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CAPITULO 3 - De las muchas cosas con que Dios obliga a
un alma a que se torne a la imitación de su cruz y no quiera gustos en este
mundo
1. Cuando yo, alma, te llamo a mi
servicio, al cumplimiento de mi ley y a que lleves por mi amor unos poquillos
de trabajos, es bien los pienses y consideres, los gustes y palpes, que si
dende lejos los miras, parecerte han no tienen buena cara y que no te harán buena
compañía. Has de advertir que son como la fructa con cáscara, que, quebrada y quitado
lo de encima, dentro sustentan y son sabrosos. Porque ésa es traza mía muy
antigua: que a trueco que el hombre haga algo, en lo exterior finjo trabajo y
en lo [135v] interior tengoa escondido grande dulcedumbre para aquellos
que con temor y recato viven.
Son
estos trabajos que yo ofrezco en este mundo a un alma opuestos del todo a los
gustos y deleites del mundo, y mi ley es opuestab a las ordenaciones de
la tierra. Todo lo de
acá abajo no tiene sino las primeras vistas de la hermosura y gusto, estando
dentro escondido el acíbar y amargura que no tendrá fin. Al contrario, mi ley,
tiniendo parecer de cruz y de yugo, es carga suave y amorosa por los fructos
celestiales que trai consigoc.
Necio fuera un hombre si, por no
levantar la mano a coger fructa de un árbor que daba vida, se estuviese
muriendo de hambre, tragando cada día muchas muertesd. ¿Qué otra cosa
es mi ley sino un árbor con muchas ramas y gajos, que son mis preceptos y
consejos? Todos ellos están cargados de fructa que satisface y da vida a quien con
veras los guarda. Estos no
están altos, subidos o empinados; bajitos están, cada uno alcanza al
cumplimiento de ellos. ¡Y que el hombre sea tan ignorante y ciego que
quierae padecer hambre y tragar muertes por no se disponer [a] levantar
la mano a coger lo que tanto le importa y hace al caso!
2. Cuando
entramos a dos, alma cristiana, nos concertamos y yo tomé a mi cuenta tus
cuidados, tus gustos y premios, y tú el cumplimiento de mi palabra, no te llamé
y truje forzada, sino de tu gana; yo te llamé y convidé, y tú quisiste; tú
envidaste el resto de tu vida para enplearlo en mi servicio, y yo lo quise
prometiéndote mi cielo y grandes premios en la otra vida. Dite por
prendasf mi cruz. Al tiempo delg verte vestida de mi librea y
ocupada en las tareas del concierto, trabajando en mi viña con el azadón en las
manos, no te veo ni te hallo de suerte que, ascondida y sentada a la sombra,
debes de querer más cuatro días de descanso que eternos premios. Mejor fuera no
concertarte que, después del concierto, volverte atrás y mostrar las espaldas a
quien con rostro apacible y agradable te habíe recebido.
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3. Bien veo que uno es decir y otro hacer,
y que los hombres sois largos en vuestras palabras y cortos en las obras,
sobrados en el proponer, cercenados y limitados en la ejecución; habiendo de
ser, muy al contrario, cortos en las palabras y largos en las obras, porque
"no todos [136r] los que me dicen y llaman Señor entrarán en el reino de
los cielos, sino sólo aquellos que con gran puntualidad cumplieren la voluntad
de mi Padre que está en los cielos"1. Así como no pagaría el árbor
a su hortelano con vestirse cada año de hoja y flor no madurando la fructa,
causa por qué yo maldije la higuera, por no hallar en ella el fructo
debido2, no reparando en que con sus hojas hubiese cubierto la desnudez
de los primeros padres3, antes eso me enfadó porque más gusto de ver un
peccador que ante mis ojos se presenta desnudo manifestando su necesidad que un
peccador adornado y compuesto quiriendo con eso disimular sus faltas
interiores. De esa misma suerte, el que tiniendo defectos en sus obras y culpas
en su interior, no me agradah coni sus palabras con que
disimula esos males, porque son palabras de hipócritas, son pieles de ovejas
con que tapan y cubren la tiranía de lobo, son luces y llamas engañosas con que
yo no me doy por obligado. Sólo atiendo y miro las obras nacidas de una sana y
limpia intención.
Estas me
prometiste cuando con particular gusto, aficionada de mi cruz y codiciosa de
sus premios, deseaste abrazarte con ella y que yo te la diese hecha hacecillo
de mirra para la colgarj y poner entre tus pechos4, quiriendo
más gloriarte en tus tribulaciones con san Pablo5 y los demás escogidos
de mi casa que no preciarte de los regalos y gustos de los ángeles. En lo cual andabas muy acertada, pues para
cada cosa hay su tiempo, y no lo es acommodado el desta vida para gozar, sino
para padecer; aquí para trabajar y granjear y, en la otra, para recebir.
4. La causak de que así estén
dispuestas las cosasl es que este nuestro natural acá en la tierra es
flaco y fácil, con lo dulce se enpalaga y destempla. Es menester dejar
losm gustos y entretenimientos, que los ángeles tienen, para cuando
estéisn con ellos, cuando seréis perfectos y habréis llegado a la
plenitud de días, que se regularán por los que yo entre los hombres viví,
cuando yo fortificaré vuestro entendimiento para que tan grande lumbre no lo
deslumbre cuando, desnudos del velo deste cuerpo, meo veáis rostro a
rostro. Que ahora en este mundo no corren sino trabajos, aflicciones y cruces
de que nadie es posible poderse escapar: es el oficio propio del hombre, es su
vestido y librea, es el pan con dolor que prometí yo al [136v] primer
hombre6.
5. Volviendo la cabeza a todas estas
cosas, veo que quieres dos cielos: uno acá y otro allá. Quieres de balde lo que
a mí tanto me costó y donde convino que yo entrase por muerte de cruz. Quieres quitar el precio que yo tengo
puesto a estos premios. Quieres comprar
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más barato
que compraron mis discípulos y apóstoles y aun mi propia madre, pues ella
siempre vivió con continuo martirio y su alma atravesada con cuchillo de
dolor7.
Mi sposa en los Cantares tiempo hubo
en que, sentada a la sombra del árbor de la vida, gozaba de descanso, pero
grandes trabajos le costó primero buscándome por las calles, cayendo en las
manos de las guardas que la despojaban, maltrataban y herían8. Pero tú
quieres dende luego coger la fructa sin cavar ni berbechar la güerta, sentarte
sin te haber primero cansado. Revertere, revertere sunamitis, revertere ut
intuamur te9; vente, sposa mía, alma sancta y escogida, da tus vueltas,
haz tus paseos, que cuando sean con cruz a cuestas, las hijas de Sión saldrán a
verte coronada de flores, que ésos son los dolores y trabajos que por mi amor
sufres y padeces en este mundo. Y así los llamó mi sposa querida cuando, herida
de un celestial amor, para descanso de su pena pedía rosas y
manzanas10, que eran mortificaciones y penitencias, trabajos y dolores
por donde se desaguase la grandeza del amor que tenía; porque este
amorp descansa cuando obra y se pone en ejecución.
6. Si
el amor que tú, alma, me tenías fuera verdadero, no buscaras descanso en la
tierra, sino una verdadera imitación mía, pues es verdad que el amor que yo te
tuve no sufrió siquiera un rato de fiesta en el Tabor que allí aun no estuviese
yo tratando de las penas y trabajos que por tu reparo y remedio yo deseé
padecer11. Todo lo restante de mi vida fue buscarte, como oveja perdida,
sin parar un punto, ya caminando, ayunando, orando, predicando y padeciendo. Y
si el derramar sangre y morir se tardaba, la propia sangre era tanta la gana
que tenía de salir que, antes que la derramasen y hiciesen agujeros por donde
saliese, el amor, que era fuego divino, abríe las carnes y disponía las vías
por donde ella se vertía. Y por grande gana y malicia que los hombres
tenían de me ver en un madero, yo me salía al camino y al encuentro y daba con
ellos12. Todo esto
porque no veía la hora de ver obrado el remedio [137r] de todo el género
humano.
Este es el camino cierto, verdadero
y el que llevan los que meq buscan y desean hallar: buscarme en el
monte Calvario asido y enclavado en una cruz r. San Pedro, que me quiso
echar mano en el monte Thabor, con la palabra se le dejó en la boca y, en un
cierra ojo y abre, se halló sin lo que pretendía13.
7. Bien es verdad que, en medio de esos
trabajos y cruz, no estoy yo tan ascondido que un alma no eche de ver que estoy
cerca y que esos trabajos y cruz son funda y secreto que en sí encierran la
gloria de Dios. En la cruz estaba yo tapado y encubierto, pues allí no se veía
sino flaqueza de un hombre azotado, afrentado, injuriado y maltratado; pero,
con todo eso, al dissimulo hubo millares de cosas que descubrían
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la grandeza del que padecía: las criaturas sensibles e
insensibles lo publicaban y pregonaban14.
No
tienes, alma, ques temer de verte zabullida en mar profundo de
trabajos, que allí hallarás ciertas prendas del amor que te tengo y de lo mucho
que te amo y de los premios que te aguardan. Revertere, revertere
sunamitis15, vuélvete, esposa de Salamón, vuélvete, alma cristiana, que
desposorios son los nuestros que se han de celebrar en la cruz. Junta es que se
ha de hacer con azotes, spinas y clavos; y si quieres que seamos para en uno en
la gloria, hémoslo de ser también en la cruz, porque los que aquí me fueren
compañeros en la tribulación serlo han también en la resurrección.
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