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CAPITULO 4 - Cómo los padres spirituales que se quieren
certificar del stado de un alma en el camino de la perfección, deben hacer sus
juicios según el estado presente, sin scudriñar cosas pasadas en sus
principios, no siendo forzoso el desenvolver las tales cosas
1. Puesto caso que en este tratado sólo
hemos tomado por intento descubrir algunas dificultades que se ofrecen en el
camino de la perfección, particularmente acerca de las mortificaciones que al
justo se le ofrecen, no habrá mucho que reparar en el orden, porque aquí
pretendo más hablar de experiencia y prática que no de especulación, y la experiencia,
ora sea en persona propia o ajena, hase de tomar conforme Dios la enviare y al
tiempo que la diere.
2. Por
una cosa que poco ha me sucedió, quiero dar un consejo así a los padres
spirituales como a los discípulos. Y es que, cuando de nuevo se quieran
informar del estado de alguno que trata de oración, particularmente si es
estado sobrenatural, o que se camina para él o que en algo se haya alejado de
las cosas de acá abajo, jamás hagana
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preguntas de
los principios, no siendo necesario para venir con certidumbre en conocimiento
de los fines y estado que al presente tiene.
Bien será necesario declaremos esto.
Quiero decir que si un padre spiritual y de los que tratan de dicernir y
conocer el verdadero o falso spíritu o el estado que un alma tiene al presente,
que le pregunte de los ejercicios, virtudes, afectos o sentimientos que al
presente tiene; y si, por la información que le da, viene suficientemente en el
conocimiento que pretende, no sculque, desenvuelva o menee cosas pasadas
porque, como Dios es infinitamente sabio, sabe por caminos torcidos y aviesos
venir a lo que Su Majestad pretende en un alma. Que si de esos principios y
medios informasen a quien poco sabe, pareceríale era imposible de medios y
principios tan opuestos haber sacado o llegado a buen puerto.
3. De esto no hay que poner exemplos, pues
es doctrina fácil de entender cuando aun vemos que de la fealdad de graves
peccados sabe Dios sacar dolor y aborrecimiento del mismo peccado. Aun no trato
yo de esos medios y principios que suelen tener las conversiones de los
peccadores, sino de otros principios y medios, bien ascondidos a los ojos de
los hombres, que suelen tener muchos [54r] justos hasta venir al estado de
perfección que al presente tienen y poseen: unas veces siendo cruelmente
vecxados del demonio, otras veces adelgazando el natural de suerte que podrían
dar información de algo faltos en el juicio -como en lo uno y en lo otro yo he
visto a algunas personas- y, después de esto, haber salido a un
particularíssimo grado de unión. Porque, como para todas las cosas tenga Dios
ya determinado su cuándo y cómo, después de esos defectos, como el grano de
trigo que estuvo los cuatro meses escondido debajo de la tierra, suele salir
después muy florido y en poco tiempo con grande pujanza. Quien no sabe que el
grano muere primero y que hay tierra que está debajo de nieve muchos días, y
que tiene en su nacer otro trabajo, no pudiera creer si no lo viera que habíe
de salir después verde. Pues, no viéndose ni conociéndose con los sentidos el
estado que un alma sancta alcanza con Dios, si le informasen, a quien no sabe o
tiene grande fee o experiencia, de los principios y medios por donde o de donde
saca Dios esos efectos, no los podría creer, sino que diría que no puede por
allí venir a tener perfección.
4. Digo más. Que, como los discípulos que
informan son tan puntuales en decir verdad, viéndose obligados a decir los
malos pasos que en los principios tuvieron y quizá las boberías que hicieron,
ellos se inquietan, alborotan y aun destruyen su cabeza acordándose de cosas
pasadas. Como decimos muchas veces sucede al que hace confesión general en
tiempo que estaba quieto y pacíficob; y digo que al propio maestro le
confundirá para hacer sus juicios ciertos. La mujer, cuando quiere saber si un guisado está bien sazonado o
tiene el punto que ha de tener, no prueba cada una cosa de por sí de las que le
ha de echar -que ya sabe que la sal es salada y la pimienta picac y la
canela güeled- sino, después de lo haber juntado todo, mira si tiene
buen
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punto y, de lo que le parece le falta, de eso añade.
Esto propio digo yo que debe hacer el padre spiritual, que ya sabe y conoce a
qué sabe cada una cosa de por sí de las que un alma junta para sazonar su alma
de suerte que le sepa a Dios bien: ya sabe lo que es [54v] penitencia y lo que
es mortificación y los demás ejercicios que a esto se aplican. Procure, este guisado hecho, probar el
punto que tiene esta alma y mirar qué es lo que le falta, si ha menester alguna
más mortificación o penitencia o desasimiento de las cosas de la tierra. Y,
según lo que viere que le falta, añada o quite, apruebe o repruebe. Digo más:
que si los hombres viesen cómo y de qué hacen las mujeres los guisados, no los
comerían y les parecería imposible de tales badulaques como juntan sacar cosa
que bien sepa; y así, cuando sus maridos preguntan cómo se hizo aquello, le
dicen: Comede, señor, y no preguntéis nada, sino decidme cómo os sabe.
Lo propio digo yo al padre espiritual: que, pudiendo tomar el gusto y sabor a
aquello que ha de juzgar, sin preguntar de qué se hizo aquel espíritu o por
dónde llegó a aquel grado de unión, que no pregunte de qué se hizo aquel
guisado, porque podría ser haberse hecho y juntado de cosas tan asquerosas y
tan lejos de su juicio que le parezca cosa imposible de aquellos principios
venir a semejantes fines.
5. Y
si me dicen los padres spirituales que es necesario saber de los principios y
medios con que se consiguieron los tales fines, pregúntoles yo: si un alma,
como muchas veces sucede, llevarla Dios más que de paso a un estado altíssimo
sin ir por el camino carretero y por los medios y principios que la cartilla
enseña, ¿cómo podrán juzgar pues ahí apenas se hallan principios y
mediosf? De la sancta madre Theresa de Jesús leemos en su vida que,
llegando a tratar su espíritu con quien esto no sabía, preguntándole estos
principios de que yo voy tratando para por ellos discernir el estado que tenía,
viendo más altos fines y grado de perfección en ella que informaba de sus
principios (ora fuese por haber sido merced singular de Dios de llevarla, como
decimos, más que de paso y no por el camino carretero, pues Dios no está sujeto
a esas leyes ordinarias, sino que puede hacer de su capa un sayo conforme mejor
a Su Majestad le pareciere y dar más o menos a su gusto y voluntad; ora fuese
porque la sancta, habiendo llegado a lo que era más [55r] perfecto y habiendo
evacuado lo menos perfecto, no dio la relación conforme se la pedían de estos
medios y principios ordinarios de la penitencia y mortificación: como quien ya
de eso había pasado y llegado al fin y paradero que se pretende por esas cosas,
no tenía memoria ya tan puntual para contar cosas pasadas), pareciéndole,
puesg, al padre espiritual que tenía más alto grado de perfección que
le informaba de los principios, me dicen que dio orden de reducirla y tornarla
a que de nuevo comenzase, a nuevas mortificaciones, penitencias y obras
penales, cosa molestosa, dañosa y muy perniciosa a quien ya
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está en aquel estado1. Así como si un hombre
estuviese aquí en Sevilla, donde deseó y pretendió venir desde Madrid, y le
preguntásemos: ¿por dónde venistes, señor, a esta ciudad? ¿Qué camino trujistes? Y él, por no haber
venido a pie sino a la posta o en coche, dijese que no sabía por cierto. Que por eso le
dijésemos: pues sabed, señor, que no estáis en Sevilla; volved a Madrid y
tornad a andar el camino de suerte que deis buena cuenta de las ventas,
pueblos, mesones que hay en esos caminos. Esto fuera necedad, inpertinencia, gastar tiempo y soltar lo que
tenía y había alcanzado.
Lo propio digo yo: si un alma
alcanzó particular grado de unión y perfección y ahí llegó a la posta o la
trujo Dios (como dicen) en coche, sin venir a pie por las ventas y mesones de
las penitencias y mortificaciones que otros vinieron, ¡que la haga yo tornar
atrás y que deje el estado presente! Bien veo hay algunas almas tan obedientes
que de su parte hacen lo que les mandan y procuran volver atrás mortificándose
y humillándose en eso, pero también digo que es Dios tan misericordioso y ama
con tantas veras a un alma que allí llega, que no consiente vuelva atrás sino
antes vaya muy más adelante; como todo se vido cumplido en esta sancta mujer,
de quien vamos tratando, que, humillándose ella a seguir los consejos de los
confesores, la ensalzaba Dios más [55v] y la communicaba con hablas más íntimas
y secretas.
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