- 482 -
CAPITULO 5 - Cómo, a imitación de Cristo y de los
sanctos, y por los grandes premios y provechos que a un alma le vienen, debe
dejar cualesquier gustos interiores y abrazarse con la cruz de Cristo por bien
y granjeo de los hermanos
1. Está muy cierta, alma cristiana, que si
los sanctos y ángeles que de mí gozan en la otra vida supieran de mi gusto y
voluntad que convenía y quería yo que, dejando aquel summo bien de que gozan,
bajaran y se vistieran de cuerpos mortales y en ellos tornaran a padecer
millares de martirios y trabajos por los que en este mundo estaban puestos en
summo trabajo, lo hicieran con tanta alegría y regocijo que en eso trocaran y
conmutaran la primera gloria que en mí gozaban. Y esto lo hicieran
por estar tan llenos de fina charidad y amor, la cual, en la forma que se puede
estender allá, la communican y en ella transfunden sus oraciones y méritos para
que les aproveche a los de acá abajo. Y si esa charidad, que en esa forma se
les communica, se le diera puerta abierta para que corriera según su fuerza y
chalidad, el mundo estuviera lleno [140v] de sanctos, beatificados,
predicadores que bajaban a aficionar las almas que en la tierra estaban
olvidadas de aquella gloria, para que dispertasen de sueño tan loco y profundo
y procurasen con veras lo que ellos gozaban.
Tanbién
les podía mover a esto su particular interés, porque en el cielo hay grandes
fiestas y regocijos cuando un peccador hace penitencia en la tierra1; y
mayor, cuando aquella penitencia se premió y pagó en la bienaventuranza, como
ya en salvo y sin ocasión de perderse. Entramas a dos fueron causas y efectos
de la charidad que san Pablo había para desear ser anatema por sus
hermanos2 y, en lugar de gloria, padecer inmensos trabajos y martirios.
De esta verdad tienen grande conocimiento mis ángeles, pues cuando me vieron
vestido del pellizo y hábito de pastor, arrojado en este mundo y puesto en un
pesebre, se arrojaron esos cielos abajoa y cantaron la nueva gloria y
honra que a Dios y a ellos les venía de tal peregrinación3. Al fin de ella y del camino que por el
hombre había tomado, para que con el colmo que convenía se obrase la redemción
del género humano, mi Padre me dejó y desamparó, según todo género de consuelo,
puesto en una cruz4.
2. Así
querría que advirtieras que, si para ganar las almas baja Dios al suelo, al
pesebre, a la hambreb y cansancio y el Padrec le quita los
consuelos, que para usar tú el propio officio no te has de subir de la tierra
al cielo a gozar y buscar con qué te entretener, sino que a imitación mía te
has de abajar, abatir, despreciar y vivir en un continuo martirio, como yo lo
tuve dende el instante de mi concepción, y te has de apartar de todo género de
gusto y consuelo; y si no te
- 483 -
apartares, mi Padre te los quitará, para que más
entera, libremente y sin inpidimento puedas acudir al officio que se te
encomienda. Si por ser el officio de grande trabajo gimieres y llorares, no te
dé pena, que a imitación de mi nacimiento los ángeles celebrarán tus lágrimas y
congojas, te cantarán la gala y anunciarán [141r] la gloria; que para mí la es
grande: que tenga yo en la tierra soldados que por mi amor, dejando el regalo,
acudan al trabajo. Harás cuenta en tus aflicciones y necesidades que con tus
voces y las que en el cielo suenan hago yo una música muy concertada, llevando
tú los bajos y escondidos de tus caminos secretos, y mis ángeles los altos de
que tú con mi favor gozarás.
3. Considéramed abatido en una
cruz, desecho del pueblo y desprecio de las gentes. Y siendo el más abatido de
todos los hombres, tanto que para que los que de hombre me desconocían me llamé
gusano5, por haber andado siempre tan arrastrado por el suelo, a eso se
siguió una admirable exaltación, un tener "nombre sobre todo
nombre"6, una gloriosa resurrección y admirable acensión y silla a
la diestra de mi Padre.
Por
ese propio camino va con todos los que de veras me imitan, y no les deja caer
un pequeño cabello de la cabeza que no se le cuenta7. A mí me tiene
señalado por su mayordomo porque, siendo yo el que tanto padecí, sé muy bien lo
que pesan las afrentas, las injurias, trabajos y aflicciones y todo género de
pena que mis siervos en esta vida padecen. Pues esto es así, que todo se
premia, nada se pierde y todo se cuenta y viene a colmo, ¿por qué has de ser,
alma devota, tan corta en el obrar y trabajar? David dice que mis siervos
caminan derramando lágrimas y esparciendo su semilla, que son estas propias
lágrimas, las cuales las mido yo y cuento, porque las doy con medida para que
ni un grano no se pierda que no lleve espiga, y se coja a la vuelta con gozo y
regocijo8.
4. No quieras tú contarte entre los
perezosos que, por no sacar las manos del abrigo y seno, dejan pasar el tiempo
de la simencera; y se llega cuando, quiriendo vivir de enprestado, no hallan
quien les dé qué llevar a la boca, porque se pasó el tiempo del
remediarsee con hacienda ajena. Más vale imitar a los buenos labradores
y mercaderes, que no pierdenf feria ni ocasión [141v] donde no hacen sus
empleos y procuran nuevos granjeos. Mira la hormiguilla en el campo el cuidado
que pone en juntar el granillo de trigo, aderezar debajo de la tierra sus
trojes y alhoíes, todo esto para que no le falte en el invierno cuando, por ser
animalillo tan flaco, no puede ella salir a hacer sus enpleos y tareas en el
tiempo riguroso, cuando el aire la llevaría, el agua la ahogaría y el lodo la
atollaría cuando fuese cargada con su saco y granillo de trigo.
- 484 -
Los pajarillos, corre
en ellos diferente porque, como tienen alas y su habitación en alto, no corre
por ellos ese riesgo y peligro. Y así en cualquier tiempo viven descuidados,
porque al vuelo cogen el gusarapo sin que les inpida el lodo y en cualquier
tiempo y lugar sacan su sustento. Los ángeles en el cielo y los sanctos en la
gloria son ya como pajarillos que volaron y vuelan en aquellas alturas, donde
ya no les falta ni puede faltar su ración cotidiana, donde el temporal es
siempre de una manera, apacible y deleitable, y donde, en mí, tienen su eterno
descanso.
Pero el
hombre, que, siendo como una pobre hormiguilla, vive en este mundo tan lleno de
estorbos, donde a su poquedad y bajeza inpide el viento y aire de la soberbia y
presumción y el lodo del gusto y deleite, y tantos son los inpidementos que
tiene que son sin número, tiene necesidad, con el tiempo acommodado que Dios le
dio, [de] aderezar trojes y cámaras en el cielo y juntar de qué vivir y gozar.
Porque, aunque es verdad que no se llevan allá los trabajos en trabajos, las
lágrimas en lágrimas, porque antes allá yo las limpio de los ojos de los justos
y no se oye clamor ni se siente dolor9, pero dóyselos trocados en la
moneda que allá corre; habiéndome con ellos como se han los arrendadores de los
puertos acá en la tierra: que, no valiendo la moneda del un reino en el otro,
al pasar se trueca, deja [142r] la una, que ya no vale, en el reino donde se
entra y se toma la otra, que ya vale.
5. A
la entrada del cielo y en la muerte es donde yo desnudo al justo de todo punto
del vestido roto y viejo que traía de dolor y le pongo uno nuevo y doblado de
mi gloria, que por mis eternidades no se envejecerá ni romperá, porque las
cosas siempre permanecen de una manera. Y así lo que aquí tienen y gozan en trabajos
y mortificaciones, allá lo tienen en descansos y placeres. Y si esto allá se trueca, estog lo
que allá vale, esto es lo que aquí se ha de juntar con la solicitud y cuidado
de la hormiga. Esto es lo que te debe mover, alma cristiana, a no te arrepentir
de los primeros conciertos, a no me volver las espaldas, a no te retirar al
rincón a dejar de veras los gustos. Revertere, revertere sunamitis, ut intuamur
te10; vuélvete, esposa mía, para que ya te veamos con la cruz a cuestas
y trabajos por mi amor recebidos. Mira que te desean y aguardan ver en esa
librea tus amigos y mis compañeros los ángeles.
|