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CAPITULO 12 - Cómo los gustos spirituales los da Dios a
tiempo en esta vida. Y la obligación que el hombre tiene a los tornar de buena
gana tomando en su lugar trabajos, a quien les corresponden grandes premios y coronas
en la otra vida
1. Muchas veces, hija mía, hago yo
singulares mercedes a algunas personas, como es prosperándolas, levantándolas y
regalándolas, no para que en esas cosas hagan asiento, sino para que tengan más
que dejar por mi amor, más que ofrecerme, y yo más que recebir y con que
quedarles más obligado. Cuando yo doy riquezas por una parte y, por otra, digo
que el que hubiere de ser mi discípulo ha de renunciar todo lo que
posee1, bien se deja entender el fin que tuve en dar las tales riquezas,
que fue no para tenerlas juntamente con ser discípulo míoa, sino para
con el tal officio despreciarlas y ocasionarlo a mayor honra y mayor gloria.
2. Muchas veces suele un cura honrado y
principal, cuando va a la iglesia, dar dineros [a] algunos sus amigos y
parientes para que tengan qué le ofrecer en el besamano, con que quedan
honrados delante de los demás y ganan la indulgencia y perdones (si por eso
están concedidos). Mal hicieran estos tales si se quedaran con el tal dinero,
que para sólo eso se les dio. Considera, hija mía, cuando en tus principios yo
te enllené de gustos, placeres y contentos, que tuve estos propios fines: que
tuviesen qué me ofrecer y dar cuando yo gustase poner sobre ellos el yugo de
mis consejos, sirviendo los gustos primeros, que antemano recibieron, de
melena2 y descanso sobre que se cargase.
Muchas veces suele la madre amorosa
enllenar las haldas del chiquillo de manzanas no para que las coma, sino para
tornárselas a pedir una a una; y aunque es dádiva del niño primero recebida de
la madre, con todo eso deja tan obligada a la madre amorosa que por cada
manzana gana un beso y un abrazo; y juntamente se manifiesta ser hijo de sus
entrañas, a quien quiere más que a sí, pues siendo niño cuya gloria son juguetes,
gusta de darlos a quien lo parió. Lo propio haces tú cuando, habiendo yo
enllenado tus senos de gustos spirituales, me los tornas a ofrecer con el
propio gusto que los recebiste: que, descubriendo tú el amor que me tienes a
mí, me dejas más obligado, porque echas leña al fuego para que más arda y
atizas la lámpara, que a ti te dé mayor luz. Que, aunque es verdad
que todo lo que me puedes dar y ofrecer son serojas [153v] y cosas de poca
consideración, la aceptación que yo hago de ellas es grande y quien las hace
subir de punto.
3. Los peces que en los ríos son pequeños,
si con el corriente del agua dan consigo en la mar, allí crecen y allí se hacen
grandes y
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sabrosos. Porque eso tiene la grandeza de aquel lago y
aguas amargas: que agrandan lo pequeñob, danc sal y sabor a lo
desabrido. Todos cuantos gustos y contentos puede haber en este
mundo y un alma puede gozar, aunque sean spirituales, todos son como arroyuelos
y charquillos en comparación de los eternos. Las almas a quien yo
entréd en esos gustos y entretenimientos no fue para que en ésos
perseverasen, que en fin todo eso es muy limitado en este mundo, corre y se
acaba, sino para que su corriente diese con ellas en el mar grande y desabrido
de los trabajos, en las tribulaciones amargase y en mi cruz pesada, que
todo esto ensancha un alma, la engrandaf y dag una sal y gracia
con que yo de ella me agrado grandemente.
4. Por eso tuve yo tanto gusto y agrado
con los pensamientos y obras de mi sposa cuando, en los Cantares, los comparé a
las cabras que subían del monte de Galaad: Capili tui sicut greges caprarum,
quae ascenderunt de monte Galaad3. Este es un monte muy resinoso donde
los árbores llevan y distilan mirra y, juntamente, es montuoso y de muchas
breñas, entre las cuales el ganado, como en peines, compone la lana, lo
peinah y hermoseai, juntamente con la resina que cai de los
árbores sobre ellas, de suerte que quedan blancas y como jabonadas, lindas y
hermosas a los ojos de los hombres. De esa manera me es a mí hermosa el alma
sobre quien han caído mill amarguras y en los trabajos y tribulaciones, como en
peine, es arrastilladaj y hermoseada.
5. La
granada, cuando es herida con los rayos del sol en lo recio del verano, se pone
roja y hermosa, madura presto y se abre para que sus granos ensanchen y se
engorden. Lo propio hacen en un justok las tribulaciones: que, herido
de los rayos y ardores de los trabajos, los dejan hermosos, sazonados, y ensanchan
sus entrañas para que sus pensamientos se dilaten, sus premios se aumenten y su
corona sel engrande. Porque estos rayos del sol no quemen más de lo que
conviene, sino que con un amoroso calor sazone y caliente todo lo que está acá
abajo, puse yo mi silla y asiento en él, según aquello que dice mi siervo
David: In solem posuit tabernaculum suum4, para que todo vaya
con su medida y peso; y aquello que en otro lugar, psalmo 28, dice: "que
el Señor hace habitar el diluvio"5. San Jerónimo dice: Dominus
diluvium inhabitat6. Que pongo yo mi asiento y morada en el diluvio de
los trabajos y tribulaciones, para que no corran ni lleven más avenidas de la
que [154r] fuere mi voluntad y la que fuere necesario para brotar y producir
efectos dinos de gloria en un alma.
6. Cuánto
más que los trabajos no están tan desfructados ni son tan stériles que sean
como los árbores silvestres, cambrones o spinos, sino como árbores fructíferos
y llenos. Y si zarzan spinosa fue la que
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vido Moisés en el desierto que se
ardíao7, allí me manifesté yo porque no entendiese Moisés que
para sólo fuego y espinas lo llamabap. Uno, pues, de los mayores gustos
que un alma en este mundo tiene y puede tener es conocimiento de mis grandezas
y advertencia de mis misterios; y esto con grandes ventajas lo halla en los
trabajos, porque, hiriendo un alma, saltan chispas y despiden llama que la
alumbran y dan luz. Los cántaros de Jedeón no tuvieron fructo, dieron luz y
alcanzaron victoria hasta que se quebraron8; entonces fueron asombro de
los enemigos y gloria de su nación.
De poco sirve la lámpara o linterna
encendida si no tiene por dónde dar y communicar su luz. No hay cosa que más
tape y encubra la virtud, perfección e inteligencia de las cosas altas que la
bonanza, gusto y prosperidad; y por el contrario, quien la descubre son los
trabajos, porque éstos quiebran el cántaro, rompen y quitan el velo de lo
abscondido, y se conoce con grandes ventajas mi voluntad en lo que más
convenga. Porque en los trabajos no hay quien soborne, ciegue o encubra la
verdad; todo queda patente y claro, porque la tribulación es un aire cierzo que
sopla los vientos y serena el alma para que en ella, como en otro cielo, se
parezcan estrellas, sol y luna, que nos muestren así laq grandeza de
Dios como la hermosura de las criaturas.
7. Aquel
pez que quiso tragar a Tobías el mozo r, sacándolo las entrañas y
echándolas en las brasas, con sólo el humo ahuyentaron los demonios; y
sacándole la hiel amarga del buche, con ella dio vista a su padre9. No
hay cosa que así aclare la vista y abra los ojos como una amargura y
tribulación. Lo cual tanbién lo figuró aquella poca de miel que estaba en el
remates de la vara de Jonatás, la cual le abrió los ojos10; que
es decir que en la vara rigurosa de la justicia y trabajos no falta un poco de
miel y algo que sea de tanto provecho al hombre que no le dé vista al más ciego
para que conozcat mis misterios. Así, David pedía auxiliou y
socorro de la tribulación11. En ella lo tuvo Elías, 3 Regum 19, cuando,
huyendo de la reina Jezabel lleno de ansias, fatigas y congojas, halló debajo
de un enebro descanso, sosiego y sueño; y allí vino un ángel que lo dispierta y
dice que coma de aquel pan del cielo; con cuya virtud se puso robusto y muy
ligero para caminar hasta lo alto del monte de Dios Oreb12. Y si por
una parte la reina lo busca para quitar la vida, al instante, en el descanso que
toma debajo del enebrov, como en símbolo y en figura, se la prometía yo
en el árbor a cuya sombra se arrimaba, porque éste es un árbor que preserva de
la muerte y es contra peste; dándole en eso a entender que le bastaba mi sombra
en medio de todos sus trabajos para guardarle la vida y defenderlo de la
muerte.
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¿Quién
no dijera, cuando yo cogí al propio Elías en aquel carro de fuego, que no lo
habíe de abrasar y consumirw? Y estuvo tan lejos de eso [154v] que sólo le
sirvió de sacarlo de esta vida y mundo, tan sujeto a penas, trabajos y
mortalidades, y dar con él en un paraíso, donde viva y esté libre de esos males
(4 Regum 2x13). Estos son los que para los justos sólo tienen
la aparencia y exterioridad, tiniendo en ese asombro de fuera encerrada grande
suavidad y bien.
8. Por eso dijo san Pablo (2 Corintios
6y): Quasi morientes, et ecce vivimus; quasi tristes, semper autem
gaudentes14. Parece que asuelan, anegan y sorben estos trabajos y
afrentas en un perpetuo olvido, y no sólo no lo hacen, sino que dan puerto
seguro en una gloria: Deducxit eos in portum voluntatis eorum15; que,
saliendo de la tempestad, gozan de descanso eterno en el puerto que desearon. Y
así, si el fuego quema a Lorencio, si el torrente de las piedras anega a
Esteban, si los peines desgarran a Vicente y si a Sebastián acrebillan las
saetas, si las spadas, cuchillos, ecúleos, navajas acaban los sanctos mártires,
martirio es, tormento es, tempestad es, torbellino es que no anega ni mata para
siempre, sino que por unas transformaciones maravillosas hace un divino juego
de pasa pasa, pues pasa el dolor y, pasandoz, para una gloria
inestimable, pasa el tormento y pasa el martirio. Y en pasando, conoce un
hombre y se desengaña cómo aquellos trabajos y golpes que padeció fueron
martillos que labraron su corona, acabándose los golpes y quedando sólo la
hechura. Como cuando
el labrador levanta en alto la paja y el grano para limpiar la parva:
llevándose el aire la paja, sólo queda el grano limpio. Nadie ve a los justos
perseguidos, ablentados como parva -que así los llama Esaías, 21: Tritura et
filia areae meae16- que no los tenga lástima; pero advertido sólo la
paja se lleva el aire, que son esas deshonras y afrentas, que el grano entero
queda para dar con él en las trojes de mi gloria.
9. En
el candelero del templo (Exodi 25a), que estaba labrado con gran primor
y artificio, estaban en el mástil del candelero esculpidos muchos vasos; y en
los seis ramos que salían de él a cada vaso le correspondía una flor17.
Y esto no era tanto para descubrir la hermosura grande que causaba la labor de
los vasos y flores, como para darnos a entender que a cada cáliz y vaso de
amargura y pena que se bebe en este mundo le corresponde su flor y su corona; y
que el justo, si en el cuerpo está labrado de suerte que está lleno de cálices,
de vasos y amarguras, esté cierto que a cada una de ellas le corresponde en el
cielo su flor y corona, tiniendo en la otra vida más gloria el que por mi amor
en este mundo hubiere llevado y sufrido mayores trabajos.
Cuando el rey Saúl sentó su ejército
en la campaña del desierto de Ziph buscando a David para quitarle la vida,
llegada la noche, sosegada la gente del ejército, Saúl dormido y sosegado,
llegó David acompañado
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de Abisay, llegó donde estaba Saúl y le cogió la lanza
que tenía a su cabecera y el vaso de agua que estaba a par de ella18. La lanza erab símbolo de la
potestad real, como lo es la jineta del capitán y el bastón del general, y la
spada desnuda delante del rey es símbolo de la justicia y el poder del [155r]
rey. Y lo propio significó lo que dijo David de los sanctos que gozan de la
gloria: que tienen cuchillos de dos filos en sus manos: Et gladii ancipites in
manibus eorum19. Dándonos a entender que todos eran reyes en la gloria,
y por eso les da esa insignia, que es la que en los reyes descubre su majestad
y grandeza. Según esto, hurtar David la lanza a Saúl y el vaso del agua, es
decir que el poder, potestad, majestad y grandeza que David tuvo no le costó
menos que beber un cáliz y vaso muy grande de trabajos y amarguras, que tuvo
perseguido por los desiertos de tantos enemigos como tuvo, propios y ajenos,
caseros y estraños. Y lo propio le sucederá a cualquiera que en esta vida con
gusto y gana bebiere mi cáliz: que, en la otra, alcanzará el estoque del rey,
la jineta y bastón de capitán y de general, y corona de gloriac.
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