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CAPITULO 5 -
Cómo algunas veces, por aplicar mortificaciones los padres spirituales suelen
con ellas, provocando a cosas menores, privar a un alma de cosas mayores de que
goza en el recogimiento interior
1. Puesto
caso que es más el recogimiento interior de un alma con Dios, donde en silencio
en lo secreto de su corazón le goza, que no el éxtasis y arrobamiento, quiero
decir un yerro que me parece es muy cursado entre personas que rigen y
gobiernan almas: que las prueban o quieren (como dicen) hacer de ellas cala y
cata. Y antes que lo dijera, quisiera probar primero en qué forma tengo por
mayor grado el del recogimiento que el del éxtasi, y para eso me parece fuera
necesario hacer capítulo de por sí. Yo creo se entenderá de lo que fuéremos
diciendo.
Digo, pues, que cuando los tales
padres spirituales o gente que así prueba ven a una persona con algunas
elevaciones, no hacen sino mortificarlas a todas horas con cualquier ocasión. Y como las
mortificaciones ayudan a las tales elevaciones, train a un alma fuera de sí. Y
como estos éxtasis son enfermedad y flaqueza de la naturaleza, tantos
éxtasisa
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puede tener, tan elevada y descompuesta puede andar en
esa parte que caiga y crezca la enfermedad y flaqueza de la tal persona, que le
destruigan el natural y la cabeza de suerte que, cuando torne y vuelva en sí,
apenas pueda tener algún recogimiento interior, sino que sea necesario reparar
y componer la parte enferma y flaca, y aun ser causa de que se pierda y
distraiga lo uno y lo otro.
2. Ahora nos faltaba por probar cómo las mortificaciones
elevan y levantan; por qué hay muchos que mortifican para distraer de las tales
elevaciones y éxtasis. Digo que entramas cosas suelen suceder. Unas [56r] veces
las mortificaciones elevan y levantan porque, como quiera que el éxtasis o elevación
no sea otra cosa sino un despego y desasimiento, no sólo de las cosas de acá
abajo, sino de sí propio -que eso quiere decir "éxtasis", extra se,
fuera de sí-, no hay cosa que tanto desate y desasga a un alma como la
mortificación verdadera; y así sirve de lo que al pájaro la piedra o ruido, que
lo hace levantar de donde estaba sentado y que se vaya volando por esos aires.
Y así es muy ordinario al que yab padece esos éxtasis, con las
mortificaciones ordinarias volverse ordinarios, como se ve en la vida del padre
fray Nicolás Fator, que todas las veces que pretendía hacer alguna
mortificación en ella se quedaba elevado1.
Otras veces la mortificación distrae o,
por mejor decir, recoge y trai dentro de sí al alma que se había ido volando en
el éxtasis. Sirviendo en estos tales la mortificación de lo que sirve la cuerda
o hilo atado al pie del pajarillo, que lo trai a la mano.
3. Si
esto es así y el recogimiento es más que no la elevación, no es acertado
mortificar de ordinario a las personas en quien las mortificaciones los elevan
y train siempre fuera de sí. Y esto digo por los daños que les pueden
venir a las tales personas, según queda dicho. Es certíssimo que, subida el
alma a los palacios y aposentos altos donde subió saliendo de sí y dejando la
parte inferior distituida y desamparada, podría en esa soledad que tiene en la
absencia del alma padecer notables detrimentos de flaqueza y de otras
incommodidades, que después, cesando la elevación, no sea señor de volver sobre
sí, ni de cobrar fuerzas para poner en ejecución los deseos que en otras
ocasiones tenía de ser grande sancto haciendo tales y tales cosas.
Y porque
[para] esta doctrina no se me ofrecen ahora exemplos con que persuadirla y
probarla de suerte que quede suficientemente persuadida, torno a decir que es
muy necesario muchas veces [56v] la cesación de estas elevaciones,
particularmente si cuando la persona que las tiene no subió a ellas tan
despedido de las cosas de abajo cuanto convenía y tan dispuesto en sus
principios como pedían los tales éxtasis y arrobamientos. Que por este exemplo
se entenderá. Si una
persona
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saliese de
su casa a hacer una visita y en su casac no lo dejó todo bien
concertado y ordenado de suerte que su absencia no haga falta, llano es que ha
de estar en la visita con mill sobresaltos, penas y cuidados y no ver la hora
de tornarse a ellad; y aun las personas que la detuviesen harían mal,
porque, haciendo la visita, podría hacer en su casa más falta y daño que bien
en la visita que hacía. Esto propio digo yo de un alma que se elevó y acertó a
cogerla esa visita que hizo fuera de sí sin dejar su casa bien concertada, digo
los sentidos interiores y exteriores con las reglas y ordenaciones que debían
guardare (ahora abstraigo de los éxtasis enteros, certíssimos y
verdaderos, que llevan tras sí toda esa gente menuda, por estar ya bien
sujetos) antes del éxtasis y en el éxtasis. Estando, pues, gozando ese bien con
el conocimiento para que Dios le da lugar (si acaso tiene el entendimiento
alguna libertad) está con pena, miedo y temor de muchas cosas que debía haber
hecho antes de ponerse en aquella ocasión, y deseosa de volverse a su casa
antigua para de nuevo tornar a nuevas penitencias y mortificaciones y
particularmente a procurar el recogimiento interior, que es lo que más desea y
pretende. Y así los que a esta tal alma la detienen en esta visita superior y
elevación hacen mal, porque no le dan lugar para poner en ejecución lo que
desea y pretende. Y este detener esta alma en estas elevaciones se hace por las
continuas mortificaciones que digo que le aplican, las cuales, desasiéndola de
nuevo o no dándole lugar con las penas ordinarias que le causan las tales
mortificaciones, siempre se está arriba sin volver a sí y a procurar este
recogimiento interior, que es el que digo me parece mayor, de más
consideración, provecho y mérito para un alma.
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