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CAPITULO 15 - De la dificultad que el alma siente de
desasirse de Dios en el trato amoroso y de gusto que con Su Majestad tiene en
el rincón, para entregarse a la cruz y trabajos por sus hermanos
1. Muy dificultoso, Señor, me parece
podera un alma por sí sola sin peccado ni culpa apartarse de ti en
cuanto con dulzura y regalo te goza y se goza en el rincón y
recogimientob si tú, Señor, con tu poder y querer, viendo que así
conviene, no lo haces y nos despegas los labios de esa dulcedumbre que de los
tuyos se derrama. "¿Dónde iremos -dice san Pedro-, que tienes palabras de
vida eterna?"1. Y si llevados los hebreos de particulares
intereses quec con tu presencia teníand, ya sanándoles sus
enfermos, resucitándoles los muertos, dándoles vista y oídos a ciegos y sordos,
y otras cosas semejantes, de que aficionados, se iban tras ti de suerte que no
se querían ir o, compelidos del gusto de estas grandezas, no se podían apartar,
¿qué dirá o qué hará el alma que te sigue, te acompaña y se va tras ti,
sintiendo en sí no provechos del cuerpo sino muchos mejoros y creces del alma,
y sintiendo juntamente en ti una emanación y communicación de virtud secreta que
restaña y detienee cualquier flujo, aunque sea de carne y sangre, que
así tienen costumbre y propiedad de derramarsef con amor desordenado
por las criaturas?
2. Cuando tú, Señor mío, heciste aquel
milagro de los cinco panes y dos peces cuando con tal sabor y gusto quedó la
gente que te seguía enajenada de las cosas de acá abajo, y descubriendo en ti
ung más alto serh del que por de fuera veían y un resabio de
divinidad, dieron voces llamándote propheta grande; y quiriéndote levantar por
reyi, absentándote de esta gente, fue necesario que te abscondieses
donde te dejasen yj, quiriendo volver la hoja y que a tal bonanza y
banquete se le siguiese una tribulación, donde no menos mostraste tu poder,
dice tu evangelista que fue necesario compelieses a tus discípulos entrasen en
la mar, porque, estando tan pegados al gusto y suavidad del milagro pasado,
fuerza fue
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menester para cortar tales asideros y juntas, y que
paladar que habíe gustado en tierra de lo dulce, gustase en la mar de lo
amargo2.
Pues
¿qué dirá el alma que en el rincón y contemplación no esk ell
que comem el cuerpo ni lo que se come pan de cebada, sino el alma es la
que come, goza, gusta y se entretiene? Y el manjar, aunque invisible, tú y
ellan os entendéis y sabéis, sin saberlo ella decir lo que es. Caminos
son secretos. Ella se halla satisfecha, comida y como llena [160r] de lo que
deseaba, manjar que no tiene comparación aunque sea el maná que amasaron los
ángeles. ¿Cómo, pues, Señor, se apartará de ti? ¿Cómo te dejará, aunque sea
trueco por trueco que tanto valga, el que se le da en la cruz y elo que
tiene en el recogimiento, pues el uno y el otro es un propio Dios, aunque
vestido de diferente librea?
3. Si el pajarillo, sentado en el árbor
verde y copadop y en el campo apacible y en el jardín florido, no hay
quien lo eche de allí, sino que, mudándose de árbor en árbor, allí vive, allí
canta y allí se entretiene, ¿qué ha de hacer un alma a quien, siendo tú la
puerta, entraste en un cielo que no tiene otro semejante sino aquel de quien
gozan los bienaventurados, en un paraíso que noq tiene qué hacer el que
plantaste en la tierra r porque éste, de que en ti gozas, todo
está vestido de verdes speranzas, de fructa de vida eterna, de sciencia y
conocimiento de tus grandezas, y de una transformación del alma en tit?
¿Quién será bastante a desterrarla ni echarla de aquí? Que, si alguna vez acaso
el hortelano la espantare de una rama, el jardín es grande y le será fácil
esconderse en otra y de un atributo de tu grandeza dar en un abismou de
misericordias, y siv de tu justiciaw la espantares mostrándole
la grandeza de sus pecados, dará consigo en tu bondad infinita.
Remedio parece que fuera a pajarillo tan
libre y que vuela tanto por campo tan ancho y amenox, ponerle redes,
tomarlo, cogerloy con la mano y echarlo fuera. Pero ¿qué haremos?
Quez, como tiene alas y no acostumbrado a vivir en los cardos secos, se
nos torna luego. Y parece sería biena añedir remedio a remedio, ponerle
liga y desplumarlo para que ande por el suelo quien tan alto volaba, que
aprienda officio por bajo y deje el cantar por altob, pues así le
parece al jardinero. ¡Ay alma! una vez engolosinada a la contemplación y
deleitación que tienes en esos jardines celestiales, donde entras cuando con
atención te pones a meditar y contemplar, ¿quién te sacará de ahí? ¿Quién te echará
fuera? Que, como sabes volar, no habrá paredes tan altas ni palenques tan
estrechos, aunque sean los de la cruz y trabajos, por donde no te entres y
traspongas dando contigo en tus manidas antiguas. No te hallo otro remedio sino
que el jardinero y dueño de estos prados te coja y
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cace con la liga de su sangre y con las varillas de
charidad y amor, de quien dice Oseas que le sirven a Dios de redes y espartos
con que caza las almas: In funiculis Adam traham eos, in vinculis
charitatis3; y después de te haber cogido, hacer lo que hizo con san
Pablo: [160v] que, si voló alto hasta el tercer cielo4, luego cayó tan
bajo que fue necesario le diesen la mano y ayudasen a levantar, y quedó tan
desplumado que el que primero se pudo preciar de que habíe volado sobre las
cabezas de los ángeles, ya no se precia sino de prisiones, cárceres y cadenas,
de andar entre azotados y forzados, de andar metido y envuelto entre el
stiércol debajo de los pies de los hombres, diciendo: Ut purgamenta huius mundi
facti sumus5. ¿Quién
fue tan poderoso para hacer este trueco con un hombre que lo paladearon en el
cielo, que después no se halla sino padeciendo y bebiendo mill sinsabores y
comiendo mill injurias, y no tiene ni siente otra gloria si no es la de la
cruz6? Sólo tú, Señor, que eres Dios poderoso, Padre no sólo de la
naturaleza sino también de la gracia; y pues a la naturaleza das propiedad y
condición para que el agrio que uno aborrece a otro le sepa bien, mejor podrá
hacer tu gracia que, dejando lo dulce, el gusto que a ello estaba hecho busque
y quiera lo agrio y amargo.
4. Esta fue la gracia poderosa que sacaba
a los niños de los brazos de sus madres y los entregaba en las manos de los
verdugos. Esta fue la que con pasos apresurados sacaba niñas y doncellas
tiernas de sus rincones y las ponía ante de los enperadores confesando tu
sancta fee con osadía; y quienc hacía negar hacienda, regalos, padres,
amigos y, lo que más era, a sí propios sólo por te buscar, Señor, en el martirio,
cruz y desprecio de todas las cosas de la tierra. Pero esto no era tan fácil
que fuese para todos, para los débiles y flacos, para los amadores de sí
propios. Que ya vemos el otro mancebo que os llegó a preguntar qué haríe para
ser perfecto: que, dándole por última recepta que vendiese sus posesiones y
hacienda, la diese a los pobres y os siguiese, os volvió la cabezad,
triste7, -y no leemos que tornase- mostrando el sentimiento que hacía y
la afición que tenía a estas cosas exteriores de gusto, y que no es fácil
desasir el corazón ya aficionado a ellas.
5. Y aun san Pedro en el mismo capítulo
[19] de san Matheo, en nombre de los demás apóstoles, por unas redes rotas que
dejaba, encareciendo el haberse desasido de ellas, os dijo que qué le habíades
de dar. Y vos también mostrastes la grandeza de la obra que habíen hecho en lo
mucho que les prometistes, ofreciéndoles el hacerlos gobernadores supremos en
vuestras audiencias, dándoles judicaturas mayores para desenvolver procesos y
pronunciar sentencias en el juicio8. Si esto es así, como lo es, Dios sancto, Dios inmenso e infinito,
de infinito poder, que tanto se siente dejar cosas temporales por eternas, las
criaturas por el
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criador, y así tú lo encareces, así lo agradeces y
pagas, [161r] ¿qué sería cuando este amor subiese tanto de punto que hiciese
dejar, en la forma que se puede y vamos diciendo, el criador por la criatura, y
que, por el bien de las almas, dejasen estos sagrados apóstoles y sus
imitadores el trato, communicación, dulzura y suavidad que contigo tenían en el
recogimiento y pudieran tener retirados a la soledad, cuando, honrados y
regalados de ti como padre amoroso, truecan esas honras por las deshonras e
injurias del mundo?
Si
cuando uno deja los bienes temporales y niega a los padres y todas las cosas de
la tierra, y te sigue a ti, en quien al punto y sobre mano halla el trueco del
ciento por uno y la paga doblada y todas sus cosas mejoradas, hacee
mucho respecto del sentimiento que tiene de apartarse de lo que amaba, ¿qué
será dejar estos cientos por este uno, y estos mejoros porf tantos
menoscabos y deshechos, como en sí experimenta el justo tratando con los
hombres cuando, por el bien de un alma, a vuelta de cabeza, se halla sin vida,
sin honra y sin todo aquello en que la carne y sangre podía tener gusto, y aun
sin los gustos spirituales que en ti antiguamente tenía, que es lo que más
estimaba y le inportaba? Si en lo primero la gracia se mostró poderosa y hizo
de las suyas arrancando el corazón de lo temporal y dando con él en lo
spiritual y eterno, ¿cuánto seríe el poder que mostrarías, Señor, cuando,
despidiéndote de tus discípulos, subiéndote al cielo y enviándoles una gracia y
dones tan altos como les communicó el Spíritu Sancto en su venida, con esos
regalos y presentes no se retiraron al aldea, como hacen los poderosos del
mundo, a gozar su hacienda y con ella regalar sus personas, no se fueron a los
desiertos a entretenerse con los bienes recebidos, antes, se fueron a hacer de
ellos enpleos metiéndose por las cortes y ciudades, donde unos dejaban el
pellejo, otros la cabeza, otros vertían la sangre, hallando por este camino más
presto y mejor lo que podían dejar en la soledad, pues tan presto los
despachaban al cielo, donde sin miedo, recelo ni con escasez gozan a la clara
lo que aquí obscuramente recebían y gozaban?
6. Más tenaz, sin comparación, es el
spíritu ayudado con la gracia en las cosas spirituales que la carne aficionada
a las temporales ayudada de sus apetitos e inclinaciones. No hay dudar esto, por ser sin comparación
la gracia más poderosa que la naturaleza. Ahora pues, si para hacer un tiro la
gracia con un hombre envuelto en cosas [161v] de la tierra y dar con él en las
cosas del cielo y bienes del spíritu, es necesario que sea esa gracia piedra
arrojada del brazo de Dios, y que él sea el que diga a Pedro y Andrés
"venid en pos de mí", y lo propio a Juan y Diego, y que juntamente
lleve esa gracia en sí encerrado el premio, que fue decir faciam vos piscatores
hominum ("os haré pescadores de hombres")9, ¿cuál gracia debe
ser la que ha de
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desarraigar el spíritu del asimiento que tiene en lo
spiritual? Acullá era la gracia la que obraba contra la naturaleza; y aquí,
gracia que obre contra gracia, o por mejor decir, trueque una gracia menor en
otra mayor, una gracia que se gustó y se goza en otra que no se ve ni se gusta,
antes, se trueca en disgusto.
7. Yo confieso, Señor, que debemos mucho a
tus apóstolos y discípulos porque dejaron las cosas de la tierra y te
siguieron, pero paréceme les debemos más porque nos predicaron y, a tanta costa
suya, nos promulgaron el Evangelio. Porque en lo primero halláronse premiados
antemano, gozaron de tu dulce conversación y trato, hiciéronse a sí propios; y en
lo segundo no hallaron ni tuvieron paga en la tierra, priváronse de ti en la
dulzura del recogimiento y hiciéronnos a nosotros. De suerte que, si
diéramos un imposible: que ahora del bien que nosotros recebimos no estaban
pagados, nosotros éramos los deudores y los que por justicia, puesta tu palabra
y el amor que nos tienes y trabajar en hacienda tuya, te habíemos de pedir la
paga. Pero, puesto caso que ha sido tan grande y tan grande la gloria que ahora
gozan, por el bien recebido quedamos en obligación del agradecimiento, y éste
es para ellos y para cualesquier siervos de Dios que hayan pretendido el bien
de nuestras almas: que en nosotros no se pierda lo que ellos trabajaron. Y pues
pudieron ser arcas donde se detuvieran y juntaran divinos y celestiales gustos,
y con todo eso, no quisieron, sino que por nuestro bien scogieron ser arcaduces
y condutos por quien pasaba y venía la gracia, la fee y el conocimiento de
Dios, no será razón que mal enpleemos tales trabajos, tales caminos y pasos, y
que vertamos bienes que los sanctos en este mundo no gozaron porque nosotros
los tuviésemos, antes, se privaron del abrigo que pudieran tener con los gustos
de Dios porque nosotros, tan desnudos, no nos helásemos.
Obra es ésta, Dios mío, grande, grande
gracia es menester para obrarla: desnudarse uno para vestir otro, y no vestido
de cosa temporal [162r] sino spiritual. Y donde más se siente es que, sintiendo
un tu siervo el desasirse y desnudarse por hacer la buena obra, se desestima y
desprecia de aquellos por quien se hace. Mucho sentiría un hombre rico que,
habiendo trabajado mucho por juntar riquezas y después deshaciéndose de ellas
por darlas a sus hijos y herederos, ellos las jugasen o desperdiciasen,
gustando más de andarse desnudos como bordoneros, que lo tienen por officio, y
no querer se remediar y abrigar con lo que tanto cuesta y vale.
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