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CAPITULO 1 -
De la mutabilidad del hombre. Cuán ciego es por quebrantar y romper el libro de
su ley, por donde Dios le ha de pagar bienes inmensos. Y cómo Dios tiene por
dónde cobrar todo lo que el hombre le debiere, hasta la última jota
1. DIOSa:
¡Oh mutabilidad inmensa! ¡Oh inconstancia sin firmeza! ¡Oh instabilidad sin
perseverancia! Bien dice de ti, hombre, mi profeta David que, subido en el
exceso de su entendimiento, vido que todo hombre era mentiroso. El cual
conocimiento le fue de tanta estima que
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andaba a buscar con qué poder pagar tal luz y
desengaño como del hombre se le dabab, y así decíac: Ego dicxi
in excesu meo: omnis homo mendax. Quid retribuam Domino pro omnibus quae retribuit michi?1
Es de grande consideración y estima conocer la persona con quien se trata, para
que en el trato no haya engaño. Y la paga de este desengaño no se aprecia en
menos que en el entriego de su persona, gustando más de morir por mí y beber mi
cáliz que ser premiado de hombres, que son mentirosos y falsos en sus pesos y
medidas. Y así dice: Calicem salutaris accipiam, et nomen Domini
invocabo2.
2. En fin, hombre, eres tierra que
eld aire te muda y el agua te lleva y, pegada en los zapatos de quien
te pisa, hecha lodo, tee echa donde quiere. Eres florecilla del campo que, donde te
dejan a la mañana, no te hallan a la noche. Eres imagen pobre que con liviana
ocasión te borras; y cuando sobre losf cedros del monte Líbino te
enpinasg prometiendo perpetuidad, allí a vuelta de cabezah no
pareces. Bien parecesi al correo que dicej Job3 que,
apenas hace venta, para o reposa en un lugar; y como lanzadera del
tejedor4, que todo se le va en ir y venir; y como las naves que en
medio del mar sólo llevan manzanas5, carga de poco peso, que estorben
yk afirmen la nave de suerte que cada vientecillo no dé con ella en
lugar nuevo. Finalmente, no hay hojarasca, veleta de tejado, milanillo del campo
o mariposa del pradol que haga caminos más torcidos e inconstantes que
tú, hombre, haces. Bien dice Jeremíasm que tus tratos y contratos
son telas de arañas, que con facilidad se rompen6.
3. Hombres, acabad ya de abrir los ojos,
conocer mi bondad, la cual, a trueco de comunicaros mis bienes, ser y
estabilidad, no repara de hacer conciertos con gente de tan poco asiento, con
quien aun no vale tinta y pluma [132v] porque, como no estima la honra y precia
los bienes que se le prometen, no repara en la grandeza de mi palabra, por
quien yo me obligo a hacerle entriego de singulares mercedes. Y así, a trueco
de quedar él horro y libre y desobligado de un no sé qué que de su parte pone,
quiere que no parezcan papeles y que no haya libro de caja, antes, que se
rompan mi ley y preceptosn, en quien yo me obligo a la paga larga y él
a los servicios cortos. En lo cual él anda muy engañado porque, rompido
eseo celestial libro que yo con mip dedoq scribí y con
mi sangre dibujé, no tiene él por quién pedirme; porque quien no guarda mi ley,
donde está encerrada y empeñada mi palabra, la cual le sirve de prendas ciertas
y del valor sobre todo recibo y obligación que le tengo, es cosa muy cierta que
se quedará en vano
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y fuera de mi aprisco y rebaño el día del juicio.
Porque este escrito r bien cumplido y guardado es la cédula de cambio
por quien se recibe en el tiempo de la paga, es el pasaporte y señas ciertas
para no ser detenido, es la lámpara encendida con que se recibe y acompaña el
esposo, es el quicio sobre quien anda la puerta del cielo, es la vestidura de
boda con que un hombre entra a aquellos celestiales convites, es el oro y
piedra preciosa que al hombre saca de miseria y lo hace rico, es quien lo sube
de trato de hombres a trato de ángeles.
4. ¡Ay hombres!, y si supiésedes el grande
bien que yo os dejé en entregaros mi palabra escondida y envuelta en mis
justificaciones y ley, no la despreciaríades, antes, como otro David, la
esconderíades y guardaríades en lo más abscondido de vuestro corazón7.
Bien os reprehende, hombres, la astucia y prudencia de los hijos del siglo, los
cuales con mill diferencias de cosas hacen acuerdos y memoria de aquello que
les está bien y tienen necesidad, y a trueco de no perder dos maravedís, de
nadie se fían y en palabra no confían, sino que quieren mill scritos y firmas;
y bien hacen, por la poca firmeza que los hombres tienen y por lo mucho que
faltan en sus palabras.
Conociendo yo esta flaqueza y desconfianza
tuya, gusté de tratar contigo como un hombre con otro hombre, como si mi
palabra no fuera eterna, como si yo me mudara y como si no se destruyeran
primero cielos y tierra que faltara una tilde o ápice de todo cuanto yo
prometo8. No obstante esto, movido de tu flaqueza y desconfianza, bien
gusté de tratar contigo con papel y tinta, y que entre entramos a dos hubiese
libro de gasto y recibo para que, viendo en él el enpeño de mi palabra,
vivieses con gran confianza y obrases con gusto y gana, [133r] que, en fin, a
buen pagador no le duelen prendas. Estas sons el libro de mi ley y
preceptos, el cual, siendo de tanta consideración su guarda y observancia, lo
echas a puertas, arrojas y desprecias vendiendo o trocando cédula de tanto
valor por unos pequeñuelos gustos que en la tierra recibes, quiriendo más al
contado tristes y pobres ollas podridas que celestiales banquetes. Y por no
obrar y entregar tu nada, que en este mundo se te pide, no tendrás con qué
cobrar un todo que no tiene fin; y es un todo que no tiene partes, pues la
menor ha de durar por las eternidades.
5. Abre
los ojos, hombre, estima este contrato, reverencia esta palabra, cumple esta
pequeña y corta ley, que en dos tan pequeños y cortos preceptos se resume, y
ellos tan conformes con tu flaqueza y natural que son mit amoru
y del prócximo9. Es corta y fácil, pues del que no tiene fuerzas en
sólo lo escondido del corazón se cumple y guarda porque, como es fuego, éste no
siempre lo pido en llama; encubierto en frías cenizas del hombre flaco y
enfermo se conserva, y es
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conserva que te preserva de eterna muerte y endereza
los pasos torcidos de losv errados; es abrigo contra el frío y
refrigerio contra el calor. Es imposible que tú, hombre, puedas saber y
entender, hasta que en el cielo goces de mí, los bienes que en tus manos puse
cuando en ellas te dejé mi palabra, por quien -como quedaw dicho- has de
pedir lo prometido; pero si ésta quiebras, rompes y quebrantas, déjasme
desobligado y sácasme del lasto. Pero tú no lo estarás conmigo, porque tengo yo otro libro vivo,
eterno que ni muere ni se acaba ni se rompe ni borra, porque en mi acuerdo
infinito tengo yo scrito lo que por ti hex hecho, lo que recebiste y lo
que en el baptismo me prometiste. Por aquí se te ha de pedir strecha cuenta sin
que falte un ápice.
Pues mira cuánta será tu desventura
si, tiniendo yo por dónde te pedir el entriego y recibo de mis bienes, tú no
tienes con qué me obligar a te dar lo que te prometí, por no haber guardado las
pequeñas condiciones que estaban a tu cuenta. Mira, pues, hombre, con qué
pagarás, pues nada tienes tuyo, fuerzas ni posibilidady para dar siquiera
una respuesta a mill preguntas. Allí será la confusión, el temor y miedo, el
crujir de dientes, el buscar enprestado y el despedir con mofa, porque ya allí
no es tiempo para que a nadie le valga más de lo bueno o malo quez
hubiere hecho. Allí se cumplieron las ferias baratas de mi misericordia, que
cada día rogaba a las puertas de los peccadores la entrase en su casa; y como
se las cerraron en tiempo que ella buscaba acogida, ella hace lo propio,
desconociendo a quien por su bien no quiso mirarla y conocerla.
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