no es el que profesa hermandad, paz y unión con sus
compañeros y prócximos. O quiso decir que, cuando el hombre va a vos a recebir
esas mercedes, nunca va sin procurar algún su hermano que llevar consigo para
que goce de lo que él goza, el modo que la esposa dice de sí propia cuando os
pide que la llevéis en pos de vos para que, llevando ella a otras consigo,
todas corran al olor de los preciosos ungüentos que se derraman de esas
amorosas entrañas6. El decir que eran cabritillos de la cabra montés,
fue decir que no cualesquier almas gozan destos pechos como deben, sino
aquellas que se alejan del mundo y huyen a la soledad. Y también porque, como
estos animales son así montaraces, y ven los hijosg a las madres tan de
tarde en tarde, cuando se pegan a los pechos reciben y piden aquello que como
madres les deben con fuerza, con afecto y gusto; dándonos en esto a entender el
particular que Dios tiene de que le pidamos con osadía y que recibamos con
gusto y contento lo que como Padre tiene queh darnosi.
4. Esta leche recebía esta propia esposa
cuando de ella decís vos, entre otros requiebros que le dais, que tiene leche y
miel debajo de la lenguaj: Lac et mel sub lingua eius7, que son
dos cosas que las madres dan a sus niños. En el decir que tienek leche
debajo de la lengua, nos dais a entender cuán dispuesta estaba ella para
recebir y vos para darle, pues por mucho que la esposa trague de lo que le dais
[116v] siempre la tenéis cebada la boca, pues a cualquier tiempo que se trate
con ella la hallan con leche debajo de la lengua. Y también ella gusta de
conservar la leche enl ese lugar para jamás olvidar lo que de vos
recibem y tenerlo a mano para lo agradecer, y en la boca para que
- 443 -
siempre esté
dispertando el gusto y que, con golosina del beneficio que se recibió, se
procure otro semejanten. Ahí es donde tiene la esposa la leche y la
miel, donde está el gusto, y pasado de ahí, pasó el gusto. Y como las mercedes
y bienes que vos hacéis jamás pierden el gusto sino que siempre tienen un sabor
y olor y jamás enfadan, por eso dice que tiene en la boca la leche y la miel
que de vos recibe; muestrao que no son beneficios pasados, amargos o
desabridos, pues siempre le durap el estarse paladeando en ellos.
Dice más, que están debajo de la
lengua, dando a entender que no están encima estorbando u ocupando el no poder
mamar, chupar y recebir otros, ni inpidiendo la lengua para que con facilidad
se menee hablando y dando gracias por los yaq recebidos.
5. Pues,
con todo eso, Señor, se me ofrece aquí una dificultad, y es que, tiniendo esta
vuestra esposa debajo de la lengua leche y miel, decís r que sus
pláticas y coloquios son dulces8. Esto juráralo yo, que
boca que tiene miel no podía dejar de derramar palabras blandas, dulces y
amorosas. Lo que me espancta es que, tiniendo palabras dulces que corresponden
a la miel, decís que tiene labios colorados de color de grana o de sangre:
Labia tua sicut vitta coccinea9, que según razón debían ser blancos,
que correspondiesen a la leche que tanbién tienes en la boca. No hay
más razón para que las palabras sean dulces por la miel que tiene que los
labios blancos por la leche. Aquí, Dios mío y bien mío, me descubres un particular
secreto, bien necesario que yo lo entienda y lo obre al propósito que pretendo,
y es que, así como la leche, cuando la madre le da al niño, es blanca pero,
después de recebida, el niño la vuelve sangre, de esa misma suerte vuestra
esposa, recibiendo de vos amorosos y castos beneficios, después de los haber
recebido para los agradecer, en sus labios se vuelven sangre, porque no
hallat con qué agradecerlos sino con los [117r] méritos y sangre
derramada de vuestro precioso Hijo; y así, si en la boca con que recibe
vuestros beneficios son leche, en los labios con que los agradece son sangre y
méritos de Cristou.
|