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CAPITULO 16
- En que se prosigue la materia del capítulo pasado y se dice la grandeza de la
obra que un alma hace desasiéndose del gusto que tiene con Dios en el
recogimiento por sus hermanos
1. No
es pequeño el encarecimiento, Señora, el que san Pablo dice de vuestra
bondad, ni poco lo que nos lo carga para el agradecimiento: que, siendo vos,
Señor, rico, os hicistesb pobre, para con vuestra pobreza enriquecer y
remediar nuestras miserias1. Y tiene grande razón, porque dar un hombre
rico un cuarto por amor de Dios es buena obra, pero esa obra quédase en hacer
bien a mi hermano de cosa corta y limitada, y no a costa mía pues lo que doy no
me empobrece. Pero ¿qué diríamos de un hombre que, siendo rico, dejaba
sus riquezas y tomaba un azadón en la mano para ganar qué dar a los pobres? Esta es obra tres [veces] doblada: lo
primero, dejar los bienes que gozaba; lo segundo, ganar a tanta costa, sudor y
trabajo; lo tercero, dar lo que se gana; y que si se dabac y se
trabajaba, por quien no lo merecía, y si lo que se daba tenía precio y valor
subido.
¡Oh buen Dios, y cómo sube de puncto
tu misericordia y tu gracia para con los hombres el altíssimo modo que tuviste
en el obrar por ellos! Así lo dice san Pablo (2 Corintios 8, n. 9): Scitis enim
gratiam Domini nostri Jesu Christid, quoniam propter vos egenus factus
est, cum esset dives, ut illius inopia nos divites essemus; es menester que
sepamos y consideremos la gracia de que usó Cristo cuando, siendo rico, se hizo
pobre porque fuésemos ricos. Porque tuvo muchas circunstancias que la hicieron
subir de punto: una fue, Señor, y no pequeña, que te desnudases tú para
vestirnos a nosotros, enpobrecerte para nos enriquecer, dejar para dar, y
dádiva de bienes que se ganaron tan a costa de tu sangre, vida y honra, tan con
el azadón en las manos y la cruz a cuestas; y dados a gente tan ingrata y
desconocida que, desestimando lo que dabas, lo perdían y arrojaban, quiriendo
más quedarse [162v] desnudos que vestidos con tu gracia.
2. Si
esta gracia y misericordia con que tales obras heciste por el hombre es grande,
encerrándose en tu pecho un amor infinito que al hombre tienes, buscando mill
caminos por donde te communicar, ¿qué será en el hombre, en cuyo pecho el amor
es muy corto y limitado, y que, si por el hombre se enpobrece, ha menester
ganar para entramos? Que vos, Señor, enpobrecístesos por mí dejando de gozar lo
que con seguridad pusistes en guarda, lo que estorbastes y detuvistes en los
aposentos altos de la porción superior de vuestra alma, y hecístesos pobre de
una manera que tan rico os quedastes como el Padre. Y cuando vuestras
manos parecen estar más desembarazadas en la cena para ser atadas y ligadas con
crueles cordeles, entonces, dice vuestro
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siervo Juan que todas las cosas las tiene vuestro Padre
puestas en vos2. Grande fue el amor, grande fue la gracia con que por
el hombre obrastes tales maravillas: no tiene comparación. Todo se queda atrás
con infinita distancia lo que ahora dice una criatura tan flaca como es el
hombre, que en esas obras va tras vos asemejándose en lo que puede: que siente,
y aun gime y llora, sacar las manos de vuestros senos, donde las tenía tan
abrigadas, y vaciarlas de tales tesorose y dulcedumbre como en el
rincón gozaba; que, si ahí se quedan guardadas y detenidas con particular
seguridad, mucho se siente el verlas vacías y heladas en el obrar y hacer obras
exteriores, en quien están bien al vivo pinctadas las tres circunstancias que
decíamos: hacerse uno pobre y luego trabajar para dar, y dar a hombres en quien
cada momento se ven las dádivas mal logradas. Pero basta, Señor, por premio y
gloria ver que en esto la criatura se asemeje a su criador y que, si pobre se
hace, es porque tú lo quieres. Y tu saber es tan eterno e infinito que tienes
modos secretos con que dejar y tener la propia alma tan rica, y más cuando
estáf pobreg que cuando ella en los gustos pensaba que estaba
rica.
3. Sólo, Señor, se te puede pedir en la
grandeza de esta obra que siempre la acompañe una gracia grande y tu mano
poderosa, no le suceda alguna vez lo que a los hebreos, que viéndose en
necesidad en los desiertos, clamaban por las ollas de Egipto y se le querían
volver a Moisés3. Bien flaco es el hombre, bien hay que temerlo cuando
se vea en la soledad, trabajando por sus hermanos, necesitado de consuelo, y se
acuerde de las ollas y potajes que vos le dábades en el rincón, no se quiera
[163r] tornar a su antiguo trato, considerando que más vale un día en vuestros
zaguanes que mill en la casa del mundo4. Bien veo que este entrar en el mundo no es para vivir en él, sino
como el que va a las Indias, obligado y forzado de la codicia, con intento de
volverse a su tierra con lo que allá ganare; y como el jornalero que va a la
viña ajena, volviéndose después del trabajo a dormir a su casa. Y así lo debe
hacer en esta obra presente el que con vos, Señor mío, tratare en el concierto
y trato de almas, que ése no es officio ni destierro perpetuo, que fin tiene y
día es que aguarda noche para el descanso y entretenimiento amoroso con su
Dios. Que, como tanto nos amas, en el puesto nos aguardas para que contigo, Dios
sancto, descansemos y en ti pongamos nuestros cuidados y sobre ti arrojemos
nuestras cargas. Pero por el tiempo que duran estos días, estos jornales y esta
absencia de nuestra dichosa patria, que aunque no se goza con presencia, el
olor que de ella se tiene viviendo en sus arrabales, eso entretiene, eso
consuela, eso alegra, y esa noche la considera un alma por de más gusto y
consuelo que mill días de los que anda un alma entre las criaturas.
4. Ganancia, Señor, es grande trabajar,
que, en fin -como dice David- trabajos son que un hombre come y quien
ansíh lo hace,
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bienaventurado5.
Pero aquí se descubre la cortedad de un hombre y su poca confianza, pues
pudiendo ganar mucho, se contenta con poco, y teme dejar y apartarse de lo que
tiene y posee, como si tratara con un Dios que le había de engañar. Confieso,
Señor, que eres sancto, fidelíssimo y largo en el premiar y pagar; sino que el
hombre, criatura corta y perezosa, pierde ventura por no aventurarse, quiriendo
más un "toma" que dos "te daré". Por esto, Señor, es gran
cosa teneri un tan fidelíssimo amigo como vos sois, que haciendo
crecerj vuestro amor en la criatura y aumentando la fee, todo lo
pospone; como el buen labrador que no repara en arrojar el trigo limpio en la
haza, cubrirlo de tierra y privarse a tiempo de lo ya ganado, por los mejoros
que spera tener en el verano.
5. Como
esta cosecha, Señor, no se hace ni ha de hacer más de una vez en la vida, que
es en la muerte cuando uno coge de lo que sembró, no podemos saber por
experiencia aquello que nos ha de aumentar y fortificar en la speranza. Sólo lo
sabemos por fee; y ésta es necesario que sea viva, para que dé la luz que para
esto se requiere a un alma [163v] tibia. Porque, si es muerta, todo se queda a
escuras, contentándose un hombre con sólo aquello que de presente palpa; pero,
si tiene luz, no duda ni dificulta hacer enpleo de todo cuanto tiene, que,
cuando sus haberes sean gustos de Dios, todo lo da pork bien
empleadol cuando no ganem y granjee más quen el amor
que por ese camino le cobráis como a buen siervo. Y este amor que vos
tenéis a la criatura es sobre todos los thesoros y riquezas que ella pudo tener
y vos le pudistes dar, porque sin este amor no hay cielo ni gloria, y con él no
hay infierno. Según esto,
ignorancia es querer gustos sin vuestra voluntad, y dejarlos por vuestro amor
es toda la felicidad que se puede imaginar. Obra es ésta e inpresa hazañosa de
la fee, que da lo que tiene por lo que no tiene, y obra de la confianza que de
vos, Señor mío, un alma hace, sin quien no se puede hacer este trueco de que
tratamos. Por tanto, Señor, os suplico humildemente que no miréis nuestra
ignorancia, nuestra flaqueza y miseria, sino que, sólo mirando vuestra mayor
gloria y nuestro mayor aprovechamiento, enderecéis nuestras obras y encaminéis
nuestra voluntad y querer, para que siempre y sólo quiera lo que a vos más os
agrada.
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