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CAPITULO 21
- Pide el alma luz y sabiduría para buscar la unión con Dios desprovista de todo interés y deseosa de sólo
Dios
1. Inferido hemos, Dios y Señor mío,
destos dos capítulos primeros e inmediatos la grandeza de la voluntad cuando en
vos perfectamente se unió y transformó y cuando de vos se vistió o vos os
vestistes de ella. Causa por qué un alma debe vivir muy consolada cuando más
obligada de vos se vea, pues acude a daros una voluntad endiosada y enbebida en
vos, de suerte que, si la transformación es verdadera, fuerza ha de ser el
recebir el presente y agradaros en él. Vuestro Hijo os pedía que nos hiciésedes
una misma cosa con vos, como vos y él lo érades1; no en unidad de
esencia, como el Padre [129r] y el Hijo lo
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sona, sino por unión y conformidad de la
voluntadb humana con la divinac. La unidad de esenciad
que hay entre el Hijo y el Padre es causa que todo le agrade en su Hijo, como
él propio dice y confiesa cuando lo manifiesta por su Hijo verdadero, natural y
consustancial, diciendoe: Hic est filius meus dilectus, in quo michi
bene complacui2. Luego,
en la forma que hubiere lugar, cada cosa según su representación, siendo la
voluntad humana una misma cosa con la divina cuando el alma se unef y
junta con Dios, en esa voluntad se ha de agradar Dios y en ella y por ella ha
de tener particular gusto, atendiendo a lo que esa propia voluntad le ofreciere
para recebirlo con gusto.
Pues digo que, del gusto que Dios
recibe en esta ocasión, debe el alma tenerlo muy grande, considerando su
dichosa suerte y don grande que recibió de Dios cuando perfectamente se resignó
a no querer más de lo que Dios quisiere. Pues digo, Señor mío, que para que el
alma no quede defraudada en esta ocasión deste gusto que recibe, viendo que
halló modo con qué dártelo y gozar su buena suerte de haber sido criada a tu
imagen y semejanza, te pide humildementeg esta luz y esta sabiduría,
que es la que sazona y hace semejantes aciertos, unionesh y
transformaciones en ti, que eres eterna e infinita bondadi.
2. Officio
es tan alto y obra tan levantada la que hace una voluntad cuando en ti,
Diosj mío, se transmonta, que hasta enk las obras hechas en ti
de la misma voluntad tiene necesidad de nueva gracia, nueva luz, para que la
unión sea verdadera y la que tú deseas alcance el alma que a ti se llega.
Porque, aunque es verdad que tú eres un Dios puro, simplicíssimo, en quien lo
menos que en ti se puede considerar es tan grande como el todo, pues todo es
infinito, pero estando en ti todas las cosas eminentemente con infinita
perfección, muchas veces el alma, a su modo de entenderl, te compone
dem estas cosas comon ellas son y en cuanto de ti proceden y
tienen el ser. Y así podría, cuando la voluntad a ti se llega y pretende
unirse, no entenderse del todo si le faltase esta gracia y sabiduría que vamos
pidiendo para obra tan alta, porque podría unirse por interés y gusto de las cosas
que de ti salen y proceden, lo cual en ella sería una ignorancia muy grande.
Porque, así como el que acá quiere juntar y mezclar dos licores de suerte que
la mezcla sea verdadera procura que los licores sean de una mesma especie
[129v] porque, si son de diferente, o no se hace la mezcla o se hace mal -como
lo vemos entre el agua y el aceite, que no se quieren unir y juntar, y entre el
agua y el vino, que aun se mezclan mal-, de esa misma suerte digo yo, Dios mío,
que nuestra voluntad cuando se fuere a unir a ti, que yendo ella desnuda, no te
ha de querer vestir a ti de riquezas, tesoros y gustos, sino que así como en la
verdadera
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resignación de la voluntad la hemos desnudado de sus
afectos y aficiones terrenas, de su querer y no querer, te busque a ti a solas
y de la manera que eres, un Dios puro, simplicíssimo, infinitamente bueno, sin
andar buscando otra fructa o interés de las ramas y obras que de ti salen en la
hechura y compostura de las cosas exteriores. Y de esta manera la voluntad simple
y desnuda se junta perfectamente contigo, que eres un Dios simplicíssimo.
3. La ignorancia que un alma tiene en esta
ocasión llega a entender de ti, Dios mío, lo que está en ella. Quiero decir
que, cuando esta alma a ti te viste y compone de todas estas cosas que a ella
le pueden servir de interés, en ti nada pone porque, por mucho que te componga,
Dios simplicíssimo y lejos de toda compostura te quedas. Ella fue la que,
pensando llegó a ti desnuda del querer o no querer que vamos diciendo, se
vistió de intereses, antojos y aficiones, que a sus ojos, por ser de corta
vista, se le quedaron scondidos y tapados, quiriendo poner en ti lo que estaba
en ella. Porque tú, Señor mío, siempre quieres y pretendes que este amor que ha
de haber entre entramos sea amor verdadero y desinteresable, porque,
quiriéndote a ti a solas como tú eres, Dios simplicíssimo, en ti tiene el alma
todo lo que puede desear y querer, y tú le sirves de todas las cosas. Y quien a estas cosas desea como ellas
son, aún no ha llegado a unirse contigo, ora sea porque tú no te pegas sino con
la voluntad cuando en esta simplicidad a ti se asemeja; y también la voluntad
no puede alcanzar perfecta unión buscando a Dios en esas cosas por la gran
diferencia que hay de la voluntad a ellas.
4. Así es bien infinito, Dios y bien mío,
que me deso luz verdadera para que las fiestas y resignaciones se hagan
muy a solas, desnuda y descalzamente. Dame luz para que todo lo que enp ti no fuere salga fuera,
y en mí no reine sino un querer divino, un amor celestial, una desnudez humana,
una simplicidad sin compostura, para que de veras mi voluntad se componga en
ti, [130r] encierre y enllene de ti.
¡Oh Padre de misericordias y Dios de
eterno consuelo!3, una y mill veces te pido luz para conocer que lo que
a mí me conviene es lo que tú das y conq lo que convidas. ¡Oh válame
Dios, y qué cuidado ponen los hombres buscando lo mejor y de más importancia
para el cuerpo! De aquí les nace que, si quieren agua, para buscar la mejor
fuente muchas leguas rodean; para comprar, a la mejor fuente acuden; para
cambiar, la mejor feria buscan. Pues ¿por qué, Señor, viéndome yo cada día
menesteroso de mill bienes, no acudiré a ti, Señor, que eres Dios inmenso en
quien todas las cosas están en summa perfección? Tú, Señor, que eres fuente de
agua viva4 que con tanta satisfación mata la sed, archivo, depósito y
tienda donde el hombre halla cuanto ha menester, y un Dios que trueca y cambia
en sí y consigo propio las
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nadas que el hombre te presenta, ruégote, Dios y bien
mío, recibas las miserias y poquedades que ahora diré en el capítulo r
siguientes.
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