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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • DIALOGOS ENTRE DIOS Y UN ALMA AFLIGIDA
    • DIÁLOGO SEGUNDO
      • CAPITULO 2 - Cómo la suavidad de la ley de Dios convida a que un alma le cumpla la palabra que hubiere dado a Su Majestad en cualesquier conciertos que con él hubiere hecho
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CAPITULO 2 - Cómo la suavidad de la ley de Dios convida a que un alma le cumpla la palabra que hubiere dado a Su Majestad en cualesquier conciertos que con él hubiere hecho

 

            1.         Todo esto, hombre, que en este capítulo pasado te he referido, estas copiosas miserias que sobre ti vendrán en la otra vida, esta flaqueza que en ti veo para disponerte de suerte que las venga a evitar, esta pérdida de tantos bienes por cosas tan fáciles, hizo fuerza en mí para que yo te dejase una ley suave, amorosa, liviana, corta, recogida y resumida. Una ley que te sirva de lo que las alas al ave, que en lo alto sin trabajo la levantan, y lo que las ruedas al carro, que, si pesan, es peso que aligera todo el peso que el carro lleva. Una ley de fuego puesta en mi mano, que así me mostré a mi siervo Moisés, como él propio confiesa, Deuteronomio 33a: Et in dextera eius ignea lexb1. En lo cual bien claro mostré la facilidad que toda ella tenía en su cumplimiento,


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porque decir que es ley de fuego es decir que, así como el fuego tiene su asiento en el cielo y él propio, una vez encendido, se sube, crece y quema lo que halla, que parece sólo pide licencia para la entrada, que lo demás él se lo hace, eso tiene mi leyc, a quien san Pablo llamó palabra viva y eficaz2: que sólo pide licencia para entrar en el alma, que, una vez allí metida, ella tiene virtud para levantar al hombre a lo alto y llevarlo tras sí donde ella en mi cielo tiene su asiento. Ella es la que a todo el hombre coge y abraza y, como fuego y amor, en lo más dificultoso lo facilita.

 

            2.         Decir que esta ley de fuego estaba en mi mano es decir cómo yo soy el que tengo lo principal de la obra en el cumplimiento de mi ley y cómo nada mando al hombre en que yo no ponga mi mano para lo facilitar a su cumplimiento y quitar los storbos que se le ofrecieren. Tenerla en mi mano es para no cargar más a cada uno de lo que puede llevar. Porque, así como el sastre toma el paño y la vara para hacer el tanteo del vestido que un hombre se ha de poner, de esa misma suerte esta mi ley es el paño con que el hombre se ha de vestir y abrigar; y para que el vestido salga al justo del tamaño de las fuerzas que cada uno tiene, a la misma ley la hago que también sirva de vara, que así la llama David: Virga directionis, virga regni tui3, vara derecha y que endereza al hombre en la senda de mi reino.

 

            Es vara bien semejante [a] aquella que Moisés traía en su mano cuando, echada en el suelo, se volvía culebra y, puesta en la mano, con ella [134r] hacía grandes milagros, como en los libros de Exodo se lee, unas veces defendiendo a los propios y otras ofendiendo a los ajenos, sustentando, regalando, amparando aquel mi pueblo. Todo esto hace mi ley guardada y puesta en las manos del hombre, que es quien lo defiende, ampara, regala, sustenta y entretiene, prospera y enriquece; pero dispreciada y echada por esos suelos, es culebra, que la propia ley se levantará contra el mismo hombre y le servirá de vara rigurosa de justicia. Pero en esta ocasión sirve de vara que mide y tantea las fuerzas que un hombre tiene, para no cargarle más peso de lo que buenamente puede llevar, y para no hacerle el vestido mayor que su cuerpod.

 

            3.         Llamar mano derecha donde está esta ley es a diferencia de la izquierda, que ésa tiene poca fuerza y no es acertera. La derecha es la que tiene la fuerza, la que hace sus tiros ciertos y derechos. Y así, en esto pretendí yo significar al hombre dos cosas: la primera, la fuerza que yo le doy, el ánimo para el cumplimiento de mi ley y cuán acertado anda el que la cumple; lo segundo, lo que la propia ley hace en el hombre cuando de veras la recibe y pone por obra, como en mano derecha, que esa propia ley le da fuerzas, brío y osadía para su propio cumplimiento, y como obra de mano derecha, acierta con el hombre al cielo y lo guía por sendas y caminos derechos.


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            4.         No soy tirano con el hombre, no le pongo cargas pesadas y incomportables que él no pueda llevar, como hacían los que ahogaban a los hombres con sus leyes y ordenaciones sin quererlos ellos tocar con el dedo4. Primero tomé yo esa ley no con el dedo, sino con toda la mano, obrándola y cumpliéndola. Que eso significaba tanbién tener la leye de fuego en mi mano, porque con mi exemplo y humildad, con quef obraba y ejercitaba aquello a que no estaba obligado, abrasaba yo los corazones de los hombres para que en ellos también se entendiese con perfección el cumplimiento de esta propia ley, que eso quise yo significar cuando dije que había venido a meter fuego en la tierra5. Pues ¿quién es el hombre que, viendo a su Padre, Señor y Maestro, abrazado con una cruz pesada y con ley que, si suya, nuestro habíe de ser su cumplimiento, y que por sólo abrirnos la gana, incitarnos a la batalla, enseñarnos el camino, él propio es el primero que echa mano, desenvaina espada y aun el primero de quien se saca sangreg? Tomó las armas por la punta por dárnoslas por la enpuñadura, y así quedó él herido y nosotros libres. Pues ¿quién es el que esto ve que pueda decir que es ley rigurosa, grave o injusta, ley que la hace [134v] y guarda el que es la misma justicia y rectitud?

 

            Si una madre tomase un vaso de pócima para que a un su hijo le hiciese provecho, y ella pidiese que una gotilla tomase el niño de la que se le quedaba en los labios o de la que untada estaba en los dedos, tiranía sería -en recompensa de lo mucho que la madre hizo por el hijo- que el hijo por su propio bien y provecho no se disponga a cosa tan corta y pequeña. ¿Qué tienes tú, alma tibia e ingrata, que responder a un amor tan inmenso e infinito con que yo por ti obré en este mundo, puniendo sobre mis cuestas tantas ignominias y afrentas, tantos dolores y trabajos como en mi pasión sufrí, a que tú estabas bien obligada por tus culpas? Y yo por mi bondad solamente quise, siendo tú el obligado, fuese yo el que lastase tus deudas y pagase tus obligaciones, que fuese yo el que bebiese el cáliz amargo y tomase la pócima desabrida, porque tu flaqueza no tenía fuerzas para sufrir y satisfacer a tanto como a mi eterno Padre se le debía. Pero, aunque es verdad que yo fui el [que] este cáliz bebí y el que me abracé con tales trabajos, considerando en ellos grandes bienes encerrados y cómo eran ciertas espías descubridoras del amor que uno tiene [a] aquel por quien lo padece y cómo de veras purifican y limpian un alma, estándolo bebiendo le pedí a mi Padre pasase ese cáliz a mis scogidos, que siquiera lo probasen o que con algunos poquillos de trabajos se paladeasen. Los cuales el hombre no los halla en manos de tiranos como yo los recebí, sino como leche en los pechos blandos y amorosos de mi bondad y misericordia. Así lo dice mi esposa: que mis labios distilan mirra y mis dedos la gotean6, todo esto para dar a entender qué mascados doy yo


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al hombre los trabajos que por mí recibe y qué maznadosh y dispuestos con mis propios dedosi de suerte que, recibiéndolos yo en mí en sangre, yo los doy en leche sabrosos y amorosos, no en avenidas bebidas del torrente que derramaba la ira y enojo del hombre, sino en gotas distiladas de mis labios, que derraman gracia.

 

            5.         Di, hombre, ¿cuánta sería tu ingratitud si, después de tanto recibo, no quisieses disponerte a cosas tan pequeñas y cortas, a cosas tan desmenuzadas y deshechas? ¿Qué amor puede ser el tuyo si uno por mil no haces en retorno de tanto recibo y en pago de tanta deuda y en recompensa de tanto lasto? Acuérdate de aquella cruz pesada que sobre mis hombros se puso en mi pasión, la cual por ser tan pesada y llevar en ella los peccados [135r] y penas de los hombres, dio conmigo en el suelo, de suerte que fue menester alquilar un hombre que ayudase a la llevar7.

 

            Pues considera juntamente que los trabajos y penas que yo te envío van ya tan livianos y descargados que no sólo no te derriban y postran en tierra, sino te levantan en alto y dan contigo en el cielo, y que no tienes necesidad de alquilar o buscar quien te ayude a llevar esa cruz, porque yo estoy con elj justo en la tribulación para sacarle libre de ella, para que no caiga, sino que por ella suba al cielo. La cruz que a mí me dieron fueron palos solos, afrenta, ignominia y maldición, pero ya a ti doyte cruz y juntamente el crucificado que, sin que tengas necesidad de le pagar o alquilar, él es el que te ayuda y te acompaña. Porque la paga desta obra no es tu caudal, que para eso todo él es muy corto; es el amor que yo tengo a las criaturas y el deseo que todos se salven.

 

            Haz cuenta, cuando te vieres en algún trabajillo del cumplimiento de mi ley o pasado y sufrido por mi amor, que eres una pequeña mosca puesta sobre el cuerno de un buey cuando va arando, que siendo este animal el que tira el arado y rompe la tierra, tú sólo parece que vas a la mira entreteniéndote. Siendo yo el quek puse el cuello al yugo, el que tiré el arado, el que rompió la tierra inculta de la vida intratable del hombre, el que apeó la mar grande de los trabajos y amarguras y te dejó la prueba de ellas preparada en dulce, y espinas en flores, que te convidan y llaman vayas tras su olor.




a  sigue et lex ignea in manu eius tach.



b Et-lex sobre lín.



1 Deut 33,2.



c  sigue que tach.



2 Heb 4,12: "Vivus est enim sermo Dei, et efficax...".



3 Sal 44,7.



d y-cuerpo sobre lín.



4 Cf. Mt 23,4.



e  sigue en tach.



f  sigue me tach.



5 Cf. Lc 12,49.



g  sigue porque tach.



6 Cf. Cant 5,5.



h  corr.



i   Ims. dedios



7 Cf. Mt 27,32.



j  sigue hombre tach.



k sigue tiré tach.






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