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CAPITULO 18 - La mayor dificultad en despegarse un
hombre de los gustos espirituales proviene del cuerpo
1. La dificultad, Señor, que hay en
despegarse un hombre de estos gustos, me sospecho que la menor es de parte del
spíritu, el cual siempre está prontoa para beber el cáliz desabrido de
los trabajos porque, como conoce tu voluntad y el provecho que de ellos saca,
en nada repara. Quien en esta parte hallo más interesado, y que la parte la
quiera casi toda hacer suya, es el cuerpo. Y de aquí se descubre
la mayor dificultad. De que en la cuestión y obra presenteb el cuerpo
tenga grande parte, no hay dificultad porque, siendo él el que de buzas se
arroja en sintiendo algo de gusto, él es el principal que se desase de los
gustos para todo [166r] entero emplearse en los trabajos. Y así como los gustos
los percibe con acuerdo y atención, de esa manera recibe los trabajos con
grande sentimiento. Pues, para hacer este trueco quien es tan interesado, no
hay dudar sino que sentirá grande dificultad.
2. Bien pudiéramos poner exemplo de algo
de esto en la pasión de Cristo: cuando, estando ya el cuerpoc cercano a
derramar su sangre, recebir azotes y cargarse con una cruz a cuestas, pidió a
su Padre que pasase aquel cáliz, que, "aunque el spíritu estaba prompto,
la carne estaba enferma"1. En el cual pleito, no obstante
cualquier cosa se pudiese alegar de parte de la carne flaca, el amor sentenció
y hizo las partes del spíritu, y así todo Cristo entero se sujetó y dijo: Fiat
voluntas tua, non sicut ego volo, sed sicut tu vis2.
Es
certíssimo, Dios mío, en este pleito que ahora tratamos algo semejante a este
exemplo que en Cristo hemos puesto. No sale el amor a la causa y toma la demanda por suya. Siendo
nuestro cuerpo y carne tan flaca, tan interesada en los gustos, tan menoscabada
en los trabajos, hay gran peligro la sentencia y causa no salga por suya,
porque son muchas las cosas que de su parte alega y por sí hacen: lo uno, la
mudanza de vida que en este trueco se hace, que no puede dejar de ser de nota a
los que juzgan lo interior por lo exterior, pareciéndoles (con falsa opinión)
que sólo los gustos se dan a los justos y amigos y los trabajos a los enemigos,
y que tal trueco no se puede haber hecho sin menoscabo del spíritu, pérdida del
alma y culpas contra Dios. Y aquí presenta por testigo a la honra y al
"qué dirán las gentes", que esto no es de poca consideración. Alega la vida que se
corta y menoscaba en los trabajos, sus pocas fuerzas y la obligación que hay de
hacerle participante en los gustos y consuelos [a] quien lo es en los trabajos,
de quien, si no se desnuda y descalza, no los puede gozar. Que el alma, como prudente y sabia, en la
retama halla flor dulce para de ella sacar miel, pero al cuerpo hánselo de dar
labrado y amasado porque
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de otra
manera no percibe. Todas éstas son razones que de parte del cuerpo suben
nuestra dificultad, a quien, Señor, es necesario se le dé un brío, unas
fuerzas, que todo lo posponga y sólo se mire tud causa y la del
prócximo.
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